Demasiado tiempo en silencio era aburrido. Serah decidió abrir la boca pero soltar lo primero que se le viniera la cabeza no era lo mejor. O tal vez sí.
–¿Tienes algún deseo antes de morir? –había preguntado a su lado, aún apoyada en la pared de forma distraída.
–Mmmm… –responde Law, aburrido.
Serah hizo un puchero y lo miró enfadado, pero él la estaba ignorando de nuevo con los ojos cerrados.
–¿Y si no salimos de aquí? –dudó con cierto tono de preocupación.
El cirujano le devuelve la mirada de una forma intensa. No tenía pensado morir de manera tan patética, no después de tantos años entrenando para ese momento.
–Pues atormentaré a Doflamingo como fantasma hasta el fin de mis días.
La mujer se cruzó de brazos, las cadenas tintineaban como un coro lastimoso a cada movimiento que realizaba.
–¿Lo dices en serio? –enarcó una ceja.
Law bostezó aburrido sin molestarse en taparse la boca.
–Pensaba que llevábamos un rato diciendo idioteces –respondió al acabar.
La morena rodó los ojos y aprovechando que el hombre volvía a bajar los párpados para una breve siesta, le despeinó más aún el cabello. El menor protestó intentando apartar su mano pero la chica ya había guardado una distancia prudencial, al menos lo que le permitieron la longitud de las cadenas.
–Eres aburrido –le sacó la lengua bromeando.
–¿Cuál es tu idea de estar prisionera en un sitio? –la cortó, serio– ¿Hablar y decir gilipolleces?
La expresión de Serah cambió abruptamente, el brillo de sus ojos había desaparecido. Ella mejor que nadie sabía lo horrible de pasarse años encadenada y siendo una esclava, lo que más la había ayudado con esa vida eran las bromas y tomarse las cosas de otra manera. Había desarrollado un humor negro curioso tras esas experiencias.
Law se había dado cuenta de su cagada con aquel comentario, por lo que no siguió por ese camino. Pero en lugar de disculparse, retomó el tema que había iniciado ella para distraerla un poco.
–¿Y tú? –intentó distraerla– ¿Tienes algún deseo antes de morir?
Una pequeña sonrisa apareció en su herido rostro. Había pensado tantas veces en ello a lo largo de su vida. Tenía una idea bastante clara.
–Solo quiero no sentirme sola –dijo casi en un susurro apenas audible.
Se encogió en su sitio, de pronto notaba el cuerpo helado y escalofrío recorrió su espalda de arriba abajo, era una mala sensación.
–¿Puedo hacer yo algo? –se ofreció el cirujano al notar la tensión en el cuerpo de la chica.
Deseó decir que eso no iba a pasar, que ambos saldrían vivos de esa situación, pero ni el propio Law lo sabía. Un silencio inundó la habitación, interrumpido únicamente por sus respiraciones acompasadas. Ella abrió un lado de veces la boca, temerosa de que si decía lo que pensaba, él se enfadaría o reaccionaría todo lo contrario a lo que más deseaba.
Antes de decir nada, lo miró con ojos llenos de tristeza. El corte de su mejilla aún dolía cuando intentaba hacer una mueca, sus labios estaban secos y partidos, su cabello lacio tan despeinado y sucio, aún así Law veía cierta ternura en esa imagen de ella.
–¿Qué serías capaz de hacer por mi? –se inclinó hacia él peligrosamente, mientras lo miraba fijamente.
En esa misma posición se quedaron varios segundos, sin apartar la vista el uno del otro. Estaba tan cerca que podía notar el cosquilleo que le provocaba su respiración sobre la piel.
Apenas unos centímetros más y…
Se tomaron de la mano. Serah se apoyaba en el suelo, Law fue el que tomó la iniciativa, posó su palma sobre el dorso de la mano de ella, entrelazaron los dedos casi al instante. Serah miró a sus manos unidas, luego a él. Una extraña sensación se alojó en la boca del estómago, cálida y agradable.
No quiso preguntar de nuevo, esperaba paciente su respuesta, que no tardó mucho más en llegar. Mientras disfrutaría del tacto de su áspera piel como si fuera la mejor de las caricias.
–Lo que desees, dentro de los límites humanamente posibles.
Se miraron unos segundos más, ella sonreía a pesar de la situación, a pesar de pensar en que podían morir de un momento al otro o que jamás saldrían de allí, era feliz. Se apoyó en su hombro con cuidado, con timidez.
Pasaron unos minutos más en silencio, Serah comenzó a tararear una canción por lo bajo. El médico no la interrumpió, disfrutaba de su compañía, de sus manos unidas, del aroma de su cabello, tal y como había hecho horas antes.
