Disclaimer: Sthephenie Meyer is the owner of Twilight and its characters, and this wonderful story was written by the talented fanficsR4nerds. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!
Descargo de responsabilidad: Sthephenie Meyer es la dueña de Crepúsculo y sus personajes, y esta maravillosa historia fue escrita por la talentosa fanficsR4nerds. Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!
Gracias a mi querida Larosadelasrosas por sacar tiempo de donde no tiene para ayudarme a que esta traducción sea coherente y a Sullyfunes01 por ser mi prelectora. Todos los errores son míos.
Capítulo 16: Edward
Viernes, 12 de octubre
Malibú, California
9 semanas
Bella volvió a quedarse a dormir. Después de confiarme lo del último hombre que le rompió el corazón, terminamos de cenar rápidamente antes de acurrucarnos juntos en la tumbona. Hablamos de temas más ligeros y, al final, se durmió en mis brazos.
La llevé a mi habitación, la metí en mi cama y me tomé un momento para apreciar lo bien que estaba ahí. Mirarla me provocaba un dolor profundo en el pecho. El dolor era alimentado por la maravillosa y complicada naturaleza de amar a esta mujer.
Volví a subir para limpiar un poco y cerré las puertas antes de volver a bajar y deslizarme en la cama, acercando a Bella a mí. El dolor de mi pecho se alivió cuando la tuve en mis brazos.
Dormí profundamente, como solía hacer cuando Bella estaba ahí, y cuando me desperté, fue para encontrarla aún dormida, con un pequeño ceño fruncido entre las cejas. Me incliné y besé suavemente la pequeña v. Casi de inmediato, su rostro se relajó y dejé escapar un fuerte suspiro.
Pensé en lo que Bella me había dicho anoche. Ya había estado embarazada y había perdido al bebé. Se me encogió el corazón de miedo ante la sola idea de que eso nos ocurriera a nosotros. No podía imaginar lo que sería pasar por algo así, sobre todo siendo tan joven y estando tan sola como lo había estado ella. No sabía nada de Jacob más que lo que Bella me había contado, pero lo aborrecí de inmediato. No por el amor que Bella le había dado, sino por la forma en que la había abandonado, dejándola como una niña rota y perdida.
No había entendido, cuando Bella me había hablado de su madre, cómo alguien podía alejarse de ella. Ahora, descubrir que dos personas le habían hecho eso. Era incomprensible.
¿Cómo podía alguien alejarse de semejante chispa de vida?
Bella se movió un poco y la camiseta que le había puesto se deslizó hasta dejarle al descubierto el vientre. Le miré la barriga. No se le notaba, pero no pude evitar imaginármela creciendo. Me sentí como un imbécil insensible al pensar en lo agradecido que estaba de que Bella no hubiera tenido un hijo con Jacob. Sabía que había sido traumático para ella pasar por eso, y si hubiera tenido ese hijo ahora, no la querría menos, pero mi culo loco y posesivo se sentía aliviado de que sólo compartiera ese vínculo de tener un hijo conmigo. La quería toda para mí y sabía lo jodido que era eso, pero no me importaba. Bella era mi dueña, lo supiera o no, yo era suyo hasta la médula. Fue demasiado rápido, y me dio mucho miedo ponerme así en sus manos, sabiendo que aún podía decidir marcharse, pero ya era demasiado tarde. No había vuelta atrás para mí.
Bella se movió de nuevo, y mis ojos volaron hasta su cara mientras sus ojos parpadeaban. Me miró y la ternura de su mirada me dejó sin aliento. Era obvio que se preocupaba por mí, aunque no pudiera expresarlo con palabras.
—Buenos días—, le dije suavemente. Bostezó y estiró los brazos por encima de la cabeza. Mis ojos volvieron a su vientre, y mi mano se movió sin darme cuenta para cubrir su barriga. Parpadeó y me miró sorprendida mientras mi pulgar acariciaba suavemente su piel.
Bella me observó y mis ojos volvieron a posarse en los suyos. No sabía si aquello era demasiado, y la miré con ansiedad. Me alivió verla sonreírme.
—Buenos días—, dijo suavemente, bajando la mano para cubrir la mía. Mi corazón se estremeció de felicidad.
Nos quedamos tumbados en silencio, con las manos enroscadas sobre su vientre.
Finalmente, Bella gimió y la miré con preocupación. —Tengo que ir a orinar—, refunfuñó. Me reí suavemente y la dejé ir mientras se deslizaba fuera de la cama y se dirigía al baño. Me senté y miré el teléfono. Eran casi las ocho y sabía que probablemente tenía mensajes de Jane sobre las actividades del día. Tenía que ocuparme de otro día de promoción antes de irme de fin de semana.
