Sepultado vivo

Kikyō entreabrió los ojos. Ya había amanecido y le extrañó que Kanna no estuviera ya haciendo los preparativos para empezar el día.

Escuchó el trino de los pájaros, y algunas voces de los viandantes en la calle, empezando su día. En la casa todo parecía estar en silencio, aunque no era como si normalmente hubiera mucho ruido. Solo se notaba la voz de Kagura de vez en cuando, y ni siquiera era tan constante, pese a su humor, no era realmente una mujer escandalosa.

No encontró su uniforme, de hecho tampoco su ropa.

Pensó que seguramente estaba en la lavandería, aunque habían acordado que al menos la suya, lo haría ella misma, y si no quería quedarse en ropa de dormir, tenía que darse prisa o se le haría tarde.

De pronto, un grito mucho más familiar rompió la quietud de la mañana.

—¿Abi?

Claramente Kagura trató de detenerla, pero fue cuestión de unos momentos para que, luego de abrir todas las puertas, finalmente diera con la suya. Y aunque tuvo tiempo para anticipar su llegada, realmente no encontró nada para ponerse, así que solo se cubrió con una sábana.

—¡Justo como lo imaginé! —exclamó Abi nada más entrar.

Kikyō solo apretó los labios, no servía de nada alentar el escándalo, aunque si quiso gritar luego de que la vio dejar algunas cosas en la cama y dirigirse a ella para arrancarle la sábana.

—¡No tienes nada que ponerte!

—Tampoco es el fin del mundo —se quejó, apenas en un murmullo.

—Traje un vestido para que puedas salir. Aunque no sé si te quede, eres muy delgada.

—¿A quién se le ocurre que una chica puede andar así solo con un uniforme incluso en sus días libres?

Kikyō desvió la mirada.

Olvidó por completo que no tenía clases, si Abi hubiera llegado un poco más tarde, seguramente hubiera salido corriendo a la escuela, seguramente sola porque Muso no iba a estar.

¿Qué tan vergonzoso habría sido?

Quizás no tanto como el hecho de que su autonombrada amiga estaba bastante dispuesta a quitarle la ropa ella misma, aunque apelando a la sensatez consiguió que la dejara hacerlo por su cuenta.

Se trataba e un vestido azul celeste con una hilera de botones desde el borde de la falda hasta el cuello, en donde se anudaba un pequeño lazo. Se puso sus zapatos del colegio, ya que no tenía otros y con unos arreglos adicionales consiguió el visto bueno de Abi.

—Vamos —dijo Abi, asintiendo satisfecha.

—¿A dónde?

—Abrieron una cafetería muy linda en el centro, así que quiero desayunar ahí. Después iremos de compras, te llevaré a un par de tiendas para que consigas algo lindo.

—No creo que eso sea necesario, en serio.

—¡Claro que es necesario! Lo que me contaste en la semana ha sido la más aterradora historia que he escuchado en mi vida. No sé cómo sobreviviste tanto tiempo, me dan escalofríos nada más de imaginarlo, así que me resultó obvio que no tenías absolutamente nada que ponerte, además del uniforme.

Kikyō profirió una suave risa.

Solo le había contado generalidades del pueblo, su pequeña casa y cómo es que había "aprendido" del médico, omitiendo por completo las partes más escabrosas. Solo eso bastó para escandalizarla: sin agua corriente, luz eléctrica y lo que directamente llamó "ropa fea".

—En todo caso —insistió Kikyō —, una tarde de compras no es algo que me pueda permitir.

—¿Hum? ¿Por qué no?

—Porque no tengo dinero.

La simpleza de la respuesta dejó anonadada a Abi. Llevaban una semana de clases, y ya se había dado cuenta de que era directa y a diferencia de sus otras compañeras, tan deseosas de impresionarse unas a otras, a ella no le molestaba en absoluto reconocer lo que no sabía o no podía hacer, mucho menos lo que no tenía.

—Por eso no te preocupes, ya lo arreglé con el señor Naraku.

—¿Con el señor Naraku? ¿Cómo?

Abi tomó su bolso y sacó una cartera alargada.

—Por supuesto que fui a hablar con él desde que me di cuenta de tu gravísimo problema.

—¡¿Que hiciste qué?!

La chica aguzó la mirada, volviendo su expresión bastante desdeñosa.

—Obviamente le increpé su falta de consideración —respondió como si fuera lo más obvio.

—¡Pero es que él ya hace demasiado por mi!

Abi levantó la mano, para silenciarla.

—Esto no está a discusión, así que vamos. En todo caso, puedes ponerlo a cuenta y pagarle cuando empieces a trabajar.

Kikyō pareció aceptarlo, aunque no demasiado complacida.

"Aunque ningún esposo decente lo cobraría", pensó Abi, aunque no lo dijo en voz alta por la advertencia de Naraku.

"No tengo ninguna prisa, y será mejor que no la presiones. A su debido tiempo, seré el dueño de su corazón"

La miró mientras caminaban, delineando su perfil. Era bonita, pero nada despampanante. Si se maquillara un poco seguramente destacaría algún rasgo, aunque ayudaría mucho más que no tuviera siempre esa expresión de tristeza.

"¿Qué le pasa a Naraku?", pensó Abi, "Ni siquiera le ha dejado en claro sus intenciones, ¿cómo se supone que esta chica se prepare para ser su esposa si no lo sabe?"

Sacudió la cabeza. Eso no era asunto suyo. Su única incumbencia era que a ella no la vieran con una chica mal vestida.

.

Las últimas luces de la tarde las alcanzaron mientras salían de un salón de té.

