Disclaimer: Sthephenie Meyer is the owner of Twilight and its characters, and this wonderful story was written by the talented fanficsR4nerds. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!
Descargo de responsabilidad: Sthephenie Meyer es la dueña de Crepúsculo y sus personajes, y esta maravillosa historia fue escrita por la talentosa fanficsR4nerds. Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!
Gracias a mi querida Larosadelasrosas por sacar tiempo de donde no tiene para ayudarme a que esta traducción sea coherente y a Sullyfunes01 por ser mi prelectora. Todos los errores son míos.
Capítulo 14: Edward
Martes, 9 de octubre
Westwood, California
9 semanas
Le mentí a Bella. Le dije que tenía una reunión después de su cita, pero en realidad necesitaba estar solo. Llevaba días sin dormir y, aunque la echaba de menos con un dolor profundo, no podía estar cerca de ella. Todavía no.
Irracionalmente, mi mente le echaba la culpa por no poder oír los latidos del bebé. Sabía que no tenía sentido, que ella no podía ocultarme físicamente algo así, pero sentía como si su voluntad hubiera triunfado de algún modo.
Estaba enfadado con Bella y conmigo mismo por tratarla tan mal. Estaba embarazada de mí y yo estaba siendo un completo monstruo con ella.
No se me había escapado que llevaba toda la tarde esperando a que le tendiera la mano. Había sido una lucha constante en mí, si tenderle la mano o no. Cada vez que quería hacerlo, mi mente me lo impedía, recordándome el dolor por el que me había hecho pasar. Era irracional y mezquino, pero sentía que, si yo tenía que sentirme así, ella también debía hacerlo.
Después de dejarla, conduje hacia Malibú, ansioso y enfadado. Llegué a mi barrio demasiado pronto. No quería estar en casa; estaba demasiado inquieto para eso. Gruñí y di la vuelta al auto, dirigiéndome de nuevo hacia Westwood.
Mis padres vivían en una casa en la parte sur de Bel Air, justo al norte del campus de la UCLA. Aunque no vivía tan lejos de ellos, ya casi nunca iba a su casa.
Me acerqué a la casa y cogí el mando a distancia que guardaba en la consola central. La puerta se abrió y aparqué en el largo camino de entrada.
Salí del auto, sin saber muy bien qué me había llevado a casa de mis padres.
Subí los escalones de la casa de dos en dos y me acerqué a la puerta. Estaba cerrada, así que saqué las llaves y di vueltas para encontrar la correcta. Impaciente, abrí la puerta y entré.
—¿Mamá? — llamé metiéndome las llaves en el bolsillo. —¿Papá?
Había muchas posibilidades de que ninguno de los dos estuviera cerca, así que suspiré y me dirigí al interior.
Había una luz encendida más allá de la cocina y caminé por el pasillo, asomando la cabeza en el estudio de mi madre. Era una habitación grande, con estanterías en dos paredes. En la pared del fondo había unas puertas francesas que daban al jardín, y en el centro estaba el escritorio de mamá.
Estaba allí, con la cabeza inclinada sobre una pila de papeles y un bolígrafo rojo en la mano. En algún lugar de la habitación sonaba música suave. Llamé suavemente a la puerta y ella me miró.
—Edward, cielo, ¿qué haces aquí?—, se levantó, tapó el bolígrafo y me abrazó con fuerza. Le devolví el abrazo, dejando escapar un largo suspiro. No importaba la edad que tuviera, los abrazos de mi madre siempre me hacían sentir como en casa.
—¿Interrumpo?— pregunté, separándome. Mamá miró su escritorio y negó con la cabeza.
—No, cielo, sólo estaba revisando unos papeles. Ven, siéntate. ¿Cuándo regresaste? — Me llevó al sofá de cuero que había entre dos estanterías, frente a su escritorio. Me senté y ella se sentó a mi lado.
—Hace un par de días—, dije rascándome la nuca. Mamá asintió con la cabeza y me miró con ojos penetrantes. —Es que ahora estoy un poco agobiado -suspiré, echando la cabeza hacia atrás. Mamá canturreó.
—Esto no tendrá nada que ver con Bella, ¿verdad?
Por su tono, no podía saber lo que pensaba de Bella. Me incorporé, mirándola.
—Sí—, suspiré.
Mamá asintió; sus labios se fruncieron un poco. —¿Te gustaría hablar de ello?—, mamá ofreció. Me desinflé.
—No sé—, hice una pausa, negando con la cabeza. —Las cosas iban bien antes de volver a Londres. Parecíamos estar en sintonía e incluso parecía entusiasmada con todo. Pero entonces me fui a Londres y ella desapareció.
Mamá enarcó las cejas. —¿Desapareció?
Asentí. —Desapareció. No podía localizarla, nadie sabía dónde estaba. Entré en pánico. No podía encontrarla, y simplemente me derrumbé—. Me incliné hacia delante, frotándome la cara con las manos. —Estaba en mi casa cuando volví. Dice que lo siente, pero ya no puedo confiar en ella.
