Reflejo macabro
Muso caminaba en silencio y con paso tranquilo, pero sus resoplidos delataban su mal humor.
Bajo otras circunstancias, Kikyō habría buscado la manera de disculparse por el inconveniente que le había causado el día anterior, pero en ese momento sus pensamientos no dejaban de dar vueltas en su cabeza. No había dormido nada, y lo que acaba de hacer Naraku no hacía más que empeorar su concentración.
¿Por qué lo había hecho?
¿Qué pretendía con todo eso?
¿Era un cortejo?
Comparado con las descaradas y francamente ofensivas propuestas que había recibido en su aldea natal, Naraku se encontraba en un nivel infinitamente superior; no solo por lo evidente de su posición como mejor proveedor, sino en sus maneras y modales, incluso ese invasivo beso había resultado menos inquietante que ser seguida por todo el camino de la casa del médico, donde trabajaba, hasta la salida a su cabaña con desagradables propuestas que le insistían en recordar que nunca tendría nada mejor por lo que era.
—Es aquí.
Kikyō salió de sus pensamientos, dándose cuenta de que habían llegado a un edificio concurrido por varias jóvenes vestidas exactamente igual a ella.
—Vendré por ti a la salida —agregó, entregándole las cosas que había cargado por ella —, por favor, no te vayas sola.
El tono suplicante, aunque molesto, la puso en advertencia, y le prometió que ahí estaría. De cualquier forma, estaba tan abstraída en sus pensamientos, que no había puesto atención al camino.
Con los libros en mano, y las señas de con quién reportarse, junto con las demás muchachas entró al edificio. Miró a las demás para entender cómo procedería el ingreso, de modo que no pareciera tan patética y perdida como se sentía, aunque al final debió preguntar a una de las estudiantes por la oficina principal.
—¿Señorita Kikyō?
Respingó levemente, sorprendida de que alguien la llamara con tanta familiaridad, encontrándose con un hombre joven vestido formalmente. Su gesto amable, su voz tranquila y la energía que manaba bajó sus alertas.
—Sí, ¿en qué puedo ayudarle?
El hombre sonrió.
—Más bien es al revés, soy el doctor Suikotsu, el señor Naraku me encargó hacerme cargo de tu ingreso.
Enseguida, Kikyō se inclinó para reverenciarlo.
—Disculpe si esto le causa algún inconveniente.
—Descuida. En tu grupo todas son de nuevo ingreso, seguro querrán saber de qué colegio vienes. Diles que aprendiste directamente del doctor de tu pueblo.
Kikyō desvió la mirada. No podía decir que el doctor había sido cruel con ella, como muchos otros, incluida su esposa, pero tampoco lo consideraba un maestro.
—Entiendo.
La condujo a uno de los salones, en los que ya se habían reunido un grupo de jovencitas, que al ver llegar al doctor se dispersaron para tomar lugar.
—¡Buenos días, doctor Suikotsu! —corearon todas.
—Buenos días, chicas —respondió él, luego le indicó a Kikyō que tomara alguno de los lugares disponibles —. Solo quiero desearles un excelente inicio de clases. Por favor den su máximo esfuerzo, aunque el periodo de evaluaciones parce distante, todo lo que hagan a partir de este momento puede afectar sus calificaciones.
—¡Sí señor!
En ese momento entró un hombre mayor, intercambió saludos formales con el doctor y este lo presentó como su profesor de anatomía, para después marcharse, no sin antes pedirle en voz baja a Kikyō que lo buscara a la salida.
.
De alguna manera, y para alivio de Kikyō, las clases consiguieron capturar su atención por completo. Todo lo que había aprendido a lo largo de su vida empezaba a conectar con lo que los profesores decían, y la sensación de inseguridad se fue difuminando.
—¿Y qué es lo que tienes que ver con el doctor Suikotsu? —preguntó una de las muchachas en cuanto terminó la jornada. Su tono denotaba una leve irritación que fácilmente entendió como algún tipo de envidia.
—Ingresé a destiempo —respondió, aunque no con muchas ganas —, así que tengo que regularizar algunos trámites.
La expresión de la joven se relajó un poco, pero no lo suficiente como para dejar de hacer sentir su hostilidad.
—Cierto —dijo —, no te vi en el curso de inducción. Así que, ¿es tu primer día?
—Sí.
—Te llevaré a la oficina del doctor.
Kikyō aceptó solo para calmar su tensión, no porque le hiciera ilusión tener una amiga, o al menos no una como ella.
Se quedó callada en el camino, pero se enteró que el nombre de su acompañante era Abi, era hija de buena familia y sus intenciones para estudiar distaban de algún propósito humanitario; aunque no carente de cierta emoción con la que pudo empatizar; su madre estaba muy enferma, y aunque contaba con los mejores tratamientos médicos disponibles, su intención era cuidar de ella personalmente.
Encontraron al doctor Suikotsu justo fuer de su oficina, y al verlas las hizo pasar. Por un momento, a Kikyō le pareció demasiado intrusiva la presencia de Abi, pero pensándolo fríamente, era mejor tenerla ahí, de ese modo se evitarían otra clase de rumores desagradables.
La oficina era amplia, muy elegante, aunque con un toque de austeridad al carecer de decoraciones excesivas o intrincadas lámparas. Había un tipo de vestíbulo inicial que bifurcaba a dos espacios, fueron a la derecha, que en primera instancia daba más la impresión de ser una biblioteca, menos prolija, con pergaminos y libros dispersos en sillas y mesas, aunque se entendía que era porque las repisas estaban completamente llenas.