Él estaba en paz, a pesar de haber fallado con su plan, a pesar de no haber vengado a Corazón, a pesar de que Doflamingo posiblemente los acabase asesinando rato después. Pero pensaba disfrutar hasta el último segundo vivo.
–¿Me besarías? –Serah se sobreesforzó para que la voz no se le quebrara.
El corazón de ella latía a mil, era ahora o nunca. ¿Y si al siguiente minuto alguien cruzaba la puerta y acababa con sus vidas? Se lamentaría eternamente si no le decía sus sentimientos antes de que eso ocurriera.
Además, él no parecía incómodo ante su cercanía, tal vez incluso la correspondía, era una gran incógnita. Decir directamente un "oye Law, me gustas" no era una opción, porque no sabía si eso provocaría la ruptura de su aún nueva amistad o que el pirata se terminase alejando de ella por no querer involucrarse emocionalmente.
–Si es tu última voluntad…
Oh, pensaba que se lo estaba pidiendo porque iban a morir, por darse una última alegría.
¿Entonces él no quería realmente?
Pensaba que sabía leer bien a los hombres, y últimamente él parecía atraído irremediablemente por Serah. Pero tal vez estaba equivocada, tal vez sus gestos de cariño hacia ella no habían sido más que confusiones por su parte. Tampoco quería discutir, si le permitía aquel último deseo antes de que acabase todo, se iría feliz.
Ella no dijo nada cuando Law se separó un poco, lo suficiente para levantarle el mentón con su mano libre mientras las cadenas volvían a tintinear, se fue inclinando hasta que sus narices se tocaron. Serah contuvo la respiración cuando notó la suya contra el rostro, en su vida jamás se había sentido tan avergonzada como ese momento, sus mejillas realmente ardían.
Hubo un suave toque cálido sobre sus labios, tan deseado,, pero apenas duró un segundo, pues alguien abrió la puerta de la habitación de forma abrupta y ambos se separaron esperando lo peor.
–¡Toraooo! –gritó Luffy, buscándolo por toda la habitación– ¡Ah, por fin te encuentro!
–¿¡Sombrero de Paja!? –respondió el aludido, posiblemente fue la primera vez que se alegraba de verlo, o teniendo en cuenta la situación casi prefería que hubiera esperado unos minutos más.
El chico alegre se acercó corriendo a la pareja y agarró a ambos estirando los brazos con su habilidad, con cuidado de no tocar las cadenas. Luego los levantó y cargó por el pasillo sin cuidado alguno, huyendo a gran velocidad. No valía la pena protestar o preguntar qué estaba pasando.
Una chica se les unió unos segundos más tarde. Llevaba una armadura dorada e iba armada con una gran espada. Además llevaba la de Law en la otra mano, signo inequívoco de que se habían enfrentado a Doflamingo y de momento, saliendo victoriosos.
–¡Lucy, lo tengo! –le dijo al pirata del sombrero.
Luffy frenó abruptamente y dejó a ambos en el suelo sin cuidado, Law solo le dedicó una mirada asesina pero él solo respondía con una amplia sonrisa a su "amigo", o así lo consideraba él. Serah solo soltó un quejido de dolor por chocar contra la piedra pero bastante agradecía seguir viva.
–¿Puedes abrirlo tú, Rebecca? –pidió, señalando a las cadenas– Me quedo sin fuerzas si me acerco…
–Claro –respondió la mujer agachándose frente a los piratas para liberar las muñecas de Serah y Law.
–Gracias –le dijo la morena, a lo que le responde con una sonrisa.
–Los amigos de Lucy también son los míos.
Ambos quedaron libres y aquella muchacha le entrega la espada al capitán pirata.
–Torao, ¿estás bien? ¿Qué pasó? –Luffy los había interrumpido.
–Tuvimos que pelear contra un almirante, y Doflamingo nos atrapó… –siseó el cirujano entre dientes– ¿Qué demonios está pasando fuera? ¿Qué haces tú aquí?
–Estamos ganando –le respondió el capitán, su amplia sonrisa no dejó muchas dudas.
–¿Cuál es el plan ahora? –preguntó la otra mujer, Rebecca.
–Torao y yo vamos a por Mingo –dijo Luffy con entusiasmo.
–Serah –Law la había llamado con voz seria– Necesito que te alejes del palacio lo máximo que puedas.
La mujer frunció el ceño, si se alejaba no podría sentirlo con su poder por lo débil que estaba, pero a la vez ella era su punto flaco. No quería que Doflamingo la usase en su contra de nuevo, no podía pelear al cien por cien si estaba cerca. Pero igualmente asintió a la orden de su capitán, y se limitó a verlo alejarse junto a Luffy por aquel largo pasillo.
–Más te vale volver con vida, Law –lo amenazó como despedida.
