Cerveza
Narcisa cerró la puerta y contempló la espalda de esa mujer por la que su hijo había vuelto a pisar Malfoy Manor pese a que había jurado no hacerlo jamás mientras su padre viviera.
Recordó la forma en la que ella se aferraba a Draco y en la que él la apretaba contra su costado, como si fuera capaz de interponerse entre un hechizo y ella, como si no hubiera nada que no pudiera llegar a hacer por protegerla.
Era increíble, se dijo indicando a la mujer que la siguiera hasta su salón del té, ver cómo su hijo se comportaba con la bruja a la que más había odiado durante su juventud y se preguntó qué había ocurrido entre ellos que los hubiera unido hasta ese punto.
Pese a lo que toda la sociedad mágica pudiera pensar, Narcisa hacía mucho tiempo que había dejado atrás sus creencias elitistas sobre el estatus de sangre. Haber estado a punto de perder a su único hijo en la guerra y haber pasado meses con su hogar invadido por asesinos y fanáticos, había cambiado su mentalidad mucho más de lo que nadie sabía.
Sabía también que Lucius se había arrepentido de repudiar a Draco en el mismo instante en que éste salió por la puerta jurando que jamás regresaría, pero el orgullo de los Malfoy era legendario y ella, que los amaba a los dos, se había visto en medio de aquella ley del silencio autoimpuesta que llevaba años destrozando su ya de por si remendada familia.
En el último año y medio había conseguido que Lucius empezara a recapacitar e incluso estuvo a punto de tener un acercamiento en Navidad después de que Andrómeda la escribiera para contarle que Draco estaba en Londres y que le había conocido en casa de los Weasley.
Incluso cuando la prensa de Londres habló de él y de la heroína de guerra como si tuvieran algún tipo de relación, su esposo no puso el grito en el cielo ni se enfadó, como habría hecho años atrás, increíblemente sonrió con regocijo, con aquella sonrisa ladeada y maliciosa que ella tanto amaba y juraría que le había escuchado murmurar sobre el grandioso cerebro que su hijo tenía sobre los hombros y lo hábil que había sido dejando atrás a esa inútil de los Greengrass en pro de una relación con tantos contactos en las altas esferas. Cuando ella le preguntó sobre el hecho de que fuera una hija de muggles, Lucius le dijo que aquello era un pequeño defecto que podía obviarse siempre y cuando ella llegara a Ministra y que, además, el mundo había cambiado, les gustara o no y los Malfoy debían salir fortalecidos, que una Malfoy, fuera su apellido por sangre o matrimonio, llegara a Ministra de Magia era suficiente aliciente como para olvidar su condición.
Era por aquella publicación por la que a Narcisa no le pilló de sorpresa tanto verles juntos, pese a que en todo momento pensó que lo que escribieron tanto el Diario de El Profeta como Corazón de Bruja eran simples rumores y habladurías.
—Oh, por Merlín —en un impulso sujetó las manos de Granger entre las suyas y las miró horrorizada —¿Qué te ha ocurrido?
Incapaz de reprimir un estremecimiento, Hermione retiró con suavidad sus manos del agarre de la señora Malfoy y las acarició de forma inconsciente.
—No he tenido un buen día —murmuró con la voz ronca.
Fue entonces cuando Narcisa se fijó mejor en ella y se dio cuenta de que realmente parecía haber pasado un día terrible. Estaba despeinada, ojerosa, con la ropa algo andrajosa y las manos y las muñecas cubiertas de sangre seca y heridas.
—Siéntante —ordenó de aquella forma autoritaria en la que también hablaba su hijo —Tipsy —una elfina doméstica se apareció ante ellos con un sonoro plop e hizo una profunda reverencia —trae mis pociones y dos servicios de té con pastas.
—En seguida ama Malfoy.
Hermione no dijo nada sobre el servicio ya que hacia mucho tiempo que se había reconciliado con la idea de los elfos domésticos como personal en las casas mágicas, siempre y cuando su trabajo estuviera regulado y tuvieran los derechos que les correspondía le parecía bien que estuvieran allí.
—Tomarás un té, comerás algo y, mientras curo esas heridas me contarás qué es lo que ha pasado y por qué Draco te ha traído hasta aquí.
Hermione suspiró, cansada. Nunca había vuelto a entrar en aquella casa desde el día en que la hermana de aquella mujer que quería curar ahora sus heridas la había torturado hasta tratar de matarla, el día en que, de hecho, esa misma demente había matado a Dobby.
—¿Ha escuchado sobre el asesino al que han apodado Escargot? —preguntó después de un rato en silencio.
—Por supuesto —pasó la varita sobre las heridas de Hermione del mismo modo en que lo haría con una niña que se hubiera herido jugando en el parque —todo el mundo en Inglaterra ha oído hablar de él.
—Llevamos meses trabajando en el caso…
—¿Draco también?
Ella asintió, haciendo una mueca cuando Narcisa le giró la mano y le rozó una de las heridas.
—La Interaur le envió aquí para trabajar con el Departamento de Seguridad Mágica. Digamos que descubrí quién era el asesino cuando me secuestró ayer.
