Chapter 5
Jane estaba bordando un pañuelo para su querida hermana Elizabeth. Ella estaba ansiosa por recibir noticias de ella, y en cuanto tuviera una dirección donde escribirle, pensaba mandarle aquel pañuelo como una muestra de su cariño. Para ella, Elizabeth era la persona más importante en su vida y en la cual podía confiar sus penas y alegrías.
El día anterior, el señor Murray y su madre habían venido a visitar a su tía y Gardiner y ella había tenido nuevamente la oportunidad de conversar con él. Aunque el señor Murray no era tan guapo como el señor Bingley, y era casi diez años mayor que ella, Jane tenía una buena impresión de él. Se notaba que era un hombre trabajador y quería mucho a sus dos pequeños hijos, que probablemente necesitaban una madre.
Jane había notado como él la miraba y pensaba que era posible que él estuviera sinceramente interesado en ella, y de ser así, ella lo aceptaría. Jane estaba dispuesta a ser una buena esposa y aceptar el rol de madre para sus pequeños hijos si él aceptaba que Jane le ofreciera hospedaje a su hermana Elizabeth por todo el tiempo que fuera necesario.
Por su parte, la señora Gardiner estaba cada vez más preocupada por Jane. Ella había notado el interés creciente del señor Murray por su sobrina y no deseaba que ella tomara una decisión apresurada de la cual podría arrepentirse por el resto de su vida.
"Jane, la madre del señor Murray me mandó una nota invitándonos a cenar a su casa mañana. Me imagino que sabes por qué estamos recibiendo esta invitación y que comprendes el alcance de tus acciones," dijo la señora Gardiner sentándose al lado de su sobrina.
"Querida tía, el señor Murray es un buen hombre con una posición económica consolidada. Yo no tengo dote ni conexiones y no me puedo dar el lujo de rechazar a un pretendiente que podría ayudarme a solucionar todos los problemas que tanto me afligen."
"Jane, déjanos que te ayudemos a ti y a Elizabeth."
"No, tía, yo no deseo abusar de tu generosidad. Yo soy la hermana mayor y a mi me corresponde proteger a mis hermanas."
La señora Gardiner prefirió hablar de otros temas porque sabía que su sobrina estaba determinada a comenzar una nueva vida lejos de Longbourn. En cierta forma ella la comprendía porque sabía que sus sobrinas, a la muerte del señor Bennet, quedarían absolutamente desprotegidas. Tal vez Jane estaba haciendo lo correcto y ella no era quien para juzgarla.
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"Me gusta mucho tu nuevo estilo de peinado, tía Amanda," dijo Louisa un poco nerviosa. A ella le agradaba mucho la hermana de su padre, pero sabía que a Caroline no le gustaba que ella los visitara.
"Gracias, querida, tú también te ves muy bonita. Sin duda alguna la vida matrimonial te ha sentado muy bien," replicó Amanda para ser amable. Lamentablemente su sobrino Charles no estaba y ella no quería irse de la casa sin hablar con él. Por lo que pretendía aprovechar la oportunidad para obtener información.
"Me sorprendió mucho cuando Charles me visitó el otro día, yo pensé que ustedes estarían en Hertfordshire por toda la temporada. Yo tenía entendido que Charles pensaba aprender como se administraba una hacienda y creo que eso lleva tiempo."
"Por supuesto que mi hermano debe aprender el manejo de una hacienda, sabes muy bien que el sueño de mi padre era que Charles fuera un hacendado," intervino Caroline. Ella sentía aprecio por su tía, pero no deseaba que interfiriera en la vida de su hermano porque sabía muy bien como pensaba.
"Sé muy bien de qué hablas, Caroline, y confieso que nunca entendí esa obsesión de mi hermano por querer pertenecer a una clase que nos mira más bien con desprecio."
"Tía, creo que no comprendes…" Caroline quería dejarle algunas cosas en claro a su tía pero ella prefirió evitar polemizar.
