Ensalada
Había sido inútil intentar que aquella desequilibrada entrara en razón.
Tampoco había ayudado nada que Harry Potter estuviera de acuerdo en aquel plan demente que era de todo menos sensato.
¿Utilizar a Granger de cebo? ¿Y qué si ese perturbado la atrapaba y la mataba? ¿Cómo en el nombre de Merlín iba él a explicar que había dejado que una civil se pusiera a sí misma en peligro para atrapar a un asesino en serie?
La falta de profesionalidad e incluso de ética era tan rotunda que ni siquiera era capaz de asimilarlo del todo.
¡Por Salazar! Si incluso él, cuya moral se balanceaba habitualmente sobre el hilo invisible que separaba el bien del mal, veía lo terrible que era pensar siquiera en llevar a cabo esa idea.
Puede que muy en el fondo, en un lugar recóndito de ese fondo, fuera capaz de ver el punto de todo aquello y puede también que una parte de él, esa parte oscura y deleznable a la que había sepultado mucho tiempo atrás, se regodeara con la posibilidad de dar caza a ese cabrón de una forma tan brillante.
Pero el Draco Malfoy del presente era, ante todo, un auror que seguía las normas. Al menos la clase de normas que evitaban que los civiles acabaran muertos, el resto…en fin, no creía en la rigidez absoluta por lo que podía buscar los vacíos legales para manipularlas a su antojo.
—No —volvió a decir por enésima vez —es una locura.
—Es un plan perfecto, Malfoy —repitió ella de nuevo —él asesina a mujeres de cabellos y ojos castaños —fue señalando, una vez más, las fotos de las víctimas que habían sido puestas en un muro sobre una pizarra en mitad de la sala de reuniones —jóvenes, de entre veinticinco y treinta y cinco años, estatura media, constitución delgada.
Draco se presionó el puente de la nariz y cerró los ojos durante unos segundos.
—Ese es el problema, Granger —dijo en un susurro que sonó peligroso —que todas ellas se parecen a ti —cuando levantó los párpados sus ojos tormentosos, de un gris oscuro, como los de una nube previa a una tempestad, se clavaron en ella con intensidad —¿Has pensado en la posibilidad de que esté matándolas a ellas porque no puede matarte a ti?
El silencio que siguió fue ensordecedor.
Draco observó con ella tragaba saliva y como Potter fruncía ligeramente el ceño antes de colocarse las gafas, apoyándose en el respaldo de la silla.
—Yo… —ella carraspeó con incomodidad y se removió inquieta en su asiento —sí — la vio inspirar hondo, como si estuviera envalentonándose a sí misma. Malditos Gryffindor —lo cierto es que lo he pensado.
Potter y ella se miraron y Draco quiso gruñir cuando se dio cuenta de que parecían estar hablando de forma telepática, como si estuvieran manteniendo una discusión sobre la posibilidad de hacerle partícipe de lo que fuera que ambos sabían ¿Acaso era siquiera posible ese tipo de unión? Bufó, pero la bruja volvió a hablar.
—Cuando encontramos a Branstone, Harry y yo valoramos la posibilidad de que este asesino en serie estuviera… acercándose a mí, de alguna forma.
El rubio se cruzó de brazos, alzó una ceja y se mantuvo en silencio.
Si pensaban que era tan imbécil como para tragarse eso, estaban muy equivocados.
—He venido hasta aquí únicamente porque Shacklebolt y Lefrebvre me han pedido de forma muy… insistente, ayudar en este caso internacional. Pero no puedo hacerlo si el Jefe de Aurores y la Directora de Seguridad y Justicia Mágica de Inglaterra intentan mantenerme al margen ocultándome información —ella fue a hablar pero Draco no la dejó —esto funciona en dos direcciones, Granger. O trabajamos juntos o podéis olvidaros de mi intervención —sonrió de lado —yo me vuelvo a Francia y tú le explicas al Ministro por qué he declinado su educada petición de socorro.
—Nosotros no hemos pedido ayuda —masculló ella, contrariada.
—Bien —Draco se levantó con un fluido y elegante movimiento felino —si me disculpáis he de pedir que me preparen un traslador.
—Malfoy, espera —fue Potter quien, aun con el ceño fruncido, habló con seriedad —Hermione está algo frustrada pero sabemos que este caso es del Interaur nos guste o no. Si bien es cierto que tenemos dos asesinatos bajo nuestro paraguas, la realidad es que es un asunto internacional y hay que tratarlo como tal —le vio mirar de reojo a Granger que estaba tensa a su lado, casi como si le pidiera disculpas — compartiremos todo lo que sabemos o, más bien, lo que suponemos ¿Hermione?
Ella rodó los ojos pero se puso en pie, se acercó al muro y, con la varita proyectó un mapa y fue moviendo todas las fotos y anotaciones que había allí según hablaba.