Lo cogí y, efectivamente, había varios mensajes de Jane. Los leí y fruncí el ceño.
Bella volvió a la habitación, se tumbó en la cama y me miró extrañada. La miré. —Hoy tengo que trabajar —dije haciendo una mueca. Bella asintió.
—Bueno—, se miró las manos, pero vi que se le caían un poco los hombros.
—Ayer hablé con Jane—, dije, desesperado por darle buenas noticias. Bella me miró. —Tengo que viajar para una gira promocional a finales de enero, pero hasta entonces no voy a aceptar nuevos trabajos. Ya me he comprometido con algunas cosas, pero son locales, pequeñas. Quiero tiempo para centrarme en nosotros.
Bella me miró con los ojos muy abiertos. —¿Estás seguro?—, preguntó. No sabía lo que sentía. Asentí con la cabeza. Bella se mordió el labio inferior y yo fruncí el ceño.
—¿Qué pasa, cariño? —¿Sentía que la estaba asfixiando? ¿Debería haberle dado más espacio?
Bella soltó un suspiro. —Me siento culpable de que hayas pausado tu carrera—, dijo en voz baja.
Me acerqué a ella. —Ey—, le dije suavemente, levantándole la barbilla para que nos miráramos a los ojos. —Ahora mismo, no hay nada más importante para mí que asegurarme de que tú y yo seguimos trabajando en esto. Tengo la suerte de poder dejar de trabajar un tiempo y no tener que preocuparme por las consecuencias económicas. Estoy muy agradecido por eso, porque me va a permitir centrarme en ti, en nosotros.
Bella asintió, con los ojos llenos de lágrimas. —No quiero que te arrepientas de nada—, dijo en voz baja.
—Cariño, de lo único que me arrepentiría es de no haber dedicado tiempo a centrarme en nuestra relación. Significas más para mí que avanzar en mi carrera—. Era aterrador darme cuenta y decirlo en voz alta, pero era verdad. No volvería a actuar si eso significaba que Bella y yo por fin podíamos resolver nuestros problemas. Las lágrimas de Bella se derramaron y me tendió la mano. La acerqué y la subí a mi regazo. Se acurrucó contra mi pecho y solté un suspiro tembloroso mientras la abrazaba. Me aterrorizaba lo mucho que amaba a aquella mujer. Sin embargo, en el fondo de mi alma sabía que nada de lo que hiciera en mi vida sería tan importante como lo que estaba haciendo con Bella. La relación que estábamos construyendo juntos y, con el tiempo, la familia en la que nos convertiríamos.
~Home~
Miércoles, 17 de octubre
Malibú, California
10 semanas
Pasamos el fin de semana juntos, aunque todavía no habíamos vuelto a intimar. No era por falta de deseo por parte de ninguno de los dos, sino que parecía que algo se interponía en nuestro camino y nos frenaba.
En lugar de eso, pasábamos el tiempo hablando o haciendo actividades en casa que nos permitían pasar tiempo juntos. Seguimos hablando, intentando abrirnos el uno al otro. No siempre fue fácil, pero me di cuenta de que estábamos progresando porque cada vez que uno de los dos contaba una historia, era un poco más cómodo.
El lunes, a pesar de que yo no tenía trabajo por hacer, Bella decidió que lo mejor sería volver a casa de Alice para hacer su propio trabajo. Había sido difícil dejarla marchar, sobre todo porque me sentía jodidamente necesitado de su tiempo. La quería conmigo, siempre.
Esa noche durmió en casa de Alice y, aunque hablamos a la mañana siguiente, no me pareció suficiente tiempo con ella. El martes por la tarde fue a ver a Kate por su cuenta para su primera sesión individual. Intenté distraerme toda la noche para no llamarla y preguntarle cómo le había ido.
Yo tenía mi propia cita con Kate esta tarde y, aunque sabía que Bella necesitaba espacio, la extrañaba muchísimo y me había planteado preguntarle si podía verla después de mi cita.
Hacia el mediodía me dirigí a mi cita, sin importarme que llegaría temprano. No podía quedarme sentado en casa ni un momento más.
Llegué a la consulta de Kate, pero en lugar de esperar en el auto, entré esperando que no le importara. Kate estaba en su despacho cuando llamé a la puerta abierta y me miró sorprendida.
—Edward, llegas quince minutos antes—, dijo mirando el reloj. Fruncí el ceño.
—¿Debo volver?