"Querida, no es necesario que discutamos de un asunto sobre el que jamás podremos ponernos de acuerdo. Nos vemos tan poco, porque sólo Charles me visita, que prefiero usar esta oportunidad para que me cuenten sobre vuestra experiencia en Hertfordshire."
Louisa y Caroline se animaron al ver que su tía quería saber un poco más sobre sus vidas en los últimos meses. Y como era de esperar, no se guardaron nada y le contaron lo horrible que había sido la experiencia en un lugar lleno de gente de poca categoría y sin ninguna distinción. Amanda estuvo a punto de preguntarles por la señorita Jane Bennet pero prefirió no hacerlo cuando escuchó los comentarios de Caroline y Louisa.
"Y como siempre, el tonto de Charles se dedicó a invitar a todo el mundo a nuestra casa e incluso organizó un baile e invitó a todos los oficiales del pueblo. Si no fuera por nuestra intervención, hubiera seguido prestando atención a gente que no vale la pena y generando expectativas que jamás iba a poder cumplir."
"Tía, sabes muy bien como es Charles, ve una cara bonita y pierde la cabeza," agregó Louisa.
Después de escuchar a sus sobrinas, Amanda creyó saber lo que había pasado. Seguramente Charles se sintió atraído hacia la bella señorita Bennet y sus hermanas hicieron todo lo posible por separarlos. La hija de un hacendado menor sin conexiones ni fortuna no era la mujer que ellas querían para su hermano.
"Me parece bien que ustedes se preocupen por Charles, pero no deben olvidar que también deben ocuparse de sus propias vidas. Louisa, tú tienes tu esposo, y tú, Caroline debes pensar en lo que quieres hacer para tu futuro."
"Yo sé muy bien lo que quiero, tía, te aseguro que no tienes que preocuparte por mí." Al ver la mirada incrédula de su tía, Caroline agregó con petulancia. "Si a mi futuro marido no le importa tener que relacionarse con comerciantes por unos días, tal vez pueda invitarte a mi hacienda. Te aseguro que es el lugar más lindo que jamás podrás conocer." Caroline iba a decirle que Pemberley muy pronto sería su hogar pero prefirió callar cuando vio a su cuñado entrar al salón.
"Estaré esperando con ansías tu invitación," replicó Amanda sonriendo. Luego saludó al marido de su sobrina y conversó con él por unos breves minutos. El padre del señor Hurst era uno de los muchos clientes de su marido, y a través de ella, Henry y Louisa se conocieron.
"Bueno, creo que es hora de irme. Díganle a Charles que deseo hablar con él y que lo estaré esperando mañana después de la hora del desayuno."
"Yo también voy saliendo señora Lewis, permítame que la acompañe," dijo Henry Hurst.
"¿Vas a salir, Henry? ¿Dónde vas?" preguntó Louisa sorprendida.
"Voy a casa de mis padres y pienso cenar con ellos. ¿Quieres venir conmigo?" preguntó Henry.
"Louisa, quedamos en cenar con la familia Spencer," interrumpió Caroline.
"Lo siento, Henry, pero no puedo," dijo Louisa un poco decepcionada.
"Me lo imaginaba," dijo el señor Hurst cortante.
Amanda observó la interacción entre Henry y Louisa y pensó que algo no estaba bien entre ellos. Ella sabía que el matrimonio de ellos había sido por conveniencia pero pensaba que tal vez con el tiempo lograrían tenerse cariño. Al parecer, nada de eso había ocurrido aún y si ellos casi no pasaban tiempo juntos sería aún más imposible.
Amanda se despidió y les recordó una vez más que le dijeran a Charles que la visitara al día siguiente. Pero Caroline convenció a Louisa que era mejor no decirle nada a Charles porque su tía siempre le metía tonterías en la cabeza, y que seguramente no era nada tan importante.
