Toda Dressrossa había sucumbido al caos. La rebelión iniciada por la liberación de los esclavos convertidos en juguetes por medio de una de las comandantes de Doflamingo, había sido un completo éxito.
Todo el mundo había recuperado su memoria, ahora las calles se llenaron de personas peleando contra quien una vez los había encarcelado. Luffy había despertado una fuerza imparable que deseaba la libertad a cualquier precio.
Trafalgar Law se había apoyado en aquella pared a medio derrumbarse, para tomar un poco de aliento antes de comenzar la operación de su recién amputado miembro. Se aferraba el hombro con fuerza, cortando la abundante hemorragia que estaba surgiendo de la zona afectada.
–¿Te echo una mano? –le preguntó Nico Robin, extendiéndole el brazo cortado con cuidado, la arqueóloga sonreía ante la ocurrencia.
El médico levantó una ceja pero igualmente soltó una carcajada algo amargada por el dolor, tomando su propia extremidad, el humor negro era lo suyo. Activó la zona azul y se preparó para operar. Hizo flotar en el aire varias agujas y comenzó a coser las venas, los nervios, la carne…
En apenas diez minutos todo estaba unido de nuevo y él tremendamente exhausto, pues la pelea con Doflamingo lo había cansado demasiado. Se encontraban en una zona alta, pero el bullicio de las peleas más abajo llegaba igualmente a sus oídos.
–Deberías marchar con tus compañeros –sugirió Law, quien no solía iniciar las conversaciones, pero tampoco quería ser una carga.
La arqueóloga rió, estaba sentada sobre unos escombros frente a él, apoyó el codo sobre su pierna y luego el mentón sobre la palma.
–Luffy me mataría si dejo a un amigo suyo solo –dijo, pero luego amplió su pequeña sonrisa– Pero no te preocupes señor cirujano, pronto tendrás mejor compañía…
–¿A qué te refieres? –preguntó al aire Law, pues la mujer le había guiñado un ojo y se había levantado de su sitio.
Unos pasos apresurados se acercaron a su posición, había una pequeña nube de polvo al derrumbamiento anterior, así que hasta que no tuvo delante a aquella mujer, no pudo reconocerla totalmente, y entender lo que le dijo la tripulante de los Sombrero de Paja.
–¿¡Law!? –gritó Serah antes de tirarse al suelo junto a él, ignorando por completo el dolor en sus rodillas por el golpe– ¡Dios mío, estás vivo!
La chica lo agarró bruscamente y abrazó con todas sus fuerzas, ignorando el brazo vendado que acababa de coserse él mismo. El hombre contuvo la respiración pero no se apartó ante la efusividad de su compañera. Robin reía al ver la escena de los tortolitos.
–Oh, el amor… –murmuró tan bajo que ninguno de los dos llegó a escucharla.
–Me haces daño… –respondió el médico ante el abrazo de Serah.
–¡Perdona! –gritó ella de forma tan molesta en su oído, pero a la vez no le importó apenas.
Se apartó del capitán y se quedó a su lado, sentada. Sus ojos estaban rojos de tanto llorar, sus mejillas sonrojadas, seguía con heridas por toda la cara y brazos, pero la luz que transmitía aquella sonrisa era inapagable.
–Robin me contó lo que pasó con Doflamingo y yo… –hizo una mueca para comenzar a llorar de nuevo– Yo…pensé que…
–Estoy bien –le cortó, pero con voz amable, no quería dar todos los detalles para no preocuparla.
–Aunque la ciudad está destrozada –interrumpió Robin, que aún seguía con ellos, aunque mirando a otro lado para darles cierta intimidad.
Los tres alzaron la vista hacia la "Jaula de pájaros", sumado al despertar de la fruta que tenía el infame Doflamingo. Había invocado oleadas de hilos igual de duros que el acero más puro, que iban cerrándose poco a poco sobre la ciudad, arrasando cada edificio que estaba a su paso, el centro de la habilidad era el palacio real, donde Luffy aún luchaba contra aquel pirata. Serah invocó su poder, pudo sentir a los dos hombres chocando con rabia a kilómetros de ellos.
Aquel chico tan alegre estaba al borde de sus fuerzas, pero peleaba contra la muerte a cada segundo que pasaba. El resto de personas luchaban contra los restos de la familia Donquixote, hasta la Marina estaba ayudando contra ellos.