Mamá guardó silencio un largo rato y me pregunté si había sido un error contárselo. Para empezar, parecía dudar de Bella, ¿esto empeoraría las cosas?
—Bella regresó—, dijo en voz baja, y la miré, inseguro de si era una pregunta. De todos modos, asentí. —Cielo, no te enfades conmigo, pero debo preguntarte. ¿Has considerado las cosas desde la perspectiva de Bella?
Me incorporé, mirándola boquiabierto. —Desapareció. Se fue con nuestro hijo y no le dijo a nadie dónde estaba— siseé, a la defensiva.
—Lo sé cielo, y eso estuvo mal. El hecho de que haya vuelto me dice que ella también lo sabe— mamá suspiró. —Pero tener un bebé es diferente para las mujeres que para los hombres. Sé que el bebé está en tu mente, y que estás cambiando tu forma de pensar sobre ti mismo y sobre el mundo mientras te preparas para ser padre—, mamá dijo con dulzura. —Pero Bella está cambiando físicamente, además de mental y emocionalmente. Ella no puede alejarse de los cambios que está experimentando su vida. Hasta cierto punto, Bella es prisionera de este embarazo.
Sacudí la cabeza, con un nudo en la garganta. —Lo dices como si la estuviera obligando a gestar a mi bebé.
—No cielo, sé que es una decisión que tomaron juntos. Pero cuando vas a trabajar, puedes centrarte en el trabajo, te distancias de tu propia vida. Bella no puede permitirse ese lujo.
Miré a mi madre. Siempre había sido mi más férrea defensora, y una parte de mí se sentía resentido porque ahora parecía estar del lado de Bella.
—Cielo, dale tiempo. Ha vuelto para intentar enmendar sus errores, ¿verdad? — Asentí en silencio. —Déjala que lo haga. No va a poder cambiar de la noche a la mañana... Déjala que se equivoque—. Respiré hondo. Mamá tenía razón, de una manera frustrante que no quería oír ahora. Apoyó una mano en mi espalda y la miré. —No conozco bien a Bella, al menos no en persona, pero he pasado años leyendo su obra y puedo decirte que es una persona de una pasión y una persistencia tremendas. Si ha vuelto para solucionar las cosas contigo, creo que es porque ve algo por lo que merece la pena trabajar. Creo que tiene la intención de llevar las cosas hasta el final.
Exhalo un suspiro. —Pero ¿y si la semana que viene cambia de opinión y decide marcharse?
Mamá se encogió de hombros. —Cielo, eso es algo a lo que nos enfrentamos todos en cualquier relación. Confiamos en que las personas a las que queremos se quedarán. En ese sentido, tú no eres diferente a nadie.
La miré. —Pero ya se ha ido—, siseé.
Mamá frunció el ceño. —Y ha regresado—, señaló. —Cielo, la vida no ofrece garantías. Amar a alguien es tener fe—. Me pasó suavemente una mano por la espalda.
Tragué saliva. —¿Y si no soy suficiente para ella?— dije en voz baja. Mamá soltó un suave suspiro.
—No podemos decidir eso por los demás—, dijo en voz baja. —Lo único que podemos hacer es ser fieles a nosotros mismos y a los que amamos— mamá me apretó el hombro.
La miré. —Pensé que no te gustaba—, dije en voz baja. Mamá canturreó.
—No me gustó la forma cómo la descubrí—, admitió mamá, dirigiéndome una mirada severa. —Y admito que, cuando nos conocimos, me puso nerviosa. Conozco el tipo de mujer que es. Se aferra ferozmente a su libertad e independencia. Me preocupaba que no fuera capaz de encontrar un compromiso entre su independencia y el hecho de estar en una relación comprometida—, me frotó la espalda con suavidad. —Pero también creo que Bella es un ser humano extraordinario, y si alguna vez hubiera una mujer digna del hombre en que te has convertido, podría ser alguien como ella—. No supe qué decir. Tragué saliva temblorosamente y mamá sonrió. —Las relaciones no son fáciles. Si lo fueran, no significarían tanto para nosotros.
—¿Papá y tú han tenido alguna vez problemas de relación?— pregunté. Nunca había indagado en el matrimonio de mis padres. Supuse que todo había ido bien para ellos, porque eso es lo que siempre me habían mostrado.
—Claro que sí—, dijo sorprendiéndome. —Antes de que tú nacieras, las cosas eran difíciles. Yo estaba trabajando en la tesis, tu padre estudiaba medicina y los dos estábamos muy dedicados a nuestro trabajo. Durante mucho tiempo, no nos dimos ninguna prioridad. Incluso nos separamos durante un tiempo por eso.
Me quedé boquiabierto. —¿Sí?
Mamá asintió. —Estuvimos separados casi tres meses. Parecía que iba a ser el fin de nuestro matrimonio—, dijo frunciendo ligeramente el ceño.