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Elizabeth no durmió bien la noche anterior, pero llorar le hizo bien porque la ayudó a sacar toda la tensión y pena que tenía acumulada. Cuando despertó a la mañana siguiente, le pidió a su doncella que le preparara un baño. Muchas veces ella había pensado lo sola y lo angustiosa que era su vida. Pero cuando pensaba en Georgiana, sabía que sus desgracias no eran nada comparadas con las de ellas. Al parecer un hombre al que ella había querido se había aprovechado de su inocencia y había abusado de ella y le había robado su inocencia y las ganas de vivir.
Elizabeth había decidido acercarse aún más a su cuñada, protegerla, cuidarla y ayudarla a recobrar las ganas de vivir y disfrutar de la vida. Georgiana era todo lo que Elizabeth tenía, y de cierta forma, Elizabeth era todo lo que Georgiana tenía.
A partir de ese día, Elizabeth pensaba limitar al mínimo sus interacciones con el señor Darcy y no hacer nada que pudiera provocarlo a actuar con el hombre déspota y arrogante que era.
"Buenos días, mi querida Georgiana. Disculpa por venir tan tarde a visitarte, pero estaba muy cansada y creo que dormí más de la cuenta," dijo Elizabeth mientras saludaba a su cuñada y le acariciaba el rostro. Ella estaba muy pálida y a Elizabeth le dio la impresión que estaba un poco enferma.
"Buenos días, Lizzy. Por favor no te preocupes porque yo también desperté tarde hoy. Hoy quiero enseñarte a pintar, y no acepto que me digas que no. Vamos a comenzar con lo básico, para que no te asustes. Ya verás que es muy fácil," dijo Georgiana muy entusiasmada.
"Se supone que debo pintar esa flor en ese florero," preguntó Elizabeth sonriendo. "Espero que tus expectativas no sean muy altas, mi querida Georgiana. Te aseguro que no te mentí cuando te dije que no tengo talento para el dibujo o la pintura."
"Todos tenemos talento, Lizzy. Sólo necesitamos encontrar a alguien que nos sepa guíar para encontrarlo donde sea que esté escondido."
"No creo que mi talento esté escondido, más bien está perdido," replicó Elizabeth riendo. Ella comprendió que a su cuñada le hacía mucha ilusión pasar tiempo con ella riendo y haciendo cualquier cosa que la hiciera olvidar su condición.
Elizabeth aún no se atrevía a tocar el tema del embarazo y el futuro bebé. Esa criatura jamás sabría quienes fueron sus padres y su madre lo vería crecer diciéndole madre a otra mujer. Tal vez en unos meses más, cuando se conocieran mejor, podría hablar de eso de forma abierta y sincera.
Pese a que Georgiana se reía y estaba feliz, Elizabeth notó que no estaba bien. No sólamente estaba muy pálida sino que su rostro denotaba tensión. Como si sintiera incomodidad y dolor.
"Creo que después de todo no me quedó tan mal mi flor. Aunque agradezco que la pobre flor no pueda ver su retrato," dijo Elizabeth riendo. "Eres una excelente profesora, mi querida Georgiana."
"Está muy bonito," dijo Georgiana y se sentó. Ella no se sentía bien pero no deseaba preocupar a Elizabeth.
"Querida, creo que es mejor que vayas a descansar," dijo Elizabeth y llevó a Georgiana hasta su cuarto. Allí la ayudó a acostarse y le preguntó en tono firme. "Georgiana, necesito que seas sincera conmigo y me digas si te duele algo y te sientes mal."
"Lizzy, no es nada… bueno, me duele un poco aquí," dijo Georgiana poniendo su mano sobre su vientre.
"Te agradezco mucho que hayas confiado en mí, y te pido por favor que no me ocultes cosas tan importantes como esta. Ahora, te quedarás en cama y yo te leeré algo para que no te aburras. ¿Qué te parece mi idea?"
"Me encanta… gracias, Lizzy," dijo Georgiana y le besó la mano a Elizabeth. Ella fue a su cuarto y regresó con un libro de cuentos. Le leyó tres historias y Georgiana se quedó dormida. Elizabeth la tapó, le besó la frente y la dejó para que descansara.
