Aquí cumpliendo con fehcas de repesca.


yo x ti tú x mí

por Syb

día 7: polos opuestos


Koushiro

Koushiro no amaba la idea de ir a una exhibición de flores y textiles, él era capaz de ver la belleza en cada pieza que Sora creaba, pero no era una persona que se quedaría frente a cada vitrina a digerir cada detalle ni hablaría de los sentimientos que experimentaría con el arte. No le gustaba reconocer que solo le bastaría con pasearse por el atelier un par de veces y que los colores y los detalles le darían dolor de cabeza, porque los datos en los textiles y en las flores no hablaban en su mismo idioma y no le llamaban tanto la atención. Sin embargo, Haruiko Takenouchi insistió en que debía ir a la inauguración de arte de su hija, y habló con descaro de que él tuvo que cubrirlo otra vez con uno de los inversionistas más importantes de la empresa, el mismísimo Michael Barton, y que debía hacerlo por él. Koushiro solo asintió y lo acompañó al atelier Takenouchi sin decir una palabra. Desde que su esposa había muerto inesperadamente, Takenouchi había intentado pasar más tiempo con la hija de ambos, algo que le había llamado bastante la atención al pelirrojo.

—Éramos muy distintos —le dijo esperando el taxi que los llevaría a la exhibición, luego de una gran pausa en la que pareció recordar un pasaje de su largo vida—. Toshiko era una artista y yo un científico, lo emocional y lo razonal no se llevan por eso no iba a resultar nunca, pero de alguna forma siempre volvía a ella. Ya estando juntos, recordaba por qué me fui y así el ciclo continuó para siempre.

Koushiro solo escuchó y pensó que solo eran unas excusas. Se imaginó a sí mismo tenido una hija pelirroja como Sora y en ningún caso pensó que podría dejarla de lado solo por pelear demasiado con su madre. Menos aún con todo el desastre emocional que su ausencia le trajo después. Koushiro bien sabía que Sora había coqueteado con la estabilidad que podría haber sentido con la familia de Taichi, pero que la soledad que le ofreció Yamato fue algo que reconoció de su padre y que terminó por convencerla y conquistarla. Por eso, Haruiko hablaba tanto de que su yerno, el cual estaba afuera de la ciudad atendiendo asuntos de su trabajo y que el resto debía apoyar a su hija en la exhibición en el atelier. Se repetía el ciclo como bien decía el viejo y Koushiro solo escuchó con desgano.

En algún lugar recóndito de su mente, apareció Mimi Tachikawa y recordó las cenas tranquilas en el apartamento de ella. Sin embargo, no tuvo tiempo sonreír porque las cenas que compartieron en su apartamento tecnológico en el ocaso de su relación, cuando ella parecía ser miserable junto a él, tiñeron sus recuerdos de gris. Quizás era eso a lo que se refería Haruiko de la relación con su difunta esposa Toshiko y se puso triste. Por mucho que añorara sus encuentros con Mimi, quizás ese era el fin de cualquier relación en las que las personas involucradas fuesen polos opuestos.

Ya subidos en el taxi, Haruiko dijo cualquier cosa con tal de mantener una conversación entre la oficina y la exhibición.

—Ese lunar que usa tu asistente en la frente...

Bindi —corrigió Koushiro, pero Haruiko no entendió la palabra que había salido de los labios del hijo que nunca tuvo—. Se llama bindi, el lunar rojo que Mina usa en la frente.

—Eso —indicó el viejo, aún más intrigado—. ¿Eso significa que está casada?

—No, desde que la conozco usa bindi —dijo él sin entender a lo que quería llegar, aunque no estaba seguro de querer hacerlo. Haruiko era un experto en su campo de investigación, pero muchas veces decía cosas que no eran moralmente correctas y Koushiro no siempre encontraba las palabras para corregirlo.

—Los he visto en la oficina… —respondió con una sonrisa en los labios—, son bastante similares, tanto que hasta me parece tierno, quizás eso podría resultar. Piénsalo, Koushiro.

