NO ENTRES EN EL BOSQUE

23.- Espíritus

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InuYasha caminaba con calma para que Kagome no tuviese que apresurar el paso. La veía pálida y levemente ojerosa, como si llevara largas horas en mitad del bosque. Apenas le había dicho dos cosas; la primera fue nombrarlo y la segunda un salgamos de aquí.

Al poco andar vieron luces como llamas frías que danzaban en la oscuridad e InuYasha alertó los sentidos ante los lamentos que las acompañaban. Se acercaron, casi asechando para no ser escuchados, y en un reducido claro del bosque vieron a los espíritus rogando ante un gran árbol sagrado. Las cuerdas y talismanes que lo rodeaban permanecían cubiertos por sangre que resplandecía al toque de las llamas frías de los espíritus.

El árbol estaba fracturado por el centro igual que si un rayo lo hubiese cruzado.