—¿Qué cambió?— pregunté.
—Descubrí que estaba embarazada—, mamá me miró. —Tu padre volvió a casa, intentamos solucionar nuestros problemas juntos, por el bien de nuestro bebé—. Me acarició el pelo. —Tu padre y yo nos amamos muchísimo, pero tú, cielo, fuiste la razón por la que ambos nos quedamos. Éramos demasiado diferentes cuando éramos jóvenes y, sin ti, nuestro amor no habría sido suficiente. Tú nos volviste a unir.
La miré fijamente.
—¿Fui suficiente para ustedes dos?
Mamá sonrió suavemente. —Sí, mi amor, lo eras todo para nosotros. Aprendimos a cambiar las prioridades de nuestras vidas para incluirnos el uno al otro y a nuestra familia. Fue trabajoso, y a veces sigue siendo trabajoso, pero es un trabajo al que ambos nos dedicamos.
Me miré las manos, abrumado. Nunca habría sabido que mis padres habían pasado por todo eso. Nunca me habían dado la impresión de que su vida juntos hubiera sido otra cosa que feliz.
Pensé en Bella aquella noche en que me di cuenta de que me amaba. Debería haber sido una sensación increíble saber que la mujer a la que amaba me correspondía, pero estaba demasiado abrumado y confundido como para asimilarlo. Pensar en ello ahora me hacía sentir más vacío que cálido. Bella y yo éramos muy diferentes y estábamos en momentos muy distintos en nuestras vidas. ¿Sería suficiente el amor que nos teníamos?
Ahora no estaba seguro.
~Home~
Miércoles, 10 de octubre
Santa Mónica, California
9 semanas
Bella se movía inquieta en el sillón de cuero a mi lado. La miré. Hoy iba vestida con vaqueros y un grueso jersey de punto. Llevaba el pelo recogido, apartado de la cara, y los dientes le maltrataban el labio con tanta fuerza que pensé que empezaría a sangrarle. Quise acercarme a ella, ofrecerle consuelo, pero, aunque estábamos sentados uno al lado de la otro, nunca nos habíamos sentido tan separados.
Sabía que estaba nerviosa por ver a Kate y, para ser sincero, yo también lo estaba. No sabía si la terapia nos ayudaría y, a pesar de que sabía que la terapia era un proceso que llevaba mucho tiempo, secretamente esperaba que Kate tuviera una solución rápida para nosotros.
Echaba mucho de menos a Bella.
Se abrió la puerta del despacho de Kate y apareció sonriéndonos. Tenía unos cuarenta y tantos años y llevaba el pelo rubio estratégicamente recogido. Llevaba viéndome con ella desde antes de ser famoso y, aunque a veces me cabreaba, le confiaba mi vida.
—Edward, Bella. Pasen.
Abrió más la puerta y nos pusimos de pie. Dejé que Bella entrara primero. Kate cerró la puerta y se volvió hacia nosotros, ofreciéndonos una sonrisa. —¿Les sirvo algo? ¿Un té? ¿Agua?
Bella asintió. —Té—, pidió. Kate asintió, mirándome.
—Agua estará bien, gracias.
Kate se acercó a un pequeño armario que había en una de las paredes de su despacho y preparó las bebidas. —Me sorprendió recibir tu llamada, Edward -dijo mirándome-. —Hacía tiempo que no hablábamos—. Se acercó al sofá de cuero en el que nos habíamos sentado. Puso las bebidas delante de nosotros en su mesita de cristal y luego se acomodó en su propio sillón.
—Bella, es un placer conocerte.
Bella se movió y le dedicó a Kate una sonrisa nerviosa. Kate asintió y me miró. —Muy bien, creo que debería establecer un par de normas básicas. Cuando estén juntos aquí, este espacio es un lugar seguro en el que pueden expresar sus sentimientos. No es un lugar para juzgar o culpar—, nos miró a los dos y asentimos. —Quiero que ambos recuerden que este es un tiempo y un espacio para ser honestos, para abrir la comunicación entre los dos—. Me miró y no supe qué estaba pensando. Me dedicó una pequeña sonrisa antes de mirar a Bella. —Bella, si te sientes cómoda con ello, estaré encantada de verte por separado si hay cosas de las que te sientas incómoda hablando delante de Edward.
Bella se lamió los labios y se inclinó hacia delante para dar un sorbo a su té. No respondió y Kate cruzó las manos suavemente sobre su regazo.
—Muy bien, empecemos.
Me miró y solté un suspiro pesado. —No sé por dónde empezar—, dije al cabo de un minuto.
—¿Por qué no me cuentas cómo se conocieron?
Miré a Bella, pero estaba callada, así que hablé yo. —Nos conocimos hace más de dos meses, justo antes de irme a rodar a Londres—, dije echándome hacia atrás. —Nos presentó una amiga en común.
Kate asintió. —Bella, ¿en qué trabajas?
