Descargo de responsabilidad: ya saben ustedes que PUCCA y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Boo Kyoung Kim. Yo sólo usé sus personajes, para crear esta historia loca, pero según yo entretenida.

Descargo de responsabilidad 2: así como el libro de Harry pottery sus personajes no me pertenecen, pues le pertenecen a la autora JKRollin. yo sólo utilicé a Harry potter para juntarlo con Pucca, así que no plagien, adapten o copien por favor que eso no está bien.

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"Todo saben que tu aquí eres un intruso, así que apártate y déjame a mi vivir en paz."|_(Dudley Dursley)

La fuga de la boa constrictor le acarreó a Harry el castigo más grande de su vida, dejándolo por mucho tiempo en la famosa alacena en donde dormía. Cuando le dieron permiso para salir de su alacena, ya habían comenzado las vacaciones de verano y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara y en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras había atropellado a la señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas.

Harry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaban la casa cada día. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos era el jefe, algo que no parecía molestarle a los otros grandes, tontos y molestos chicos.

los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley, casar a Harry Potter sin cansancio. Por esa razón, Harry pasaba tanto tiempo como le resultara fuera de la casa, dando vueltas por allí y pensando en el fin de las vacaciones cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza.

En septiembre estudiaría secundaria y por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su primo Dudley. Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting, Piers también iría allí junto a su amigo de su primo.

Harry en cambio, iría a la escuela segundaria Stone Wall, de la zona en donde vivían. Dudley encontraba eso muy divertido, ya que lo favorecían de más de a él que a Harry.

–Allí, en Stone Wall, meten la cabeza de la gente en el inodoro el primer día de clase.

Dijo burlón Dudley a Harry.

–¿Quieres subir ¿Arriba y ensayar?

–No, gracias.

Respondió serio Harry.

–Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cabeza y podrían marearse.

Luego salió corriendo antes de que Dudley pudiera entender lo que le había dicho, ya que solía tardarse para comprender sus directas muy directas. Pero, en fin, un día del mes de julio.

Tía Petunia llevó a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smelting, dejando a Harry en la casa de la señora Figg. Aquello no resultó tan terrible como de costumbre, hasta podría decir que se entretuvo un poco.

La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes, así que dejó que Harry viera la televisión y le dio un pedazo de pastel de chocolate. Que, por su sabor, parecía que había estado guardado desde hace años.

Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón frente a la familia, en su uniforme nuevo que tía Petunia Le compró. Los muchachos de Smeltin llevaban frac rojo oscuro, pantalones de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano, también llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían, debían de pensar que aquel era un buen entrenamiento para la vida futura. Mientras Harry veía a Dudley con sus nuevos pantalones, tío Vernon dijo con voz ronca.

–Este es el mayor momento de orgullo de mi vida.

Tía Petunia estalló en lágrimas y dijo.

–No puedo creer que aún seas mi pequeño Dudley, pero ahora tan apuesto y crecido.

Harry no se atrevía hablar, creía que se le romperían las costillas del esfuerzo que hacía por no ríete. A la mañana siguiente, cuando Harry fue a tomar el desayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina.

Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregadero, así que curioso Harry se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecía ser trapos sucios flotando en agua gris, algo que a Harry le asqueó de sobre manera y preguntó.

–¿Qué es eso?

Miró a tía Petunia desconcertado, a lo que la mujer frunció los labios, como hacía siempre que Harry se atrevía a preguntar algo.

–Tú nuevo uniforme Del Colegio.

Le dijo serio a Harry, así que Harry volvió a mirar en el recipiente.

–Oh.

Comentó Harry nada más.

–¿No sabía que tenía que estar mojado?

–No seas estúpido.

Dijo con ira tía petunia.

–Estoy tiñendo de gris algunas cosas viejas de Dudley, cuando termine quedará igual que el de los demás.

Harry tenía serias dudas de que fuera así, pero pensó que era mejor no discutir. Se sentó a la mesa e intentó no imaginarse el aspecto que tendría en su primer día de clases en la segunda Stone Wall, ya que seguramente parecería que llevaba puesto pedazos de piel de un elefante viejo.

