Descargo de responsabilidad: ya saben ustedes que PUCCA y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Boo Kyoung Kim. Yo sólo usé sus personajes, para crear esta historia loca, pero según yo entretenida.

Descargo de responsabilidad 2: así como el libro de Harry pottery sus personajes no me pertenecen, pues le pertenecen a la autora JKRollin. yo sólo utilicé a Harry potter para juntarlo con Pucca, así que no plagien, adapten o copien por favor que eso no está bien.

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"Lamento lo que sucedió, pero la vida sigue adelante y no podemos detenernos por ligeras tragedias". _(Maestro Soo)

Cuando la profesora McGonagall, Dumbledore y Hagrid llegaron al pequeño pueblo de Sooga, en este sitio ya casi iba a amanecer y comenzar un nuevo día. Y para que se iba a mentir, ellos no estaban preocupados de estar allí muy temprano.

Ya que aquí se escondían magos, brujas, hechiceros, chamanes y hasta dioses, que bien podían entender la situación en la que estaban. Y por lo mismo, antes de decidir ir con la familia Sanada.

Se dirigieron al templo del maestro so ubicado arriba de una montaña entre nubes siempre blancas, que se mostraba imponente con sus torres blancas y sus murales que parecían de palacete. Tocando la gran puerta la profesora McGonagall con el aro dorado de la puerta, esperando a que abrieran, mientras le decía a Dumbledore con seriedad.

–Cree que será buena idea mencionarnos así con él.

–Mi querida profesora, el maestro so no es cualquier cosa, él no es Muggle y tampoco es mago. Es más poderoso que eso, al igual que sus hermanos y las menores de sus hermanas, porque ellos son los dioses de la muerte, del caos, el de la vida, la del viento y la de la naturaleza.

Explicó Dumbledore con calma, abriendo la boca la profesora McGonagall y Hagrid con incredulidad, diciendo sorprendido el gigante.

–E-Eso es imposible, Señor.

–Sí, eso pensé hace mucho tiempo, pero esa es la verdad y todo lo que pasa aquí, se le tiene que avisar a él o a cualquiera de sus hermanos.

Respondió Dumbledore, pero no pudo decir más porque la puerta principal del templo se abrió y de él salió una geisha vestida de rosa, que al mirarlos dijo con una voz seria.

–Ah, hola, pero ustedes no son de aquí, ¿Qué desean?

–Hola, tienes razón, no somos de aquí. pero el profesor Dumbledore...

Comenzó a decir la profesora McGonagall, pero esa mujer la interrumpió y le dijo.

–Oh, señor Dumbledore, pase. No pensaba que fuera usted, pero el maestro so lo espera a dentro, así que síganme.

–Desde luego, muchas Gracias.

Respondió serio Dumbledore, entrando con Hagrid y la profesora McGonagall al templo del maestro así que. Caminando por un pasillo largo, que mostraba puertas y puertas, mientras ellos hablaban tranquilos en susurro.

–¿Desde cuándo conoce al señor que vive aquí?

–Ya desde hace tiempo, él suele recibir a mucha gente aquí, incluso hasta gigantes. Es por eso que su palacio es tan grande en profundidad y anchura, apuesto que él ha estado incluso antes de que la escuela Hogwarts existiera.

Contestó Dumbledore con simpleza, suspirando Hagrid y diciendo ligeramente sorprendido.

–¡Tan grande está!

–Sí, así es.

Asintió Dumbledore, hablando la doncella de nuevo, al detenerse enfrente de una gran puerta café.

–Aquí está su estudio, deje que anuncie su llegada y les daré la indicación para que pasen.

–Sí, está bien.

Dijeron los tres al unísono, esperando a la joven doncella que ingresó a la habitación sola. Quedándose en completo silencio, mientras Hagrid arrullaba a Garu dormido en otras mantas que Dumbledore había conseguido.

Mientras tanto, la doncella de vestimenta rosa, ojos rasgados azules, cabello negro y moño rojo se acercaba a el maestro Soo. Parándose frente a su trono grande oro solido, en el momento en el que él le preguntaba.

–¿Qué pasa? ¿Por qué te ves tan seria?

–Maestro Soo, lo que dijo ha pasado, el profesor Albus Dumbledore está aquí y vino con unos compañeros suyos.

Habló la doncella con seriedad, alertando a Soo que le dijo autoritario.

–Déjalos entrar y déjame solo con ellos.