Law apoyó la cabeza de nuevo contra el muro que tenía detrás, intentaba mantenerse sereno para no perder la consciencia por el dolor o el cansancio. Serah le había agarrado la mano sana con cuidado, a veces le dedicaba una mirada furtiva mientras seguían observando como la ciudad se iba liberando poco a poco.
–Sombrero de Paja es asombroso –murmuró el cirujano, más para sí mismo que para las mujeres que le acompañaban, pero Robin le devolvió la mirada sonriendo de nuevo.
–Te avisé de que una alianza con él no era ninguna tontería.
La jaula de pájaros iba cerrando más y más el cerco, los gritos en la calle aumentaron de nivel.
–¿Crees que será capaz de detenerlo?
–Confío plenamente en mi capitán.
–Luffy es fuerte –añade Serah.
Dos figuras se alzaron al cielo sobre el palacio real, aunque estaban a tanta distancia que a sus ojos apenas eran dos manchas flotando. Los tres contuvieron la respiración.
La pelea seguía.
–Os dejo solos, no hagáis travesuras –dijo Robin en alto antes de marcharse hacia la calle, donde la llamaban sus compañeros.
La mujer desapareció entre la nube de polvo, ambos se quedaron en silencio admirando a los dos pelear en el cielo, era asombroso notar ese choque de poderes.
Law estaba casi hipnotizado, uno de ellos parecía llevar ventaja sobre el otro. Su corazón se había acelerado. Hasta ese momento pensaba que Luffy era un idiota más del que podría aprovecharse, pero ese chico no dudó en poner su vida en riesgo para salvarlo de aquella patada que por poco lo mataba.
Lo había subestimado, él tenía una voluntad muy fuerte, y ahora inspiraba a los demás, y a él mismo.
–La voluntad de los D –dijo el médico con voz seria– Cora tenía razón….
–¿La voluntad de qué? –preguntó su amiga, confusa.
–Mi nombre real… –explicó, hizo una pequeña pausa– Es Trafalgar D. Water Law.
Serah seguía en silencio, mirándolo a los ojos. Law había bajado la mirada hacia ella también. Seguía sin comprender.
–Un amigo me dijo hace tiempo que esa D significaba "enemigo de los dioses". Luffy estaba destinado a pelear contra Doflamingo y derrotarlo.
El pirata apretó la mano que tenía aún unida a ella.
–He fallado en mi misión, pero él… –volvió a alzar la mirada– Él va a ser el que libere este mundo, estoy seguro…
Y con sus últimas fuerzas, terminó desmayándose en los brazos de su compañera. Había perdido demasiada sangre y el dolor no mejoró su situación. Serah lo sujetó con cuidado y acomodó en sus piernas y pecho.
Admiró todas sus facciones, acariciando su rostro con cuidado, estaba lleno de golpes y moratones. Intentó limpiar algunas manchas de sus mejillas, para poder verle mejor. Se inclinó levemente y depositó un suave beso en su frente sudorosa.
Se quedó unos segundos ahí parada, cerca, disfrutando de su olor, enredando sus dedos con el pelo oscuro y corto de su cabeza. Al verlo en ese estado, sentía que su corazón se encogía de sufrimiento. Nunca se había preocupado por otra persona tanto, ni siquiera por ella misma.
Si algo le hubiera pasado, si él hubiera muerto…
No, no quería pensar en ello. Law era su único apoyo ahora, él era su vida. Lo necesitaba, casi tanto como el oxígeno para respirar.
Sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez, recordando cuando supo que seguía con vida. Aquellos minutos de incertidumbre, tras saber que ese desgraciado le había amputado un brazo, fueron lo peor que había sufrido nunca.
Aún sentía una presión fuerte en el pecho, igual de fuerte que aquel estruendo que silenció la ciudad entera en apenas un segundo. Y así, los hilos que rodeaban la ciudad y ensuciaban el cielo, desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos.
Hemos ganado, Law. Somos libres.
Agarró su mano sana con cuidado, entre las suyas. La apretó fuerte, y besó una y otra vez aquellos dedos que rezaban la palabra "muerte" al mismo tiempo que sus lágrimas empapaban sus ojos y caían sobre el pirata inconsciente.
–Gracias por todo.
Pronunció esas palabras y luego se quedó muda, el rumor del viento llegó casi como una caricia y se llevó sus sentimientos.