—Bien —vio que la mujer apretaba los dientes —así que Draco ha ido a enfrentarse a él y te ha dejado aquí.
Hermione, que se sintió repentinamente cuestionada, apartó las manos y se puso en pie con el ceño fruncido.
—Ese imbécil —espetó con enfado, olvidándose de dónde estaba —me quitó la varita y me encerró en un sótano del que salí únicamente porque aprendí a realizar magia básica sin varita. Quise quedarme con Draco y Harry pero no quisieron ni oír hablar del tema y decidieron dejarme aquí, como si fuera una damisela en apuros que no…
—Y bien que hicieron, señorita Granger.
Ella abrió los ojos desorbitadamente cuando escuchó la voz de Lucius Malfoy detrás de ella. Por un momento se quedó clavada en el sitio, incapaz de moverse.
—Sin varita y siendo un objetivo de ese asesino, únicamente sería usted un estorbo para Potter y mi hijo porque tendrían que estar pendientes de usted y no de hacer su trabajo lo que pondría en riesgos sus vidas.
Pasó a su lado, se agachó para depositar un beso en la frente de su mujer y se sentó, dejando a un lado su bastón y recostándose en el sillón.
—Pero siéntese, señorita Granger —añadió con una sonrisa ladeada.
—Tipsy —volvió a llamar Narcisa cuando vio que su marido no tenía intención de marcharse —trae al amo una cerveza de mantequilla.
—Ahora mismo, ama —con un chasquido de sus dedos la cerveza se depositó en la pequeña mesa al lado del sillón.
— Y dígame —volvió a decir Lucius cuando Hermione se hubo sentado de nuevo —¿Dónde aprendió a realizar magia sin varita?
—En Hogwarts —respondió ella que decidió que lo mejor que podía hacer era dejarse llevar por aquella situación absurda que parecía formar parte de una realidad alternativa —hace unos años la Directora McGonagall recibió la visita del profesor de transformaciones de la Escuela de Magia Uagadou y me pareció fascinante su capacidad de no utilizar una varita para canalizar su magia. Le pedí que me enseñara la forma de hacerlo y accedió a mostrarme los principios básicos.
—Por suerte es usted la bruja más inteligente desde Rowena Ravenclaw ¿No es cierto, señorita Granger?
Ella se sonrojó y frunció el ceño levemente.
—No lo creo, señor Malfoy, aunque debo reconocer que no me falta inteligencia —replicó con una sonrisa que a Narcisa le recordó tanto a la de su hijo que se sobresaltó.
Lucius sonrió porque también había visto aquel gesto tan Malfoy.
—Mmm —miró a su mujer con aquella mueca ladina que la hizo darse cuenta de que andaba tramando algo —cuéntenos, señorita Granger… ¿Es cierto todo lo que ha publicado la prensa acerca de mi hijo y de usted?
Narcisa vio como la bruja más joven fruncía el ceño y se tensaba y entonces fue ella quien casi sonrió al darse cuenta de que tenía valor y que ni siquiera el estar en Malfoy Manor sin varita y sola hacía que se acobardara.
—Me temo, señor Malfoy, que eso es algo que sólo nos incumbe a Draco y a mí.
—Claro, claro —el patriarca de los Malfoy hizo un gesto displicente con la mano y mantuvo aquella escalofriante sonrisa en sus labios —pero entiéndanos, nuestro hijo la ha traído a nuestro hogar y nos ha pedido que la protejamos…
—En realidad se lo pidió a ella —espetó la bruja con desparpajo —además después de haberle repudiado ¿Con qué derecho se mete en su vida? —se cruzó de brazos y le fulminó con la mirada —Draco no se merecía eso ¿Sabe? Le dejaron solo buscándose la vida…
—En realidad heredó tanto de los Black que eso es cuestionable… —murmuró Lucius que estaba más que enterado del dinero que tenía su vástago.
—… sólo porque se enamoró de alguien que no cumplía sus requisitos…
—Oh por favor, habría terminado harto de ella antes o después —masculló con petulancia —ni siquiera tiene medio cerebro decente…
—…además si a eso vamos yo soy una hija de muggles y no pienso irme de su vida digan ustedes lo que digan porque yo…
—Ten querida —Narcisa se había puesto de pie y le daba palmaditas en la espalda mientras levitaba el té hasta su mano —relájate un poco, estás aún conmocionada por la vivencia, no hagas caso a Lucius, no hace falta que nos digas nada. El hecho de que nuestro hijo te haya dejado aquí confirma que lo que han escrito es cierto. Si no tuviérais… en fin, algo entre vosotros nunca habría venido.
—Yo no… nosotros…
El señor Malfoy resopló, un sonido nada elegante que jamás habría asociado con alguien como él.
—Sí, sí, señorita Granger —dijo arrastrando las palabras —puede que sea hija de muggles, pero al menos tiene el cerebro entero debajo de todo ese pelo…
Hermione bebió de su té incapaz de encontrar las palabras correctas para responder a eso y, no por primera vez, se preguntó cuando había entrado al otro lado del espejo.
