NO ENTRES EN EL BOSQUE

30.- Sótano

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Esa misma mañana había tomado a Kagome por los hombros y la había sacudido pidiendo una respuesta.

¡¿Quién eres?! —le había exigido. Los ojos de ella fijos en el suelo— ¡Dime! ¡Dónde está Kagome!

Kagome, la que tenía delante, lo miró e InuYasha sintió nuevamente el frío que la acompañaba. Sus ojos castaños eran mustios, del mismo color pantanoso del agua que se encharca.

Soy ella y no lo soy del todo —confesó entonces. InuYasha tragó saliva en un intento por tolerar esas palabras—. El miedo es enemigo del amor y el bosque es una bestia que necesita amor para vivir. Así que lo consume ahí donde lo encuentra, dejando las cascaras de quienes pasaron por ahí para que formen parte de él.

La lúgubre oscuridad de un sótano era más clara que la desolación negra que sintió InuYasha en el alma.