Crowley ya está en el coche porque joder, menos mal, pensaba que esto no se iba a acabar nunca. Aziraphale tarda un poquitín en llegar porque… es menos rápido. Se sube al coche.

Toma un poco más de Wishkey porque él tampoco quiere tener la conversación que viene ahora y luego guarda la botella en la guantera, mirándole.

—Ehm…

So... —le levanta las cejas y luego pone el motor en marcha.

—E-Esto es un malentendido.

—Oooh... un... malentendido. ¿Aja?

—¿N-No?

—Podría ser. Esperaba que me lo explicaras.

—¿Yoooo?

—Pues ¿qué crees que es lo que se ha malentendido? ¿A qué te refieres?

—Bueno, ellos… Ehm…

—Mjm...

—Ya sabes cómo son los humanos. La gente suele… ser rara. Un poco. Y hacerse… ideas. Y son mis amigos y… —no tengo para nada tantos amigos como para hacer un drama por esto y es más fácil ignorarlos y hacer como que no entiendo, piensa para sí. Se sonroja y aprieta los ojos.

—¿No te... impresiona eso? ¿Las... ideas? La clase de ideas, pues.

—¿A qué te… refieres?

—¿Pues cuál es el malentendido, según tú?

—Sabes cuál es —le mira de reojo.

—Me parece que hay varios, así que ya que estamos quiero saber el que tú consideras importante.

—T-Tú y yo… n-nos respetamos —se limpia las manos suspiras en los pantalones, nervioso.

—No hagas esto raro hablando de eso, Aziraphale —arruga la nariz y echa la cabeza atrás poniendo los ojos en blanco, pero no le mira porque se ha sonrojado un poco. El ángel aprieta los ojos con ese regaño—. Uhm... ¿Q-Qué hay de... toda esa gente?

—¿Qué hay?

—Pues... tú dirás.

—¿A qué te refieres? La gente que…

—El de la librería satánica, el stripper... Óscar...

—Ah, algunos se usan para explicar… Algunas historias que he tenido que contar y que quizás encontrarías… conocidas.

—Conocidas...

—Familiares.

—A mí no me ha parecido en lo absoluto conocida la del escritor.

—Ahh... eso —se sonroja un poquito y se mira las manos —. Te había explicado sobre él de camino hacia allá.

—¿De verdad? No parece que me contaras absolutamente nada en vista de lo que ha sido.

—¿¡Cómo no?! Para el tiempo que tenemos…

—Bueno, ahora tenemos bastante.

—¿T-Te lo parece? E-En realidad hemos venido rápido hasta aquí y… B-Bueno, tendrías tú que contarme otras cosas…

—¿Yo tendría que contarte qué?

—Pues como te ha ido, que te han parecido… Y qué te han contado… ¡además de esto!

—Ah... bien —resúmenes resumidos por Anthony Janthony Crowley.

—¿Bien? ¿Eso es todo lo que vas a decirme? ¿"Bien"?

—Pues no os he matado a todos como en algún momento pensé que pasaría. Ha ido bastante bien en mi opinión.

—¿Matarnos? ¿Por?

—Sois todos insufribles.

—¿¡Por?! ¡Venga ya!

—¿Tú no les estabas oyendo? Posh —aparca el coche.

—¿Te parece que eran Posh? ¡Eso no es para odiar a nadie ni para decirles insufribles!

—No solo eran Posh —le mira de reojo y se baja del coche.

—¿Entonces?

Crowley le mira por encima del techo del coche.

Whaaat?

—Eran como pequeñas e impertinentes versiones de ti mismo —hace gestos con los dedos como si corretearan por encima del coche como cucarachas y luego mira antes de cruzar la calle para entrar a la librería.

—Pequeñas e impertinentes —aprieta un poco los labios, siguiéndole—. Pues… eso me pasa por presentarte a mis amistades.

—Ni siquiera sé qué te gusta de ellos —se para en la puerta, esperando a que le abra.

—Pues… Son amables y divertidos. Y bailan —explica justamente abriendo la puerta. Lo que le gusta de ellos, es que... le hacen caso y le tratan bien.

—¿Sí? ¿Bailas a menudo con... Christopher?

—Charles. No bailo con nadie, bailamos todos juntos —le sujeta la puerta para que pase.

—Parecía querer que le trajeras aquí y... —entra mirando alrededor.

—Nada de eso va a pasar —se apresura a interrumpirle mientras acaba de cerrar de nuevo la puerta y luego se gira, mirándole.

—Y bastante frustrado parecía con ello —levanta las manos inocentemente caminando de espaldas hacia dentro—. La verdad, sabía que eres un cabrón, pero nunca te había tenido por un calientabraguetas...

—No soy un… ¡No soy eso que dices! —protesta dejando el abrigo y el sombrero en su sitio.

—No hay otro nombre para eso... aunque lo merecen. Parecen tenerlo claro y aun así estar ahí esperando tus migajitas... —mira alrededor y luego le mira a él de nuevo.

—Pero es que no… Yo no… No soy un humano. Yo soy un ángel. Insisto en que lo que ellos hagan en otro sitio es su asunto, pero conmigo ellos saben que está fuera de las opciones —mueve las manos en un gesto definitivo de negación.

—Y luego está... —hace un redoble con las manos en el mostrador de la librería y luego le mira con la cara un poco desencajada en una falsa sonrisa—. ¡ÓSCAR! que por lo visto no entra en esa categoría.

—Sí que entraba en esa categoría —frunce el ceño.

—Hasta ellos le consideran tu ex —le mira de reojo y se va a los estantes, buscando en los libros.

—No deberían. Oscar tenía una esposa, hijos e incluso un amante —Aziraphale aprieta los ojos con eso, siguiéndole. Crowley hace una pausa delante de un estante y le mira de reojo.

—¿Fuiste a esa boda? —pregunta en un susurrito, porque una cosa es que el ángel sea un idiota y se fuera a zorrear por ahí y otra es que alguien fuera un perfecto IMBECIL con él como para atreverse a invitarlo a ver la boda de alguien a quien quería con alguien más.

—Sí, si fui a su boda con Constance... —asiente. El demonio frunce el ceño y se vuelve a los libros. Cada vez nos cae mejor Oscarín—. Él era una figura pública y empezó a tener MUCHO éxito. Antes quería casarse con Florence pero ella le rompió el corazón.

—Ah, además —la misma indignación de antes.

—Fue… una época extraña y muy intensa. Vamos a decir que él era un personaje… interesante —le mira estar tan indignado e inclina un poco la cabeza.

—Suelo requerir rogar que te calles y no me repitas las mismas historias veinte veces... no que me las cuentes —vuelve a mirarle de reojo.

—Rogar que me calle… —protesta un poco frunciendo el ceño —. ¡Que exagerado!

—Está bien. Vale. No me lo cuentes. Probablemente es algo aburrido y no quiero saberlo de todos modos —a ver si con un poco de psicología inversa. Se vuelve a los libros.

—No es que no quiera contarte y definitivamente no fue aburrido —le mira con el ceño fruncido.

—Seguro, seguro.

