Teléfono
Cuando la fiesta llegaba al final, Draco acompañó a Hermione al punto de aparición del vestíbulo y maldijo cuando vio a Astoria cerca, esperando.
—Merlín —susurró Hermione con una risita algo alcohólica que evidenciaba que había tomado una o dos copas de más —es una mujer persistente.
—Es vergonzoso, en realidad —replicó él que empezaba a encontrar demasiado desagradable el acoso de la rubia —aunque sólo fuera por orgullo yo tendría bastante con una negativa.
—Me da un poco de pena —dijo ella.
Draco puso los ojos en blanco.
—Solo tú podrías sentir lástima de una acosadora, Granger.
—Bueno ¿Y si está muy enamorada? —preguntó arrastrando un poco las palabras.
Él rió con sequedad.
—No lo está. Además debo decir que encuentro su actitud desagradable. Nunca me ha gustado que se me tiren encima de esa forma, la verdad.
—Cualquiera lo diría —replicó ella con malicia —parecías muy feliz en Hogwarts cuando Parkinson se te tiraba encima.
Draco la miró fijamente alzando una perfecta ceja rubia.
—Vaya Granger —susurró con la voz un poco más baja de lo habitual —nunca imaginé que te fijaras en mi en el colegio…
—No me fijaba —le dijo con cierto horror —siempre creí que eras un hurón estúpido, prepotente, terriblemente clasista y… un matón, eso. Un matón de tres al cuarto.
—¿Yo un matón? —él se tocó la mandíbula con el pulgar, sonriendo de lado —tú fuiste quién intentó partirme la cara en tercer año.
Ella, para su deleite, se sonrojó.
—Bueno, lamento decirte —habló en un murmullo acercando la boca a su oído ya que se acercaban al grupo de gente que iba apareciéndose —que voy a acompañarte a casa.
—Malfoy —ella le miró con ojos brillantes de buen humor —te recuerdo que estás, de hecho, viviendo en mi sofá.
—Lo sé, pero en aras de tu buena reputación, iba a dejarte aquí, en el punto de aparición y seguirte después.
—¿Y ya no lo vas a hacer?
—Me temo que tu reputación me preocupa menos que mi seguridad.
Hermione rompió a reír, sin darse cuenta de cómo les miraba la gente que había alrededor.
—¿Te da miedo Greengrass?
—Digamos que no quiero correr riesgos innecesarios con una serpiente decidida.
—Pobre Malfoy —susurró ella.
—¿Dónde vas? —Astoria sujetó la manga de Draco y tiró de él.
A Hermione le recordó a una niña pequeña y consentida que no se salía con la suya y estaba a punto de tener una rabieta.
—Suéltame, Astoria —siseó el rubio con altivez —creí que te había quedado clara mi… negativa ¿Acaso nunca te han dicho que no?
La mujer parpadeó y miró a su izquierda donde un reportero de El Profeta miraba con curiosidad la escena.
—Estuvimos prometidos —murmuró la mujer entre dientes.
—La conjungación del verbo es importante, Astoria, pretérito perfecto simple, no presente —se soltó de su agarre y guió a Hermione al lugar en el que se aparecerían.
—¿Te vas con ella? —espetó en un tono demasiado agudo que hizo que algunas cabezas se giraran a mirarla.
—¿De verdad no es obvio? —resopló con evidente molestia y la ignoró.
—¡Draco!
—Realmente, señorita Greengrass —dijo Hermione en un tono diplomático y cortés —no es el momento ni el lugar de dar un espectáculo.
—¡Draco! —gritó ignorando el consejo de Granger —¡Nos íbamos a casar! ¡Me equivoqué pero me he arrepentido! Deja de hacer el ridículo con esa… esa… rata de biblioteca y ten un poco más de sentido común ¡Yo te quiero!
El vestíbulo se quedó en el más absoluto silencio y el reportero de El Profeta había sacado una cámara y un vuelapluma, incapaz de no inmortalizar el momento.
