Princesa consorte.
La noticia se esparció entre la población como cuando se rompe un cántaro de agua. Imposible de refrenar.
Había sido una catástrofe cuando la muerte del príncipe heredero Toga se divulgó entre la gente, dándole al pueblo un gran sentimiento de pesar ante la partida de aquel gran hombre.
Para todos, representaba la grandeza de un héroe encarnado que los llevó a tiempos prósperos y pacíficos. Sin embargo, ninguno se molestó en pensar sobre la mujer que solía sentarse a su lado, cuyo futuro había sido sellado desde el día que recibió la insignia como princesa consorte.
Finalmente se dejó el cuerpo en el mausoleo real tras los rituales para bienaventurar el espíritu de Toga hacia reencarnación, y ella tuvo que seguir a su esposo en el mismo camino, con la diferencia de ser plenamente consciente de todo.
El rostro impasible de Irasue nunca mostró más que solemnidad cuando era trasladada hasta la cripta delegada para ella. Con movimientos gráciles subió los escalones y se acostó sobre las riquezas de su sepulcro mirando luz por última vez.
El sonido de la piedra raspando fue acompañado por una sombra que se cernía sobre todo su cuerpo hasta que la tapa pesada selló hermética la tumba. Escuchó los rezos del monje antes de que las personas encargadas de enviarla con su príncipe se alejaran, volviendo sus pasos un eco anunciante de su soledad. De su muerte.
Su cabeza se negaba a procesar los eventos actuales, en un intento de no volverse demente. Solo se permitió suspirar de forma profunda aferrándose a las mangas de junihitoe entre sus dedos. Y cuando canalizó suficiente fuerza mental para resignarse, lágrimas fluyeron desde sus preciosos ojos dorados.
Tenía tanto miedo, tanto frío y desolación. Pero ninguno de estos era capaz de frenar al tiempo o al destino.
Prompt: Sepultado vivo.