Bella se aclaró la garganta. —Soy escritora de viajes—. Kate asintió.
—Entonces, ¿no eres famosa?—, preguntó. Bella negó con la cabeza, con los ojos muy abiertos. Kate me miró. —Debe de haber habido una química instantánea para que se hayan juntado—, observó Kate. Bella frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Kate me miró y yo asentí. —Edward ha hablado en el pasado de no salir con gente que no fuera también famosa. Es un problema que ha tenido en el pasado, las mujeres que no están acostumbradas a su vida a menudo intentan conseguir su propia fama a través de él o de otra manera encuentran que el centro de atención es demasiado intrusivo.
Bella me miró sorprendida. —No quiero ser famosa —dijo, mirando a Kate. Kate frunció el ceño.
—Pero tú sabías quién era cuando se conocieron, seguro que sospechabas lo que podría venir.
Bella negó con la cabeza, sentándose hacia delante. —No sabía quién era Edward. Soy literalmente la persona más alejada del mundo. Nunca había oído su nombre, y desde luego no reconocía su cara. Sólo era un tipo interesante en un club.
Kate puso cara de sorpresa un momento antes de asentir. —Entonces, ¿qué pasó? Edward, sé que te fuiste a Londres. ¿Fuiste con él, Bella?
Bella negó con la cabeza. —Me quedé aquí. Tenía cosas que hacer y... -hizo una pausa, mordiéndose el labio. Sacudió la cabeza de nuevo y redirigió. —Tenía mi propia vida que seguir viviendo.
Kate asintió, comprensiva. —¿Y qué pasó cuando volviste, Edward?
Miré a Bella. —Bella me llamó hace un par de semanas para decirme que está embarazada—. Kate enarcó las cejas y se echó hacia atrás. —Volví a casa y hablamos de ello durante una semana, antes de que tuviera que volver a Londres para terminar el rodaje—, hice una pausa, incapaz de hablar de eso todavía.
—Ya veo—, dijo con suavidad. Se echó hacia atrás y miró entre nosotros. —¿Cuánta comunicación tuvieron mientras Edward estuvo en Londres?
Negué con la cabeza. —Ninguna hasta que me dijo que estaba embarazada.
Kate frunció ligeramente el ceño. —Entonces, ¿en realidad sólo llevan juntos un par de semanas?
Me encogí de hombros, asintiendo. Kate soltó un pequeño suspiro. —Bella, háblame más de ti.
Bella la miró ansiosa. —¿Cómo qué?
Kate se encogió de hombros. —¿De dónde eres?
Bella soltó un suspiro. —Me crie en Washington—. Kate asintió, animando a Bella a seguir hablando. Bella me miró. —Mi padre y su novia siguen viviendo allí. Voy cada tantos meses, cuando estoy en Estados Unidos.
Kate se recostó en la silla. —¿Cómo empezaste a escribir sobre viajes?
Bella se relamió. —Llevo viajando desde los dieciocho años. Me fui de viaje cuando me gradué del instituto y nunca volví. Hace unos cuatro años, estaba en Madagascar y casi sin dinero cuando conocí a mi editora, Tanya. Ella me consiguió el trabajo y desde entonces escribo para su revista.
Kate frunció el ceño. —Entonces, ¿hace cuánto que no tienes una dirección fija?
Bella rodó los hombros. —Seis años.
Kate asintió. —¿Y cuánto llevas ahora en Los Ángeles?
Bella se removió en el sofá. —Bueno, supongo que dos meses. —Estaba a punto de irme otra vez cuando—, hizo una pausa y me miró —me enteré de que estaba embarazada.
Aparté la mirada de ella. No sólo había planeado marcharse, sino que se había marchado.
Kate asintió. —Entonces, ¿te quedaste porque estabas embarazada?— Bella asintió. —Antes de enterarte de que estabas embarazada, ¿pensabas volver a ver a Edward cuando volviera del rodaje?
Miré a Bella, curioso. Ella dejó escapar un suspiro apretado. —No lo sé—. Me miró. —Una parte de mí quería quedarse a verlo, otra parte quería reunirse con él en Londres para verlo una vez más antes de seguir adelante. Una parte de mí quería huir—. Se miró las manos y yo aparté la mirada de ella, dolido.
Kate canturreó. —Parece que, aunque barajabas varias opciones, querías ver a Edward al menos una vez más antes de seguir adelante.
Vi a Bella asentir con el rabillo del ojo. Kate se volvió hacia mí. —¿Y tú, Edward? ¿Planeabas volver a ver a Bella?
Fruncí el ceño. —Esperaba hacerlo. No esperaba que esperara a que yo volviera, pero una parte de mí esperaba que lo hiciera—. No podía mirar a Bella mientras lo admitía.
—¿Sabías que Bella bien podría haberse ido cuando volvieras?— preguntó Kate. Me encogí de hombros.
—Sabía que viajaba mucho y que yo iba a estar fuera dos meses.
