NA: De nuevo disculpadme hoy, pero sigo con dolor de cabeza y he tenido un día muy.. intenso, por decirlo así. De modo que subo esto corriendo por no dejar un día sin el fictober, pero poco más.
Gracias, gracias y gracias por los comentarios. De verdad me alegro que os guste la historia, sobre todo porque es un "a lo que salga" xD
Besos y abrazos
AJ
Diamante
Llegaron a la mitad del mes de Diciembre en un parpadeo y, aunque no habían conseguido avanzar demasiado con la investigación y los sospechosos, tampoco habían tenido nuevas víctimas.
Hermione quería pensar que la labor de los aurores estaba ayudando, ya que no solamente tenían vigilados a Zabini, Ernie y Roger Davis, también mantenían una exhaustiva atención sobre el listado de posibles víctimas por lo que, tras la voz de alarma que dio Draco sobre la posibilidad de que el asesino fuera un animago, se habían contemplada todas y cada una de las opciones y se habían reducido, con mucho, las posibilidades que tenían cada una de las mujeres de sufrir un ataque.
No sabían si su trabajo estaba dando sus frutos o simplemente que el asesino no había vuelto a atacar por otros motivos, pero aquel tiempo de calma estaba siendo maravilloso.
Granger y él habían continuado compartiendo el piso, con la salvedad de que ahora el sofá cama había vuelto a su estado original y él se había trasladado a la habitación de la mujer. El proceso fue tan sencillo y natural que Draco tuvo un momento de pánico al darse cuenta de que, en el transcurso de dos meses, habían pasado de compartir casa a vivir juntos como una pareja. Porque puede que no tuvieran más que una relación discreta que, pese a ser lícita, llevaban en la más absoluta intimidad, pero era una relación física, sin lazos emocionales. Monógama, sí, primero porque aunque la prensa no volvió a publicar nada acerca de ellos, aquella primera y única noticia había bastado para que las brujas no se acercaran a él con intenciones aviesas y segundo porque únicamente de pensar que Granger pudiera dejar que otro hombro la tocara como él lo hacía le hacía querer usar más de una imperdonable.
Aun así, pasado el momento inicial de pánico, había decidido adaptarse a las circunstancias y aprovechar el tiempo que tuvieran juntos de la mejor forma posible. Si en algún punto Granger empezara a pensar lo que no era… bien, ya cruzaría ese puente si llegaba a él.
—¿Qué vas a hacer en Navidad, Malfoy? —le preguntó Hermione esa tarde mientras estaban viendo la televisión.
Él estaba recostado en el sofá y ella tumbada con la cabeza sobre sus piernas. Los dedos con los que Draco había estado juugando con uno de sus rizos se quedaron repentinamente congelados.
—¿Navidad? —preguntó haciendo un rápido cálculo mental para ver en qué fecha estaban.
—Sí, quedan apenas diez días para Nochebuena ¿Qué haces normalmente en estas fechas?
Él se encogió de hombros y siguió tocando su cabello sin dejar de mirar la tele.
—Poca cosa, el año pasado estaba en Berlín trabajando así que esa noche bajé al restaurante del hotel y después subí a mi habitación. —No creyó oportuno decirle que se había llevado a una bruja de la que ni siquiera recordaba el nombre y que ella había sido su regalo de Navidad. Solo de Navidad porque a la tarde siguiente la había dejado en la puerta de su casa y no la había vuelto a ver jamás.
—¿Y este año?
Él chasqueó la lengua.
—Deja de darle vueltas al asunto, Granger y dime que es lo que tienes en ese cerebro superdotado que no deja de pensar.
Hermione le pellizcó la pierna.
—Podrías venir conmigo a la Madriguera —dijo en un murmullo —yo suelo pasar con ellos esa noche porque… en fin, porque es toda la familia que me queda.
—¿Con los Weasley? —él rió de buen humor —no estoy seguro de que me dejaran entrar, Granger.
—Oh claro que sí, Molly me pidió que te invitara.
La miró con los ojos desorbitados aunque sólo pudo ver su coronilla ya que seguía tumbada con la vista puesta en el aparato muggle.