—Él era…. Bueno, un chico algo distinto a los demás humanos. A mí me caía un poco mal al principio porque llegó aquí con ciertos aires de suficiencia y mirándonos a todos como si él fuera EL GRAN ESCRITOR. Que lo era, aunque nos dijo que se llamaba Omar y que era abogado. Por cómo discutía y se defendía, parecía ser cierto. Sin embargo, no me costó darme cuenta que su elocuencia era más un gesto derivado de su propia habilidad de escribir que en si cualquier estudio de las leyes, naturales y humanas. Era… un alma libre.

Crowley le mira con todo eso y es que nada más con esta forma de hablar quisiera decirle que se calle y no saber más de ello.

—Nos engañó a todos con sus historias, haciéndose pasar por quien no era hasta que, ehm… lo venció su fama. Leí sus libros y me enamoré de ellos, aun sin saber que eran suyos. DE LOS LIBROS.

El demonio tiene que morderse el labio con eso y se vuelve a los libros de nuevo, escuchándole.

—Y él pensó que lo había descubierto —añade apretando los ojos porque la verdad es que no le descubrió ni mierda, pero no va a admitir eso.

Crowley aprieta los ojos porque claro, además había toda una historia de dobles identidades y espionaje y... "si iliquiincii diribibi di si hibilidid piri iscribir". Bueno, pues él también podía ser súper elocuente si quería, solo no quería porque no quería que estuviera el ángel siendo aún MÁS ridículo a su alrededor como parecía con este imbécil. Pero si hubiera querido, hubiera sido el más elocuente de los elocuentes. Él... podría haberse llamado elocuencia de segundo nombre. Todos le habrían aclamado la elocuencia de la elocuencidad si hubiera querido. Pero no quería. Eso era.

¿Qué es elocuencia, Crowley?

Búscalo en el diccionario. ¡Jum!

—Terminó confesando quien era realmente y nosotros asegurando que no haríamos nada para lastimarle —sigue el ángel.

Ojos en blanco porque claro... hay que protegerlo. Sigue fingiendo buscar entre los libros. Haciéndole como un noventa y nueve por ciento de caso a Aziraphale y un uno por ciento de caso a verse lo bastante cool y desinteresado de todo esto. Esto sería más fácil si no pareciera que los libros los ha ordenado el imbécil de Gabriel desmemorizado o algo parecido.

—Terminamos siendo grandes amigos. Ya no era tan joven y necesitaba una mujer para posicionarse correctamente en sociedad…

Crowley tiene una idea de repente y le frunce el ceño a Aziraphale porque como tenga razón... se va a su escritorio, aun escuchándole.

—A lo mejor yo debería conseguirme a una mujer para posicionarme correctamente entre los humanos —protesta el demonio, sin saber ni qué protesta.

Wh-What? —Aziraphale pregunta, bajito, quedándose un segundo sin aliento sin esperar esa declaración, mirándole porque…

—Tiene sentido, ¿no es eso? Si tengo una pareja es más fácil que los humanos acepten la idea de... mi existiendo a su alrededor y me presten menos atención. Es como... una mejor coartada —explica mientras busca en los libros que hay sobre la mesa, bajo papeles y detrás de cosas.

Aziraphale le mira con la boca abierta porque siente que acaba de recuperar a Crowley como para… que ahora tenga esta idea y es que una cosa es que la tenga… Oscar y otra, que la tenga Crowley.

—¡JA! —chilla habiendo encontrado el estúpido libro, sacándolo de debajo de donde está. Claro, en el escritorio. Para tenerlo bien a mano. "El retrato de Dorian Gray" ¿Habrá acaso título más estúpido posible?

Paaarpadeo del ángel.

Crowley abre las primeras páginas a ver si no hay una estúpida dedicatoria toda elocuentemente elocuenciada así tipo:

"Al amor de mi vida, el ángel con el que me he acostado en cada rincón de esta librería y al que le he tocado y acariciado y se ha dejado hacer todo lo que he querido y no como contigo, patético loser, demonio del tres al cuarto. Hasta en tu Bentley ha jadeado mi nombre y no el tuyo.

Tuyo, Oscar el Salvaje"

¿A quién se le ocurre firmar como "Oscar el Salvaje" de todos modos? Eso da hasta vergüenza ajena.

Sí tiene una dedicatoria, como un tercio de lo ridícula que esa.

Ñañaña. Eso es porque nunca va ser todo lo elocuencial que es él.

"Para Dorian en esencia, porque la fatalidad de la fe es que las cosas que creemos completamente ciertas, nunca lo son y porque toda influencia es científicamente inmoral.

De Lord Henry."

Crowley parpadea sin entender eso en lo absoluto. O sea, lo de la fe si se imagina de qué va para Aziraphale pero... ¿qué tiene de inmoral la influencia?, ¿de qué demonios habla este idiota? ¿Y por qué firma "Lord Henry"?

El ángel igual se tensa porque esa es su copia de la primera edición de El Retrato de Dorian Gray, firmada y Crowley le está diciendo que quizás debería casarse… Y no estamos para quitársela, pero…

Crowley le mira por encima de la página del libro después de leer y no entender NADA. Fijamente.

—N-No creo que debas casarte —susurra.

El demonio cierra el libro, se lo muestra y luego se lo guarda en el bolsillo interior de su chaqueta. Aziraphale traga saliva dando un micro pasito hacia él, pero… sin chistar. Si esto no te habla de AMOR, Crowley… no sé qué va a hacerlo.

Inclina la cabeza con ese micro pasito y levanta la barbilla como retándole a que le diga que no se lo lleve.

¡No ha dicho nada!

Pero igual...

¡Pues no ha dicho nada!

—Si me estás escuchando, ¿verdad?

—No veo por qué no. Parece ser algo que funciona —responde a la declaración anterior, haciendo que el ángel ponga los ojos en blanco—. Bueno, entonces... ¿qué pasó con tu prometido? —suelta sin pensar, porque quería decir protegido pero no es en eso en lo que está pensando.

—Ningún… ¿Sabes? Si vas a reaccionar de esta manera, hasta aquí llegó esta conversación.

—Protegido. Quería decir protegido —pone los ojos en blanco y Aziraphale le mira unos segundos más, valorándole, antes de proseguir.

—Se enamoró de la chica incorrecta.

—Se... enamoró, seguro. ¿No que era todo un montaje? —se cruza de brazos.

—No creo que no las quisiera.

—¿Estás enamorado de Dios? —pregunta levantando una ceja.

What?

—No me vas a decir que no la quieres...

—Ugh, vale.

—¿Entonces? Le rompieron el corazón y el culo, por lo visto, y...

—Crowleeeey!

El demonio se echa en su butaca como muñeco, bufando, porque así no vamos a pasar de este punto.

—Le rompieron el corazón y… conoció a alguien más.

—Ya, ya pobre desgraciado. O me alegro por él, whatever. ¿Y tú?

—¿Y-Yo?

—Pues tú... ¿Qué pintas en todo esto?

—Yo era su amigo.

Ojos en blanco del demonio.