Kate me miró con una sonrisita en la cara. —No, pasa. Sé que te gusta madrugar compulsivamente—, dijo cerrando el portátil con suavidad. Entré en su despacho y cerré la puerta tras de mí. Me senté en el sofá mientras ella se levantaba y venía a sentarse frente a mí. Sus ojos agudos me observaron mientras me acomodaba, cruzando y descruzando las piernas.
—Es mucha energía ansiosa —observó cuando por fin adopté una postura. Gruñí. —¿Qué ocurre?
Solté un suspiro apretado, mirándola. —No he visto a Bella desde el lunes—, refunfuñé. Kate asintió.
—Entonces, estás...—, dejó la pregunta en el aire y la miré.
—No sé, la echo de menos. Me angustio cuando no la veo—. solté. Kate asintió, reclinándose en su silla.
—¿Por qué?
Gruñí, llevándome una mano al pelo. —No lo sé. Es que... Echo de menos pasar tiempo con ella. Incluso cuando me vuelve loco, me encanta estar cerca de ella—. Hice una pausa, tirando de mi pelo. —Hemos hablado por teléfono, pero no es lo mismo.
Kate me miró fijamente. —¿Te preocupa que desaparezca?
Me estremecí, desinflándome. —Carajo—, siseé. —Odio admitirlo, pero sí, se me pasa por la cabeza y me cago de miedo.
Kate frunció el ceño. —¿Con qué frecuencia hablan?
La miré y me encogí de hombros. —No lo sé, nos mandamos mensajes a lo largo del día y me ha estado llamando cuando termina de trabajar.
Kate asintió. —¿No la llamas?
La miré fijamente. —Quiero hacerlo, todo el puto tiempo. Pero...— Hice una pausa, sacudiendo la cabeza. Mis manos se cerraron en puños sobre mis rodillas. —Todavía no puedo llamar.
—¿Por qué?
La miré, con el pecho apretado. —Porque sé lo que se siente al llamarla y no poder encontrarla. Tengo miedo de llamarla porque no quiero volver a sentirme así.
Kate se me quedó mirando un largo rato y yo aparté la mirada de ella, tirándome del pelo. —¿Le has hablado a Bella de este miedo?
La fulminé con la mirada. —Mierda, no— Kate me enarcó una ceja y yo gruñí. —Sé que se siente culpable, lo ha dejado claro. No quiero aumentar su sentimiento de culpa.
—Pero al ocultárselo, le estás negando la oportunidad de entender de verdad cómo te sientes. Por lo que has pasado.
Sacudí la cabeza. —No quiero que lo sepa— gruñí.
—¿Por qué no?
Miré a Kate con incredulidad. —Porque quiero protegerla de eso, carajo. No necesita saber esa mierda.
Kate suspiró pesadamente, ladeando la cabeza mientras me miraba.
—Edward, es tu compañera, no una niña. Merece que la respetes y la trates como tal.
La fulminé con la mirada. —La respeto, mierda. ¿Me estás tomando el pelo?
Kate extendió las manos, intentando que me calmara. —Edward, creo que lo que más necesita ahora es que hables con ella, no que la mimes. Tiene que conocer el impacto y la gravedad de sus actos, de lo contrario, ¿cómo se supone que va a aprender y crecer a partir de ellos? ¿Cómo vas a perdonarla si sabes que le has ocultado parte de este trauma?
Miré fijamente a Kate, con el corazón retumbándome en el pecho. Ella me observó pacientemente y yo solté un suspiro agudo, negando con la cabeza. Kate asintió y cruzó las piernas. —Háblame de la decisión de no venir juntos esta semana.
La miré. —En realidad no decidimos algo así—, dije frunciendo el ceño. —Bella necesitaba hacer trabajo, lejos de mí supongo—. Sabía que estaba haciendo pucheros, pero no me importaba una mierda. Echaba tanto de menos a Bella que me estaba volviendo petulante.
Kate sonrió suavemente. —Bella es introvertida. Tiene sentido que necesite tiempo a solas.
Resoplé. —¿La conoces, mierda? Es la persona más jodidamente extravertida que he conocido— espeté.
Kate negó con la cabeza. —No, Edward, creo que me estás malinterpretando. Ser introvertido o extravertido no tiene que ver con lo extrovertido o tímido que seas. Todo depende de la energía.
La miré fijamente. —¿De qué estás hablando?
