NO ENTRES EN EL BOSQUE
10.- Reemplazo de identidad
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Agotado, abrió los ojos. El subsuelo en que se encontraba rasgó un espacio por el que se filtró la escasa luz de la noche. Gracias a eso consiguió ver que frente a sus ojos se gestaba una figura hecha de roca, tierra y el entramado de raíces que el bosque poseía. Cada elemento se movía en una danza macabra que daba carácter a un ser idéntico a él. El barro componía su imagen y parecía una estatua modelada en arcilla. A pesar de la inquietud, InuYasha aún no concebía la total desesperación que llegó sólo un instante después, cuando ese que estaba frente a él abrió los ojos y lo miró. El terror le estranguló el pecho en un lugar al que las sujeciones que le había puesto el bosque no podían llegar; el corazón.