—Teníamos una relación cercana, pero no es la relación que tú te estás imaginando —se sonroja igual.

—Me estoy imaginando lo que me han contado tus amigos.

—¿Qué te han contado? Ellos son… se hacen fantasías.

—Que te lo llevabas del club como ellos se llevan a otros. Y que era tu ex. Que fueron al funeral e hiciste un drama... —se humedece los labios y le mira por encima de las gafas—. Y que te vieron besarle.

Whaaaat? ¡No pueden haberme visto besarle!

—Vale, Aziraphale —responde con el ceño fruncido. El nombrado se sonroja, mirando a Crowley todo estresado.

—P-Puede que, si haya pasado alguna vez, pero… —confiesa.

Crowley vuelve a mirarle, quedándose congelado porque iba de farol con esa.

—¡No como tú imaginas! —añade el ángel.

—¿Entonces?

—¡No lo sé! Ugh! Crowley! ¡Yo no… wh-what… you! Ugh! —es que está bastante en pánico con todo esto.

What? —la actitud dura y seria y presionante del demonio no ayuda.

—C-Crowley… —vacío, sin saber bien que decir, ni cómo decirlo, sintiéndose en el día del juicio final.

What? —insiste.

Aziraphale se muerde el labio porque... es que PENSAR en esto le cuesta trabajo, ahora... hablar de ello. Y con Crowley. Es... es... ¡Es como una pesadilla! Porque... no es que no pudiera hablar de cosas con Crowley, en realidad, ni que no le gustara.

—¿Sabes? —se sube las gafas y se levanta antes de que le responda—. Creo que será mejor que me vaya.

—Yo creo que esto es bastante injusto. Pero anda, vete otra vez. ¿Cuánto tiempo será? ¿Otros cien años?

—No creo que me lo permitan, pero si es lo que quieres... —se encoge de hombros—. Llámame cuando quieras.

—No, no es lo que quiero —protesta.

—Pues no me llames —ojos en blanco y pone las manos en los bolsillos, yéndose a la puerta.

—No, ¡Si no llamarte no es lo que quiero! Ugh, vale, vale... vete y ya está.

Crowley le mira de reojo fijamente mientras abre la puerta, como diciéndole "sí me voy a ir".

—Crowley... —pide cambiando el tono a uno más dulce. Este le mira, plantado con la puerta abierta—. ¿No podrías... volver?

—¿A dónde?

—Aquí, a hablar conmigo en vez de salir corriendo.

—¿Yo estoy saliendo corriendo? —vuelve a cerrar la puerta.

—E-Eso parece.

—Está bien —da una palmada en sus muslos y le señala con las manos—. Me quedaré —decide porque igual es que se está precipitando. El ángel siempre parece ir a un ritmo que le desespera de la lentitud, así que "teeen paciencia, Crowley" Se repite a sí mismo, yendo a sentarse de nuevo—. Habla —hace un gesto con las manos.

—Ha-Hablar… s-solo quiero que trates de entenderme, ¿vale?

Otro gesto con las manos para que se explique entonces.

—Llevabas más de setenta años sin hablarme...

—Está bien, está bien, tendré paciencia. No me flageles.

—¿Flagelarte? Tú me estás flagelando a mí.

—¿Yo? —Ojos en blanco.

—¡Sí! Si incluso te ibas a ir otra vez todo enfadado. Otros cien años —añade un poco en el drama. El demonio se humedece los labios y le mira de reojo.

—¿Qué hago aquí, Aziraphale?

—Pues… no irte enfadado otra vez.

—No —se quita las gafas y se pellizca el puente de la nariz porque no es eso lo que le está preguntando.

—Estás tremendamente frustrado —Aziraphale suspira.

—Sí, porque... no te entiendo. No estoy aquí... —vacila—. Celoso, porque no hay nada de lo que estarlo ni es como que fuera a estarlo, eso está claro. Estaba yo dormido y aunque no hubiera estado no es como que tú seas... Ni siquiera es que yo quiera que seas. No vamos a hablar de eso —gira la cara desestimando de nuevo ese tema y carraspeando—. No soy tu amigo tampoco porque soy un demonio blablablá y no quieres realmente contarme que un imbécil te rompió el corazón o lo que sea. Pero no soy un conocido tampoco porque no quieres que me vaya sin saber la historia.

—Es complicado— Aziraphale se revuelve—. Pero eso no lo hace…

—¿Qué?

—No le pongamos NOMBRE a las cosas, ¿vale?

—No quiero ponerle nombre a nada. Quiero saber qué quieres que haga. Puedo estar aquí y fingir que me importa tu historia o puedo largarme y dejar que la manejes tú solo como ya venías haciendo. No puedo hacer ambas.

—¿Fingir?

LA FULMINACIÓN.

—Creo que él pensaba que yo era un pobre chico que no sabía nada del mundo al que tomar bajo su ala y enseñarle sobre la vida de verdad.

Crowley levanta una ceja porque... uhm.

—¿Podríamos empezar esto otra vez? —el ángel se revuelve otra vez.

El demonio se echa en el sofá dramáticamente y bufa un poco porque ¿empezar de nuevo qué? Si no ha empezado nada.

—Podríamos hablar de este tema con cariño por él o podemos seguir hablando de él como si fuera un interrogatorio de Scotland Yard.

—Si serás dramático. No te estoy interrogando—protesta.

—Con toda tu actitud esto no parece una charla entre… —traga saliva— iguales.

—Nunca lo es —se echa para atrás subiendo el pie a la rodilla contraria.

—¿Nunca lo es?

—No, no suele serlo. Yo siempre parto de la base de la manipulación y las mentiras y la maldad...

—Venga ya —Aziraphale hace los ojos en blanco y Crowley se encoge de hombros—. ¿Desde cuándo me haces tanto caso en esas cosas?

Suspira porque esa es una pelea completamente diferente a esta.

—Voy a sacar una botella de vino —decide el ángel—. ¿Alguna preferencia?

—No, trae lo que quieras —le mira de reojo.

—Vale... —ahí se va a buscarlo.

Crowley suspira en el sofá, mirando alrededor porque, aunque todo parece haber cambiado un montón ahí fuera según se ha dado cuenta en el último mes, la librería, a pesar de los cambios conserva su esencia y le ayuda un poco con el vértigo que no va a confesar que siente.

Ajajaaaaaá. Así que el que la librería siga un poco como antes te gustaaaaa

¡No! Obviamente, falta aquí un montón de... u-una radio y un telegramofono y una faranfena y u-una de esas cosas así que parecen la carpa de un circo puesta hacia arriba como una trompetilla con esas cosas que dan vueltas.

¿Faranfena?

¡Sí! Se va a conseguir él una y vais a ver que vais a alucinar de lo genial que es y vais a querer una también.

Nos gusta la idea de su faranfena. Bueno, Aziraphale vuelve con dos copas y su botella del Chateau du… something.