Koushiro pasó saliva, recordando la noche que había pasado con Mina en su apartamento que fácilmente podría estar dentro de una vitrina en el atelier de Sora. Había disfrutado de la extranjera hasta el hastío, aunque luego no podía con el dolor de cabeza que escaló desde sus hombros por la culpa que se sentó en ellos. No era Mina la mujer que quería y nunca había sentido esa atracción por la similitud que Haruiko aseguraba ver. En ese entonces, Koushiro supo inmediatamente que nada de lo que habían hecho con Mina se repetiría y, en contra de toda lógica, pensó que besarle los labios para despedir ese breve amorío era el mejor cúlmine, pero estaba equivocado y Mina ahora estaba herida y ofendida porque ese beso había significado una cosa completamente distinta para ella. Mina se llenó de fantasías durante todo el día siguiente de la celebración con su jefe, para que luego este le dijera entrada la noche, cuando ya nadie pululaba en la oficina, que no volvería a repetirse.

Haruiko Takenouchi no era el experto en el tema que creía ser adentro de ese taxi, ya que solo tenía en su historial una esposa muerta que nunca visitó en vida. No había sido el mejor momento de Koushiro, ya que había intentado evitar ser un imbécil con Mina como Haruiko con Toshiko, pero terminó siéndolo de todas formas. Esa misma mañana, Miyako le había dicho que su asistente estaba en búsqueda de otro departamento para transferirse dentro de la compañía. Era exactamente una de las razones por las que quería evitar la exhibición de Sora: Miyako estaría allí y buscaría intentar sacarle el por qué detrás de la repentina decisión de irse de Mina; y quizás Hikari la habría invitado.

—Una relación entre un jefe y una asistente no es apropiada, es más, es asimétrica —le dijo él luego de que Haruiko le instara a responder.

El taxi se detuvo frente al atelier de Sora y ambos dieron por terminado el asunto de su futura exasistente. Sin embargo, Koushiro no dejaba de pensar en el final de Haruiko y Toshiko, o en el final de Mina y él, no parecía haber una forma idónea para simplificar esas cosas. Tanto los polos opuestos como los similares terminaban en caos.

Entrar en la exhibición hizo que se sintiera inmediatamente cansado, las vitrinas estaban llenas de color y había demasiada gente pululando en grupos por todo el atelier que abusaba del color blanco. Tuvo el impulso de devolverse sobre sus pasos, pero la pesada mano de Haruiko descansaba sobre su hombro y lo hacía avanzar a su voluntad por entre la gente. Vio que Hikari había traído a Alexei de Rusia consigo y que ambos habían encontrado a Miyako, y su corazón se encogió cuando no vio que Mimi estuviese cerca de esta última. Ella era la única razón por la que sí quería ir a la exhibición. Sora le había dicho hace unas pocas semanas que la mujer se había divorciado y que estaba en la ciudad, parte de él esperaba que pudiese aparecerse en la exhibición.

Miyako y Hikari lo vieron y él no pudo más que forzar una sonrisa.

—¡Koushiro! —exclamó Miyako con simpatía al unírsele a Haruiko y él, como si no los hubiese visto hace solo un par de horas en la oficina—. ¡Pensé que no vendrías!

Él asintió como pudo y se quitó el cabello de la frente porque no sabía qué más hacer con su mano, la otra descansaba en su bolsillo. Koushiro no pudo evitar mirar con detención al ruso, sabía que había venido hace poco a trabajar a la compañía y Miyako lo había entrenado, pero al verlo junto a Hikari no pudo evitar pensar en Takeru y casi sonrió ante la ironía de la vida. Sin embargo, el chico ruso se puso nervioso ante la mirada del creador de la compañía a la que había llegado desde tan lejos y Koushiro se sintió ahogado por esa reacción. No era más que un hombre sencillo al que habían contactado las personas correctas y estas habían hecho de su mente una fuente de dinero, el más influyente estaba justamente parado junto a él. No quería que Alexei ni nadie más lo pensaran como alguien lejano e inalcanzable.

Privet —resopló Koushiro con una sonrisa rígida.

Alguna vez había visto una película rusa junto a Mimi, si bien no recordaba nada de la trama, ella había repetido la palabra inconscientemente para poder recordarla si en algún momento de su vida conocía a un ruso. Sin embargo, el movimiento de sus labios al intentar pronunciar ese saludo en otro idioma se quedó para siempre grabado en sus recuerdos y no se había dado cuenta hasta ese instante.

Alexei abrió los ojos, sorprendido, y luego asintió varias veces con la cabeza.

