Química
Una semana después Draco aún no había conseguido una mujer.
Claro que era condenadamente dificil encontrar una dispuesta cuando toda la prensa inglesa se había hecho eco de lo que había ocurrido en la fiesta de Halloween del Ministerio y, siendo los periodistas como eran, habían exagerado la publicación hasta el punto de montar todo un triángulo amoroso entre la despechada Astoria Greengrass, la famosa heroína de guerra Hermione Granger y el antiguo mortífago redimido que había conseguido el perdón de la hija de muggles más querida del mundo mágico.
Siendo así, ninguna bruja de Inglaterra se atrevía siquiera a mirar a Malfoy con algo que no fuera prudencia y asombro porque ¿Quién iba a quitarle el novio a la mejor amiga del niño que vivió para acabar con Voldemort y devolver la libertad a todos?
Draco se había convertido en El Intocable.
Maldita fuera su suerte. ¿Cómo no iba a querer largarse cuanto antes de aquel país en el que además de todo tenía que vivir en castidad?
Tampoco ayudaba nada la atracción que seguía sintiendo por Granger, quien parecía haber desarrollado una comodidad con él similar a la que tenía con Potter y Weasley y se paseaba por la casa con pijamas indecentes que se pegaban a sus curvas, haciendo que Draco pasara la mitad del tiempo con el cojín encima y la otra mitad dándose duchas de agua helada que no eran nada agradables a primeros de Noviembre.
La mujer le tocaba como si fueran amigos, con pequeños roces inocentes que le hacían hervir la sangre, Merlín incluso una vez le había abrazado ¡A él! ¿En qué realidad alternativa aquello era normal?
En la misma en la que tú te pasas el día imaginando formas de meterte debajo de tanga rojo…
Se frotó el rostro entre las manos y clavó los ojos en el informe que había sobre la mesa.
Estaba en el jodido Ministerio, con una erección tamaño XXL y no era capaz de pensar en cómo se vería comelibros Granger con aquel pequeño tanga que había presidido sus sueños los últimos siete días.
—… y por eso creo que deberíamos centrarnos en establecer un plan de acción ¿No te parece, Malfoy?
¿Estaba Potter hablando con él? Mierda.
Con el rostro impasible, levantó la vista, le miró y asintió.
—Por supuesto —dijo sin tener ni puñetera idea de a qué había dado su confirmación.
Potter asintió y Granger frunció ligeramente el ceño.
—¿No crees que es más inteligente —empezó diciendo la mujer —centrar nuestros esfuerzos en la protección de las posibles víctimas?
Draco pensó en ello y dejó a un lado sus necesidades físicas para trabajar ya que era, al fin y al cabo, por lo que había regresado a Londres y por lo que le pagaban.
—¿No es posible hacer las dos cosas? —preguntó mirando a Potter
—No tenemos suficientes efectivos —Harry se acarició el puente de la nariz, se quitó las gafas, las limpió y se las volvió a colocar —El Campeonato de Quidditch Solidario —dijo mostrando un dedo — los robos que están sucediendo en los comercios del Callejon Diagon —dijo mostrando un segundo dedo —el Torneo de los Tres Magos en Hogwarts…
Draco arrugó la frente, pensativo.
—El Torneo se celebra cada cinco años ¿No es cierto? —hizo un rápido cálculo mental — No debería ser este año.
—La guerra tuvo… consecuencias —dijo Hermione —el Torneo en el que Harry participó —empezó diciendo —su amigo carraspeó —en el que se vio obligado a participar —corrigió —fue en 1994 y el siguiente debería haber sido en 1999. Pero ese año, justo después de la reconstrucción y la resaca post guerra, no era un buen momento para hacerlo y MacGonagall no creyó oportuno instaurarlo nuevamente hasta el curso del 2003, de modo que esta será la segunda edición del Torneo desde que acabó la guerra.
—Nos pidió refuerzos, ya sabes que no siempre es algo seguro —añadió Harry haciendo una mueca al recordar la muerte de Cedric.
—Bien, entonces que los aurores se centren en la protección de las posibles víctimas y nosotros estableceremos el plan de acción —señaló a Hermione —Granger puede seguir haciendo lo que más le gusta —arrugó levemente la nariz —comerse todos los informes y los libros que vea para ver si encuentra… —se encogió de hombros —cualquier cosa que sea que pueda encontrar ahí, una pista o qué se yo —dibujó círculos en sus sienes con las yemas de los dedos.