Mientras ahora mismo Crowley no puede evitar preguntarse si acaso se sentaba con el idiota en este sofá y si se le echaba encima... y se besaban como si no hubiera un mañana. Se recuerda a sí mismo que el ángel puede hacer lo que quiera y eso no le da celos en lo absoluto, ¿quién sería tan ridículo de querer hacerle eso de todos modos? Puaj. Los niños idiotas del club y nadie más. Y ni siquiera sabe cómo es que les pasa eso. Mira a Aziraphale.

No, no se sentaba ahí así, ciertamente. Se sentaba en otro sitio y NO a besuquearle.

—Bueno…

—¿Aja? —inclina la cabeza valorándole. Es que... en realidad no le gusta tanto, si además es un ángel. Todo remilgado y desesperante.

La terapia completa de cómo es que Aziraphale no te gusta. Vale, vale. El ángel sirve las copitas, de manera remilgada por supuesto. Le acerca una con cuidado yendo a sentarse a la butaca y cruzando las piernas

Pues es que míralo ahí todo… posh, con su meñique levantado, quitando pelusillas inexistentes de la butaca y arreglándose la ropa para que no se le arrugue antes de sentarse. Hasta le ha puesto un posavasos.

Además todo peinadito, perfumado, con sus zapatitos medio ridículos y su chaleco nuevo. Porque tiene un chaleco nuevo. Tú no lo sabes... Y todos sus modales y manierismos son... posh. Oh sí. Ha traído, no sé de dónde, unos pastelitos, con un platito y una cucharita dorada. Nadie tiene ni idea de dónde lava esto ni cuando lo lava.

Es que hasta se pregunta a sí mismo en qué estaba pensando. Y si no se habrá pasado un poco llevándose el libro y habrá sido demasiado evidente.

¿Si no será demasiado obvio que Aziraphale va a pensar que si te gusta cuando no? Puede que un poco.

—Bueno, Crowley... el quid del asunto es que, aun cuando no lo creas, algo hemos... avanzado. Teníamos el pacto, podíamos vernos de vez en cuando para discutir algunos temas, teníamos una buena... relación, aunque fuera distante. Y... tú de vez en cuando me hacías ver algunas cosas que quizás no hubiera visto de otra forma. Era útil ver las cosas desde el punto de vista del... bando contrario —explica Aziraphale ahora un poco más en control, interrumpiendo desgraciadamente estos pensamientos de Crowley pero... bueno, es que él no los está leyendo como todos nosotros.

Crowley le sigue mirando todo incrédulo reprendiéndose a sí mismo porque todo ese acentillo inglés londinense y su rintintín de sabelotodo "il quid dil isinti, Criwly" con el buen gusto que tienes para todo lo demás.

—Y, sin ningún atisbo de duda —sigue Aziraphale acomodándose un poco en la butaca después de tomar un par de traguitos de vino. Se interrumpe a sí mismo—, disculpa, darling... ¿Quieres un pastelito? Hay Fresa y Limón.

El demonio sigue en su línea mental pensando con que esquina se debió golpear la cabeza o que tan borracho estaba cuando esa pregunta sí le saca del tren de pensamientos.

—¿Qué?

—Fresa o limón —es que más remilgado no puede ser TODO.

—F-Fresa o... —vacila, repitiéndolo mirando sus labios y luego su pelo como referencias para la fresa y el limón.

—¿Sabes? esta cremita de limón que es bastante suavecita. Podríamos compartirlos.

—Eh... No, no, cómetelos tú —"Cómetelos tú que quiero mirarte." No puedes estar pensando que todo te parece que todo te da repelús y empezar a babear nada más se te presenta la idea de verle comer.

—Ohh... bueno —claramente eso tampoco es una tragedia, el muy glotón. El ángel sonríe igual, llevándose la cucharita a la boca con un trocito y... metiéndosela a los labios.

Crowley sigue el movimiento de los labios con los suyos un poco entreabiertos y luego carraspea.

Nos estabas contando por qué este chico no te gustaba nada de nada, Crowley, por favor sigue.

—Mmmm... —el ángel se relame, disfrutando su bocado.

Ah... uhm... uh... ngk. O-o sea... esto no vale, claramente es solo un reflejo de... o sea... una de esas cosas. Psicológicas.

En la guerra de la psicología, creí que habías establecido que TODO se valía.

Claro que no, hablamos de motivos de peso reales, ¡no de algo lascivio que hace sin darse cuenta!

—Lo que te decía era que, sin ningún atisbo de duda, había una clara cordialidad entre nosotros, muy a pesar de lo que yo podía hacer, pero tú mismo decidiste terminarla.

—Yo... decidí terminarla.

—Largándote.

—¿Y ahora qué?

—Pues ahora has vuelto y Oscar... ya no está.

—Bien que te ha venido eso.

—Pues menos mal que no han coincidido porque dudo que hubiera podido con ambos.

Levanta las cejas y se imagina un menage a trois porque Crowley va a la velocidad de la luz.

Wow... Aziraphale le sonríe un poquitín, ahora muy cínicamente.

—¿P-Por qué no? —su don siempre han sido las preguntas, pero a veces es una maldición más que un don... piensa que se va arrepentir de esto.

—Pues porque mira cómo estás tú y Oscar está muerto.

—¡Yo no estoy de ningún modo! Solo quiero saber qué pasó.

—Que vino aquí y estuvo... aquí mientras tú no estabas. Eso pasó. Fue alguien importante en mi vida, sin duda.

—Oh, alguien importante en tu vida que... te entretuvo mientras yo dormía, ya. Menos mal que estuvo.

—Pues alguien que sí estuvo a mi lado en los momentos duros mientras tú, preferiste dormir —Ojos en blanco.

—No fuera que te aburrieras cinco minutos.

—CIEN AÑOS.

—Contra la eternidad.

—Pues... vale —ojos en blanco de nuevo—. Igualmente, ni siquiera te molestaste por averiguar qué pasaba conmigo en ese periodo de tiempo.

—Además, ¿no es lo que dices siempre? Sobre que no deberías confraternizar y los enemigos y lo que sea que dices en esos discursos que ya no oyes ni tú.

—Pues si acaso estaba yo siguiendo muy al pie de la letra esa idea de no confraternizar contigo, pero si con él —boom. Lo siento.

Crowley le mira con la boca abierta unos instantes.

—¡Es TU culpa que DIGA estas cosas!

—Vale. Me queda claro. Espero que te lo pases bien con tus amigos humanos a partir de ahora.

—¡Esto no funciona si vas a tomarte las cosas literales! —Aziraphale hace los ojos en blanco.

—¿Y cómo tengo que tomarlas?

—Crowleeeey! ¡Estás imposible!

—¿Yo?

—Absolutamente, repitiéndome TODAS las cosas que he dicho en mi vida justo como si... yo... como... SI no vas a cooperar ni siquiera un POQUITO en esto, no entiendo para qué estamos teniendo esta conversación.

—A esa conclusión he llegado yo hace un rato y me has pedido que no me fuera.

—Pero yo sí estoy cooperando.

—¿En qué estás cooperando?

—Estamos sentados aquí, hablando de un tema que a mí me incomoda, te estoy abriendo mi corazón y contando mis sentimientos y vivencias y tú ni siquiera estás intentando procesarlos, como si tú no…

—No me has contado ni uno solo de tus sentimientos o vivencias en lo absoluto.