—La energía de Bella se recarga cuando está sola. Puede que sea extravertida y simpática, y eso es normal para algunos introvertidos. Pero estar con gente constantemente agota a Bella. Necesita tiempo y espacio a solas para recargarse—. Kate me miró. —Tú, en cambio, eres extravertido. Eso no significa que seas intrínsecamente extravertido o sociable, pero tu energía se recarga cuando pasas tiempo con tus seres queridos—. Parpadeo. Nunca me había considerado una persona extravertida. Tampoco había pensado nunca en Bella como una introvertida. Kate sonrió suavemente. —Quieres estar con Bella todo el tiempo, ¿es cierto?—, preguntó. Asentí. —Estoy segura de que Bella siente lo mismo por ti, pero intrínsecamente necesita tiempo a solas. Eso no significa que no te eche de menos cuando no estás cerca, o que no se preocupe por ti.
Me quedé callado un largo rato, intentando procesar todo lo que me estaba diciendo. Finalmente, suspiré. —Entonces, ¿qué hago?
Kate se encogió de hombros. —Sigue construyendo una vida al margen de tu relación con Bella. Es importante que los dos tengan sus propias identidades. Las cosas cambiarán a medida que su relación se consolide, pero es importante que sigan haciendo las cosas que les gustan a los dos.
La miré fijamente. Kate me observó pacientemente, con una pequeña sonrisa en la cara. —Siento como si te estuvieras riendo de mí —gruñí. Kate sonrió.
—Es que estoy asombrada—, dijo sacudiendo la cabeza. La miré con el ceño fruncido. —Edward, te conozco desde que eras un adolescente. Nunca te había visto tan fuera de tu elemento. Bella ha trastocado por completo tu mundo y me asombra que no sólo se lo hayas permitido, sino que la sigas animando a seguir haciéndolo— Kate sonrió. —La verdad es que estoy muy orgullosa de lo lejos que has llegado. Me imagino que si Bella y tú se hubieran conocido hace unos años, todo esto habría sido drásticamente distinto.
Suspiré, recordando quién había sido hace unos años. —Bella no se habría quedado por mí. Yo era un pendejo—, refunfuñé. Kate se rio suavemente. La miré. —A veces sigo siendo un imbécil celoso—, le dije. Kate asintió.
—¿Cómo llevas tus sentimientos posesivos? — Gruñí.
—Los interiorizo—, admití. Kate enarcó una ceja. —Si le contara esa mierda a Bella, me daría por el culo y me escupiría en un segundo. Lo sé, y esa mierda es mejor guardársela para mí.
Kate sonrió con satisfacción. —Creo que quizá has valorado correctamente a Bella, pero tampoco creo que debas subestimarla. No me parece el tipo de persona que toleraría tus tendencias más posesivas, pero creo que apreciaría que le confiaras tus sentimientos. Cuéntale cómo te sientes para que sepa dónde estás y pueda ofrecerte paciencia si tienes un sentimiento especialmente fuerte.
La miré con recelo. Tendría en cuenta el consejo, pero no estaba seguro de seguirlo. Al menos, todavía no. Kate y yo seguimos hablando y, aunque a veces me cabreaba presionándome, hablar con ella me resultaba reconfortante y familiar. Conocía a Kate desde hacía mucho tiempo y ella me conocía a mí, lo bueno, lo malo y lo feo. Hablar con ella era un alivio y esperaba que algún día Bella y yo pudiéramos alcanzar ese nivel de franqueza entre nosotros. Anhelaba eso con ella.
~Home~
Salí de la consulta de Kate sintiéndome mejor. Aunque seguía extrañando mucho a Bella, sentía que tal vez estaba bien que pasáramos algún tiempo separados. En lugar de lamentarme por Bella, llamé a Emmett y los invité a cenar a él y Rose. Aceptó y me dijo que llamaría a Rose para avisarle. Cuando colgamos, quise llamar a Bella e invitarla también, pero dudé. No quería agobiarla y, además, después de contarles a Em y a Rose la jugarreta que había montado yéndose a México, Rose se había mostrado especialmente hostil hacia ella. Quería que Bella y Rose se llevaran bien, pero seguía pareciéndome que Bella y yo estábamos en terreno pedregoso sin meter a Rose de por medio. Así que la dejé fuera en esta cena con mis dos mejores amigos.
Llegué a casa a tiempo para alcanzar a Carmen antes de que se fuera. Después de asegurarme de que tenía los ingredientes para las chuletas de cerdo y de asegurarle que podría cocinar, me despedí de ella.
Fui a mi despacho a revisar algunos correos electrónicos y leí unas cuantas propuestas que Jane me había enviado hasta que tuve que empezar a preparar la cena.