Antes de salir del cuarto, le pidió a la doncella de Georgiana que la acompañara y que le avisara cuando despertara. Elizabeth tenía planeado comer en el cuarto de Georgiana para poder monitorear su estado de salud y evitar encontrarse con el señor Darcy. Aunque sabía que debía conversar con él para aclarar algunas cosas.
Elizabeth iba camino a su cuarto, cuando uno de los lacayos le avisó que el señor Darcy deseaba hablar con ella y que la estaba esperando en su despacho. Elizabeth necesitaba prepararse emocionalmente para hablar con ese hombre, por lo que le dijo al lacayo que tenía algo que hacer y que en media hora más estaría disponible para hablar con el señor Darcy.
Ella entró a su cuarto, se arrojó a la cama y puso su mente en blanco para poder descansar y prepararse para tener otra discusión con su esposo.
P&P
Como siempre en los últimos días, el señor Darcy se levantó temprano, desayunó en su habitación y luego se encerró en su despacho diciendo que tenía muchos asuntos importantes que resolver.
La verdad era que esa mañana no tenía nada importante que resolver y que quería estar allí solo porque se sentía culpable. La noche anterior había sido muy duro con Elizabeth, e incluso había escuchado como ella había llorado hasta quedarse dormida. En un momento se sintió tan culpable, que incluso pensó en entrar a la habitación de ella y pedirle disculpas.
El señor Darcy sabía que Elizabeth provocaba emociones muy fuertes en él, y que tal como lo había hecho en Netherfield, debía ignorarla. Pero eso no era posible en las actuales circunstancias porque ella era su esposa y ellos necesitaban mantener un contacto fluido por el bien de Georgiana.
Él sabía que de alguna forma debía disculparse, pero debía hacerlo de manera tal que Elizabeth no notara lo mucho que ella lo perturbaba. Él debía ser gentil, pero distante y creía haber encontrado la manera de hacerlo.
"Señor, disculpe que lo interrumpa," dijo el mayordomo. "Gordon me dijo que la señora Darcy estaba ocupada por el momento, pero que en media hora más vendría para hablar con usted."
"Entiendo, gracias por avisarme," dijo el señor Darcy.
El mayordomo salió del despacho y el señor Darcy se sirvió un brandy que se tomó de un sorbo. 'Me imagino que estás enojada, Elizabeth. Pero me parece muy pueril que me hagas esperar para hacerme sentir culpable, sobre todo cuando yo pensaba compensarte por mis comentarios. Tampoco dije nada que no fuera cierto, tú no tienes derecho a tomar las cosas de mi madre sin permiso…' El señor Darcy estaba furioso por la actitud de Elizabeth y no podía creer que actuara de aquella manera para hacerlo sentir culpable.
Elizabeth estuvo casi media hora tendida en la cama descansando y aclarando su mente. Finalmente, se levantó, se arregló un poco el pelo y fue hasta el despacho de su marido para saber sobre qué deseaba hablar con ella, pero sobre todo para hablarle de Georgiana.
Cuando llegó al despacho la puerta estaba cerrada. Ella golpeó suavemente y no ingresó hasta que escuchó la autorización del señor Darcy. Ella no deseaba discutir con él porque tenía otras prioridades en mente.
"Me alegro que finalmente se haya dignado a venir a conversar conmigo, señora Darcy," dijo el señor Darcy. Él estaba consciente de que sonó muy duro, pero deseaba dejarle claro a Elizabeth que a él no le gustaba que lo dejaran esperando y menos que ella pensara que se podía tomar pequeñas revanchas cada vez que tuvieran un desencuentro.
"Lo siento, señor, pero me dolía un poco la cabeza y preferí descansar un poco antes de venir a conversar con usted," replicó Elizabeth lo más serena que pudo.