–Sí, maestro.

Habló obediente la geisha, dándose la vuelta y alejándose hacia la puerta por la que entró. Cuando salió del lugar, vio como Dumbledore, la profesora McGonagall y Hagrid levantaban la mirada para escucharla hablar.

–Pueden entrar ahora, el maestro Soo quiere verlos.

–De acuerdo, gracias.

Habló firme la profesora McGonagall, pasando junto a Hagrid y Dumbledore a la habitación del maestro Soo. Mientras que la geisha se iba hacia el otro lado, preguntándose cómo es que ellos conocían al maestro Soo.

Algo que no supo responder, porque ella era una de las más nuevas en ese palacio. Y prefirió no averiguar, ya que a la mujer principal del templo no le gustaba que las doncellas se entrometieran en la vida del maestro Soo.

Mientras tanto, cuando Dumbledore, la profesora McGonagall y Hagrid entraron a la habitación. Se percataron de la alfombra de algodón roja, la tapicería blanca con azul, el techo amarillo, unos enormes ventanales, las cortinas del mismo color de la habitación, una mesa de mármol café y el trono negro de piel en el centro de la habitación, mostrándose un hombre viejo y un poco calvo, barba y algo de bigote largo negro, ojos rasgados café, un traje blanco con detalles en dorado y una voz seria, que se oía gruesa y anciana.

–Es un gusto verlo aquí, profesor Dumbledore. Pero dígame, ¿Qué desea?

–Deseo ver a la familia Sanada, ha pasado una tragedia con los Potter y deseo que…

Empezó a explicar serio Dumbledore, interrumpiéndolo el maestro Soo con seriedad.

–Quieres que Juliet y Suga cuiden a uno de los hijos que tuvieron los potter,

–Sí, ¿Cómo lo supo?

Preguntó curiosa la profesora McGonagall, respondiendo tranquilo el maestro Soo.

–Soy un dios y lo puedo ver todo, además, el niño que tiene cargando el gigante lo comprueba. Así que díganme, ¿Cómo se llama?

–Garu William Potter, ese es el nombre de él.

Respondió temblorosamente Hagrid, mirando al pequeño Garu que se parecía a Harry. Mientras comenzaba a llorar por tener que hacer eso, hablando Soo con seriedad.

–Entiendo, debo suponer que los padres del niño murieron por Voldemort, ¿Verdad?

–Efectivamente.

Asintió Dumbledore con un suspiro.

–Es por eso que vine y por lo mismo que quiero hablar con los Sanada.

–Comprendo, pero iré con ustedes.

Dijo serio el maestro Soo, no queriendo que nadie replicara su orden. Aunque la profesora McGonagall no confiaba en él, así que le dijo desconfiada.

–¿Y por qué quiere acompañarnos?

–Porque el pueblo de Sooga es un lugar tranquilo, es verdad que aquí habitan algunos magos y brujas, pero nadie lo sabe y creo que así debe quedarse para no espantar a la gente.

Dijo tranquilo Soo, silbando y apareciendo una nube en la que se subió, volando arriba de la cabeza de ellos sin dejar de hablar.

–Así que los bajaré y yo los acompañaré para no alterar a nadie.

–Está bien, usted sabe cómo manejar su aldea.

Soltó la profesora McGonagall inconforme, oyendo como el maestro Soo volvía a silbar y aparecían tres nubes más, hablando tranquilo para que pudieran ir hacia allá.

–Suban a la nube, es mejor decírselos de frente, en lugar de que les den solo la carta.

–Y entonces, ¿Qué hará Dumbledore con la carta que le hizo a los ¿Sanada?

Cuestionó seria la profesora McGonagall, subiéndose a una de las nubes, junto a Hagrid y Dumbledore. Oyendo lo que el hombre calvo decía, al mirarlos con fijación.

–Sí se la van a dar, pero tendremos que explicarle con más atención a los Sanada.

–Comprendo.

Aceptó tranquilo Dumbledore, saliendo de la habitación arriba de la nube que so les prestó. Y atrás de él le siguió la profesora McGonagall, Hagrid y el maestro so, saliendo del palacio acompañados por dos doncellas de así que.

Viendo el paisaje del pueblo y el como amanecía, cuidando que Garu no se callera por distracción de Hagrid. Ingresando al frondoso bosque de bambú, en donde la familia Sanada vivía tranquilamente.