Kate asintió, mirando entre nosotros. —Parece que a los dos les interesaba volver a hablar de la química que había entre ustedes—, dijo despacio. Miré a Bella, que no me miraba. Kate la miró. —Bella, ¿cuándo fue tu última relación?
Bella parpadeó, sorprendida. —Yo...—, hizo una pausa, relamiéndose los labios. —No lo sé. Es decir, he salido con chicos durante un tiempo, pero nunca ha sido algo definido. No me quedo el tiempo suficiente para definirlo.
Kate asintió, mirándome. —No te interesa el compromiso.
Bella dejó escapar un suspiro apretado. —No, normalmente no.
La miré. ¿Qué demonios significaba eso? ¿Le interesaba ahora?
Kate se removió en el asiento. —Bella, háblame de tu familia. ¿Has dicho que tu padre y su novia están en Washington? ¿Y tu madre?
Bella se estremeció. —No sé dónde está.
Kate frunció el ceño. —Entonces, ¿no tienes contacto con ella?
Bella resopló. —No desde que me abandonó cuando tenía siete años.
Kate asintió. —¿Entonces te crio tu padre?— Bella asintió. —¿Tienes hermanos?— Bella negó con la cabeza. —¿Cómo fue crecer con tu padre? ¿Estaba en esta relación entonces?
Bella negó con la cabeza, parpadeando furiosamente contra las lágrimas. —No, sólo éramos nosotros dos.
—¿Cómo fue crecer sólo con tu padre?
Bella se encogió de hombros. —Bien, supongo. Mi padre es una persona estupenda.
Los ojos de Kate se centraron en ella. —¿Y sentiste que tenías que hacer más cosas cuando tu madre se fue? ¿Mantener las cosas limpias, hacer la comida?
Bella se removió en el asiento. —Sí, claro. Alguien tenía que hacerlo.
Kate frunció el ceño. —¿Y por qué no podía hacerlo tu padre?
Bella resopló. —No es que no pudiera hacer esas cosas. Pero estaba ocupado. Era un padre soltero que dirigía la comisaría de nuestra ciudad. Alguien tenía que ocuparse de él.
Kate asintió. —Entonces, ¿sentías que tenías que cuidar de tu padre?— Bella se encogió de hombros, incapaz de mirar a Kate. —¿No se suponía que tu padre debía cuidar de ti?
Bella la fulminó con la mirada. —Es un buen padre—, gruñó. —Haces que parezca un vago, pero mi padre siempre ha estado ahí para mí. Siempre lo ha estado.
Kate se echó hacia atrás. —Bella, no lo dudo. No habrías podido crecer hasta convertirte en una persona tan fuerte e independiente si tu padre no te hubiera dado esa confianza—. dijo Kate en voz baja. Bella se relajó un poco. —Pero a lo que quiero llegar es a por qué sentiste, a los siete años, que tenías que asumir la responsabilidad de cuidar de tu padre.
Bella guardó silencio. Kate esperó un momento, pero cuando pareció que Bella no iba a responder, se volvió hacia mí. —Edward, ¿te importaría salir unos minutos para que Bella y yo podamos hablar?
Miré a Bella, pero como no me miró, asentí con la cabeza y me puse en pie.
Salí del despacho de Kate y me senté en uno de los sillones de cuero. Pensé en lo que mi madre me había contado anoche sobre ella y mi padre. Los padres de Bella habían estado en una situación parecida, pero no les había ido tan bien como a los míos.
Suspiré, frotándome la cabeza con una mano. ¿Por qué nada con Bella podía ser sencillo?
~Home~
Bella
Kate guardó silencio durante un largo rato después de que Edward se marchara. —Estás muy incómoda conmigo -observó. La miré.
—Me siento incómoda siendo vulnerable—, espeté. Kate asintió.
—¿Han hablado mucho Edward y tú sobre lo que significa este bebé? ¿Para los dos?
La miré. —Hablamos cuando volvió de Londres—, dije en voz baja. —La primera vez—, corregí. —Iba a interrumpir el embarazo esa semana, pero luego cambié de opinión. Dijimos que trabajaríamos juntos para encontrar una solución.
Kate asintió. —Háblame del desistimiento. ¿Por qué no lo hiciste?
Me moví, ansiosa. —No sé—, murmuré. Kate guardó silencio, paciente, y yo solté un suspiro apretado. —Sabía que Edward quería el bebé y, simplemente, no podía quitárselo.
—¿Es esa la única razón?
Levanté la mirada hacia ella. —No—, susurré. —No pude continuar. Es irracional, pero es que...— Hice una pausa, mordiéndome el labio. —Decidí que no quería tener hijos hace unos años y pensé que, si alguna vez me quedaba embarazada, podría interrumpir el embarazo y marcharme. Pero cuando llegó el momento, no pude hacerlo.
Kate cruzó las piernas, observándome atentamente. —¿Es posible que Edward influyera en tu decisión? A un nivel más profundo, quiero decir.
