NO ENTRES EN EL BOSQUE
31.- Destino
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Volvieron al bosque y aunque hasta ahora Kagome, la que él encontró, no había demostrado sentimientos de amor, sólo miedo, le puso una mano en el pecho y le dejó una advertencia.
Debes ser el hilo que nos guíe, si entras no encontraremos jamás la salida.
Desde ese momento los latidos inquietos de su corazón no le daban tregua y tras cada uno de ellos estaba el miedo profundo de perder a Kagome.
Finalmente, cuando el sol comenzaba a despuntar, percibió su aroma. InuYasha corrió los metros que lo separaban de la linde del bosque y se detuvo a centímetros del primer árbol. La tiniebla del interior no parecía remitir ni ante los rayos del sol, no obstante, pudo ver a Kagome caminar hacia él. El desasosiego de su alma no podía compararse con nada que conociera. La miraba, reconociendo su figura, su pelo, su mirada. Cuando la tuvo cerca la alcanzó y tiró de ella para abrazarla. Era Kagome, olía a Kagome; y también olía a tierra.
