NA: Ni siquiera lo he releído, tengo un dolor de cabeza horrible así que disculpar si hay algún dedazo ilegible. No es que habitualmente edite mucho, pero al menos miro el corrector! xD
Espero que esta pequeña historia os esté gustando.
Gracias por seguir ahí.
AJ
Abanico
—Me va a explotar la cabeza —Draco dejó el pergamino sobre la mesa y se frotó las sienes con masajes circulares.
Llevaban más de nueve horas seguidas metidos en aquella sala de reuniones y únicamente habían parado para comer unos sandwiches fríos que Potter les había llevado a medio día.
Había leído tantas nombres y tenía tanta información en el cerebro que sentía que le iba a reventar si no paraba un poco.
—Ve a que te de un poco el aire —dijo Hermione de forma distraída mientras anotaba en un papel.
Él gruñó y se levantó para estirar las piernas pasándose la mano por el cuello en un automasaje que no le satisfizo lo suficiente.
—Granger, vámonos —había dicho aquella frase al menos cinco veces en la última hora.
—No, aún es pronto
—¡Salazar, Granger! Llevamos casi diez horas aquí.
—Pues estaré once —murmuró mirándole con rencor —Draco, necesitamos encontrar algo… no quiero encontrar a otra chica… no puedo sentarme a esperar hasta que me toque a mi.
Aquello hizo que el rubio se tensara. Sus mandíbulas se apretaron y algo a lo que no quiso prestar atención, se anudó en su estómago.
—A ti no te va a tocar —siseó entre dientes.
Y eso podría jurarlo. Si llegaba el momento iba a pegarse a ella como un cromo mágico a un álbum y no iba a dejar que nadie le pusiera una mano encima.
Todo el tiempo que llevaban trabajando y viviendo juntos había sido epifánico para él y la noche anterior… en fin, Draco no era casto y no se vinculaba emocionalmente a sus parejas de cama, pero aunque estaba lejos de sentir algo por ella, al menos algo de tipo sentimental, si había desarrollado una relación especial.
Tal vez por el pasado que tenían o por la mujer divertida, sexy e inteligente en la que aquella repelente sabelotodo de dientes grandes se había convertido.
No lo sabía y tampoco tenía necesidad de conocer los motivos, pero Hermione Granger le importaba y precisamente por eso el caso había tomado uno sesgo personal.
Pensaba callarse, por supuesto. Si en la Interaur se enterasen de que estaba implicado con ella le sacarían del caso antes de lo que se dice Quidditch, así que iba a seguir metíendose entre las piernas de Granger tanto como ella le dejara y compartiendo momentos hasta que cogieran a ese cabrón.
Después cada uno seguiría con su vida y se despedirían con un buen recuerdo. Estaba bien saber que, cuando Granger se acordara de él en otros diez años, en lugar de hacerlo con rencor lo haría con una sonrisa.
Él, definitivamente lo haría. Dudaba que le fuera fácil encontrar a otra compañera tan dispuesta y con la que conectara tan increiblemente bien en la cama.
Porque cuando volviera a Francia pensaba hacerlo dejándola sana y salva en Londres
Hermione pareció reaccionar a la dureza de su voz y levantó la vista para sonreírle.
—No —respondió con conformidad, como si tratara de aplacarle —pero tampoco quiero que toque a nadie más, Draco.
Él suspiró derrotado, como las otras cinco veces y se volvió a sentar.
Casi una hora y media después, el jadeo de Hermione hizo que la contemplara, expectante.
—Lo tengo
Eso capturó su total atención.
—¿Le tienes?
—Bueno… —ella se desinfló un poco —no exactamente, pero tengo tres coincidencias posibles.
—¿Estás segura?
—Muy segura —le mostró todos los cuadros, enlaces, anotaciones y garabatos que tenían sus pergaminos y él decidió confiar en ella en lugar de repasar aquella terrible cantidad de datos.
—¿Y bien? ¿Qué tenemos?
—El primero de todos no es un mestizo ni un hijo de muggles… pero tengo que dejarlo en la lista, Draco, porque después de la guerra pasó cinco años viviendo entre muggles y al parecer tuvo un par de relaciones con mujeres no mágicas.
—¿Cómo demonios puedes saber eso? —preguntó anonadado.
—Melisa es muy meticulosa y tiene registrada todo tipo de información —frunció ligeramente el ceño —de hecho no sé si es… del todo legal. Tener estos datos.
—¿Quién es?
Ella se mordió el labio y le miró de soslayo.
—Zabini
—¿Blaise? —Draco se echó a reír pero al verla tragar saliva se le fue apagando el buen humor y se quedó finalmente serio —imposible.
—¿Estás seguro? ¿Cuándo fue la última vez que le viste?
—Eso no importa
—Draco…
—Hace ocho años, quizás nueve.
—Hace siete año y medio Zabini pasó dos cursos en Uagadou colaborando con Miremba Asiimwe, el profesor de transformaciones de esa escuela. ¿Sabías que es muy diestro en la transfiguración? Estaba sobre todo muy interesado en aprender los gestos de manos con los que muchos profesores ugandeses realizan magia cuando no utilizan varita.
—Sí, era su clase favorita en Hogwarts
—¿De verdad? Pensé que todas las serpientes adoraban pociones.