Sobre las cuatro, me levanté del ordenador y bajé a la cocina. Cuando iba hacia la nevera, sonó mi teléfono. Fruncí el ceño, lo saqué del bolsillo y se me estrujó el corazón al ver que era Bella.
—Hola—, dije suavemente, contestando a la llamada.
Oí a Bella exhalar un suspiro. —Hola—, suspiró. —¿Cómo estás?
Tarareé. —Bien, estoy empezando a preparar la cena.
Bella hizo una pausa. —¿Estás cocinando?—, preguntó. Sonreí por la sonrisa en su voz.
—Sí, bueno, en realidad sé cocinar—, resoplé. Bella soltó una risita suave, y el sonido me atravesó el pecho. —¿Qué estás tramando?
Bella suspiró. —Acabo de cerrar el portátil. Llevo todo el día trabajando y siento que me van a sangrar los ojos—, hizo un mohín. Asentí.
—¿Al menos has hecho un buen trabajo?
Tarareó Bella. —Sí, le envié un par de capítulos a Tanya para que los revisara, así que me siento bien—. Se quedó callada un momento y fruncí el ceño, esperando a ver si decía algo más. Finalmente, suspiró. —Te extraño.
Dejé la comida que estaba sacando de la nevera, con el corazón contrayéndose dolorosamente. —Yo también te extraño, cariño.
Bella se quedó callada un momento. —¿Sería…?—, hizo una pausa. —Quiero decir, ¿sería posible? — No pudo terminar la frase y sonreí.
—Cariño, ¿qué intentas decir?
Bella resopló. —Quiero encontrar una forma elocuente y sofisticada de decir que quiero verte sin que suene desesperada y necesitada.
Solté una carcajada. La última cosa en la Tierra con la que describiría a Bella era desesperada o necesitada. —Créeme, no eso no suena desesperado ni necesitado—, le aseguré. —Emmett y Rose vienen a cenar. ¿Quieres cenar con nosotros?
Bella hizo una pausa. —Oh, no, no quiero entrometerme—, dijo rápidamente. Negué con la cabeza.
—No lo haces. Pensé en invitarte, pero no quería que te sintieras agobiada.
Bella suspiró. —Lo de comunicarnos nos va muy bien, ¿verdad?—. Resopló. La imité.
—Ven a cenar, cariño—. Dije suavemente. Bella tarareó.
—Bueno, deja que me cambie y cogeré un Uber.
Fruncí el ceño. Quería ir a buscarla, pero sabía que no tenía suficiente tiempo para cocinar.
—De acuerdo, cariño, cuídate. Nos vemos pronto.
Bella me resopló. —Todo irá bien Edward. Ya he hecho viajes mucho más dudosos que un Uber—. Fruncí el ceño, pero antes de que pudiera decir nada, Bella volvió a hablar. —Nos vemos pronto.
Colgó y yo bajé mi teléfono, suspirando. Tenía que recordarme una y otra vez que Bella ya era una adulta y que había estado cuidando de sí misma mucho antes de conocerme. Sabía cómo estar a salvo. Lo sabía, pero no por eso dejaba de preocuparme.
~Home~
Estaba terminando las chuletas de cerdo cuando oí el timbre de la puerta de arriba, que me decía que alguien había introducido el código. Le había dado a Bella el código de la puerta este fin de semana, para que supiera que era bienvenida en cualquier momento. Me aseguré de que las verduras se mantuvieran calientes y no se quemaran cuando Bella entró en la cocina. En el momento en que mis ojos se posaron en ella, sentí como si mi corazón soltara un largo y pesado suspiro. Mierda. La había echado tanto de menos.
Sonrió al verme, aunque se quedó de pie al otro lado de la isla, tímida. Me moví alrededor de la isla y la abracé. Ella me rodeó inmediatamente, apretándome con fuerza. —Carajo, sí que te he echado de menos—, gruñó contra mi pecho. Sonreí, apoyando la cabeza en la suya.
—Yo también.
Sus manos se movieron por mi espalda, sujetándome con más fuerza, y solté un suspiro. Se separó de mí y la miré de arriba abajo. Estaba hermosa con un vestido color granate de manga larga y medias oscuras. —Estás hermosa—, le dije. Me sonrió.
—Tú siempre estás hermoso—, dijo en voz baja, y sus manos se posaron ligeramente en mi pecho. Puse los ojos en blanco y ella me agarró la parte delantera de la camisa. —Lo digo en serio, cariño. Eres guapo y sexy y todas esas cosas, pero también eres hermoso. Me dejas sin aliento cuando te miro.
