Oficina

El tiempo transcurrió mucho más rápido de lo que Hermione hubiera pensado. Suponía que tener a Malfoy metido en su casa y en su vida veinticuatro horas al día iba a ser algo tan horrible que se asemejaría a una estancia en el infierno pero, al final, resultó ser una compañía más agradable de lo que jamás habría imaginado.

El tiempo les había cambiado a todos y pronto se encontró pensando que en el fondo era normal ¿Acaso Harry, ella o Ron eran los mismos que habían sido en la guerra? ¿Lo era George?¿Molly o Arthur?¿Ginny?Incluso Luna había cambiado.

Ninguno salió indemne de aquella época oscura que marcó sus vidas para siempre.

Sí, vencieron y el futuro dejó de ser aciago y aterrador para brillar con fuerza, para dar lugar a la más fiera esperanza.

Y así sería para las generaciones futuras, con suerte sus hijos y los hijos de sus hijos vivirían sin miedo, en libertad.

Por ellos habían luchado, por ellos lo habían dado todo…

Pero ¿Cómo podían olvidar la desesperación?¿Cómo no recordar la muerte, el miedo, el horror?

La misma Hermione había regresado a Hogwarts para terminar sus estudios y ese último curso estuvo marcado por la más absoluta tristeza.

Los muros de la escuela aún lloraban a sus muertos, incluso después de las reformas el ambiente en Hogwarts era agridulce. Las risas apenas se escuchaban en los pasillos, los estudiantes más mayores caminaban cabizbajos, intentando encontrar el camino de vuelta. Las clases perdieron su distensión y eran más serias, menos dinámicas, menos participativas. El patio, el Gran Comedor, la Sala Común… todos esos espacios que siempre rebosaron de vida y buen humor se veían desiertos, silenciosos y tristes.

Les costó mucho recuperar la sonrisa, empezar de nuevo y disfrutar de una vida que habían ganado a un costo demasiado alto.

Pero tampoco fue fácil para los que no regresaron. George cayó en una profunda depresión de la que le costó mucho tiempo salir y Ron pasó tanto tiempo llorando la pérdida de su hermano que su relación con Hermione se apagó antes siquiera de haber empezado a arder. Molly salió adelante por pura fuerza de voluntad, apoyándose en el resto de su prole mientras trataba de aprender a vivir con una pérdida que nunca llegaría a superar. Harry… él cargó con una culpa que no le correspondía y tardó años en perdonarse por haber sobrevivido mientras Tonks, Lupin, Fred y tantos otros caían en el camino.

Fue tan difícil que incluso diez años después continuaban tratando de curar las cicatrices que, en ocasiones, se reabrían por culpa de un olor, de un color, de un recuerdo…

Hermione suspiró y dejó la pluma sobre la mesa para apoyar la barbilla sobre su mano.

Llevaba toda la mañana en la oficina pensando en las dos últimas semanas y en lo diferente que era Malfoy.

¿Cómo había sido su post guerra? Pese al tiempo que pasaban juntos estaban lejos de ser siquiera amigos por lo que no se había atrevido a preguntar pese a la curiosidad que sentía, cada vez más grande.

Atrás había quedado el matón de la escuela, muy lejos estaba el niñato estúpido, cobarde y presuntuoso que se pavoneaba por Hogwarts como si fuera el dueño y señor. Ya no había nada de ese Malfoy prepotente que creía estar por encima del resto únicamente por la pureza de su sangre mágica.

El hombre que había colonizado su salón y vivía prácticamente en su sofá era valiente, práctico, inteligente y locuaz. Seguía siendo un prepotente y un presuntuoso pero suponía que aquella era una parte intrínseca de él, quizás incluso un rasgo más heredado que aprendido.

Además por lo poco que habían hablado de forma más personal, sabía que no se hablaba con su padre desde hacía más de ocho años y que apenas veía a su madre aunque mantenían un estrecho contacto postal. No tenía pareja aunque estuvo comprometido y vivía por y para su trabajo en la interaur.

En el fondo no eran tan distintos.

Ella no tenía relación con sus padres quienes vivían felices en Australia, ajenos al mundo de la magia y a que habían tenido una hija tiempo atrás.

Nunca pudo revertir el obliviate por lo que la guerra la había dejado tan huérfana como a Harry.

No tenía pareja aunque unos años atrás tuvo una relación con Theodore Nott que terminó cuando él se marchó a Nueva York a perseguir sus sueños.

Ella no quiso irse con él y él no quiso quedarse. Hermione creía firmemente que se querían, pero no lo suficiente como para sacrificar sus carreras profesionales por ello.

De modo que en la actualidad vivía por y para el Ministerio.

—Tenemos un aviso —la puerta de su despacho se abrió y Malfoy entró como si fuera el dueño del lugar —mueve el culo, Granger. Tenemos que irnos. Te vienes conmigo.

—¿Por qué?

Él no respondió, se marchó a paso vivo y ella tuvo que seguirle casi a la carrera.

—¡Malfoy! —la ignoró y ella aceleró el ritmo —¡Maldita sea, Malfoy, espérame!

El rubio frenó en seco y se giró a mirarla, en cuanto llegó a su lado, la cogió de la mano y se apareció.

—¿No podías avisarme? —dio un par de pasos inestables, pero él la sujetó y no la soltó hasta que vio que estaba firme sobre sus pies —¿Dónde estamos?

—Whiltshire —respondió él yendo hacia Harry que estaba unos metros más alejado —¿Qué tenemos, Potter?

El auror sacudió la cabeza en negación y Draco frenó en seco y echó la cabeza hacia atrás mirando al cielo.