Él sonrió de lado aunque la risa no llegó a sus ojos.
—Creo que solo yo, en realidad.
—Además una de las muggles con la que estuvo relacionado sentimentalmente era española, de Valencia, para ser exactos —le mostró una imagen en la que una mujer castaña, de ojos marrones, sonreía mientras se daba aire con un abanico —Luisa Martinez
—Es una fotografía mágica —dijo Draco arrugando el ceño.
Hermione se encogió de hombros.
—Zabini pudo hacerla y mostrarle a ella una.
—Se parece a ti —susurró Draco sintiendo un nudo de congoja en la boca del estómago.
—Vivió con ella allí un par de años. También tuvo otra relación con una muggle —la miró y la vio inspirar hondo —en Italia, en Roma para ser exactos. No tenemos fotografías ni nada, solo la información.
—Ya me sorprende que Melisa haya conseguido la foto de esa tal María… —masculló él preguntándose qué tenía aquella loca en los Registros de los Malfoy.
Podría haber dicho que Blaise nunca se habría sentido atraído por Granger, no por su sangre, bien sabía Merlín que todos ellos habían cambiado mucho después de la guerra, pero el Blaise que él recordaba siempre había preferido a las pelirrojas o las morenas. Claro que, la foto de esa tal María hacía que la hipótesis de Hermione ganara algo de peso.
—¿A quién más tienes? —preguntó Draco queriendo descartar cuanto antes al que había sido un buen amigo en el colegio y en su infancia.
—Roger Davis
Draco arrugó la frente, tratando de recordar.
—Ravenclaw, cazador y capitán del equipo de Quidditch. Fue al baile de cuarto curso con la chica francesa.
—Sí, él. Es mestizo, muy guapo, su madre es francesa, de París. Ha pasado muchas temporadas allí y además su abuela materna es española, por lo que está ligado a dos de los tres países —siguió pasando el dedo por las lineas garabateadas de su pergamino —es brillante —dijo con lo que parecía admiración —muy bueno en artimancia, un auténtico genio en pociones y en los últimos tiempos ha desarrollado un gran interés en la alquimia. Él hizo su último curso en Uganda y pasó allí sus E.X.T.A.S.I.S. Conoce todo el mundo muggle porque su madre y toda la familia de su madre son no mágicos. En Hogwarts estaba enamorado de Cho Chang y después se quedó embobado con Fleur…
Draco resopló.
—Todo el jodido colegio estaba embobado con esa chica, Granger. Es lo que tiene tener una parte veela.
Ella le miró alzando una ceja con media sonrisa.
—¿También te embobabas mirándola, Malfoy?
—Obviamente Granger—dijo con socarronería — era mayor y preciosa… todos babeamos ese curso.
—Sobre todo en el baile porque creo que fue la más bonita de todas.
Draco se dio cuenta de que realmente lo pensaba y que no lo decía como lo dijo Pansy aquella noche, con envidia y resentimiento. No, Granger realmente parecía recordarlo con cariño.
—Ginny y yo solíamos pensar que era terriblemente tonta y presumida, pero la verdad es que es genial, cuando la conoces.
Lo que Draco no dijo y nunca le diría, fue que esa noche él posiblemente fue el único día que no babeó por Delacour porque había estado demasiado ocupado mirándola a ella y preguntándose en qué momento la comelibros oficial de Hogwarts se había convertido en una chica bonita.
—Salí con Roger un par de veces —sonrió al ver la ceja arqueada de Malfoy — fuimos a cenar una noche y otra al teatro… nada demasiado relevante, la verdad. El último es Justin Finch-Fletchley —continuó hablando —hijo de muggles. Nunca fue demasiado brillante, pero siempre estuvo muy interesado en cómo la profesora MacGonagall había llegado a ser una animaga. Recuerdo que fue muy… intenso en sus preguntas. He coincidido con él a lo largo de los años —arrugó el ceño —no ha cambiado mucho —se encogió de hombros —me invitó a salir una vez, hace unos tres años, pero yo —se mordió el labio —le dije que estaba conociendo a alguien… era mentira —suspiró con pesar —no sabía como decirle que no.
Draco soltó una risa baja.
—¿Algún vínculo con Uganda o con los demás países?
—Su abuela paterna es italiana y de pequeño pasaba los veranos en la costa española. También ha vivido en Francia, un año. Aunque su único vínculo con Uagadu es la amistad que tiene con Achen Odongo, una bruja hija de muggles que sí estudió allí. La ha visitado en alguna ocasión, tiene trasladores aprobados habituales tanto allí como a España y a Italia.
—¿No hay nadie más en ese listado tuyo?
—No, pero tal pueda echarle otro vistazo y comprobar si…
Pero no la dejó terminar. Draco la levantó a pulso del asiento y se la echó al hombro como si fuera un saco de patatas.
—¡Draco! —Ella se revolvió, rió de incredulidad y le golpeó la espalda —¡Bájame!
—Oh no, Granger —le dio una palmada en el trasero —pórtate bien y pediré unas pizzas de esas que tanto te gustan. Podemos cenar y después seguir donde lo dejamos esta mañana
Y Hermione Granger decidió dejar de discutir.