Dudley y tío Vernon entraron a la cocina, los dos frunciendo la nariz a causa del olor nauseabundo del nuevo uniforme de Harry. Tío Vernon abrió como siempre el periódico y Dudley golpeó la mesa con su bastón del colegio, que llevaba con él a todas partes, todos oyeron el ruido del buzón y las cartas cayendo sobre el felpudo.

–Trae la correspondencia, Dudley.

Dijo serio tío Vernon, detrás de su periódico de hoy.

–Qué vaya Harry.

Replicó rápido Dudley.

–Harry, trae las cartas.

Dijo de nuevo tío Vernon.

–Que lo haga Dudley.

Contestó serio Harry.

–Pégale con tu bastón, Dudley.

Ordenó tío Vernon, a lo que Dudley obedeció. Procediendo a golpear a Harry, pero Harry esquivó el golpe y fue a buscar la correspondencia.

Había tres cartas en el felpudo, que Harry comenzó a levantar. Una de ellas era una postal de Marge, la hermana de tío Vernon, que estaba de vacaciones en una isla de jahuay.

La otra era una carta gris, que parecía una factura para sus tíos. Y sorprendentemente, había una carta para Harry.

Harry la recogió y la miró fijamente, haciendo que su corazón vibrara como una gigantesca banda elástica. Nadie, nunca, en toda su vida, le habían escrito a él.

¿Quién podría ser?

No tenía amigos ni otros parientes, ni siquiera era socio de la biblioteca, así que nunca había recibido notas que le reclamaran la devolución de libros. Sin embargo, allí estaba esa carta, una carta dirigida hacia él de una manera tan clara que no había equivocación posible.

Señor H Potter alacena debajo de la escalera Privet Drive, 4 Little Whinging Surrey.

El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía cello alguno para identificarlo, algo que desconcertaba a Harry.

Así que, con las manos temblorosas, Harry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas. Un león, un águila, un tejón y una serpiente, que rodeaban una gran letra H.

–Date prisa, chico.

Exclamó tío Vernon desde la cocina.

–¿Qué estás haciendo? ¿Comprobando si hay cartas bomba?

Se rio de su propio chiste, a lo que Harry volvió a la cocina, todavía contemplando su carta. Entregó a tío Vernon la postal y la factura, se sentó y lentamente comenzó a abrir el sobre amarillo. Tío Vernon rompió el sobre de la factura, resopló disgustado y hecho una mirada a la postal.

–Marge está enferma.

Informó a tía Petunia.

Al parecer comió algo en mal estado.

–Papá.

Dijo de pronto Dudley.

–Papá, Harry a recibido algo.

Harry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrito en el mismo pergamino que el sobre, cuando tío Vernon se la arrancó de la mano.

–¡ES MÍA!

Dijo Harry, tratando de recuperarla.

–¿Quién te va a escribir a ti?

Dijo con tono despectivo tío Vernon, abriendo la carta con una mano y echándole una mirada. Su rostro pasó del rojo al verde con la misma velocidad de un semáforo, lo peor es que no se detuvo ahí, en segundos adquirió el tono de un blanco grisáceo de un plato de avena cosido reseca.

–P… P… Petunia.

Bufó fuertemente, luego de llamar a tía Petunia. Dudley trató de coger la carta para leerla, pero tío Vernon la tenía muy alta, fuera de su alcance y de la de Harry. Tía Petunia la cogió con curiosidad y leyó la primera línea, durante un momento pareció que iba a desmallarse, e apretó la garganta y dejó escapar un gemido.

–¡VERNON! ¡OH, DIOS MÍO! ¡VERNON!

Se miraron como si hubieran olvidado que Harry y Dudley aún estaban allí, algo que no era muy normal en esa casa. Dudley no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso, así que golpeó a su padre en la cabeza con el bastón de Smeltin.

–¡QUIERO LEER ESA CARTA!

Dijo a gritos.

–¡YO SOY QUIEN QUIERE LEERLA!

Dijo Harry con rabia.

–Es mía.

–Fuera de aquí, los dos.

Graznó tío Vernon, metiendo la carta en el sobre, Harry no se movió.