La miré ansiosa. Asentí y ella esperó a que me explayara. —Sabía que, si huía de esto, estaría huyendo de Edward, y no estaba preparada para apartarlo de mi vida—. Me estremecí al admitirlo en voz alta.
Kate frunció el ceño. —¿Por qué te estremeces? Parece natural no querer salir de la vida de alguien, sobre todo si se sienten cosas por esa persona.
Resoplé apartándome el pelo de la cara. —Pero yo funciono así.
Kate frunció el ceño. —¿Puedes explicarlo mejor?
Gruñí. —Me alejo de la gente, ¿de acuerdo? Viajo por el mundo, conozco gente y la utilizo para que me haga compañía y me entretenga, y luego simplemente la dejo. No me importa cómo se sientan, no me importa si me gustan, me voy. Eso es lo que hago.
Kate respiró con cuidado. —Pero no hiciste eso con Edward.
Parpadeé contra las repentinas lágrimas. —No—, balbuceé. —Lo intenté—, admití, sintiendo que me invadía la vergüenza. —Cuando volvió a Londres para terminar el rodaje, me fui. No le dije a nadie adónde iba, ni siquiera miré el teléfono. Simplemente desaparecí, como hago normalmente.
Kate ladeó la cabeza. —¿Cómo te sentiste?
Se me saltaron las lágrimas y me llevé las mangas de la camisa a la cara. —Me sentí fatal—, dije negando con la cabeza. —Le extrañaba mucho y me sentía tan culpable. He hecho muchas tonterías en mi vida, pero es la primera vez que me arrepiento de algo.
Kate me dejó llorar en el sofá y me sorprendió lo tranquilizadora y reconfortante que era su presencia. —¿Le has dicho a Edward lo que sientes por él?
La miré a través de las lágrimas. —Lo intenté—, negué con la cabeza, la garganta se me hacía un nudo. —No puedo decir las palabras.
Kate asintió, parecía comprender. —Pero él lo sabe.
Asentí.
Kate se inclinó hacia delante y me ofreció una caja de pañuelos. Cogí un puñado de pañuelos y me los apreté contra la cara. —¿Cómo te sientes por estar embarazada?
La miré. —Estoy jodidamente asustada.
—¿De qué, exactamente?
Tragué saliva. —Tengo miedo de ser como mi madre. Tengo miedo de ser peor que ella. Tengo miedo de no poder seguir viviendo mi vida, de tener que vivir la vida de otra persona. Tengo miedo de tener algo que me ate y dependa de mí.
Kate frunció el ceño. —¿Y tu relación con Edward?— preguntó. —¿Qué quieres de él?
Sollocé, sacudiendo la cabeza. —No lo sé. No siento que pueda pedirle nada— admití. —Soy un puto desastre—, sollocé. —Y Edward es tan perfecto que ¿cómo voy a ser suficiente para él?
Kate se inclinó hacia delante; sus ojos marrones eran penetrantes. —Necesito que prestes atención, Bella, porque esto es muy importante—. Esperó a tener toda mi atención antes de continuar. —En primer lugar, es importante que reconozcas que nadie es perfecto. Ni siquiera Edward. Tratarlo como si lo fuera y ponerlo en un pedestal sólo irá siempre en detrimento de la relación de ambos—, sus ojos se clavaron en los míos, y yo hipé, con las lágrimas atrapadas en el pecho. —Segundo, ¿qué significa para ti ser lo suficientemente buena para Edward?
Dejé escapar un suspiro tembloroso. —Edward es amable, fuerte y tierno. Se merece a alguien que pueda corresponder a sus sentimientos sin que eso le provoque un ataque de pánico—, dije negando con la cabeza. —Soy demasiado inestable.
—Bella—, dijo Kate, inclinándose hacia mí. —Tu miedo es comprensible. Es aterrador exponerse a alguien. Te han hecho daño y ese daño se ha arraigado en ti durante mucho tiempo. No va a desaparecer por arte de magia. Es algo en lo que tendrás que trabajar para sanar.
Tuve hipo y me limpié la nariz con un pañuelo nuevo que Kate me había ofrecido. —¿Y si sólo está conmigo por el bebé?— susurré.
—¿Se lo has preguntado?— preguntó Kate. Negué con la cabeza. —Parece que eso es algo de lo que deberías hablar con él—, sugirió. Tragué saliva, incapaz de mirarla.
—No quiero seguir haciéndole daño—, dije en voz baja. —Pero no sé cómo cambiar.
Kate soltó un largo suspiro, reclinándose en su silla. —Ya has dado el primer paso hacia ese cambio—, dijo suavemente. La miré. —Al venir hoy aquí a hablar conmigo, te estás dando la oportunidad de crecer. No será fácil, ni ocurrirá de la noche a la mañana, pero es importante que reconozcas que ya has empezado a trabajar para lograr ese cambio.