Me quedé mirándola, atónito ante su sinceridad. Últimamente habíamos sido un poco más sinceros, pero nada como esto. Bella me sonrió tímidamente y me agaché, atrayéndola hacia mí para darle un beso ardiente en los labios. Ella gimió y sus dedos recorrieron mi pecho y se enredaron en mi pelo. Mi cuerpo respondió de inmediato. Mierda, había echado de menos esto. Lo nuestro.
Sentí que las piernas de Bella se movían y estaba a punto de levantarla y estrecharla contra mí cuando sonó el timbre del piso de arriba, avisándome de que Emmett y Rose estaban aquí. Nos separamos, con el pecho agitado mientras luchábamos por respirar.
—Emmett y Rose están aquí —dije en voz baja. Bella asintió, mordiéndose el labio. Parecía querer decir algo, pero se separó de mí y comenzó a acomodarse el vestido. Me moví, tratando de ajustarme mi repentina erección. Bella me miró y sonrió. Sonreí y negué con la cabeza, moviéndome detrás del mostrador. Podía fingir que estaba revisando la cena mientras ocultaba mi evidente excitación tras el mostrador.
Unos instantes después, oí abrirse la puerta principal. —¿Ed?— llamó Em. Me aclaré la garganta.
—¡En la cocina!— grité. Bella me miró.
—¿Necesitas ayuda con algo?—, preguntó. Parecía nerviosa. Negué con la cabeza.
—No, estoy bien. Ya casi está todo—, le dije. Asintió, mordiéndose el labio. Em y Rose entraron por la puerta un momento después, ambos sonrientes.
—Hola—, dijo Em, dejando una botella de vino sobre la encimera. Los saludé con la cabeza.
—Hola chicos, pasen. La cena está casi lista.
Los ojos de Em se posaron en Bella y la miró sorprendido. —Oh, hola, Bella. Me alegro verte— dijo cariñosamente. Bella le sonrió.
—Y yo ti también, Emmett.
Detrás de él, vi a Rose mirar a Bella con frialdad. Mierda.
Bella la miró, ofreciéndole una pequeña sonrisa. Rose apartó la mirada de ella. —La cena está casi lista—, dije, aclarándome la garganta. Todos me miraron. —¿Quieren comer adentro o afuera?
Emmett miró entre Rose y Bella y luego me miró a mí.
—Estoy bien afuera—, dijo encogiéndose de hombros. Las dos mujeres asintieron y yo miré hacia el patio.
—Voy a poner la mesa—, dijo Bella con suavidad. Se movió alrededor de la isla, recogiendo fácilmente los cubiertos. Se acercó a las puertas francesas, las abrió y salió a la terraza. Yo aún tenía las luces que había encendido para nuestra cita, y vi cómo Bella colocaba los platos en la mesa antes de ir a enchufarlas. Aunque seguía habiendo distancia entre nosotros, me alegraba que se sintiera tan a gusto aquí. Me volví hacia Emmett y Rose.
—¿Hay algo que podamos hacer?— preguntó Em. Negué con la cabeza.
—Siéntanse libres de tomar algunas bebidas. Aparte de eso, la comida debería estar lista en cualquier momento—. Me moví por la cocina para bajar los platos y vi a Emmett escabullirse fuera de la cocina para conseguir bebidas para él y Rose. Me volví hacia Rose, que tenía la boca fruncida.
—No sabía que estaría aquí—, dijo en voz baja. Miré hacia la terraza, donde Bella estaba poniendo la mesa.
—Estamos arreglando las cosas—, le dije a Rose, volviéndome a mirarla. Ella frunció el ceño y negó con la cabeza.
—No sé cómo puedes perdonarla por esa mierda—, dijo, frunciendo el ceño. Solté un suspiro.
—Estamos trabajando en ello—, repetí. Me miró, pero como no le di más explicaciones, suspiró.
Emmett volvió a la habitación, ofreciéndole a Rose una copa de vino blanco. Dio un sorbo a su propio whisky, sonriéndome. —Huele bien—, dijo olfateando el aire. Bella volvió a entrar en la cocina y yo le sonreí.
—La comida está lista. Todos cojan un plato.
Nos servimos antes de salir al patio. En lugar de sentarnos en las tumbonas como solíamos hacer Bella y yo, nos acomodamos en la mesa. Emmett y yo nos sentamos entre Bella y Rose, de modo que las mujeres estuvieran frente a frente. No sabía si eso era mejor o peor que sentarse una al lado de la otra. Estaba claro que se incomodaban mutuamente.
Sin embargo, la mayor parte de la cena fue fácil y alegre. Emmett nos entretuvo con historias del trabajo. Se estaba preparando para ir a Vancouver a rodar una nueva película que lo ilusionaba mucho, y sus chistes y anécdotas hicieron que Bella se riera como hacía tiempo que no oía.