—Es que no sé qué querrías que te contara. Quizás deberías preguntar mejor.

—Te he preguntado varias cosas.

—Y te las he contestado todas.

—No siento que me hayas contestado absolutamente ninguna.

—En pro de la conversación… Pregúntamelas otra vez.

—Cuéntame de la boda.

—¿Qué quieres saber de la boda? —le mira, dándole un buen trago a su vino.

—Pues todo, Aziraphale.

—Pregúntame cosas específicas.

—Mira... ¿Sabes? Vale. Vale. ¿Te enamoraste de él?

—Ugh —Aziraphale aprieta los ojos—. N-No… —se humedece los labios —. Qui-Quizás un poco.

Crowley parpadea leeeentamente.

—¿Sabes? Creo que… Ugh. Creo que este tema es contraproducente.

—¿Por?

—¡Porque mira tus caras!

—La verdad... solamente no lo esperaba. ¿Te habías enamorado de un humano antes?

—No, ni lo volvería a hacer.

—La primera vez siempre es duro —suelta Crowley sin mirarle, bebiendo de su vino como si no acabara de decir lo que acaba de decir. Aziraphale PARPADEA LEEEEENTAMENTE.

Excuse me?

—Lo malo es que no se pasa pronto—sigue como si nada—. Pero acaba por pasar, tarde o temprano.

—¿Te has e-enamorado tú de… a-alguien?!

—A-Alguna que... otra vez, nada importante ni muy duradero —se humedece los labios y Aziraphale hasta ha dejado de comer para mirarle.

—Has estado de… de… ¿¡De quién?!

—Y generalmente por motivos equivocados. Ya te dije que es peligroso tomarles cariño a los humanos.

—¿Pero de quién? —Aziraphale frunce un poco el ceño.

—Gente muerta.

—¿Qué gente muerta? —le MIRA.

—Algunas personas que en su momento estuvieron vivas y ahora ya no lo están.

—¿¡Quienes?! —es que el tono medio chirrioncito. ¿A que no se te había ocurrido que poner celoso a Aziraphale estaba dentro de tus opciones?

—¿Qué importa ya? Están todos muertos. Ese es el punto de tu argumentación, ¿no?

—Tú sabes… es que ¡Tienes hasta EL LIBRO en tu chaqueta! Yo no tengo ni… —Aziraphale BUFA.

—¿No tienes qué?

Nothing. Alright. Alright…. ALRIGHT.

—No es como que yo sepa mucho más que un nombre y ni siquiera has sido tú quien me lo ha dado —Ojos en blanco de Crowley.

—Bien, pues ya tienes ahí la información— Ojos en blanco. Este es un baile de ojos en blanco—. Yo no tengo ni siquiera un nombre. Pero bien, bien… ¿Y que más puedes contarme de tu experiencia en esto? ¿Eso fue en estos cien años?

—No, estuve durmiendo en estos cien años. Pero he vivido muchos más por aquí, ¿sabes?

A Aziraphale se le acaba de meter un océano de tiburones en la cabeza. Jum!

—¿Lo ves? Esto no es tan divertido cuando no te lo cuentan todo.

—Crowley… es que intento explicarte, pero no es tan simple —Aziraphale bufa.

—Vale. Quédatelo para ti y yo me lo quedaré para mí.

—Fui un invitado a esa boda, un invitado confundido que no sabía que querer de ella. No iba yo a estar ahí en vez de Constance, así que tampoco podía impedirla. Simplemente… le vi y le acompañé, como su amigo.

—Ya... ¿Estás bien después de eso?

—Fue más difícil lo que siguió.

—¿Aja?

—Hasta ahí... Bueno, nosotros somos seres etéreos y, de hecho, el que se casara lo hacía todo más simple.

—No me lo parece necesariamente.

—Yo podía entender que eso no era para mí. Luego vino Alfred.

—¿Quién es Alfred?

—El chico de escándalo —Aziraphale arruga la nariz, porque Alfred era un chico rubio, jovencito, con carita inocente y... de quien Aziraphale tuvo muchos celos en su momento.

—Ah, que además tenía un amante... pffff

Aziraphale le fulmina y hace para levantarse.

What? —Crowley vacila sin esperar que se vaya.

—En fin... —decide, dando por terminada esta conversación.

—Vale, vale... Es solo que...

What? —le fulmina un poco.

—Bastante mala suerte.

Aziraphale bufa.

—Lo conoces, al amante supongo. ¿O también murió?

—Aún vive, desde luego —vuelve a sentarse.

—Uuuh, ¿y qué tal con él? Yo... Le he jodido la vida a alguna gente por menos que eso.

—Él... es un... —vacila, porque quisiera soltar toda clase de... palabras inapropiadas. Aprieta los ojos—. Él es... un...

—Me sería más fácil con el nombre. Tienes a un conocido lejano de la infancia que es un demonio sin escrúpulos —se encoge de hombros.

—Alfred Bruce Douglas —responde sin vacilar, mirándole muy seriamente con el ceño fruncido.

Crowley sonríe, porque que el ángel siquiera vacile en la contratación de un sicario es lo que hace que esté aquí suspirando por él como un imbécil, DEFINITIVAMENTE.

—Está por ahí, casado con una chica y teniendo una vida cómoda, mientras Oscar está retorciéndose en el infierno.

—No es como que este no vaya a acabar en el infierno.

—Este sí que lo merece... ¿Una copita más de vino?

—Por favor —sonríe acercándole la copa.

—Es exasperante cómo una familia puede DESTRUIR a una persona sin siquiera vacilar —sentencia sirviéndola.

—A lo mejor podrías contarme como fue eso.

—El padre de este chico, supuestamente se enteró de no sé qué relación que... podían tener entre ellos dos y dejó una nota en el club.

—El escándalo. Ya me imagino que le club no pudo siquiera cubrirlo —valora con un movimiento de la copa.

—Pues… Oscar le demandó por difamación, pero los crímenes de "grave indecencia" son difíciles de defender.

—Así que fue a la cárcel... y ni siquiera se te ocurrió sacarle milagrosamente.

—No era posible hacerle escapar así —le mira de reojo y Crowley le mira de reojo porque no se cree esa del todo.

—¿Y qué era lo que te gustaba?

Wh-What? —se queda un poco sorprendido de esa pregunta porque ya se había puesto todo pasional.

—De él. ¿Qué te gustaba?

—N-No me gustaba... tanto— Aziraphale se sonroja —. P-Pero tenía... sentido el humor y una forma de ver al mundo diferente a la mía.

Crowley frunce un poco el ceño con eso otra veeez.

—En sí, creo que él creía que yo no había visto nada del mundo y era como... un pobre hombre encerrado en mi librería y conociendo el mundo a través de los libros y que él podía enseñarme la parte complicada del mundo.

El demonio levanta las cejas.

—Bueno, creo que secretamente era lo que pensaba de mí al menos al principio.

—Ay, sí, el alma caritativa —ojos en blanco.

