Vacío.


La señora Higurashi suspiró dejando de forma oprimida su pecho lleno de dolor, incapaz de soportar. Sus ojos parpadearon en un intento de mermar el ardor por la resequedad, se refregó con el puño concentrando toda su atención hacia la tierra plana delante suyo.

—¿Mamá? —Sota se acercó a ella haciendo ruido con la duela bajo su peso. Los ojos del pequeño también estaban completamente rojos debido al poco descanso, sin embargo él había sido llevado por el abuelo hacia la casa en aras de mantenerlo alejado de la tensión. Ella ni siquiera había intentado ir a la cama, le era imposible.

Desafortunadamente había sido poca la diferencia. El hecho de que aquel pozo desapareciera tenía a todos con el alma en un hilo. Porque Kagome no estaba con ellos, porque era imposible saber si ella sería capaz de regresar a esta época.

La señora Higurashi miró al más pequeño de sus hijos con nuevas lágrimas formándose en sus ojos a pesar de no derramarlas. Cuando el niño se sentó a su lado lo abrazó por los hombros intentando darle confort y al mismo tiempo sentirlo cerca de ella, tratando de aferrarse a algo en esta pesadilla.

Esta pesadilla viva que rasgaba sus nervios.

Su cuerpo se encontraba adolorido por la posición en la que había estado desde que el día de ayer, cuando notaron la ausencia del portal durante la mañana.

A pesar de que Sota hizo sus mejores intentos para convencerla de al menos ir a desayunar, la mujer insistió en vigilar el templo donde solía permanecer el pozo. Sentada en las escaleras que conducían al pasaje la noche le encontró en las mismas circunstancias. Sin tocar el vaso de leche o los bollos dejados por su padre y su hijo.

Se removió aferrándose a la manta para mermar el frío sintiendo los ojos dolorosamente pesados. Por un momento, el sueño la venció mientras colgaba la cabeza sobre sus rodillas, se había exigido permanecer alerta durante dos días completos ahora siendo víctima de los estragos. Desafortunadamente, el sueño no vino como un alivio, sino todo lo contrario.

A su mente llegaban voces distorsionadas como si se trataran de demonios acechando y entre todas ellas se encontraba la única voz que reconocería sin importar el centenar de sonidos alrededor. Porque era la voz de su hija.

Mamá...

Y nuevamente un sobresalto la despertó cuando el ruido de alrededor parecía tragarse los llamados de Kagome. Volvió a parpadear buscando el pozo sin éxito.

Intentó controlarse, más, las lágrimas otra vez fluían como ríos interminables. Enterró el rostro entre los brazos que formaban un nido comenzando a temblar por la impotencia y el miedo.

Kagome ¿Estás bien?

La señora Higurashi tuvo otra noche sin dormir solo pudiendo contemplar aquel espacio vacío hasta romper la luz del siguiente día.


Prompt: Terror en insomnio.