–¡QUIERO MI CARTA!

Gritó molesto.

–¡DEJAME VERLA!

Exigió Dudley.

–¡FUERA!

Gritó arto tío Vernon, cogiendo a Harry y Dudley por el cogote, los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina. Harry y Dudley iniciaron una lucha, furiosa pero callada, para ver quien espiaba por el ojo de la cerradura.

Ganó Dudley, así que Harry, con las gafas colgando de una oreja. Se tiró al suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo, atento a lo que sus tíos podrían hacer o decir.

–Vernon.

Decía tía Petunia, con voz temblorosa.

–Mira el sobre, ¿Cómo es posible que sepan donde duerme él? no estarán vigilando la casa, ¿Verdad?

–Vigilando, espiando, hasta pueden estar siguiéndonos.

Murmuró tío Vernon, bastante agitado.

–Pero, ¿Qué podemos hacer, Vernon? ¿Les contestamos? ¿Les decimos que no queremos?

Harry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Vernon yendo y viniendo por la cocina.

–No.

Dijo finalmente.

–No, no les haremos caso, si no reciben una respuesta. Sí, eso será mejor. No haremos nada, pero, no pienso tener a ninguno de ellos en la casa, Petunia, ¿No lo juramos cuando lo recibimos y destruimos aquella peligrosa tontería?

Aquella noche, cuando regresó del trabajo. Tío Vernon hizo algo que no había hecho nunca, visitando a Harry en su alacena.

–Dónde está mi carta?

Dijo Harry, en el momento en el que tío Vernon pasaba con dificultad por la puerta.

–¿Quién me escribió?

–Nadie, estaba dirigida a ti por error.

Dijo tío Vernon con tono cortante.

–La quemé.

–No era un error.

Dijo Harry enfadado.

–Estaba dirigida a mi alacena en el sobre.

–¡CILENCIO!

Gritó el tío Vernon, provocando que unas arañas cayeran del techo. Respiró profundamente y luego sonrió, esforzándose tanto por hacerlo que parecía sentir dolor.

–Ah, sí, Harry. A lo que se refiere a la alacena, tu tía y yo estuvimos pensando y realmente ya eres muy mayor para esto, así que pensamos que estaría bien que te mudes al segundo dormitorio de Dudley.

¿Por qué?

Cuestionó Harry.

–Harry, no hagas preguntas.

Exclamó tío Vernon.

–Lleva tus cosas arriba ahora mismo.

La casa de los Dursley tenía cuatro dormitorios, uno para tío Vernon y tía Petunia, otro para las visitas. Habitualmente Marge, la hermana de Vernon, mientras que en el tercero dormía Dudley y en último guardaban todos los juguetes y cosas que no cabían en un anaquel.

En un solo viaje Harry trasladó todo lo que le pertenecía, desde la alacena a su nuevo dormitorio. Se sentó en la cama y miró alrededor, allí casi todo estaba roto.

La filmadora estaba sobre un carro de combate que una vez Dudley hizo andar sobre el perro del vecino, mientras que en un rincón estaba el primer televisor de Dudley, al que le dio una patada cuando dejaron de emitir su programa favorito. También había una gran jaula que alguna vez tuvo dentro a un loro, pero Dudley lo cambió en la escuela por un rifle de aire comprimido que en aquel momento estaba en un estante con la punta torcida, porque Dudley se había sentado en sima.

El resto de las estanterías estaban llenas de libros, era lo único que parecía no haber sido tocado. Desde abajo llegaba los gritos de Dudley a su madre, que al parecer como siempre solo oía las quejas de su hijo.

–No quiero que esté allí, necesito esa habitación, échalo.

Harry suspiró y se estiró en la cama, el día anterior habría dado cualquier cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a su alacena con la carta, a estar en la habitación sin ella en manos.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados. Dudley se hallaba en estado de conmoción, había gritado, había golpeado a su padre con el bastón de Smeltin, se había puesto malo a propósito, le había dado una patada a su madre, arrojado la tortuga por el techo del invernadero y seguía sin conseguir que le devolvieran su habitación.