—Creo que el enfoque que le estamos dando a esto —replicó Harry —no nos está llevando a ningún lado porque nos estamos centrando en las víctimas pero deberíamos centrarnos en el asesino.
—¿Cómo vamos a hacer eso si no sabemos quién es, Harry? —preguntó Hermione.
—Pero sí sabemos cosas sobre él o al menos podemos intentar ser lógicos en las posibilidades—el auror alzó una ceja y se cruzó de brazos —por ejemplo, te llamó desde una cabina telefónica, asesinó a algunas muggles… creo que es mestizo o hijo de muggles.
Draco entrecerró los ojos mirando a Potter.
—Sigue —dijo con seriedad, siguiendo el hilo de los pensamientos de su antiguo enemigo escolar.
—No encontramos trasladores activos a Francia, Italia o España en las fechas en las que estuvimos buscando y es cierto —añadió al ver que su amiga le iba a interrumpir —sabemos que puede haber utilizado un traslador no autorizado e incluso intentar una aparición a larga distancia… peligroso, pero posible. Aunque también, si es mestizo o hijo de muggles, ha podido utilizar el trasporte aéreo no mágico con mucha facilidad. Eligió tres países por algo ¿Familia allí? ¿Trabajo? ¿Algún vínculo?
—Deberíamos buscar en Registros un listado de mestizos o hijos de muggles con algún vínculo con esos países —dijo Draco
—Con los tres o con al menos uno de ellos.
—Creo que puede funcionar —replicó el rubio.
—Hablaré con Melisa —murmuró Hermione.
—Reforzaré las protecciones —dijo Harry poniéndose en pie —iros a casa —miró la hora y ahogó un bostezo —manda un memo a Melisa y vete, Hermione. Mañana seguiremos aquí.
Cuarenta minutos después estaban de nuevo en la casa de Granger y él volvía a tener el puto cojín sobre su regazo.
Ambos se encontraban recostados en la cama de Draco porque, cansados de montar y desmontar ese sofá transformable, habían decidido dejarlo desplegado todo el tiempo, con la consiguiente consecuencia de tener que sentarse juntos día tras día en esa cama en la que él, después, terminaba masturbándose pensando en la bruja a la que se había pasado media vida odiando.
La ironía de todo aquello era ciertamente desternillante, si fuera capaz de reírse teniendo en cuenta el dolor de testículos con el que cargaba en la última semana.
Granger soltó una carcajada musical cuando el enorme troll verde con superfuerza de la pantalla, daba un puñetazo al dios nórdico malvado que había llenado Nueva York de extraterrestes y Draco no pudo evitar mirar su boca y preguntarse por enésima vez, que habría pasado si ese maldito teléfono no hubiera sonado cuando el casi beso tuvo lugar la noche de la fiesta de Halloween.
No habían vuelto a tener un momento similar desde entonces y Draco había llegado a pensar que ella ya no recordaba lo que casi había ocurrido entre los dos.
No entendía qué le estaba ocurriendo aunque recordaba una misión que tuvo un par de años atrás. Tuvo que incursionar con un equipo de asalto en un laboratorio muggle, dónde una bruja había decidido experimentar mezclando ingredientes de pociones con productos químicos y había terminado intoxicando a media manzana de oficinas antes de explotar junto con su caldero y la mitad del laboratorio.
Aquel día Draco había aprendido lo que era una reacción química, algo que, además, era muy fácil de entender para un hábil pocionista como él ya que el principio era similar.
Cuando los enlaces químicos entre átomos se rompen, se forman nuevos enlaces y eso sucede gracias a los elementos reactivos que, tras la reacción química se convierten en productos.
Hermione y él eran como raíz de jengibre y jugo de alihotsy, ingredientes que, juntos en el caldero a cierta temperatura, reaccionaban hasta convertirse en filtro de histeria solo que, en su caso, para Draco, él y Granger dentro de aquella casa que bien podía ser el caldero, era como convertirse en filtro de lujuria.
¿Acaso ella no se daba cuenta? ¿No sentía ni un poco de esa absurda y descabellada atracción? Pensar que únicamente él se sentía así le resultaba absolutamente humillante de modo que, mientras ella seguía mirando aquel pensadero muggle con una sonrisa en su rostro, Draco se juró que, antes de marcharse de vuelta a Francia, aquella ingrata iba a sentirse exactamente igual que él.