Cuando terminamos de cenar, nos sentamos todos y la conversación fluyó con facilidad. Bella nunca hablaba directamente con Rose, ni Rose se dirigía a Bella, pero ninguna de las dos se mostraba abiertamente hostil.
Cuando se produjo una pausa natural en la conversación, Bella se puso en pie, recogiendo los platos. —Yo lo hago—, le dije. Ella negó con la cabeza, apretándome suavemente el hombro.
—Tú cocinaste; yo limpiaré.
Rose la miró mientras Bella entraba en la casa. Me sorprendió poniéndose de pie y recogiendo el resto de los platos. Entró en la casa antes de que pudiera decirle nada. Miré a Em, que suspiró. —Está cabreada—, dijo en voz baja. Suspiré. Una parte de mí deseaba no haberles contado a mis mejores amigos lo que había pasado entre Bella y yo.
—Bella y yo lo estamos solucionando—, dije en voz baja. Em asintió.
—Eso está bien, y confío en que seas lo suficientemente capaz de ocuparte de tus mierdas—. Hizo una pausa, rascándose la barbilla. —Pero ya conoces a Rosie. Tenaz y protectora—. Suspiró. Sonreí con satisfacción. Rose y yo éramos a veces tan parecidos que resultaba casi doloroso.
—Es como la hermana que nunca tuve—, dije sacudiendo la cabeza. Em se rio.
—Es la hermana que siempre has tenido, hombre. Te cubre la espalda, probablemente de forma más agresiva de lo que quisieras la mayor parte del tiempo—, sonrió con satisfacción. —Te cuida de la mejor manera que sabe.
Suspiré. Lo sabía, pero necesitaba asegurarme de que no asustara a Bella. No creía que fuera capaz de perdonar a Rose si hacía eso.
Me levanté y Em me siguió. —Nos vamos—, dijo Em suavemente. —Gracias por la cena hombre. Espero—, hizo una pausa, acercándose a la mesa. Me dio una palmada en el hombro y sonrió. —Ustedes dos resolverán su mierda, sé que lo harán.
Le sonreí. Ojalá yo tuviera su confianza. Em me dio una palmada en el hombro antes de soltar la mano. —Iré a buscar a mi mujer para que no espante a tu chica—, murmuró. Suspiré y volvimos a entrar. En la cocina, Rose y Bella se miraban fijamente, las dos con aspecto feroz, de pie a ambos lados de la isla. Em me miró con recelo.
—Vamos, Rosie. Vamos a casa—, dijo Em en voz baja. No se inmutó. Me acerqué a Bella y le tendí la mano. Se estremeció al contacto, pero no se apartó. Miré a Rose, que me dirigió una mirada feroz.
—Los acompaño fuera—, dije en voz baja. Apreté suavemente el brazo de Bella antes de soltarla y seguir a Em mientras sacaba a Rose de la habitación. Subimos las escaleras, y no fue hasta que estuvimos en la puerta principal que Rose se volvió hacia mí.
—Ella necesitaba saberlo, Edward.
La miré fijamente. —¿Saber qué, Rose?
Rose cambió de peso y una expresión de culpabilidad apareció en su rostro. —Necesitaba saber cuánto te ha roto.
Maldición. La fulminé con la mirada. —Rose, esa mierda es mía. No tuya—. Gruñí. Rose me devolvió la mirada.
—Edward, te conozco. No ibas a decírselo y ella tenía que saberlo. No puede volver a tu vida y esperar que todo vuelva a ir jodidamente bien—, siseó.
—Maldita sea, Rose—, gruñí, llevándome una mano al pelo. —Te he dicho que nos estamos ocupando de ello. ¿Por qué no confías en mí?
Rose rodó los hombros. —Porque te conozco, Edward. Si fuera por ti, la mierda se enterraría bajo la alfombra y seguirías adelante, fingiendo que todo va bien cuando en realidad está muy jodido.
Em le tendió la mano, pero ella se la sacudió.
—Mierda, Rose. No tienes ni puta idea de lo que estás hablando— siseé. —Estamos yendo a terapia. Estamos lidiando con ello.