—¡Maldito infierno! —inspiró hondo y se metió las manos en los bolsillos. Un par de segundos después se irguió y, con la voz de nuevo firme, continuó hablando —¿Y bien?

—Rachel Greengrass —murmuró el moreno señalando un banco cerca de un parterre de flores que había en el enorme jardín.

—¿Greengrass? —Hermione se acercó a ellos —¿Es familiar de Daphne Greengrass?

—Su prima —replicó Draco.

—¿La conocías? —preguntó la bruja con voz suave recordando que en el Colegio Daphne y él iban juntos.

—La había visto una o dos veces cuando… —negó y apretó las mandíbulas —no importa. ¿Algo nuevo?

—Todo igual —respondió Harry sin entrar en detalles conocidos.

—¿Han avisado a sus familiares?

—La encontró una de sus primas.

—¿Cuál? —Draco seguía tenso al lado de Hermione.

—Astoria —dijo el auror.

—Mierda

—¿Hay algún problema, Malfoy? —Harry se colocó las gafas y miró su reloj.

—Ninguno, si obviamos el hecho de que es mi ex prometida.

—No necesitas hablar con ella —intervino Hermione —Harry lo hará o yo, si es necesario.

El rubio alzó una ceja en un gesto altivo que a ambos amigos les recordó al Malfoy de antaño.

—Puedo lidiar con Astoria, Granger —sonrió sin humor —no creo ser su persona favorita en el mundo, al menos no lo era cuando decidió dejarme plantado tres meses antes de la boda.

—Que extraño que nunca se publicara nada de eso —murmuró Hermione en voz alta.

—En aquella época ser un Malfoy no era demasiado glamouroso… No es que ahora lo sea, por supuesto, pero entonces a nadie le importaba demasiado mi vida, sobre todo en Francia.

—¿Draco? —Una mujer rubia y elegante que estaba cerca de una enorme fuente de mármol abrazada a un señor algo mayor, levantó la cara al verle y con un gritito que a Hermione no le sonó para nada a desagrado, echó a correr y se tiró a los brazos de Malfoy —Oh Draco ¿Qué haces aquí? ¿Qué haces en Londres? ¿Te han contado lo que le ha ocurrido a la pobre Rachel? Yo la encontré… Merlín Draco, ha sido tan, tan horrible —sollozó pegada a él.

Harry y Hermione, sintiéndose incómodos y fuera de lugar, dieron un paso atrás, buscando la forma de salir de aquel lugar.

Ella, además de incomodidad, había sentido un pellizco de algo parecido al desagrado al ver aquella estampa y eso la enfadó sobremanera.

¿Acaso era tan mezquina como para sentir celos? Por las barbas de Merlín, una cosa era sentirse cercana a Malfoy por las similitudes de sus patéticas vidas y otras sentir celos porque la de él fuera, con mucho, menos patética.

La curiosidad sobre su relación con la pequeña de las Greengrass creció exponencialmente pero, sabiendo que ni era de su incumbencia ni se enteraría jamás, decidió poner pies en polvorosa y volver a la oficina en cuanto le fuera posible.

Se enteraría de los pormenores de lo ocurrido con el informe de Harry y además, aquel nuevo crimen significaba que tenían que volver a empezar y coger el listado ya filtrado de las brujas cuyo nombre empezaba por A.
Estaba a punto de excusarse para volver al Ministerio cuando miró a Malfoy y vio que él la contemplaba con una extraña expresión en su afilado rostro.

Una expresión que decía, claramente: Ni se te ocurra marcharte de aquí o tomaré represalias en cuanto estemos solos.

Parpadeó.

¿Cuándo se había vuelto experta en leer la cara de Malfoy? ¿Y por qué él parecía tan incómodo?

Tal vez no había perdonado a la mujer por dejarle plantado casi en el altar ¿O habría algo más detrás de aquella historia?

Los ojos grises del hombre se abrieron un poco más, como si estuviera pidiéndole algo y, para su sorpresa, Hermione le entendió.

Carraspeó y apretó el brazo de Harry para llamar su atención.

—Disculpa. Astoria Greengrass ¿Verdad?

La chica se giró para mirarla, sorbiendo delicadamente por la nariz y suspirando.

—¿Sí?

—Harry necesita que le acompañes —dijo con seguridad —es el Jefe de Aurores y necesita hablar contigo.

—Por supuesto —se colocó un poco mejor el elegante vestido y, con la mano aún apoyada en el pecho de Draco le miró, expectante —¿Me acompañas?

—Oh, lo siento, Malfoy —interrumpió de nuevo Hermione —pero necesitan tu ayuda con las pruebas.

—Claro —dijo el rubio soltándose del agarre de Astoria —si me disculpas, Astoria.

—¿Estás trabajando en este caso? —preguntó ella, indignada —¿Es por eso por lo que estás aquí? ¡Debí haberlo imaginado! —dio una patada al suelo y resopló —¿Por qué otro motivo ibas a estar? ¡Desde luego no por mí!.

Ignorándola, Draco tomó a Granger por el antebrazo y casi la arrastró hacia el banco dónde había estado el cuerpo hasta que el equipo de medimagos de los aurores se la habían llevado, sabiendo que Astoria no les seguiría hacia allí.

—Voy a querer que me cuentes esa historia, Malfoy —susurró la bruja entre dientes.

—No es asunto tuyo, Granger.

—Tú has hecho que sea asunto mío —se frenó hundiendo los talones en la grava —siempre puedo decirle a Astoria que ya no necesito tu ayuda….

Él gruñó.