Aziraphale suspira y el demonio carraspea porque... "cállate, Crowley y déjale hablar o no vamos a pasar de aquí nunca"

—Terminamos por ser buenos amigos… —y por yo estar tan celoso del otro que no le saque de la cárcel.

—¿Sabes? Usas esos términos de maneras tan irreales que ya no estoy seguro de que significan cuando lo dices tú —le mira de reojito.

—Éramos dos individuos que se apreciaban y respetaban el uno al otro —define, fulminándole un poco.

—Ya... vale.

—Tuvo un final bastante infeliz —suspira.

—Pues es que siempre se mueren —se encoge de hombros.

—Él tendría que seguir vivo —le mira.

—¿Cómo murió?

—En un hotel de mala muerte en Paris... repudiado por todo el mundo sólo por... querer a alguien que no debía —se sonroja un poco y se mira las manos.

—¿Tan enfadado estabas? —inclina la cabeza.

—¿Y-Yo? —vuelve a mirarle

—Pues para dejarlo morir solo. Parece bastante despiadado hasta para ti.

—No le dejé solo. Estaba ahí el día que murió.

—¿Y cómo fue eso?

Aziraphale se revuelve porque fue horrible.

—Yo prefiero evitarlo... pero sé que a ellos les importa —sigue Crowley, encogiéndose de hombros y mirándole.

—Es el plan de Dios —parece estar intentando convencerse a si mismo.

—Ya, ya, fucking plan de Dios —gesto vago con la mano.

Aziraphale suspira, porque eso mismo pensó él y de igual manera, había extrañado más a Crowley aun en los últimos dieciséis años.

—Hace ya unos años que pasó, ¿no? Debería ser más fácil para este momento.

—Lo es. Sí, sí que lo es —le sonríe un poco. Crowley se encoge de hombros y sonríe también—. Me alegra que tú no estés muerto —susurra el ángel sin mirarle.

—¿Por los humanos muertos? —toma la copa y la acerca a la de él. Aziraphale le mira de reojo y… sonríe un poco.

—Por los humanos muertos.

Crowley brinda con él y mira la copa... y aprieta los ojos antes de beber de ella, because he is thinking about someone.

Ugh.

—¿Vas a contarme de quién te enamoraste tú? —pregunta el ángel tras unos instantes porque lleva un rato aguantándose de ello.

W-What? —vacila, porque pensaba que ya se había librado de esto y por lo visto… no.

—Me parece lo justo.

—Hay... más de uno —desvía la mirada.

—Tenemos tiempo —se encoge de hombros.

—La mayoría no los conoces... y a los que sí conoces no... No te van a gustar.

—Aunque no me guste—se teeeensa más

—Además, hace MUCHISIMO tiempo, ya ni me acuerdo. De hecho, ni tan importante fue.

—Es igual, quiero saber quién.

—He dicho que son varios.

—Bueno, quiero algunos nombres. Dime los nombres de los que no me van a gustar.

—Es que muchos de los nombres... Ni siquiera te van a decir nada. Si te digo Helena la camarera, no... no te va a decir nada.

—No quiero a Helena la camarera, obviamente, Crowley —ojos en blanco—. Quiero a los que SÍ conozco —Insertar angelical mirada de circunstancias. El demonio se humedece los labios porque... le da vergüenza.

—Es... difícil, vale y... es... no te va a gustar. Sé lo que quieres hacer y no vas a poder y va a ser frustrante y es mejor si... simplemente no lo sabes.

—No.

—¿N-No?

—No, esa no es una opción.

—Hace tanto tiempo que ni sentido tiene ya — toma aire y se levanta, necesitando moverse porque le pone de los nervios este tema.

—Ya, bueno...

—Hace... más de mil años —establece, de espaldas a él. Otra miradita—. M-Mil ochocientos ochenta y cuatro —explica mirándole de reojito.

—Hasta sabes exactamente los años... —entrecierra los ojos.

—Es fácil hacer la cuenta —se encoge de hombros mientras el ángel hace la resta de cabeza, mil novecientos diecisiete menos mil ochocientos ochenta y cuatro…

—Jesucristo?! —exclama casi quedándose sin aire. Crowley le da la espalda, apretando los ojos —... fuck.

—Ehm... es... estas dándole más importancia a esto de la que... —vacila y de todos modos se queda sin habla porque ha dicho fuck! En su presencia. ¡Ha sido suavecito pero lo ha oído! Boca abierta.

—Ese hombre... ugh —protesta. Pues... yes. Le quedan... ochenta y tres años en los que no puede decir fuck por tu culpa otra vez.

—Bueno, pues ¡hala! Ya lo sabes. Te dije que no te iba a gustar —hace un gesto vago y vuelve a echarse en el sofá, sin mirarle.

—Pues... ¡P-Pues! Aunque definitivamente no fuiste el único. Un porcentaje altísimo de la humanidad ha tenido una circunstancia parecida desde entonces.

Ojos en blanco, porque no creas que no le causa conflicto, especialmente porque él es un demonio.

—P-Pero... ugh. Vale... vale... vale. Vamos a decir que eras fácilmente impresionable —nunca volverá a hablar de Jesús de igual manera

—¡Anda ya! —protesta porque sí que lo era, pero igualmente le jode serlo.

—Y él no era cualquier persona —aprieta los ojos—. ¿Vas a decirme un ángel además de esto?

—No. Obviamente no —se sonroja con eso pensando en ÉL.

Le mira fijamente, MUY fijamente, pensando en... Miguel o Gabriel o... Crowley le mira de reojo un instante y luego aparta la mirada. Aziraphale se revuelve y arruga un poco la nariz.

—¿Y qué era lo que te gustaba de Jesús?

—Ugh —protesta porque toda esa frase es terrible.

—Pues... Yo no lo inventé —protesta de vuelta porque la pregunta es lícita.

—Parece que vayas a darme un sermón en catequesis —insiste, crispado.

—¡Es una pregunta! —se defiende.

—Y aun así, parece la clase de conversación que tendrías con alguien a quien estas intentando convertir al catolicismo.

—En realidad se me ocurren pocas frases más pecaminosas que "¿Qué es lo que te gustaba sexualmente de Jesús?"

—¡No has dicho sexualmente! —casi se atraganta.

—¡Pensé que podíamos ahorrárnoslo! —chilla.

—Esto es una mala idea... —niega con la cabeza mirando su copa y decide tomar lo que queda de un trago.

—¿Por? —le mira de reojo.

—Todo esto es terrible. Toda esta historia es... ni siquiera debí mencionarlo —insiste.

—Es una historia interesante y todo esto no me resuelve... las dudas.

—Era su... forma de pensar. Y de hablar —confiesa, mirando la copa en su mano, jugando un poco con la última gotita de vino.

—Claro, cuando uno es el hijo de Dios tiene ciertos beneficios... —refunfuña.

—Ugh! No, ¡esa era la peor parte! —protesta, mirándole.

—La "peor" parte, ya... ya. Si habilidad para encandilar a todo el mundo claro que tenía... para ello lo hicieron —sigue, mirando a Crowley, que pone los ojos en blanco—. Esa era su misión y la hizo muy bien, no estoy diciendo nada malo.