—¿Bromeas?
—No —Hermione se mordió el labio y se incorporó sentándose con las piernas cruzadas frente a él —Andrómeda Tonks estará allí, con Teddy Lupin.
—Mi tía Andrómeda —susurró Draco sacudiendo la cabeza —no la conozco —frunció el ceño acariciando de forma distraída el muslo desnudo de ella con el pulgar —la relación de la familia con ella se rompió antes de que yo naciera, cuando se casó.
—Lo sé —ella hizo una mueca similar a una sonrisa —Andrómeda es maravillosa. Al principio Harry se estremecía siempre que la veía porque es casi idéntica a Bellatrix —el mismo Draco se estremeció al escuchar el nombre de aquella pirada que había sido su tía — aunque su pelo es castaño —sonrió con cariño —ella estará feliz de conocerte ¿Sabes? En realidad sólo tiene a Teddy, su marido y su hija murieron en la guerra.
—Lo recuerdo —dijo él con algo de brusquedad.
—¿Vendrás? —preguntó finalmente.
Él, aun con el ceño fruncido, tiró de ella hasta que de nuevo se tumbó a su lado y siguió viendo la película.
—Lo pensaré —dijo después de un rato.
Diez días después se encontró en medio del infierno.
Al menos era la idea que él tenía del hades.
¿En qué momento había pensado que era buena idea aceptar la invitación de pasar la Navidad en casa de los Weasley?
El pasado era el pasado, se dijo una y otra vez. Si toda aquella panda de Gryffindor habían sido capaces de dejarlo atrás y olvidar lo que había sido ¿Por qué no iba a hacerlo él?
Además la curiosidad por conocer a Andrómeda le corroía en las entrañas y ¿Qué otra oportunidad tendría en el futuro? No tenía intenciones de volver a Inglaterra de nuevo cuando el caso concluyese así que aprovechar el presente le parecía lo más razonable.
Claro que nunca pensó que las celebraciones de los Weasley serían como entrar en una caja de grillos.
Había pelirrojos por doquier y cada uno de ellos era más ruidoso que el anterior ¿Cuántos hijos tenía aquel matrimonio por el amor de Merlín?
La comadreja menor, que estaba muy embarazada, tenía un bebé de un año sentado en sus rodillas, un niño que era la viva imagen de Potter y al que mecía con una sonrisa mientras uno de sus hermanos, Salazar sabría cuál de todos, le hacía una trenza a una chiquilla rubia que estaba sobre sus piernas.
—¡Vuelve aquí mocoso! —otro pelirrojo salió corriendo detrás de un chico de unos once años que reía mientras huía con algo en la mano y que, al pasar frente a Malfoy, cambió el color de su pelo hasta que fue platinado como el suyo.
Draco sonrió de lado y pensó que era una lástima que el viejo sombrero inutil le hubiera puesto en Hufflepuff porque, no cabía ninguna duda, hubiera sido un buen Slytherin.
—Cuando sea mayor me casaré con él —oyó que decía la niña rubia a la que le trenzaban el cabello.
—Tú no te casagás con nadie hasta que tengas pog lo menos cuagenta años, Victoige
Fleur Weasley le dirigió una mirada iracunda a su hija mayor y siguió a su suegra a la cocina. La niña le sacó la lengua cuando ella no miraba, ganándose una severa reprimenda de su padre.
—Los Chudley Cannons ganarán la liga.
Potter resopló y sacudió la cabeza.
—Olvídalo, Ron. Los Montrose Magpies tienen mucha mejor perspectiva este año.
—¿Este año? —dijo George Weasley riendo —y todos los demás en comparación con los Chudley
—Ronald —la señora Potter, que sabía más de Quidditch que cualquiera de ellos —se metió en la conversación sin ser invitada —es muy bonita esa lealtad que tienes hacia tu equipo de la infancia, pero tienen más posibilidad los Kenmare Kestrels y eso que acabaron últimos el año pasado.
