Laberinto

Llevaban un día completo dando vueltas por Londres.

McLaggen había resultado ser mucho más inteligente de lo que ninguno de ellos había pensado y, de hecho, parecía haberse valido precisamente de eso para pasar desapercibido y salir indemne de sus crímenes durante todos aquellos meses.

Había dejado pistas falsas y trampas por medio Londres y los dos aurores llevaban horas tratando de salir de aquellas encrucijadas, de aquel condenado laberinto.

El dinero de su familia le había proporcionado riqueza suficiente para dedicarse en el mundo muggle a la inversión inmobiliaria, por lo que tenía muchas viviendas repartidas por todas partes.

Fueron a Sussex, a Oxford, a Bath, incluso regresaron a Paddington y finalmente a King Street, en Covent Garden, donde por fin Malfoy consiguió descifrar lo que posiblemente era la única metedura de pata que había tenido Cormac.

Nada más entrar en la casa se dieron cuenta de que aquella era la vivienda habitual del hombre por lo que, en lugar de seguir buscando como pollos sin cabeza, se dedicaron a registrar cada metro cuadrado del lugar.

Después de lo que parecieron horas, Draco encontró un libro; Hogwarts, una Historia.

—Este libro… —el rubio lo abrió, miró las páginas y frunció el ceño con algo parecido a la preocupación —este libro no es suyo —dijo finalmente — es el libro de Hogwarts, el que Granger llevaba arrastrando a todas partes.

Harry se acercó para echar un vistazo y aspiró con brusquedad al darse cuenta de que el rubio tenía razón. Allí, en una esquina de la página en la que podía leerse la leyenda de la Cámara de los Secretos, estaba el pequeño dibujo de Ron, una pobre imitación del basilisco que dibujó en tercer año, cuando Hermione sacó de nuevo el libro de la biblioteca una tarde, alegando que siempre que lo leía descubría algo nuevo que no había visto la primera vez.
Harry aun podía recordar la discusión de sus amigos cuando Hermione se dio cuenta de cómo Ronald "tatuó" el preciado tomo de Bathilda Bagshot.

—Mierda —susurró mirando a Malfoy —tienes razón.

Draco estaba pasando las páginas buscando algo que pudiera darles alguna pista.

—¿Cómo logró sacarlo de Hogwarts sin que Madame Pince se diera cuenta? —preguntó el moreno —pensaba que los libros de la biblioteca estaban protegidos con encantamientos que impedían sacarlos de los terrenos del castillo.

—Y lo están —respondió Draco —pero no son encantamientos difíciles de romper para un adulto. Estoy seguro que, si le preguntas a MacGonagall, te dirá que McLaggen estuvo visitando Hogwarts en algún momento después de la reconstrucción —se calló cuando encontró un papel doblado entre dos páginas que hablaba de la imposibilidad de utilizar tecnología muggle dentro del castillo —mira esto —miró dentro y desplegó el pequeño pergamino — Nunca, Cormac. Olvídalo. Jamás estaría con alguien como tú. HG. —leyó en voz alta —¿Sabes qué es esto?

Harry cogió el papel y lo leyó de nuevo.

—Es la letra de Hermione, al menos de la Hermione de sexto curso —dijo con un suspiro —sé que Cormac estuvo un tiempo detrás de ella, acosándola un poco. Pero después de ir con él… y huir de él, en la cena del Club de las Eminencias de Slughorn, no volvió a mencionarlo demasiado. Siempre creí que había sido una tontería, ya sabes: Ella le gusta, le da un poco de pie y, cuando se da cuenta de que es un idiota le manda a la mierda y poco más.

—Parece que McLaggen no llevó demasiado bien las calabazas —murmuró Draco —se puso en pie y miró el estante en el que había estado el libro —mira aquí, Potter, esto parece algún tipo de mecanismo —metió la mano hasta el fondo de la librería, donde había un pequeño relieve y lo palpó, tratando de tirar, girar o empujarlo —perfecto —sus labios se curvaron en una mueca al escuchar el clic.

—Aquí, Malfoy.

El cuadro que había sobre la chimenea se había separado de la pared y Harry tiró de él descubriendo un pequeño armario escondido.

—Hijo de puta —siseó el rubio.

