Montaña
Si Hermione había creído que el día después podría ser incómodo tras su primera vez juntos, dejó de pensarlo tras la tercera ronda.
Habían pasado casi toda la noche despiertos, descubriendo sus cuerpos, investigando cada rincón, cada curva, cada lugar erógeno del otro.
Apenas habían hablado con palabras, pero entre susurros prohibidos, gemidos y besos, se conocieron de la forma más íntima posible.
Durante esas horas robadas al tiempo se perdieron juntos, olvidándose del exterior, del caso que tenían por delante, de su pasado, de su presente y su futuro.
Nada importaba. Nada que no fuera el próximo beso, la próxima caricia, el próximo clímax.
Así que cuando Hermione se despertó, no encontró extraño que la mano de Malfoy estuviera sujetando uno de sus pechos con posesividad o que su trasero estuviera encajado en las caderas de él, donde una erección matutina se cobijaba en la curva de sus nalgas.
Le escuchó gruñir bajito cuando se removió entre sus brazos y sonrió medio dormida.
Posiblemente había sido la mayor locura que había cometido en sus veintiocho años, pero lo cierto era que no estaba nada arrepentida.
Nunca había tenido un amante como Draco Malfoy y, que Merlín y la niña que fue en el pasado la perdonaran por haberse bajado las bragas para el ex mortífago y antiguo matón de Hogwarts, pero nunca había cometido una equivocación tan maravillosa.
—Buenos días, Granger
El susurro ronco y adormilado del hombre la hizo estremecer de placer y el roce de sus labios en su cuello, justo bajo su oreja, hizo que se erizara por todas partes.
Le escuchó reír, una risa grave y gutural.
—Te gusta que te bese aquí ¿Verdad?—con su nariz empujó el lóbulo de su oreja y volvió a apoyar los labios en su piel, pellizcando con suavidad su pezón que se había endurecido en respuesta —mmm creo que sí.
—Draco —Ella gimió bajito y se frotó contra él.
—Cada vez que dices mi nombre así me vuelves loco — tiró de ella para ajustarse a su cuerpo y justo cuando empezó a empujar para introducirse una vez más en ese aterciopelado canal, una lechuza picoteó en la ventana.
Ambos murmuraron una maldición.
—Déjala ahí —gruñó él entrando en ella de un solo empujón.
—Oh Merlín.
Hermione cerró los ojos, gimió y apoyó la cabeza en su hombro, arqueándose cuando sus manos recorrieron sus pechos y su estómago hasta alcanzar el vértice entre sus muslos y juguetear con sus pligues, buscando el pequeño capuchón de su clítoris.
—Así —Draco le mordió el hombro y empujó una y otra vez sin dejar de acariciarla.
Dónde la noche anterior había habido sexo salvaje y furioso, ahora era lánguido y tranquilo. Se mecieron juntos y Draco la acarició, moldeando su cuerpo casi con ternura, con envites suaves y profundos, sin la prisa o la necesidad que habían tenido antes.
La lechuza insistió y él cogió su varita y abrió la ventana dejándola pasar y se perdió en aquel cuerpo que le hacía perder el juicio y el control.
Volvieron a unirse una y otra vez hasta que ambos alcanzaron juntos el clímax y temblaron, compartiendo una liberación que les dejó nuevamente amodorrados y completamente saciados.
—Vas a acabar conmigo —dijo él de buen humor al cabo de un rato.
Le dio una palmadita en el trasero y se fue hacia el baño.
Le gustaba aquella desconocida faceta divertida de Malfoy casi tanto como le gustaba su cuerpo.
Hermione no pudo evitar deleitarse con su desnudez y le contempló sin pudor hasta que desapareció tras la puerta
Suspirando, se sentó en el sofá cama, se puso la camiseta de pijama de Draco que había bajo la almohada y se estiró, levantándose para coger la carta que había dejado la lechuza.
—Mierda —susurró cuando la caligrafía de Harry apareció —¡Malfoy tenemos que irnos!
Corrió hacia el baño y aporreó la puerta.
—Supongo que mi idea de una ducha conjunta no va a ser posible ¿Verdad? —masculló abriendo la puerta.
Ella le dio la carta y entró cerrando tras ella.
—Maldición —replicó el rubio dándose cuenta de que el día acababa de irse al infierno.
….
—Otra víctima —dijo Harry en el momento en el que les vio llegar —la han encontrado esta mañana.
—¿En una montaña en Surrey? —preguntó Draco.
—Es una colina, Malfoy —corrigió Hermione —estamos en Leith Hill
—Además no ha sido "en una colina en Surrey" ha sido en la Torre de Leith Hill.
—¿De veras? —Hermione hizo una mueca —subí con mis padres cuando era pequeña, vinimos de excursión por la zona y mi madre quiso conocer la torre en la que Tennyson escribió el poema de la Bella Durmiente.