El señor Darcy le hizo un gesto a Elizabeth para que se sentara en la silla enfrente de su escritorio, y cuando ella se sentó, él hizo lo mismo. "Elizabeth, después de nuestra conversación ayer en la terraza me di cuenta que probablemente no tienes ropa apropiada para el clima de esta zona. Desafortunadamente partimos en dos días, por lo que no tendremos tiempo de encargarte un nuevo ropero, pero cuando estemos en Escocia le pediré a alguna modista local que confeccione toda la ropa que necesites. Le diré a la señora Reynolds que compre las mejores telas que pueda encontrar y las envíe a Escocia. Además, quiero que sepas que te asignaré una generosa suma mensual para que puedas cubrir cualquier gasto que puedas tener, de esa forma no te faltará nada y no tendrás la necesidad de… bueno, ya sabes."
"De usar ropa que no me corresponde," completó Elizabeth. "Siento mucho haber tomado aquella prenda, si hubiera sabido el valor emocional que tenía para usted, jamás lo habría hecho," dijo Elizabeth lo más calmada que pudo.
"Por mi parte, ese asunto está olvidado," dijo el señor Darcy más tranquilo. Él había pensado que aquella conversación iba a ser un poco más difícil, pero seguramente al escuchar que tendría ropa nueva y una generosa suma de dinero, Elizabeth se sintió un poco más contenta.
"Con respecto a la ropa que me ha ofrecido, no creo que vaya a ser necesario. En unos pocos meses más, Georgina no podrá usar gran parte de su ropa y tiene mucha. Con la ayuda de mi doncella, puedo modificar algunos vestidos y pellizas que me servirán para afrontar el frío de Escocia." A Elizabeth no le gustó en el tono que aquel hombre le ofreció ropa y dinero, como si ella estuviera dispuesta a vender su dignidad por unos cuantos vestidos nuevos.
"Me parece que aún no comprendes, Elizabeth, que eres la señora Darcy, la esposa de uno de los hombres más ricos de esta zona y señor de Pemberley," dijo el señor Darcy muy molesto.
"No lo he olvidado, señor. Lo siento, pero no comprende que tiene que ver esto con lo que estábamos conversando," replicó Elizabeth, también ofuscada. Ella se había jurado mantenerse tranquila y no permitir que ese hombre la sacara de quicio, pero al parecer, eso era imposible.
"La señora Darcy no puede usar ropa vieja y remendada, ¿no te das cuenta que estás ocupando el lugar de mi madre, Lady Anne, la hija del Conde Matlock?" preguntó el señor Darcy molesto ante tanta desconsideración.
"Señor, tengo claro que ante sus ojos jamás seré digna de ocupar el lugar de su madre. Pero por favor, permíteme recordarte que estaremos prácticamente encerrados en una hacienda rodeados de árboles y ganados a los que les da lo mismo si me visto con algodón o seda. Además, me parece peligroso para la reputación de Georgiana que al lugar donde vamos estar escondidos vayan modistas, sirvientes y otros extraños que pueden encargarse de difundir rumores. ¿Y todo por qué? Porque la señora Darcy no puede usar ropa que perteneció a la señorita Darcy," dijo Elizabeth absolutamente indignada. Al parecer la arrogancia de ese hombre no tenía límites.
El señor Darcy no pudo rebatir lo que dijo Elizabeth porque tuvo que reconocer que tenía algo de razón. "Entiendo, pero cuando regresemos a la vida pública espero que comprendas que debes vestirte a la altura que te corresponde debido a tu nueva posición social."
"Prometo no avergonzarlo en público, señor Darcy. Finalmente, le pido por favor que no vuelva a ofrecerme dinero porque usted sabe muy bien la razón por la que acepté su propuesta. Usted se casó conmigo para proteger a su hermana, y yo con usted, para proteger a las mías. Cuando regresemos de Escocia, pienso contratar una institutriz para que ayude a mis tres hermanas menores y poder proveer aunque sea una pequeña dote para Jane. Eso es todo lo que espero de usted."
"Tienes mi palabra, Elizabeth. Ayudaré a tus hermanas económicamente," dijo el señor Darcy un poco incómodo. Él esperaba que Elizabeth entendiera que era todo lo que él estaba dispuesto a ofrecer a la familia Bennet.