—¿Queréis apostar? —preguntó Ron con las orejas coloradas
—Marchando una de apuestas —dijo George sin dudarlo.
—¡He dicho que me des eso! ¡Edward Lupin! —de nuevo, el hijo de su prima pasó delante de él seguido por el pelirrojo estirado, en aquella ocasión con los cabellos castaños lo que le hizo suponer a Draco que se había cruzado en el camino con Hermione.
—La primera vez es… complicado.
Draco se giró al escuchar la voz de Andrómeda y, por segunda vez en esa noche, se sobresaltó al ver el parecido que tenía con la difunta loca de la familia. Ella lo vio y sonrió, una sonrisa que suavizó sus rasgos y eliminó todo el rastro de similitud que tenía con su hermana.
—A Harry le costó acostumbrarse a mi rostro —dijo sin acritud.
Draco asintió y apretó los labios.
—Son ruidosos —murmuró en voz baja —coloridos y excesivamente… alegres.
Andrómeda soltó una risita baja.
—Después de la guerra todos nos volvimos grises —dijo lentamente —poco a poco volvieron las risas, la alegría, los colores… gracias a ellos y a Teddy pude sobreponerme a todo.
Draco quería decirle que lo sentía, quería hablar con ella y preguntarle qué tan difícil había sido aprender a vivir con la pérdida de su familia, cómo había conseguido volver a sonreír sin volverse una amargada o una loca.
Pero se quedó callado porque en el fondo no tenía ninguna confianza con aquella mujer y, aunque había sentido una extraña afinidad con ella nada más conocerla, suponía que no era lo suficiente como para hablar de intimidades.
Era su tía, sí, pero una tía a la que jamás había visto hasta ese día.
Escuchó la voz de Granger al otro lado de la estancia y la miró, sin poder evitar la pequeña sonrisa que se dibujó en sus labios al ver cómo intentaba escapar de las amorosas atenciones de un niño que debía rondar los ocho años y trataba de abrazarla con las manos llenas de chocolate.
—Tú y yo tenemos más cosas en común de las que imaginaba —dijo su tía siguiendo su mirada.
Draco se tensó y frunció el ceño.
—No sé a qué te refieres.
—Por supuesto, querido —respondió ella con una sonrisa ladeada.
—¿Qué es esto? —Draco señaló un pequeño colgante de plata que descansaba sobre el cuello de Andrómeda.
Era una pequeña B con un diamante incrustado en cada uno de los pequeños agujeros de la letra.
—¿Esto? —la bruja lo levantó con dos dedos y lo miró —lo único que me queda de mi herencia familiar —dijo con algo de tristeza —mi madre nos dio uno a cada una de nosotras el día que fuimos a Hogwarts.
—Madre tiene uno igual, siempre lo lleva puesto.
Andrómeda sonrió aunque sus ojos estaban velados de pesar.
—Cissy siempre fue la más sentimental.
Draco resopló.
—Si tú lo dices
—Siempre quiso ser madre y nunca —le miró con intensidad —nunca fue una fanática como Bella. Pero amaba tanto a Lucius… —suspiró y se levantó —iré a ayudar a Molly, hablaremos más tarde.
Draco la vio marcharse y pensó en lo distinto que habría sido todo sin los principios arcaicos que habían regido a la alta sociedad mágica por tanto tiempo, sin los prejuicios absurdos bajo los que tantas familias de magos criaban a sus descendientes, sin Voldemort, sin una guerra…
—Estás muy serio —Hermione se sentó a su lado y, en un gesto natural que quizás le hubiera molestado unas semanas atrás, tomó su mano por debajo de la mesa —¿Estás bien?
Draco la miró y contempló aquellos orbes castaños tan serenos, cálidos e inteligentes.
—Sí —respondió dándose cuenta de que era cierto.
Puede que estuvieran rodeados de pelirrojos alborotados, de ruido, gritos y trastos por todas partes, pero estaba bien. En el momento en el que ella lo había tocado todo había vuelto a estar bien.
Se dijo que debería haberse acojonado por eso, pero decidió que, siendo Navidad, por ese día al menos, estaría bien.