—¿Sabes ruso? —preguntó Miyako a su lado, pero algo en su mirada ardía suspicacia.

—Alguna vez vi una película —respondió con los hombros encogidos—. No recuerdo mucho más.

—¿Ves cine arte? —indagó entonces Hikari, no era usual ver películas extranjeras a menos que fuesen aclamadas por la crítica artística. Él sintió como si les hubiese dado una pista de algo que todavía no caía en cuenta.

Koushiro odiaba todo lo metafórico porque nunca había respuestas incorrectas, solo opiniones basadas en sentimientos y sensaciones; así que no, no le gustaba el cine arte. Si es que alguna vez había visto una, había sido por deseo de Mimi, pero ella tampoco entendía del arte, por mucho que intentara hacerlo. La película rusa que habían visto probablemente era tan dramática como romántica, y ella seguramente se había enamorado del protagonista ruso que había pronunciado ese saludo que memorizó sin querer.

—El arte y yo no nos llevamos bien —respondió a lo que Haruiko se rió.

—Puedo entenderlo —confidenció el viejo con gracia, refiriéndose a la dueña anterior de ese atelier y a las excusas que le dio en el taxi.

Su comentario sonó como si hubiese un secreto entre Takenouchi e Izumi y dejó de gustarle la cercanía con la que Haruiko se relacionaba con él. Quizás nunca le había gustado e inevitablemente recordó que Mimi lo detestaba por abandonar a su hija. Koushiro era amigo de Sora, no de su padre, y mucho menos quería comportarse como Haruiko si llegaba a tener una hija…, y se mortificaba pensando en que quizás ya se había comportado como él con Mina. Sin embargo, su molestia pasó desapercibida entre las chicas, ya que unos segundos más tarde, Ken Ichijouji hizo su entrada triunfal a la exhibición y su esposa salió a encontrarlo con tal éxtasis que eclipsó la exhibición de Sora por unos instantes. Haruiko siguió la conmoción con atención.

—Nunca dejan de sorprenderme —le comentó Hikari con una sonrisa—, todo pasó tan rápido para Miyako y Ken que ni siquiera sé cuándo empezó.

—Sí… —resopló Koushiro, sin entenderlo tampoco. Un día Miyako estaba soltera y al otro se había comprometido—, iré por algo de comer.

Dejó a Haruiko atrás y fue a pararse frente a una vitrina. El color vibrante le quemó las córneas y se le aguaron los ojos como cuando pasaba demasiado tiempo frente a la pantalla, quizás, sí estaba cansado y debía irse a dormir. Siguió caminando frente a las vitrinas coloridas y decidió que debía ir a felicitar a Sora por la exhibición, darle sus respetos a Toshiko Takenouchi y salir por la puerta de atrás, quizás pedir un taxi, o simplemente irse caminando para pensar en las que excusas que había dado Haruiko con respecto a su matrimonio. Si es que él era el ser racional y Mimi era la parte emocional, ¿acaso hubiesen tenido una hija pelirroja como Sora? Y si fuese así, se preguntaba si acaso sería capaz de mantener el orden y evitar que eligiera a su pareja por las razones equivocadas. Era claro que él buscaba a Mimi por cómo se presentaba y vivía la vida, de una forma tan distinta a él.

Tocó la puerta de la oficina del atelier y esperó impaciente por Sora, pero ella no contestó. Sin importar cuántas veces golpeaba la madera, la novia de Yamato jamás atendió. No debía ser un genio para darse cuenta de que la dueña del atelier no estaba en su oficina, ni siquiera en la exhibición. Se acomodó el cabello de su frente y suspiró. En la entrada, Miyako volvió a chillar y vio que Mina entraba tímida al atelier con un sari tan colorido como los kimonos en la exhibición. Se sonrió cuando la vio abrazar a Hikari y saludar al ruso con timidez, y decidió que debía salir de ahí. Ya le había hecho bastante daño a Mina al alimentar sus fantasías con él, no quería incomodarla con su presencia. Sin embargo, al salir al pequeño callejón oscuro que había detrás del atelier, encontró a Sora con su pesado atuendo tradicional y colorido, y, junto a ella, una mujer intentaba con todas sus fuerzas mantener el calor corporal cubriéndose hasta la nariz con su pequeña chaqueta.