—Mira, no era... No... Ugh, eres insoportable y no debí contarte esto.

—¿Yo por qué voy a ser insoportable? Aunque desde luego si fuera yo el hijo de Dios... No te lo parecería —replica, ardido.

—Porque todo esto suena mal cuando lo preguntas tú.

—¿Porque soy yo y conmigo no se puede hablar de esto? — Aziraphale pone los ojos en blanco—. Eso debí decirte yo: "Todo esto suena mal cuando lo preguntas tú."

—No, porque sigues usando tu voz de catequesis y diciéndome que era el hijo de Dios cuando literalmente detestaba esa parte.

—Bueno, pero es que el que fuera hijo de Dios es su esencia.

—Que fuera el hijo de Dios era su mayor puñetero problema —se levanta de nuevo, porque necesita moverse y desentumecerse de los nervios.

—Probablemente sin ser el hijo de Dios no te hubiera gustado.

—Eso no lo sabes —le fulmina.

—He dicho probablemente.

—Y que sigas asumiendo esas cosas lo hace peor también.

—Entonces su problema era ser hijo de nuestro bando. Como si a mí me hubiera pasado esto con el... anticristo. Vale... sí, si entiendo tu problema.

—No dirías que te gustaría por ser el hijo de Satán —le mira de reojo, porque... vale sí, un poco así.

—No... —aprieta los ojos —. Evidentemente no.

—A pesar de que probablemente también tendría todo el... potencial y estaría hecho para eso. Ser atractivo y tentador.

—Justamente. De hecho si no supiera mejor, en parte podría decirte que Jesús logró su cometido INCLUSO con un demonio.

—No puedo creer que esto te esté haciendo admirarle más.

—Ehm... Sí, eso es —Aziraphale MIRA a Crowley con cara de circunstancias, este le mira de reojo con esa respuesta porque a lo mejor lo está leyendo mal.

Aziraphale se revuelve porque lo que está haciendo es tener celos… de JESÚS.

—Suena a... que esta ha sido una buena noticia para ti, como si hubieras ganado. Esto es lo que siempre dices que... esto es de lo que siempre hablas, como si me hubieras convencido y no es eso —le señala.

—¿Como si yo hubiera ganado? ¿Yo? ¿Qué voy a haber —hace una pausa tratando de entenderle—, ganado con esto?

—Pues... convencerme sobre... qué sé yo. La supremacía del bien o algo parecido —hace un gesto teatral señalando al techo.

Aziraphale le da un trago a su vino.

—Esto pasó hace prácticamente dos mil años y la tierra ha seguido… siendo como es junto con los humanos. Si esto fuera la supremacía del bien tiene efecto excesivamente retardado —protesta un poco.

Crowley vacila un poco, se humedece los labios y abre la boca sin saber qué decir.

—Probablemente eso es porque no debió morirse. Lo que digo es que nada de esto tiene que ver con ser el hijo de Dios —resume.

—Él era muy elocuente

Crowley le mira porque sigue sin estar seguro de qué significa eso.

—Elocuencia es ser capaz de expresarte verbalmente de forma persuasiva y convincente.

—Y-Ya, ya sé lo que significa—miente, apartando la cara—. Igualmente no era... o sea, no era eso del todo tampoco.

—¿No?

—Lo era. Un poco, pero... no —da una vuelta por ahí sin mirarle y toma una estampilla de las que tiene Aziraphale por ahí entre los libros, a ver si la imagen le ayuda a explicarse—. Me... mandaron a mostrarle los reinos de la tierra, ¿te acuerdas?

—Sí —le mira, esperando que siga.

—Ni siquiera fueron tantos días... —deja la estampilla haciéndose los ojos en blanco a sí mismo—. Pero... hablé con él. Al principio ni siquiera me moleste demasiado porque pensaba que sería como hablar... con vosotros.

—Como nosotros —Aziraphale frunce seriamente el ceño con eso.

—Pues... era fácil pensarlo.

—¿Así que hablar conmigo es desagradable?

—Has... aprendido con el tiempo —sonríe de ladito.

"His iprindidi quin il tiimpi" Ojos en blancoooo.

—Bueno, termina tu disertación —protesta.

—¿Tienes algo que hacer? —levanta una ceja ahora con esas prisas.

—¿Ahora mismo? —parpadea pensando que está cambiando de tema.

—Pues parece... —se encoge de hombros.

—Quiero terminar de oír qué era lo que te gustaba del chico —frunce el ceño.

—Le... costó menos que a ti aprender —desvía la mirada.

—¿Aprender? —otra vez ojos en blanco.

—Pues a... ser menos obtuso.

—Me sorprende que sepas esa expresión — Le FULMINA —. A ti también te costó aprender.

—No es eso lo que me han dicho.

—¿Qué es lo que te han dicho?

—Pues que no me costó nada.

—¿A hablar con propiedad?

—A no ser obtuso.

—Bueno, sí, depende de a qué llames tu "ser obtuso".

—Pues a... tener ideas cerradas.

—Casi caíste por ello. Si no es que sin el casi.

—Más bien por todo lo contrario y ¿sabes? No le parecían malas preguntas. No tenía respuesta, pero no le parecía extraño que me las hiciera.

—¿Te parece que a mí me parece extraño? — Aziraphale le mira.

—Últimamente no tanto, pero en esa época te incomodaban tremendamente, sí.

—Últimamente no sabes nada... llevas cien años dormido —Aziraphale suspira.

—Hasta que se te menciona el agua bendita —Ojos en blancoooOOooo

—Te he dejado perfectamente claros mis argumentos respecto al agua bendita y no tienen nada que ver con... que sea bendita, ni con las preguntas.

—Lo que tú digas —le fulmina, apoyándose en el escritorio con el culo. Aziraphale bu fa—. En fin... ya puedes olvidar este tema para siempre en adelante.

—Y él… ¿le gustabas tú?

—Y yo qué sé, uno no le pregunta a la gente que le gusta si... —protesta levantando las manos porque… por eso nunca se lo ha preguntado a él y así de bien te va.

—¡Pues deberías saberlo!

—Pues... probablemente, ¿qué sé yo? Igualmente a estas alturas... yo que sé, rézale y pregúntale. A lo mejor eso sí que lo contesta —se cruza de brazos.

—Pero ¿nunca pasó… nada?

—Aziraphale... ¿me estas preguntando si me tiré a Jesús? —le mira fijamente por encima de las gafas.

—Uuuugh!

—Esto es tan jodido que debe tener un nombre —sí, se llama "Complejo de Edipo", pero nunca vas a haber leído lo bastante para saberlo e igualmente aún no se acuña el término.

—Pues… esto no es culpa mía. Tú te metiste en este lío.

Crowley suspira con eso porque... siempre pensó que era mala idea confesarlo.

—Aun así… e-es respetable pero ¿Hiciste eso con él o no?

—¿Tú qué crees? —le mira, un poco más de tiempo de lo que es cómodo.

—Q-Que no…

—Todo se reduce a la fe —se encoge de hombros.

—No, todo se reduce a la realidad.