Harry estaba pensando en el día anterior, pensando con amargura que ojalá hubiera abierto la carta en el vestíbulo. Tío Vernon y tía Petunia se miraban misteriosamente, como si ocultaran algo que no deseaban rebelar.

Cuando llegó el correo ese mismo día, tío Vernon, que parecía hacer esfuerzos para portarse bien con Harry. Hizo que fuera Dudley, para así no molestar a su sobrino. Lo oyeron golpear cosas con su bastón hacia la puerta, fue entonces cuando gritó.

–¡HAY OTRA MÁS!

Señor H Potter el dormitorio más pequeño, Privet Drive 4.

Con un grito ahogado, tío Vernon se levantó de su asiento y corrió hacia el vestíbulo con Harry siguiéndolo. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle la carta, lo que le resultaba difícil porque Harry le tiraba del cuello.

Después de un minutó de confusa lucha, en la que todos recibieron golpes del bastón. Tío Vernon se enderezó con la carta de Harry arrugada entre sus manos, jadeando para recuperar la respiración.

–¡VETE A TU ALACENA! ¡QUIERO DECIR! ¡A TU DORMITORIO!

Dijo a Harry sin dejar de jadear.

–¡Y DUDLEY! ¡VETE! ¡VETE DE AQUÍ!

Harry pasó dando de vueltas por su nueva habitación, alguien sabía que se había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su primera carta.

¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo?

Pues la próxima vez se aseguraría de que no fallaran, tenía un plan. El reloj despertador arreglado sonó a las 6:00 de la mañana siguiente, Harry lo apagó rápidamente y se vistió en silencio, no debía despertar a los Dursley y se deslizó por la escalera sin encender ninguna luz.

Esperaría al cartero en la esquina de Privet Drive y recogería las cartas para el número 4 antes de que su tío pudiera encontrarlas, de esa forma no le quitarían su carta. El corazón le latía aceleradamente, mientras atravesaba el recibidor obscuro hacia la puerta.

–¡AU!

Harry saltó en el aire, había tropezado con algo grande y fofo que estaba en el felpudo.

¡ALGO QUE ESTABA VIVO!

Las luces se encendieron y horrorizado, Harry se dio cuenta de que aquella cosa fofa y grande era la cara de su tío. Tío Vernon estaba acostado en la puerta, en un saco de dormir, evidentemente para asegurarse de que Harry no hiciera lo que exactamente intentaba hacer.

Gritó a Harry durante una media hora y luego le dijo que preparara una taza de té, obedeciéndole con resignación. Harry se alejó arrastrando los pies y cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al regazo de tío Vernon, Harry pudo ver tres cartas escritas en tinta verde.

–Quiero.

Comenzó rápidamente, pero tío Vernon estaba rompiendo las cartas en pedacitos antes sus ojos. aquel día, tío Vernon no fue a trabajar, se quedó en casa y tapió el buzón.

–¿Te das cuenta?

Le dijo a tía Petunia, con la boca llena de clavos.

–Si no pueden entregarlas, tendrán que dejar de hacerlo.

–No estoy segura de que esto resulte, Vernon.

Soltó tía Petunia.

–Oh, la mente de esa gente funciona de forma extraña, Petunia, ellos no son como tú y yo.

Le respondió tío Vernon, tratando de dar golpes a un clavo con el pedazo de pastel de frutas que tía Petunia le acababa de llevar. Nadie pudiera salir, mientras trabajaba, trabajaba de puntillas entre los tulipanes y se sobresaltaba por cualquier ruido.

El sábado, las cosas comenzaron a descontrolarse. 24 cartas para Harry entraron en la casa, escondidas entre dos docenas de huevos, que un muy desconcertado lechero entregó a tía Petunia a través de la ventana del salón.

Mientras tío Vernon llamaba a la oficina de correos y a la lechería, tratando de encontrar alguien con quien quejarse. Tía Petunia trituraba las cartas en la picadora, intentando desaparecer las cartas que habían llegado.

–¿Se puede saber quién tiene tanto interés por comunicarse contigo?

Preguntaba Dudley a Harry con asombro, algo que Harry no podía explicar.