—¿Koushiro? —preguntó la dueña del atelier—. ¿Qué haces aquí?

La mujer a su lado se tensó y le dio la espalda.

—Necesitaba aire —confesó—, y estaba buscándote.

—Si quieres, podemos entrar —preguntó Sora, intentando mantener la calma, pero algo en ella le decía que no podría seguir serena por tanto tiempo.

—Está bien, me iré pronto —resolvió él y sus ojos se posaron en la otra mujer que luchaba por ocultar su rostro sin resultado alguno, ya que él sabía que era Mimi, él podría reconocer su silueta y sus gestos aun en ese callejón oscuro y teniendo la chaqueta sobre sus facciones delicadas—. Solo quería felicitarte, pero estoy muy cansado como para quedarme a socializar.

Sora sonrió y luego se volteó a ver a Mimi. Hubo un par de susurros inseguros, unas palabras de consuelo y un abrazo largo entre ambas amigas. Sora se separó de ella y caminó tan rápido como su kimono se lo permitió, cuando estuvo frente a él, le apretó una mano entre la suya y se metió dentro del atelier sin decir ninguna palabra.

—¿Vives donde siempre? —preguntó Mimi aun dándole la espalda mientras tiritaba debajo de su chaqueta.

—Sí —respondió acercándose dos pasos a ella, pero luego de detuvo—. ¿Te estás quedando en tu apartamento?

—No, finalmente lo renté —resopló ella como si estuviera molesta, aunque él sabía que no hablaba enserio por el tono de voz que usó—, por ahora vivo con mis padres en los suburbios. —No le sorprendía, ella había huido demasiado rápido de sus padres como para no volver a empezar con ellos alguna vez. Él se acercó un poco más y quiso abrazarla al verla temblar, pero todavía no sabía en qué términos estaban. Ella lo miró cuando estuvo a unos pasos de distancia—. ¿Quieres compartir un taxi?

—Puede ser —le dijo—, aunque pensaba en irme caminando.

—Podría acompañarte y luego tomar un taxi desde tu apartamento. Saldrá más barato —le propuso ella con una sonrisa, él la conocía lo suficientemente bien como para entender que ella no tenía la intención de pedir un taxi al llegar a su apartamento y estaba de acuerdo con eso, pero debía jugar a su juego antes y seguir incrementando la tensión.

—Me parece bien —dijo él y ella enlazó sus brazos con el suyo en búsqueda de un poco de calor—. ¿Quieres usar mi abrigo?

—No, solo necesito caminar para entrar en calor —respondió ella y Koushiro sintió que no habían pasado los años entre ellos. Haber visto esa película rusa bien podría haber sido la noche anterior—. Sora me dijo que su padre es el vicepresidente de tu compañía, sé que te dije que él podría ser un buen peón, pero no te dije que le dieras tanto poder. Él es la razón por la que elegí no quedarme con Sora y Yamato, el viejo siempre va a verla desde que la señora Toshiko falleció, ¿puedes creerlo?

—Lo sé, ahora siempre habla de Toshiko —resopló Koushiro con el ceño fruncido—, ¿crees que eligió a Yamato y no a Taichi por él?

Mimi se detuvo abruptamente y se rió con la boca cerrada.

—Koushiro Izumi, ¿es que acaso estás de chismoso? —preguntó ella intentando parecer severa, pero no pudo sostener su pose por tanto tiempo—. Claro que lo eligió a él porque espera repetir lo mismo que su madre y arreglar a su padre en la forma de Yamato. ¿Sabes que Yamato le propuso matrimonio antes de irse? —Mimi puso los ojos en blanco, como si siempre hubiese esperado que eligiera a Taichi, luego de vivir un poco de tormento con Ishida—, pero te aseguro que apenas tengan hijos, ninguno de los dos sabrá qué hacer porque sus hijos tendrán dos padres presentes y entonces llamarán a Taichi.

—Sí, es posible —resolvió él con una sonrisa y sus voces se diluyeron en el silencio.

Koushiro sintió que ella se relajó, dejó de temblar y que su mano tomó la de él. Caminaron el resto del trayecto con los dedos entrelazados y, como Haruiko con Toshiko, él siempre supo que volvería a Mimi. Koushiro nunca se iría, pero era ella la que decidía por cuánto tiempo se quedarían juntos.


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