—Hélène Lambert, asesinada en París, veintisiete años —La foto de una mujer que se veía sonriente al lado de un chico similar a ella que parecía ser su hermano flotó hasta situarse en la parte alta de Francia. La chica tenía los ojos grandes y marrones y el ondulado pelo castaño caía en torno a su bonito rostro —Élise Durand, Grenoble, veinticinco años —la imagen de la joven estudiante se puso al sureste del país — Renata Conti, treinta años—continuó Granger moviendo la siguiente fotografía un poco más al este hasta llegar a Italia —Verona. Maddalena Fiore —la siguiente imagen voló hacia el Sur del país —treinta y cinco años, Roma. Inés Rodriguez del Haro, veintinueve años, Madrid — el rostro de la joven madrileña se posición en el centro de España —Olivia López García, veintiséis años, Valladolid —colocó la foto y la siguiente flotó hacia Inglaterra —Anne Roberts, treinta y un años, Oxford. Y Eleanor Brandstone, veinticinco años, Godric´s Hollow.
—Bien, hasta ahí la información me la sé, Granger —murmuró Draco cruzándose de brazos mientras miraba el mapa con ojo crítico sin ver ningún patrón útil en todo aquello.
—Vale —dijo ella —ahora mira esto —a golpe de varita, sobre cada imagen fue apareciendo una letra mayúscula con la inicial de su nombre.
—Hijo de puta —exclamó Draco levantándose con brusquedad —pero espera —frunció el ceño mirando la imagen de Anne Roberts —¿No debería ser una A?
—Sí, por eso nos costó un poco verlo, es como si este… hombre —concluyó como si le costara referirse al asesino —hubiera hecho un acróstico con los nombres pero no tenía sentido hasta que descubrimos que a Anne todo el mundo la llamaba Nene
—¿Cuándo descubriste esto? —le preguntó a ella directamente. Porque sí, Draco sabía que había sido esa bruja inteligente y estúpida la que había descubierto aquello.
—Hace un par de días —respondió, y una pequeña arruga se formó en su frente —es todo especulativo, por supuesto, puede ser una casualidad…
Dracó soltó un bufido de risa que no tenía nada de humor.
—Por supuesto.
—Pero teniendo en cuenta los evidentes parecidos físicos de las víctimas conmigo la casualidad pasa a ser ciertamente… perturbadora.
—Maldita sea —Draco se levantó y se acercó al muro, contemplándolo con intensidad — Y supongo que creéis que ha llegado su momento ¿No? El momento de ir a por ti —dijo girándose para mirarla a ella —¿O tal vez esperamos que continúe con una víctima más? ¿Pensáis que seguiremos con un G? ¿Una Grace, tal vez? ¿Una Gisele? ¿Una… Ginevra? —miró a Potter que estaba tenso, con las mandíbulas apretadas y los ojos entrecerrados.
—Mi esposa —replicó con voz áspera —está protegida.
Los labios de Draco se arquearon en una sonrisa ladeada y levemente burlona.
—Es decir, la habéis metido en un lugar seguro hasta dar con este cabrón o bien que las dos sigguientes víctimas con la letra G aparezcan muertas —alzó las cejas y se encogió de hombros con fluidez —muy Slytherin de vuestra parte.
—No vamos a arriesgarnos —espetó Hermione encarándose con él —está embarazada y aunque no está contenta con la solución…
—Relájate, Granger. Yo habría hecho lo mismo —inspiró hondo y se volvió a sentar —trabajaremos con vuestro plan, entonces.
—¿Ahora no te parece tan malo, Malfoy? —preguntó la bruja sentándose al lado de Potter de nuevo.
—Me parece terrible —replicó sin mirarles mientras convocaba un pergamino, pluma y tinta —pero menos problemático ya que ahora jugamos con la… casi certeza, de que queramos o no, eres una posible víctima. Supongo que si te mata no podrán decir que fue falta de ética el ponerte en medio —añadió como si le dieran igual los posible daños colaterales.
Harry gruñó pero Hermione le puso la mano sobre la pierna pidiéndole que se calmara.
—Bien, pues pongámonos manos a la obra, si conseguimos llamar su atención pronto, evitaremos que busque una nueva víctima ¿No? Empujémosle a terminar su obra.
Una hora después los tres seguían allí, discutiendo sobre las posibilidades y sobre la mejor forma de poner en marcha un plan en el que no eran capaces de ponerse de acuerdo.
—Yo solo digo que así es imposible —estaba diciendo la mujer cuando alguien llamó a la puerta.
—Señor Potter —el ayudante de Harry entró con un par de bolsas en las manos —ha llegado la comida que pidieron al Caldero Chorreante.
—Gracias —él se levantó a cogerlas y cerró la puerta de nuevo.
—¿El Caldero? —Draco puso una mueca de desagrado —¿En serio?
—Desde que la familia de Hannah Abbot lo dirige ha cambiado mucho —respondió Hermione sacando las cosas de la bolsa de papel —la cocina es muy buena y la limpieza inmejorable.
—Que gran noticia —masculló el rubio olisqueando su comida —huele bien, le concederé eso, por ahora.
—No esperes cocina francesa elegante —le dijo ella con algo de retintín.
—En realidad no sabes nada de mí, Granger.
Ella se calló al escuchar el ligero toque de amargura en la voz del hombre y se sentó abriendo el envase de una ensalada.
—¿Eso vas a comer? —preguntó el rubio levantando la tapa de su guiso de ternera con patatas.
—Me gusta la ensalada —replicó Hermione a la defensiva.
—¿Es que eres una oveja?
—¿Sabes qué? —Le dijo ella con maldad — a veces me recuerdas a Ronald.
Draco se atragantó con una patata y Harry, sin poder evitarlo, soltó una risita antes de hundir su cuchara en su sopa de guisantes.