Pese a que ya habían pasado una semana juntas en el colegio, y que Kikyō pensó que sería una pérdida de tiempo, en realidad fue muy útil para entender el funcionamiento de la ciudad en aspectos que no había pensado antes. Abi hablaba mucho y no se reservó ningún detalle, así que ya estaba informada sobre las diferentes zonas de la ciudad, la red de transporte, y los nombres más destacables del entorno.

—Abi —dijo Kikyō mientras caminaban de regreso —. Hay algo que quiero preguntarte desde la mañana.

—¿Hum? ¿Qué?

—Es bastante evidente que conoces al señor Naraku, y no precisamente por mi. De hecho, pienso que eres bastante cercana si pudiste ir a reclamarle y obtener algo como una chequera sin ningún problema. ¿Se puede saber de dónde?

—Ah eso. No es secreto ni nada. Mi mamá es su socia.

Kikyō no dijo nada, pero justo cuando iba a preguntar por el tipo de negocios que tenían, algo llamó poderosamente su atención.

Inconscientemente se detuvo y sus ojos se dirigieron al pequeño monte del templo profanado en donde había estado unos días antes, y pudo distinguir una luz púrpura manando de la cima. Pero no era el color, sino la sensación horrorosa que le recorrió la espalda, desde su base hasta la nuca.

¿Qué era eso?

—Oye, no me estás escuchando —se quejó Abi habiendo un mohín, pero buscando con la mirada aquello que había captado su atención.

—¿El templo?

—Hay algo ahí…

Abi exageró un escalofrío.

—¡Por supuesto que hay algo ahí!

Kikyō ya se había dado cuenta de que Abi no podía ver a los espíritus, por eso no le había contado nada sobre los motivos por los que no era precisamente popular en su pueblo. Sin embargo, aunque se quejó de lo escalofriante del sitio, le preguntó si quería ir.

Quiso negarse, pero así como la repelía la sensación, también la atraía.

—Anda, vamos.

Tomándola de la mano fueron escaleras arriba.

—Mi madre me prohibió acercarme —dijo con una risita —, pero la verdad vine una vez en la secundaria.

A medida que se acercaban el corazón de Kikyō empezó a latir con más fuerza, y un terror creciente se apoderó de su sentido común que le pedía darse vuelta y seguir con ese día como lo había planeado Abi por la mañana.

Al frente del templo no había nada, todo estaba oscuro en términos de iluminación regular, no había lámparas de ningún tipo, pero para Kikyō aquella luz púrpura se volvió más intensa.

Pronto escucharon los gemidos de un perro y aunque se asustaron, Kikyō descubrió pronto que el origen de la luz y los gemidos provenían del mismo sitio. Abi chilló en cuanto se percató, pero no se echó para atrás, por el contrario, levantó la sombrilla que llevaba como si de un arma se tratara, aunque Kikyō sostuvo su mano para calmarla.

—Es solo un perro —le dijo.

"Al menos por ahora"

Kikyō se acercó despacio, en el suelo, el perro gemía lastimosamente, estirando su cuello tanto como podía hacia un plato con comida. Temblando, se puso de rodillas a su lado.

—Tranquilo… —susurró, pero apenas trató de tocar su cabeza, reaccionó violentamente.

"No es para menos", pensó, "no con lo que te han hecho".

—Por favor… no cedas a tu sufrimiento.

—¿Por qué diablos le harían algo así a un pobre perro? —preguntó Abi, sin acercarse.

Pese a la oscuridad que ella percibía, y por la que estaba agradecida, reconocía la cabeza del animal apenas sobresaliendo de un montículo de tierra en el que supuso, estaba enterrado su cuerpo.

—Nunca lo había visto, pero sí había escuchado sobre los inugami.

—¿Inugami?

—Perros demoniacos. Quedan atados a una línea de sangre, como sirvientes, y como dioses a la vez.

La luz púrpura se intensificó a la vez que el perro perdía fuerzas.

Armándose de valor, estiró su mano para acariciar sus orejas.

—No tengo derecho a pedir disculpas en nombre de los seres humanos —le dijo —, pero te pido, por tu propia alma, que no continúes.

Se inclinó hasta dejar un beso en su cabeza, entonces, pasó algo que no esperaba, y la luz púrpura, que ya era intensa destelló una última vez antes de volverse rosa y finalmente extinguirse. Escuchó a Abi chillar sobre lo desagradable que era, pero enseguida se calló lanzándose sobre ella, arrastrándola detrás de unos arbustos, cubriéndole la boca con la mano.

—Escuché algo.

—Es ese maldito perro.

Dos hombres se acercaron, llevaban linternas y apenas iluminaron al desdichado animal, uno de ellos le propinó una patada a la cabeza que rebotó por el impacto, naturalmente sin hacer ruido.

—¡Al fin se murió el maldito! ¡Ahora córtale la cabeza!

Aunque Abi le estaba cubriendo la boca, Kikyō se apresuró a hacer lo mismo con ella cuando los hombres sacaron una espada y empezaron a cortar la cabeza del perro. Pese a todo, fue algo muy rápido, la metieron en un bolso y se fueron por donde llegamos.

—Hay que irnos de aquí… —susurró Kikyō, pero ni siquiera había terminado de decir nada cuando Abi ya la estaba arrastrando en la dirección contraria por la que los hombres se fueron.


Comentarios y aclaraciones:

Bueno, un "Inugami" es el resultado de hechicería oscura para llevar a cabo venganzas o en general perjudicar a alguien. Aunque se conocen varios métodos, la gran mayoría se resumen a enterrar vivo a un perro hasta el cuello, dejarle cerca comida pero que no la alcance, y esperar a que muera en agonía.

No se relaciona con Inuyasha, Sesshōmaru o Inu no Taishō porque ellos son inu daiyōkai, ellos nacieron en la línea de perros demoniacos, no fueron creados.

¡Gracias por leer!