—No puedes saber la realidad. Solo puedes creerme o no. Sigue siendo un asunto de fe.

—Bueno... ¿y bien? —Aziraphale le mira porque... pese a la segunda temporada, a él le parece que Crowley no suele mentirle.

—Bien —asiente un poco, sonriendo de ladito.

—Pero ¿entonces...?

—Pues... eso.

—¡No me has respondido! —protesta.

—¡Sí lo he hecho! —se defiende.

—¿¡Cuando?! — Aziraphale parpadea —. Me has preguntado si lo creo y te he dicho que no, ¡y no me has dicho, ni si sí, ni si no!

—¡Me has preguntado hasta como estuvo y te he dicho que bien!

Aziraphale PAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARPADEAAAAAAAAAAAAAA. Crowley se da la vuelta buscando algo por ahí, mirando entre las cositas que hay.

—¿Qué te pasa? —el CHILLIDO HISTÉRICO del ángel.

—¿A-A mí? —el demonio da un salto, sobresaltado por lo repentino y se vuelve a él.

—Cómo puedes... ¡¿cómo puedes…?! —es que está escandalizado.

El demonio da un pasito atrás, asustado. Él jurará y perjurará que no lo está, pero si fuera un humano podría mearse del miedo ahora mismo de la cara que pone el ángel.

Aziraphale da dos pasos al frente y mueve los brazos hasta ponerlos en jarras, con el ceño súper fruncido.

Crowley se echa para atrás hasta que se da con algo en la espalda. Uno de los infinitos estantes de libros. Acorralado. Tienes suerte de que no se suba sobre lo que quiera que sea. Aun.

—¡¿Qué es lo que te pasa por la cabeza?! Cómo es que no caíste a un... nivel inferior del... ¡infierno! Es... esto... ¿¡al menos te dieron un PREMIO?! —le riñe.

—Eeeeh... —una pierna ya se le está subiendo sola.

—¡Además me ENGAÑAS haciendo todo ese circo falso de lo grave y terrible que es esto! —gesticula con las manos dramáticamente.

—¿E-El qué? —pregunta en un susurrito, medio colgado del estante. A. Co. Jo. Na. Do.

—¿Cómo se te ocurre preguntar el qué? ¿CÓMO SE TE OCURRE PREGUNTAR EL QUÉ? ¡PEDAZO DE ALCORNOQUE!

Vale, ahí va la otra pierna para arriba, se hace bolita.

—¡BICHARRACO, CANTAMAÑANAS!

—P-Pero...

—¡TONTO DE CAPIROTE! ¡SINVERGÜENZA!

La verdad, mira a ver si no se puede subir a la estantería escalando porque teme que empiece a darle en la cabeza con un periódico como si fuera un perro. Se sube y le hissea desde el estante más alto.

—¡BÁJATE DE AHÍ!

—Hiiisssss

—CROWLEY!

—HIIIIISSSSSS

—¡HOMBRE! ¡PARA YA!

El demonio se humedece los labios, en cuclillas sobre la estantería y no se escapa de aquí por el techo porque eres tú. Aziraphale se pellizca el Puente de la nariz y se sienta dramáticamente en su butaca.

Cuando ve que hace eso, el pelirrojo parpadea un poco, relajándose, pero aún no se baja.

—Es absolutamente… —empieza ahora con su voz suaaaaave y más controlada, que no sé si da más miedo aun.

Crowley se sienta con los pies colgando, esperando a ver qué más dice

—No quiero saber nada más de esto —decide el ángel.

—Gracias a... —se detiene y, no lo mates, se vuelve al techo—. Gracias.

—Fuera de mi librería —sentencia autoritariamente como respuesta a eso, señalando la puerta.

Ojos en blanco pero no se mueve, Aziraphale mira hacia él de reojito.

Crowley se da una palmadita en los muslos y mueve los pies que le cuelgan.

La miraaaaadaaa del ángel…

—Ehm... —vacila, porque… Vale, a lo mejor sí debería irse. Uy, mira que tarde se ha hecho de repenteeee y parece que va a llover...

Aziraphale se sirve otro chorrito de vino y poniendo los ojos en blanco. Uuuh, vino. Estaba bueno ese vino. Él también quiere más.

Pues pórtate bien como un hombrecito y baja. El demonio se humedece los labios... ehm... sí, ahora que el ángel se calme y no casi le haga un exorcismo a base de insultos del Capitán Haddock.

—Jum! —Aziraphale sigue la espalda muy recta, bebiendo sorbitos del vino porque sí ha estado a punto de hacerle un exorcismo.

Crowley se muerde el labio para no decirle que tiene que tomárselo con un poco de pan, porque si no, no sirve...

¡Ojos en blanco! WTF!

Porque si no hace un comentario incorrecto cada tres segundos le quitan su condición de demonio, aparentemente.

¡Ya vemos!

Pero por mucha forma de pene que tenga el pan no es exactamente lo mismo... se aprieta los ojos hasta a si mismo con eso.

Ya no estamos seguros nosotros de querer oír la narración.

—Uhm... bueno —prefiere vacilar a dejar que su cerebro siga haciendo analogías imbéciles.

—Creo que quiero saber otros nombres.

—¿En serio? ¿No te parece esto suficiente? —se señala a si mismo habiendo acabado encima de una estantería.

—Pues absolutamente nada puede ser peor —le fulmina.

—Ehm... ya, sí, a partir de ahí el ascenso fue meteórico —badum, tsss…

—Ascenso para ti ya no hay.

—Uhm. Bueno, me lo he pasado muy bien, pero... —se baja de un salto ahora sí y carraspea.

—Vale —la miradaaaaaa

—Ya sabes, ehm... Llámame si eso y... lo repetimos. O algo —vacila, de nuevo haciéndose como el que nada de esto le importa.

—Ya, ya… goodbye.

—No te... ofusques demasiado con esto, eh? — mira la puerta porque tiene que pasar por su lado para salir y aún tiene un poco de miedo. Carraspea otra vez.

—Que no me ofusque —repite aun en un tonito de indignación.

—Pues... y-ya sabes... —vuelve a vacilar.

—¿Ajá? —vuelve a fulminarle.

—Ehm... cuando lo... piensas demasiado, quiero decir—parlotea, de nervios—. No... No le des más importancia.

—¿Que no le dé más importancia? ¿Tú te escuchas a ti mismo? —protesta.

—Es... hace mucho tiempo de esto y ni siquiera fue para tanto —es que a cada cosa nueva que dice siente que cava su propia tumba para bien o para mal.

—Hablamos. Luego —sentencia, harto de esto y de él, especialmente.

—Sí, vale. Vale. Será lo mejor... —pasa por su lado, rápido, mirando el suelo.

Aziraphale descruza el pie y no sé si Crowley va a tropezarse. Si lo hace, da un salto un poco complicado y consigue no caerse.

—¿Qué haces, Crowley?

—Irme. Ciao, Angel! —abre la puerta

Aziraphale aprieta los ojos porque… ¡JESÚS! y Crowley... desaparece como jaja alma que lleva el diablo.