—Esto es… —Harry sacudió la cabeza y tragó saliva.

—Maldito loco —volvió a decir Malfoy.

—Llamaré a un equipo para que vean todo esto. No toques nada.

—No soy nuevo, Potter —masculló Draco con molestia —creo que sé mantener mis dedos lejos de un escenario —se lanzó un hechizo en las manos para evitar dejar restos y se acercó —aún así el tiempo que tenemos es limitado, que me condenen si piensas que voy a dejar esto así cuando aquí dentro puede haber alguna pista que nos lleve hasta Granger.

Mientras Harry enviaba su patronus, Draco revisión, descolocando todo lo menos posible y leyó todos los papeles que encontró al fondo.

—¿Por qué las escrituras de esta casa no están a su nombre? —puso el dedo en la línea en la que constaba una dirección en el Soho —es de Tiberius.

—¿Una herencia?

—Tiberius no está muerto, sería raro que fuera una herencia —negó con la cabeza y volvió a dejarlo donde estaba —la tiene allí ¿Por qué si no iba a guardar únicamente esas escrituras aquí… en este… altar tan siniestro? Vámonos.

—El equipo…

—El equipo sabe que buscar. No podemos perder ni un minuto, Potter.

Y, sabiendo que tenía razón, asintió y ambos se aparecieron.

Unos minutos después llegaron a la esquina entre Broadwick y Dufour´s Place en el Soho y entraron al pequeño callejón.

—¿Estás seguro de que es aquí, Malfoy? —caminaron por el lugar donde únicamente había una agencia inmobiliaria, una pequeña tienda de comestibles y una pensión, además de algunas viviendas de magos y brujas ya que, la pequeña plaza, tenía algunos conjuros anti muggles.

—Sí. Lo estoy.

Y lo estaba. Tenía una sensación en las tripas que únicamente notaba cuando iba por el buen camino en una misión. Ella estaba cerca, era como si su cuerpo sintiera su presencia, como si le llamara en la distancia y él simplemente pudiera escucharla.

Ya voy, Granger, pensó, aguanta, estoy llegando.

—¿Cuál es el edificio? —preguntó Harry.

Malfoy señaló la casa que había en el rincón más al fondo del callejón.

—Todo está oscuro —murmuró el moreno.

—No es ningún idiota, si la vivienda tiene un sótano la tendrá ahí. Granger es peligrosa incluso sin varita, Potter. Puede que no sea una auror pero ambos sabemos que es la bruja más inteligente que ha conocido el mundo mágico desde Rowena Ravenclaw.

—¿Sabes? Es muy raro escucharte hacer comentarios sobre Hermione que no sean ofensivos.

Él chasqueó la lengua, con fastidio.

—Madura, Potter. Si siguiera pensando igual que hace diez años no habría… —pensó que la burrada que le pasó por la cabeza no estaba bien decírsela a alguien que consideraba a la bruja algo así como una suerte de hermana, así que se corrigió en el último momento —tenido una relación con ella.

—¿Eso era, Malfoy?

—¿Cómo?

—¿Eso era lo que tenías con ella? ¿Una relación?

—Eso a ti no te importa, lo que tuviéramos es algo que sólo nos concierne a ella y a mí.

—Ella no cree eso ¿Sabes? De modo que si de verdad teníais una relación… no, mejor aún, si de verdad ella te interesa como para que la relación no sea algo del pasado… díselo. Cuando la encontremos. Que lo haremos, tal vez deberías aprender a ponerte de rodillas y pedir perdón.

El rostro de Draco se tensó y se ensombreció cuando le miró como si se hubiera vuelto loco.

—Sigue soñando, Potter.

—¿Qué pasa? —le dijo el moreno con burla —¿Un Malfoy no se disculpa? ¿Es eso? Pues entonces mejor vuélvete a Francia y déjale claro que puede seguir con su vida. Dale al menos eso.

—Callate —siseó el rubio mirándole con cara de pocos amigos —lo que ella o yo hagamos es nuestro problema, no tuyo. Así que coge tu varita y vamos a mandar a ese cabrón dónde tiene que estar.

—A Azkaban —terminó Harry por él.

—O al infierno —susurró Draco.