Disclaimer: Sthephenie Meyer is the owner of Twilight and its characters, and this wonderful story was written by the talented fanficsR4nerds. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!
Descargo de responsabilidad: Sthephenie Meyer es la dueña de Crepúsculo y sus personajes, y esta maravillosa historia fue escrita por la talentosa fanficsR4nerds. Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!
Gracias a mi querida Larosadelasrosas por sacar tiempo de donde no tiene para ayudarme a que esta traducción sea coherente y a Sullyfunes01 por ser mi prelectora. Todos los errores son míos.
Capítulo 17: Bella
Miércoles, 24 de octubre
Malibú, California
11 semanas
Después de la crisis de la semana pasada, Edward y yo apenas nos habíamos separado. A la mañana siguiente me llevó a casa de Alice para que recogiera más ropa y el portátil, desde entonces vivía en su casa. La mayoría de los días, yo trabajaba en su despacho mientras él trabajaba en el piso de abajo o hacía música. Hasta la semana pasada no sabía que Edward necesitaba más tiempo conmigo. Siempre supuse que yo abrumaba a la gente. Nunca se me había ocurrido que alguien quisiera pasar más tiempo conmigo.
Había sido insoportable escuchar las palabras de Edward la semana pasada. Sabía que la había cagado, pero hasta entonces no me había dado cuenta del alcance. Había sido doloroso, y me había enfurecido con Edward por ocultarme toda esa mierda importante, aunque sabía racionalmente por qué lo había hecho. No confiaba en mí, y no podía culpar a nadie más que a mí misma.
El único momento que Edward y yo habíamos pasado realmente separados esta semana había sido en nuestras citas con Kate. Yo había ido el lunes y Edward el martes. Odiaba admitirlo, incluso ante mí misma, pero el tiempo que pasé lejos de él fue un alivio. Lo había echado de menos, de verdad, pero estar con él constantemente era agotador. Sin embargo, sabía que no tenía derecho a quejarme, sobre todo porque Edward por fin se estaba sincerando sobre sus necesidades. Así que, por ahora, pasaría cada momento con él si eso era lo que necesitaba.
Por su parte, Edward parecía que por fin se estaba relajando. Después de nuestra pelea de la semana pasada, había hablado mejor conmigo sobre sus necesidades y lo que esperaba de mí. Por mi parte, seguí intentando abrirme a él, contándole más cosas de mí que no solía compartir con los demás. Diablos, después de contarle lo de Jake -cuya historia completa nunca había compartido con nadie, ni siquiera con Tanya-, el resto de mi desastrosa vida había sido bastante fácil de contar. Edward seguía sorprendiéndome al manejar con paciencia y gracia cualquier historia que le contara.
Edward se esforzaba mucho por ser paciente conmigo y, aunque una parte de mí tenía ganas de gritar y salir corriendo, no me moví de allí. Apenas salíamos de su casa, sobre todo porque cada vez había más paparazzi siguiéndole. Nadie me había visto bien, pero Edward me dijo que había rumores sobre él y una misteriosa mujer. Sabía que le preocupaba que nos descubrieran, así que nos quedamos en casa, lejos de miradas indiscretas.
La mayoría de los días trabajaba en mi libro, y cuando Edward no tenía que trabajar, se dedicaba a practicar su música, escribiendo suaves melodías que me llegaban a la oficina.
A veces, la distancia entre Edward y yo seguía siendo demasiado grande y, aunque estaba con él constantemente, la mayoría de los días me sentía sola y aislada. El beso que habíamos compartido antes de la cena, antes de que llegaran Emmett y Rose, había sido la interacción más íntima entre nosotros y, aunque sabía que era algo que no podía precipitarse, echaba de menos nuestra relación física con un profundo dolor en mi interior.
Jess me había vuelto a llamar ahora que habían regresado a Australia y me había contado los detalles de su boda. Le dije que lo arreglaría, aunque en el fondo dudaba que pudiera ir. No había podido planteárselo a Edward y, para ser sincera, temía la conversación. No tenía ni idea de cómo se lo tomaría.
La entrenadora que Edward había encontrado vino a su casa a conocerme. Se llamaba Victoria y había sido muy intensa. Enseguida me puso un régimen de vitaminas y alimentos muy específicos para mantener una nutrición óptima. También me había dado ejercicios y sesiones de trabajo para hacer mientras Edward hacía sus propios ejercicios. Los míos eran mínimos comparados con los suyos, y aunque era un poco agonizante hacerlos cada mañana, lo hacía. Mi vida me resultaba desconocida algunos días, pero sabía que establecer este tipo de rutinas, por muy duras que me resultaran, era un pequeño paso que podía dar para volver a ganarme la confianza de Edward. Necesitaba a alguien constante, así que en eso me había convertido.