Rose dio un paso atrás, con los ojos muy abiertos mientras me miraba fijamente. Vi como su cara empezaba a desmoronarse mientras mi ira hervía en mi interior. —Carajo—, siseó, parpadeando para contener unas lágrimas repentinas. —Edward, lo siento, yo...—, hizo una pausa, sacudiendo la cabeza. —Me mató verte así después de que Bella hiciera esa mierda y yo estaba muy enfadada con ella—. Las lágrimas se derramaron por sus mejillas, y sentí que mi ira empezaba a disiparse. Me pasé una mano por el pelo. Sabía que Rose intentaba cuidar de mí, pero si había causado más daño que bien al enfrentarse a Bella, no sería capaz de perdonarla.
Emmett la rodeó con los brazos y me miró. —Llámanos mañana—, dijo en voz baja. —Asegúrate de que Bella y tú están bien.
Miré a Rose, con el corazón desgarrado. Me miraba fijamente, con los ojos muy abiertos y tristes. Dejé escapar un suspiro y asentí, volviéndome hacia la casa. Em llevó a Rose hasta su auto y yo cerré la puerta principal, apoyándome en ella para recuperar el aliento. Mierda.
Después de que la puerta se abriera y volviera a cerrarse, bajé las escaleras. Bella no estaba en la cocina y mi ansiedad empezó a crecer. Salí al patio y me quedé sin aliento de alivio cuando la encontré sentada en una tumbona.
—¿Bella?— dije con cautela. Me miró con lágrimas en los ojos.
—¿Por qué coños no me lo dijiste?—, siseó, poniéndose de pie. Parpadeé.
—¿Sobre qué?
Bella me fulminó con la mirada. —Lo mucho que la cagué cuando me fui— caminó hacia mí. —¿Por qué no me dijiste nada?
La miré fijamente, impotente. —Bella, no quería cargarte con eso—, dije en voz baja. Me fulminó con la mirada.
—¡Maldición, Edward! Merezco saber esa mierda—, se alejó de mí. —La cagué, y lo sé. No es tu responsabilidad ocultarme tu dolor. Tengo que lidiar con todas las consecuencias de mis actos.
La miré fijamente. Recordé las palabras de Kate de antes y estiré la mano para tirarme del pelo.
—Ya estabas lidiando con muchas cosas—, dije lentamente. Bella me fulminó con la mirada.
—No depende de ti cuánto puedo o no puedo soportar—. soltó. Resoplé, sintiendo que mi ira aumentaba.
—Bien, ¿quieres saber cuánto me has jodido?— le espeté. Me miró fijamente, con el pecho agitado. —Tengo miedo de llamarte porque no quiero pasar por esa puta sensación de no poder localizarte. Cada vez que sales de la habitación, tengo que calmarme porque es como si me dejaras otra vez. Cada palabra que te digo la pienso dos veces porque me aterroriza decir algo equivocado y que te vayas. Y no puedo contarte nada de esta mierda porque siento como si tuviéramos que andar sobre cáscaras de huevo el uno alrededor del otro ahora mismo.
Bella me miró fijamente con los ojos llenos de lágrimas. En cuanto las palabras salieron de mi boca, me sentí como un imbécil y me alejé de ella, apretando los puños contra los ojos para detener la avalancha de lágrimas.
Bella no se movía y, finalmente, levanté la vista hacia ella, sintiéndome de nuevo herido y destrozado.
Sus lágrimas corrían tan agresivamente por sus mejillas, que goteaban sobre su vestido. Quería ir hacia ella, pero no podía.
Finalmente, se aclaró la garganta. —¿Quieres que me vaya?—, preguntó con la voz quebrada. Solté un largo suspiro.
—No, Bella. No quiero que te vayas. Ese es el puto problema. No quiero que te vayas nunca.
Me miró fijamente, y pude ver que estaba tratando de procesar lo que estaba diciendo. —Dime qué necesitas—. Exigió en voz baja. Me desinflé. Lo que tenía que decir a continuación no podía ser más dañino que lo que ya le había soltado. Me pasé una mano por el pelo.
—Sé que necesitas espacio—, dije lentamente. —Pero cuando no estás, siento que no puedo respirar. Estoy trabajando en ello, pero lo odio. Quiero que podamos dejar atrás toda esta mierda porque te echo mucho de menos, mierda—. La miré. Tenía lágrimas frescas en los ojos. —Te amo tanto que me da miedo—, admití. Bella aspiró profundamente y yo me desinflé, observándola miserablemente mientras sollozaba. —Creo que, ahora mismo, sólo necesito abrazarte—. dije en voz baja. Bella se movió a través del patio, y entonces ella estaba en mis brazos y yo me hundí en su abrazo, mis propias lágrimas goteando más allá de mis ojos cerrados.
—Lo siento mucho—, me susurró en el pecho. Dejé escapar un suspiro tembloroso.
—Yo también, cariño.