—Solo necesito que completes unos documentos —le dijo, rebuscando en un escritorio igualmente saturado, un par de hojas —, y esto para que los firme el señor Naraku.
Kikyō los recibió con un asentimiento.
—Y eso sería todo, él ya resolvió todo lo demás. Como tu familia te puso a su cuidado no necesito los permisos de tus padres. Si pudieras traerlos antes del siguiente fin de semana sería ideal.
Volvió a asentir, seguramente le había dicho eso de su familia para no ahondar en detalles miserables, y lo agradecía.
Abi trató de iniciar una conversación propia, pero pronto fueron interrumpidas por un asistente que le anunció que tenía otra visita.
Las dos chicas optaron por marcharse, y Kikyō notó que el humor de su compañera había cambiado por completo, y toda su hostilidad se había desvanecido.
—Almorcemos juntas mañana —le dijo.
—¿Y no puedo unirme?
Las dos giraron, Abi con un gesto de disgusto bastante acentuado, que solo provocó la carcajada del muchacho que caminaba hacia ellas.
—Por supuesto que no —respondió tajante —. Y será mejor que te vayas, este es un colegio de señoritas. No puedes estar aquí.
—Yo estoy en donde se me da la gana —respondió, aunque pasando de Abi, su atención pasó a Kikyō.
—Tú debes ser la chica de Naraku. Mi nombre es Bankotsu, vine por ti.
Naturalmente, Kikyō se mostró recelosa.
—Sé que esperabas a Muso, pero no puede venir, solo le estoy haciendo un favor.
—Hermano, por favor, si no fueras tan brusco, las señoritas no tendrían razones para desconfiar de ti.
El doctor Suikotsu las alcanzó sin prisa alguna.
—Disculpen por favor a mi hermano, la sutileza no es lo suyo.
—¿Su hermano? —repitió Abi, mirando a uno y otro, a lo que el doctor asintió.
Nuevamente, la expresión de la chica cambió, presentándose más formalmente con el recién llegado, incluso hablando más suavemente. Contrariada por ese radical cambio, Kikyō se resignó a ir con él.
—Vaya —dijo Bankotsu inclinándose levemente hacia ella—, escuche rumores, pero no esperaba que fueras tan bonita.
Antes de que pudiera decir nada, un abanico se abrió frente a la cara de Bankotsu, sobresaltando a Kikyō, de nuevo era Abi, sin embargo, y aunque estaba segura de que estaba tan molesta como al inicio cuando no sabía quién era, su voz no lo demostró en absoluto.
—Deberías ser más respetuoso con las mujeres comprometidas. No quieres meterte en problemas.
"¿Comprometida?", se preguntó Kikyō, ¿lo diría para sacárselo de encima?
Bankotsu chasqueó la lengua y se dio la vuelta.
—¡Nos vemos! —dijo sin más, a lo que Kikyō caminó detrás de él despidiéndose de Abi y el doctor Suikotsu.
Sin darse cuenta, sus pensamientos volvieron al asunto que la había alterado por la mañana.
¿Según Abi estaba comprometida con Naraku?
Sin dirigirle la palabra a Bankotsu, lo instó a apresurar el paso.
Abi no conocía la situación, no le había dicho nada y solo lo habría podido asumir por lo que dijo el doctor de que estaba a su cuidado, lo que era verdad, pero no en esa forma...
¿Aceptar su apoyo había sido aceptar tácitamente un compromiso de ese tipo?
¿Eso sería aceptable?
Ya de inicio sabía que la gente que conoció de toda la vida, a las opiniones que ya tenían de ella, se le iba a añadir que se había ido con un hombre desconocido sin haberse casado, con algo de suerte, las personas que habían sido menos hostiles asumirían que sería su esposa y tendría una vida doméstica normal, pero los que no, contarían toda clase de historias de cómo se había convertido en una mujer descarada y sin virtud.
Así que su situación no podría ser peor, pero ¿sería aceptable para un hombre claramente importante como Naraku el relacionarse con una campesina sin familia?
Se llevó las manos a la cara, sentía las mejillas ardiendo.
—Muchas gracias —dijo en cuanto Kanna abrió la puerta —, disculpa la molestia.
No espero respuesta, corrió escaleras arriba, no quería que nadie la viera, pero lo cierto es que quería llorar desde antes de llegar a la casa.
Se encerró en la habitación, recargándose contra la puerta para poder apoyarse de algo.
¿Sería aceptable para Naraku el relacionarse con una mujer como ella?
El espejo de cuerpo completo al costado de la cama le devolvió su reflejo.
Vestida con sus ropas nuevas, la mujer en el espejo la miro con gesto frio y distante.
"Por supuesto que no es aceptable", le dijo, "No lo fue antes, no lo es ahora. Inuyasha lo aceptó, Naraku se dará cuenta en algún momento. Nada ha cambiado"
Kikyō cerró los ojos, aguantando las lágrimas como había hecho tantas veces antes.
La explosión que había sentido por la mañana cuando Naraku la beso ardió de nuevo en su interior, solo para enfriarse ante los hechos que le planteaba la mujer en el espejo.
Comentarios y aclaraciones:
Hay no me maten, ocupaba una mujer de aliada, y aunque pensé en un OC al final y por los temas futuros, me quedo con Abi, aunque se sienta un poco rara.
¡Gracias por leer!