—¿De quién hablas?
—Literatura muggle —murmuró ella suspirando —por lo que recuerdo fue una torre construida por Richard Hull. Una torre de esas absurdas y caprichosas, simplemente puesta ahí para entretener a la clase alta de la época.
Draco soltó una carcajada.
—Granger ¿De verdad? —volvió a reír de buen humor. Tan buen humor que Harry alzó una ceja, sin saber muy bien qué le pasaba —pensé que habías leído todos los libros que existen y que lo sabías todo —chasqueó la lengua y sonrió —Richard Hull era un mestizo y, aunque su padre era muggle, su madre era una Rosier. Esa torre de la que hablas la construyó él porque le gustaba la Astrología y también porque era un poco rarito.
—¿En serio? —Hermione le miró parpadeando, confusa —no lo sabía.
Y realmente parecía bastante molesta por no haber conocido ese dato de la Historia de la Magia.
—Como sea —dijo Harry —eso no es importante. Os recuerdo que lo que importa aquí es que tengo un cuerpo en la torre y que es otra víctima de nuestro asesino en serie.
Aquello les trajo de vuelta a la realidad de un plumazo.
—Lo siento, Harry ¿Qué ha pasado?
—La torre abre al público a las once, pero esta mañana la persona que viene a verificar que todo está en orden, encontró un cuerpo en el interior. Estaba sentada en una de las sillas de la cafetería que hay en el piso inferior.
—Oh Dios mío —susurró Hermione con lástima.
—Pero esta vez hay… algo distinto —dijo Harry colocándose las gafas y mirando a Draco con lo que no podía ser otra cosa que incomodidad —además de la cocha negra, había esto en una de las manos de la víctima —les dio una copia del papel que habían encontrado.
Draco lo abrió y lo leyó por encima maldiciendo entre dientes, después se lo pasó a Hermione quien, para su horror, sintió como se sonrojaba.
Todas las cosas morirán,
El río azul claramente derrama su corriente
bajo mi ojo.
Cálido y amplio, el viento del sur
arrasa los cielos;
Una tras otra, las blancas nubes son derretidas.
Cada corazón que esta mañana late con pasión,
lleno de precaria alegría,
algún día, sin embargo, morirá.
Y tú… también morirás ¿Tu amante Malfoy te echará de menos?
Seré yo quien utilice tu cuerpo. Aprovéchalo, zorra.
Yo seré tu último amante.
—Lo primero —dijo ella tragando saliva y sin mirar a ninguno de los otros dos —es una parte del poema de Tennyson, Todas las cosas morirán —le devolvió el papel a Harry —es el mismo autor de la Bella Durmiente.
—Ahora sabemos que me conoce —replicó Draco, pragmático —y que le gusta la literatura muggle… lo que reafirma nuestra primera teoría sobre que no es un sangre pura.
—¿Has conseguido la información de Registros Mágicos? —le preguntó Harry a Hermione, intentando ignorar el hecho de que su mejor amiga se estaba acostando con su más viejo antagonista.
A fin de cuentas Harry era el Jefe de Aurores y su sonrojo, unido al chupetón que tenía en el lateral de su cuello y al buen humor de Malfoy le daban todas las pistas que necesitaba.
—Hoy debo recibirlo todo. Tanto los listados de hijos de muggles y mestizos como el registro de los trasladores. MacGonagall me hará llegar la información de los intercambios que se han llevado a cabo con Uganda y también la lista de los estudiantes que han cursado allí alguna especialidad tanto antes como después de los E.X.T.A.S.I.S
—Perfecto. Nos pondremos con él en cuanto lo tengas.
Antes de que se fuera Hermione le cogió de la mano.
—Harry ¿Quién es? ¿Quién es la víctima?
—Adalid Jones —negó con la cabeza y se soltó, solo para darle un apretón a ella en los dedos —era muggle.
—Sabía que Amelia Jhonson no murió —murmuró Draco
—No solo eso, este crimen es… imprudente, chapucero.
—Esta mujer no estaba en sus planes —dijo el rubio —ha sido únicamente para continuar el orden…
—Maldito loco —susurró Hermione.
—En cuanto sepa más os lo diré —señaló la torre con el pulgar —me esperan dentro.
Todo el buen humor de la mañana parecía haberse evaporado, pero aun así Malfoy la miró con intensidad.
—Te invito a desayunar, Granger —dijo con una mueca similar a una sonrisa —si tenemos que pasar el día revisando informes y documentación será mejor que lo hagamos con el estómago lleno.
Ella asintió sin decir nada. Dudaba que pudiera comer algo pero sí podría tomar un té que calentara su cuerpo que se había quedado repentinamente helado.
