Internet
—¿Qué ocurrió con Astoria?
Hermione había logrado mantener a raya su insana curiosidad durante dos días.
Habían sido cuarenta y ocho horas completamente extenuantes que apenas les habían dejado tiempo para hablar de otra cosa que no fuera del caso, de las posibles bajas y de la última víctima y su círculo más íntimo.
Harry interrogó a los más allegados de la familia Greengrass así como a todo el personal doméstico, elfos incluidos. También buscaron entre los amigos, viejos y nuevos e incluso indagaron sobre sus últimos pasos y siguieron cada baldosa que pisó hasta llegar al banco en el que fue hallada.
De nuevo todo lo que tenían era una absoluta y gran "nada".
Malfoy se había dedicado con ahínco a seguir cada una de las pistas que habían creído tener tras la conversación que tuvo con Daphne quien, a diferencia de prácticamente todos los miembros de su antigua casa de Hogwarts, era una persona dulce y respetuosa que estaba verdaderamente afectada por lo ocurrido.
Ella recordaba que su prima había acudido a la última fiesta de la señora Grengrass acompañada de un mago que trabajaba como pocionista freelance y vendía sus productos al Boticario del Sr Mulpepper en el Callejón Diagon y a la Botica de Pipper & Phibs en Hogsmeade.
Fue imposible encontrarlo. El hombre parecía un fantasma.
No ayudaba que nadie pareciera recordar como era, o algún distintivo que pudiera servir para hacer un retrato robot o siquiera una idea de sus rasgos.
Era normal, una persona en la que nadie parecía fijarse, ni muy pálido ni muy moreno, con el pelo ni demasiado claro ni demasiado oscuro, con los ojos castaños, mediana estatura…
Incluso donde el señor Mulpepper decía que recordaba a un chico de pelo castaño oscuro y ojos verdosos, la boticaria Pepper insistía en que tenía el pelo de un castaño claro con los ojos negros.
Fue un callejón sin salida porque no había contratos mágicos vinculantes ni documentos que pudieran atestiguar la colaboración del sospechoso con las boticas y sus pociones.
Frustrados, siguieron enfrascados en las investigaciones dejando a un lado al novio de Rachel Greengrass.
—Ya te lo dije —murmuró Malfoy sin dejar de leer el informe que tenía entre las manos.
Estaban en el salón de Hermione sentados alrededor de la mesa sobre la que multitud de papeles, anotaciones, fotografias y copias de los interrogatorios se desperdigaban sin ton ni son por la superficie.
—No, en realidad no me lo has dicho. Te advertí que querría saber la historia.
—Es pasado, Granger —replicó él masticando las palabras —el pasado es mejor no removerlo, creo que ambos lo sabemos bien.
—Dijiste que rompió el compromiso ¿Por qué lo hizo?
—Granger eres un grano en el culo —siseó finalmente tirando el pergamino sobre los demás —No ocurrió nada grandioso ni novelesco, nada digno de mención. Ella se cansó de… arrolladora personalidad y decidió dejarme antes de unir su vida a la de un auror que nunca iba a recuperar ni el estatus ni la fortuna que tenía anteriormente.
—Los Grengrass nunca han sido excesivamente puristas —dijo Hermione dándose golpecitos con la pluma sobre los labios —¿Por qué iba a importarle a Astoria tu estatus?
—No el de sangre —replicó —el estatus social —se encogió de hombros —antes de la guerra el apellido Malfoy tenía mucho peso en la sociedad mágica. Nuestro nombre era casi reverenciado —sonrió de lado —ya sabes, la vieja aristocracia, supongo. Eso cambió después de los juicios y aunque seguimos siendo los mismos, la sociedad ha cambiado su visión general y ahora el apellido Granger, Potter, Weasley e incluso Lovegood, tiene más peso en el nuevo orden de las cosas que el mío.
—¿Os comprometisteis siendo niños? —preguntó ella horrorizada.
—No
—¿Entonces?
—Nos comprometimos en Francia mientras yo estaba terminando mi formación como auror.
—No lo entiendo —ella frunció el ceño, tratando de atar los cabos sueltos que le descuadraban —si cuando os comprometisteis tu apellido ya había caído en desgracia ¿Cómo es posible que afectar a tu relación la falta de estatus?
—Astoria pensaba que mi herencia suplía con creces mi falta de… posición social. Además en Francia el asedio a los Malfoy y la crítica a su errónea afiliación en la guerra, no es tan… intenso.
—Sigo sin entenderlo.
—Mi padre no quería que me casara con una Greengrass.
Hermione rió bajito.
—¿Por qué motivo? —abrió los ojos con evidente sorpresa —quiero decir, sangre pura, dinero, belleza…
—Son unos arribistas… según mi padre, por supuesto. Nuevos ricos que, pese a su sangre pura no dejan de ser gente sin la suficiente clase para entrelazar su apellido con el de los Malfoy.
—¿En serio Lucius sigue pensando así después de todo? Lleva diez años sin salir de Malfoy Manor pero ¿Acaso no le llega la prensa? ¿No es consciente de lo mucho que ha cambiado el mundo en los últimos años.
—No lo sé —respondió él jugando con una de las plumas que había sobre la mesa —Cuando mi padre me prohibió casarme con Astoria le dije que podía meterse por el culo su herencia, su petulancia y sus consejos ya que el último de ellos me dejó de mierda hasta las orejas —se tocó con la punta de un dedo el antebrazo —después de este regalito no volví a dejar que Lucius controlara mi vida. Jamás.