"Gracias," dijo Elizabeth más tranquila. A ella no le quedaba más que confiar en la palabra de ese hombre, pese a que tenía algunas dudas debido a lo que le había contado el señor Wickham.
"Bueno, creo que ya hemos aclarado todo. Lo siento, Elizabeth, pero tengo muchas cosas pendientes. Como sabes, pasado mañana partiremos rumbo a Escocia y tengo aún muchas cosas que resolver." El señor Darcy estaba agotado y no deseaba seguir discutiendo con Elizabeth.
"Precisamente de eso quería yo hablarle, señor. No creo que Georgiana esté en condiciones de viajar. La he visto muy débil estos últimos días, y hoy incluso tenía dolores intensos…"
"Me imagino que son síntomas propios de su condición. El doctor la examinó unos días atrás y dijo que estaba todo bien."
"Recuerdo que unos años atrás pasé una temporada en Londres cuando mi tía Gardiner estaba embarazada de su último hijo, y sus malestares eran muy distintos. Ella tenía náuseas y cansancio, pero no dolores."
"Yo visité hoy a Georgiana y me dijo que se sentía muy bien."
"Ella jamás va te va a decir algo que crea que puede preocuparte."
"¿Me estás queriendo decir que ella confía más en alguien que acaba de conocer que en su hermano?"
"Ella te admira mucho y se siente en deuda contigo, tiene mucho de volver a decepcionarte. Por favor, pospongamos el viaje por unos días, por lo menos hasta que el doctor la vuelva a examinar."
"Imposible, no podemos arriesgarnos a que alguien pueda notar… muy pronto no podremos ocultar que… Además, el invierno avanza y si no salimos ya, corremos el riesgo de que alguna tormenta pueda cortar los caminos y no nos permita llegar a Escocia. Lo siento, pero eso no es negociable y debemos partir pasado mañana," dijo el señor Darcy enfáticamente.
Elizabeth sintió ganas de decirle a ese hombre todo lo que pensaba de él, pero sabía que sería en vano. "Entiendo, ahora si el señor me disculpa, iré a ver a Georgiana."
"Yo también la iré a ver más tarde," dijo el señor Darcy.
Elizabeth salió del cuarto y el señor Darcy se sintió abatido. Él había citado a Elizabeth para aclarar las cosas entre ellos y tenía la sensación que todo se había enredado aún más. Él deseaba que Elizabeth actuara de manera distante con él, pero no que fuera hostil. Él no deseaba que ella tuviera una mala opinión de él y no sabía qué hacer para mantenerla alejada pero cerca de él al mismo tiempo.
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Elizabeth había cenado sola en su cuarto porque Georgiana no quiso comer. Ella no se veía bien, pero le había dicho a su hermano que sólo era cansancio y que deseaba dormir.
Una vez que terminó de cenar, Elizabeth se puso su camisa de dormir y se fue a acostar. Esta vez, el sueño la venció inmediatamente y se quedó dormida profundamente. Ella estaba soñando que estaba en Londres en casa de su tío Gardiner feliz conversando con Jane cuando alguien la despertó.
"Disculpe, señora Darcy, pero la doncella de la señorita Darcy me pidió que la despertara," dijo la doncella de Elizabeth.
"¿Qué pasó?" preguntó Elizabeth muy preocupada.
"No sé, señora, pero parece que la señorita no está bien."
Elizabeth inmediatamente se levantó y fue corriendo a la habitación de Georgiana para ver enterarse de lo que estaba pasando.
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Gracias a todos los que dejan comentarios de apoyo y siguen la historia con entusiasmo.
Ahora sé que tengo al menos veinte seguidores, y a esos seguidores les quiero hacer una pregunta. En esta historia no tengo claro con quien Jane debe casarse. ¿A quién prefieren, a Arthur Murray o a Charles Bingley?
Now I know that I have at least twenty followers, I want to ask you an important question. In this story I am not sure who Jane should marry. Who do you prefer, Arthur Murray or Charles Bingley?
En el próximo capítulo muchas cosas pasarán en Pemberley.
Saludos,
Yo