—Yo a ti no te quiero—se escuchó la voz fría y aristocrática de Malfoy reverberando por el hall —haz caso de tu propio consejo y deja de hacer el ridículo —sujetando con una mano el brazo de Hermione mientras con la otra la empujaba con suavidad por la espalda, se alejó hacia el punto de aparición y, con una expresión altiva recorrió el vestíbulo con la mirada antes de aparecerse con Granger a su costado.
—Oh Dios mío —Hermione se echó las manos a la boca cuando llegaron a su casa y le miró con ojos desorbitados —¿Viste a ese reportero? Caminó hacia el sofá y se dejó caer en él ¡Nos fotografió! —se apoyó en el respaldo y cerró los ojos sintiéndose levemente mareada —¿Qué dijiste de mi reputación?
—Vamos no seas exagerada Granger, puede que mi apellido está un poco opacado pero ya no es tan terrible como hace unos años, he trabajado muy duro para dejar de ser un paria de la sociedad.
—Oh no es por eso, Malfoy —ella hizo un gesto displicente con la mano restando importancia a su comentario — odio ser el centro de atención… que mi vida pueda estar en boca de los demás me resulta… desagradable.
—Bueno, cualquiera pensaría que tienes experiencia… tienes un cromo propio en la colección de cromos de las ranas de chocolate, por no hablar que durante años salías cada día en la prensa del mundo mágico.
Ella suspiró.
—Por eso… odié toda aquella atención cada día.
Él sonrió.
—Quieres decir que a la bruja más inteligente de nuestra generación, a la chica dorada, a la futura ministra de magia ¿No le gusta ser famosa?
Ella se estremeció.
—No me llames así, es… horrible. Durante un tiempo ni siquiera podía salir a pasear por el Callejón Diagon sin que alguien me hiciera una foto o me parase para hablar conmigo. Recibí cartas de amor de magos a los que ni siquiera conocía, algunos apenas unos niños y otros con edad para ser mi padre —sacudió la cabeza con incredulidad —fue estresante. Únicamente Ronald parecía disfrutar de ello.
—Por qué será que no me sorprende.
Hermione le ignoró y no dijo nada cuando se sentó a su lado.
— ¿Crees que saldremos mañana en El Profeta? —le preguntó al cabo de un rato.
—Posiblemente —respondió él con los ojos cerrados.
—Mierda.
—Con un poco de suerte eso hará que Astoria me deje en paz durante el tiempo que me quede en Londres.
—¿Volverás a Francia? —preguntó la mujer al cabo de un rato.
—En cuanto pueda —respondió de forma terminante.
—¿No echas de menos Inglaterra?
Draco se dio cuenta de que la mujer arrastraba un poco las palabras y supuso que las copas que se había tomado le estaban pasando factura y estaba algo amodorrada, envuelta en un ligero sopor etílico.
—Algunas veces.
—¿Y no te arrepientes de haber renunciado todo por ella? Es extraño que rechaces a una mujer por la que lo dejaste todo.
—Lo dejé todo por la mujer que creía que era, Granger, que no es lo mismo.
El silencio cayó de nuevo sobre ellos durante un buen rato hasta que Hermione lo rompió.
—En ocasiones me pregunto cómo sería mi vida si yo hubiera renunciado a todo por Theo, si me hubiese ido con él…
—¿Y te arrepientes de no haberlo hecho? — él le devolvió sus palabras.
La vio sonreír y, una vez más, se encontró preguntándose cuándo se había convertido en esa mujer tan… hermosa.
—No. ¿Quién de los dos fue más valiente, Malfoy? ¿Tú por dejarlo todo por ella o yo por no sacrificar nada por él?
—Yo no fui valiente —replicó Draco —fui un idiota.
—No creo que fueras un idiota, supongo que estabas enamorado.
Draco más bien creía que había estado cegado por la belleza de Astoria y por la posibilidad de que hubiera alguien que realmente pudiera quererle por ser él mismo.