—¿Te enfrentaste a él por Astoria? —Hermione se mordió el labio para no suspirar —vaya Malfoy… eso es… eso fue… creo que romántico.
Lo dijo con tanta incredulidad que Draco no sabía si reír o sentirse ofendido.
Finalmente decidió ignorar el comentario.
—Curiosamente ella también lo pensó… Al principio. Creo que pensó que eventualmente las cosas cambiarían pero, al pasar el tiempo y que la relación con mi padre lejos de solucionarse se enfriara cada vez más hizo que Astoria empezara a ponerse nerviosa. Además —inhaló con fuerza —puede que no ayudara demasiado mi incapacidad de mantener una relación lo suficientemente alimentada de o mi dificultad para generar lazos afectivos.
Ella resopló.
—¿No generar lazos afectivos? ¿Ni siquiera con tu prometida?
—Bueno —el rubio frunció el ceño, como si realmente estuviera pensándolo —siempre pensé que nos casaríamos —su boca se arqueó en una media sonrisa —podría decirte que la amaba y todas esas chorradas melodramáticas de los libros románticos, pero lo cierto es que no lo sé. Me gustaba, era divertida y muy hermosa, elegante, bien educada, con un comportamiento exquisito —expiró con brusquedad —pero supongo que prioricé mi trabajo y eso me pasó factura a la larga.
Hermione se cruzó de brazos y subió las piernas a la silla hasta apoyarlas contra su pecho.
—Lo entiendo —sonrió con incomodidad —mi relación con Theo terminó por priorizar nuestras carreras y, sin nadie que quisiera ceder en ese punto, fue imposible seguir adelante.
Malfoy arrugó el ceño y la miró con la cabeza ladeada.
—¿Theo?
—Theodore Nott —constató la mujer.
Draco alzó una ceja burlona y sacudió la cabeza, incrédulo.
—Joder, siempre pensé que era gay.
Ella abrió la boca y la cerró con los ojos muy abiertos.
—Pues déjame asegurarte que no lo es —sonrió, una sonrisa tan Malfoy que el rubio se estremeció al verla en su cara —no es para nada gay.
Draco hizo un gesto displicente con la mano restando importancia al asunto.
—En Hogwarts era un comelibros, como tú. Tenía la vida social de la señora Pince y creo que en el Baile de Navidad del Torneo de los Tres Magos fue solo y permaneció toda la noche sentado al lado de una fuente de chocolate.
—La percepción que tenemos del pasado visto con los ojos de un adulto es… interesante. Theo y yo estudiábamos a veces en la biblioteca juntos ¿Sabes? Nunca comulgó con las ideas supremacistas que imperaban en Slytherin pero era un superviviente y mantuvimos nuestra amistad en secreto para que no tuviera problemas en su casa. Así que aunque su vida social no fuese la tuya, desde luego tenía amigos, yo incluida. Y fue solo al Baile de Navidad porque no podía ir conmigo a riesgo de meterse en un buen lío y convertirse en el blanco de las burlas de todas las serpientes. Fue mi primer beso —sonrió al recordar —además se quedó sentado al lado de la fuente realizando un cálculo aritmántico para comprender cómo habían conseguido hechizar el chocolate para mantener una temperatura constante durante toda la noche.
Draco rechinó los dientes.
—Si era tan perfecto y maravilloso ¿Por qué no está aquí?
—Como te dije, ninguno de nosotros quiso dejar a un lado su carrera. Nuestros futuros eran simplemente incompatibles.
—Vaya, que… pragmáticos. Toda una relación de amor pasional, fogoso e intenso.
—Tampoco parece que tu relación con Astoria se basara en la intensidad y la pasión.
Ambos se miraron con los ojos entrecerrados y, con un sobresalto, los dos se dieron cuenta de que se habían inclinado en la mesa el uno hacia el otro hasta que sus narices casi se tocaban y sus alientos se entremezclaban de forma íntima, como un beso intangible.
Se retiraron a la vez, como si la polaridad se hubiera invertido y se hubiesen repelido con inesperada fuerza.
—Bien —Hermione carraspeó y se levantó de su sitio para acercarse al escritorio en el que tenía el ordenador.
—Bien —repitió Draco con otro carraspeo.
—Haré una búsqueda en internet para ver si consigo encontrar algo en las redes sociales de las víctimas muggles. Tal vez se nos haya escapado algo que pueda servir de ayuda.
—Bien
Repitió el rubio una vez más sin siquiera preguntar a Granger qué demonios era internet y qué era una red social.
Estaba demasiado confundido recordando la cercanía de la mujer ¿Había estado alguna vez tan cerca de Granger antes? ¿Se había fijado alguna vez en aquellas pequeñas pecas que se esparcían sobre su nariz como si una doxy juguetona hubiera diseminado su polvo de hadas por su piel? ¿Se había dado cuenta en alguna ocasión previa en que sus ojos no eran solo castaños si no que se asemejaban más bien a la tonalidad del ámbar o a la del whisky de fuego añejo que solía servir su padre en las ocasiones más especiales?
Horrorizado por el cariz que estaban tomando sus pensamientos, cogió de nuevo el informe que había estado leyendo y utilizó la oclumancia para volver a construir las barreras de su mente una vez más.
Compartimentar, aislar, poner a cada cosa en su lugar.