La miré fijamente. —¿Crees que hay esperanza para mí? ¿Para nosotros?— pregunté en voz baja. La voz me temblaba y se me quebró en la última palabra. Kate me sonrió.
—Depende de ustedes dos. Si los dos están dispuestos a tener fe y a trabajar juntos, entonces sí, creo que hay muchas esperanzas.
Asentí, limpiándome la nariz. Kate suspiró al cabo de un momento y miró hacia la puerta.
—Me gustaría hablar con Edward unos minutos antes de traerlos a los dos de vuelta. ¿Te parece bien? Me enjugué los ojos y asentí. Kate se levantó y yo la seguí hasta la puerta. La abrió de un tirón y mis ojos se posaron en Edward. Estaba encorvado hacia delante, con la cabeza entre las manos y los codos apoyados en las rodillas. Me miró cuando se abrió la puerta.
—Edward, ¿por qué no hablamos un rato? — sugirió Kate. Edward soltó un suspiro y asintió con la cabeza, poniéndose en pie. Salí a la sala de espera y me senté en la silla que Edward acababa de dejar libre mientras él entraba en su despacho.
~Home~
Edward
Bella tenía los ojos rojos y las mejillas enrojecidas por las lágrimas cuando Kate abrió la puerta. Quería acercarme a ella, pero no sabía si sería receptiva a mi tacto.
—Edward, ¿por qué no hablamos un rato?— preguntó Kate. Solté un suspiro y asentí. Bella pasó a mi lado mientras me dirigía al despacho de Kate. Intenté mirarla a los ojos, pero ella mantenía la mirada baja, secándoselos de vez en cuando con un pañuelo.
Kate cerró la puerta del despacho y yo me senté en el sofá. Kate me miró.
—Ya sé lo que vas a decir—, gruñí. Kate levantó una ceja.
—¿Ah, sí?
Suspiré y me pasé una mano por el pelo. —Que estoy loco.
Kate sonrió suavemente. —Edward, no estás loco—. La miré. —Sin embargo, estoy sorprendida. Bella es quizá el último tipo de persona que imaginaba que dejarías entrar en tu vida.
Resoplé. —Dímelo a mí.
—¿Cómo llevas tus problemas de control?
Me moví, incómodo. —Soy un puto desastre—, admití.
Kate asintió. —Bella es la persona más imprevisible con la que jamás te hayas cruzado—, observó. Gruñí, tirándome del pelo. —¿Qué te parece?
La miré. —¿Qué? ¿El hecho de que no pueda adivinar lo que hará o dirá?— le pregunté. Kate asintió. —Me estoy volviendo loco. Estoy muy descontrolado y me está estresando mucho.
Kate soltó un suspiro. —¿Qué sientes por Bella?
Me desinflé. —Kate, la amo.
Kate no pareció sorprendida. En lugar de eso, sonrió. —Lo sé —dijo suavemente. —No estoy segura de que hubieras sido capaz de renunciar a tanto control si no lo hubieras hecho.
Gemí. —¿Qué hago? Huyó cuando volví a Londres—, empecé. Kate asintió.
—Bella me lo contó.
Parpadeé. —¿Te lo contó?
Kate canturreó. —Me lo contó. ¿Cómo te sentiste cuando se fue?
Negué con la cabeza. —Vacío—dije en voz baja. —Estaba tan fuera de control que me sentía vacío. Era lo único que me quedaba para seguir funcionando con normalidad.
Kate frunció el ceño. —Háblame del embarazo—, dijo al cabo de un momento. Fruncí el ceño. —¿Cómo te sientes al respecto?
Tragué saliva. —Estoy aterrorizado, y cuanto más avanzamos, más miedo siento, pero también estoy emocionado y feliz y una parte de mí está un poco...— Hice una pausa, sintiéndome culpable por el pensamiento. Kate frunció el ceño.
—¿Qué, Edward?
Suspiré. —Agradezco que Bella haya quedado embarazada. Sé que esto no es lo que ella quiere y no puedo evitar pensar que la única razón por la que se ha quedado es porque está embarazada. No quería que se fuera de mi vida, pero no creo que hubiera sido capaz de mantenerla a mi lado de otra forma.
Kate frunció el ceño. —¿Se lo has dicho?
Resoplé. —Dios, no. ¿Me estás tomando el pelo? Ese es el tipo de cosas que la harían salir corriendo.
Kate frunció el ceño. —¿Le has dicho lo que sientes por ella?
Me encogí de hombros. —Sí, más o menos. No suelo ser tan directo porque no quiero asustarla.
Kate asintió, frunciendo ligeramente los labios. —¿Qué quieres de Bella?
La pregunta me pesó en el pecho y tardé un minuto en responder. —¿Si supiera que siente lo mismo que yo?—pregunté. Kate asintió. —No lo sé. La amo, ya no puedo evitarlo. Siento que Bella es mi futuro, de una forma u otra, pero ¿cómo demonios se supone que voy a construir un futuro con alguien que siempre está buscando una oportunidad para dejarme?