Después de la guerra estuvo mucho más jodido de lo que nadie sabría jamás, las heridas psicológicas que arrastraba le habían llevado a alejarse de todo y de todos, a empezar de cero fuera de la influencia de su padre y de su apellido. Cuando se encontró con las Greengrass que estaban de viaje en París, Astoria había sido como un soplo de aire fresco. Risueña, alegre, cariñosa… le había hecho creerse el centro de su mundo y algo de su antigua confianza en sí mismo había regresado a él.
Pero todo había sido mentira. No era mala chica, pero era joven, ambiciosa y muy astuta. Según Daphne sí le quería, a su manera. Le amaba de una forma egoísta y con condiciones. Esperaba de su parte una atención constante por lo que odiaba el trabajo de Draco y, aunque en un primer momento creyó que era muy romántico el que él renunciara a su herencia por ella, cuando se dio cuenta de lo que eso significaría, dejó de parecerle algo bueno y empezó a buscar alternativas que terminaron siendo otros magos más dispuestos a mantenerla de la forma que ella quería.
Quizás en otra época, en lo que ahora parecía otra vida, Draco habría aprendido a conformarse, Merlín sabía que Astoria Greengrass era bonita, inteligente, dulce cuando se salía con la suya y lo suficientemente buena en la cama para mantenerle contento, además el amor no era algo necesario en realidad y, él bien sabía, no había ninguna otra mujer en el mundo mágico que quisiera ver su apellido unido al de un ex mortífago que se había convertido en un paria social.
—No lo estaba —murmuró en voz muy baja —pero supongo que no quería estar solo.
Hermione no pudo evitar sentir un nudo apretarse en su corazón y, en un impulso le tomó de la mano y la apretó en un gesto de consuelo que habría sido algo normal con Harry o con Ron pero que con él tuvo un extraño efecto en ella.
Le sintió tensarse pero no soltó su agarre y, tratando de ignorar la incomodidad que estaba sintiendo por aquella estúpida e impetuosa decisión, se quedó allí, con sus dedos entrelazados a los de Malfoy en un agarre flojo, sin apenas respirar y tratando de entender qué estaban haciendo.
Al parecer era la única que pensaba que aquello había sido una mala idea porque Draco se movió hasta quedar más cerca de ella y sintió cómo su muslo se apretaba contra el suyo y cómo el hombre se inclinaba hacia ella lentamente, tan lentamente que Hermione empezó a escuchar su corazón golpear como un tambor tribal contra su caja torácica.
¿Qué hacía? ¿Y por qué ella no le empujaba? ¿Qué era aquella expectación, esos nervios que hacían que le sudaran las manos y le temblara todo el cuerpo?
—Granger, creo que…
Antes de que él pudiera terminar su frase el estridente ruido del teléfono les hizo dar un salto y ambos se separaron como fuerzas de igual polaridad que se hubieran acercado demasiado.
—¿Qué cojones?
—Mi teléfono.
—¿Tú qué? —Draco se levantó mirando a su alrededor con la varita en la mano.
—Tranquilo Malfoy es mi teléfono —se apresuró a ir hacia una pequeña mesita en un rincón y cogió un aparato negro lleno de números que Draco había visto en alguna ocasión sin saber muy bien la utilidad que tenía —me pregunto quién puede ser a estas horas… —ella toqueteó ese artilugio muggle y se lo puso en la oreja —¿Diga? ¿Hola?…. ¿Diga? —Hermione frunció el ceño —¿Hola?
—Memento mori —dijo una voz grave y oscura al otro lado de a línea. Un segundo después la llamada se cortó.
Draco vio cómo la mujer empalidecía y como dejaba caer el aparato al suelo, su mano inerte y sus ojos desenfocados.
—Ey ¿Qué pasa? —se levantó hacia ella y la sujetó por los antebrazos. Ella tembló y él buscó su mirada sin soltarla —Granger ¿Qué pasa? —la sacudió levemente —Hermione…
Aquello pareció sacarla de su estado de catatonia y le miró, lamiéndose los labios que sentía repentinamente secos.
—Era él —susurró aferrándose también a sus antebrazos —Era el asesino del caracol.