Kate no contestó y alargué la mano para volver a tirarme del pelo. —Creo -dijo Kate en voz baja-. —Que quizá Bella y tú deberían dedicar tiempo a conocerse mejor. En realidad, su relación sólo tiene unas semanas. Aunque los dos están pasando por muchas cosas ahora mismo y el embarazo ha cambiado quizá el ritmo al que evolucionará su relación, es importante que se den cuenta de que aún están en las primeras fases.
La miré y suspiré. —Sí—, asentí. Kate asintió.
—Si estás listo, voy a volver a traer a Bella.
Cuando asentí, Kate se levantó, abrió la puerta y le hizo señas a Bella para que volviera a entrar. Bella entró en el despacho sin lágrimas en los ojos, aunque aún tenía la cara un poco roja de tanto llorar.
Se sentó a mi lado y tuve que contenerme para no acercarme a ella.
—Me gustaría verlos a las dos individualmente, además de en las sesiones de grupo -dijo Kate, acomodándose en la silla-. —Creo que hay mucho que resolver, no sólo en sus vidas personales, sino también en su relación.
Asentí y miré a Bella. —De acuerdo -dije en voz baja. Kate asintió.
—Por ahora, me gustaría que practicaran para conocerse mejor. Quiero que se asignen al menos una noche a la semana para pasarla juntos. Cenen y hablen, practiquen ser vulnerables el uno con el otro. Cuanta más confianza construyamos, más fuerte será su relación.
Me estremecí y aparté la mirada de Kate.
—¿Son capaces de comprometerse?—, preguntó. La miré y tragué saliva. Asentí y, a mi lado, Bella dejó escapar un suspiro tembloroso antes de asentir también.
—Bien. Concertaremos sesiones individuales la semana que viene. Hasta entonces, por favor, tengan en cuenta lo que les he dicho.
Asentí y miré a Bella. No me miraba, aunque parecía que me estaba esperando. Me levanté y le tendí una mano. Me miró, con los ojos enrojecidos por las lágrimas. Levantó la mano y deslizó la mía sobre la suya.
En cuanto hubo contacto entre nosotros, sentí que por fin podía respirar.
Se levantó con la mano aferrada a la mía.
—Gracias, Kate—, dije mirándola. —Llamaremos para quedar la semana que viene.
Kate asintió, se levantó y nos acompañó a la puerta. Salimos de su despacho y no hablamos hasta que volvimos al auto.
—¿Tienes hambre? — le pregunté una vez abrochados los cinturones. Me miró.
—Estoy cansada—, dijo frotándose los ojos. —Creo que necesito una siesta.
Asentí. Tamborileé con el pulgar sobre el volante antes de respirar hondo. —¿Quieres venir a mi casa?
Bella se quitó las manos de los ojos y me miró con recelo. —¿Hablas en serio? — Asentí con la cabeza. —Sí.
Exhalé un suspiro y estiré la mano para tomarla entre las mías. Sus dos manos rodearon las mías y me asieron con fuerza. Le sonreí mientras salía del aparcamiento de la oficina de Kate.
~Home~
Llegamos a mi casa y apreté la mano de Bella. No habíamos hablado en el camino de regreso, pero sólo con cogerla de la mano me sentía mejor.
Bella me miró, con su hermoso rostro cansado. Sólo eran las cuatro de la tarde, pero su cansancio era palpable. —Vamos—, le dije suavemente. Solté la mano de Bella y salí del auto. Ella bajó y, cuando volví a ofrecerle la mano, me la cogió. Entramos en casa y bajamos las escaleras hasta llegar a mi dormitorio. Con cuidado, le quité el bolso del hombro y lo dejé junto a la puerta. Bella se quitó los zapatos cuando se lo indiqué con la cabeza. —Parece que te vas a desmayar—, le dije en voz baja. Suspiró y se volvió para mirarme.
—No he dormido.
Asentí, comprendiendo exactamente cómo se sentía. Exhalé un largo suspiro, mirando hacia la cama.
—Vamos—, dije con suavidad. Bella me siguió hasta la cama y se tumbó encima cuando se lo indiqué. Me miró con una pregunta en los ojos. Me quité los zapatos y me arrodillé para estirarme en la cama junto a ella. La abracé y ambos nos estremecimos de inmediato.
—Te he echado de menos—, susurró, con la cara hundida en mi pecho. La apreté más contra mí.
—Yo también te he echado de menos.
Sentí que los dedos de Bella se enroscaban en el cuello de mi camisa, estrechándome más. En unos instantes se quedó dormida.
Miré a la hermosa y apacible mujer que tenía entre mis brazos. La amaba y, a pesar de todo lo que habíamos pasado, no podía imaginar un futuro sin ella. Suspiré, dejando escapar un suspiro tenso mientras le besaba la coronilla.
—No te rindas, nena—, susurré. —Te amo.