Estaba trabajando en su despacho, revisando a duras penas mi manuscrito, cuando mi teléfono sonó en la mesa de al lado. Lo eché un vistazo, dejando de teclear.
Jess me había enviado una foto de su vestido de novia. Era de corte sirena, ceñido al cuerpo, y le sentaba de maravilla sobre su piel bronceada. Sonreí y le envié un mensaje con mi crítica entusiasta. Su respuesta me hizo fruncir el ceño.
¿En serio? Chica, ¡se va a morir cuando le cuente!
Estoy deseando verte.
Suspiré y dejé el teléfono. Miré hacia la puerta del despacho, donde oí a Edward interpretando música. Mordiéndome el labio, me levanté, guardé mi documento y me alejé del ordenador.
Bajé las escaleras en silencio, tratando de no molestar su música. Edward tenía tanto talento en todo lo que hacía. Era casi injusto.
Sonreí mientras me acercaba a él, acomodándome en el sofá para observarlo. Me miró mientras tocaba y sonrió suavemente. Terminó la pieza y se volvió hacia mí.
—Ha sido hermoso—, le dije con dulzura.
Edward se frotó la nuca. —Gracias, pero aún no está listo. Aún le quedan un par de modificaciones.
Asentí, aunque no estaba de acuerdo con él. Sonaba perfecto tal y como estaba.
—¿Qué pasa?—, preguntó.
Lo miré, mordiéndome el labio. —Nada, es que...—, hice una pausa, insegura de cómo decir lo que necesitaba. —¿Recuerdas que te hablé de mi amiga Jess?—. pregunté. Edward asintió. —Pues se va a casar, el mes que viene.
Edward sonrió. —Bien por ella.
Asentí. —Me ha estado rogando que vaya a la boda—, dije lentamente.
Edward frunció el ceño. —¿Por qué no ibas a hacerlo? Es tu amiga, ¿verdad?
Suspiré. —Es en Melbourne, Australia.
Edward se congeló, y observé su rostro con ansiedad. Cerró la boca, respirando agitadamente por la nariz mientras cerraba la tapa del piano. —Te vas otra vez—. Su voz era fría y distante.
Me puse en pie de inmediato. —No, eso no es lo que estoy diciendo—, dije acercándome a él. No me miró, y cuando le tendí la mano, no reaccionó, quedándose quieto. —Le dije a Jess que necesitaba hablarlo contigo, porque quiero que vengas conmigo— dije suavemente. Me miró.
—Bella, no es tan fácil para mí ir a una boda en Australia—. Dijo en voz baja. —No sé nada de esa gente, no sé qué clase de mierda puede salir por eso.
Pensé en los paparazzi que nos habían estado acosando por la ciudad últimamente. Parecía que estaban cada vez más desesperados por sacarnos una foto.
Me senté junto a Edward en el banco del piano. —Lo entiendo—, le dije en voz baja. —No iré—, le aseguré. Edward me miró y soltó un suspiro. Me acerqué a él y le sostuve la cara entre las manos. —No voy a ir a ninguna parte, a menos que tú estés a mi lado—, le dije suavemente. Edward exhaló un suspiro y tiró de mí hacia su regazo. Me hundí contra él, emocionada por el contacto. Me abrazó con fuerza y me rodeó con los brazos.
Permanecimos así unos minutos antes de que Edward suspirara y mirara el reloj. —Deberíamos irnos. Ya va a ser hora de nuestra sesión con Kate.
Lo miré. Era nuestra primera sesión juntos desde aquella inicial. Estaba nerviosa, aunque sentía que me había ido muy bien siendo vulnerable y hablando más con Edward.
Asentí, bajando de su regazo. —Voy a buscar algo de comer—, dije en voz baja. Asintió y me dirigí a la cocina. Últimamente me encontraba mucho mejor con la comida y tenía mucha más hambre. Eché unas almendras en una bolsa de papel encerado y la doblé con cuidado. Me la metí en el bolsillo de la chaqueta para poder comerlas en el automóvil. Volví a subir a la biblioteca para buscar mi bolso y ponerme los zapatos. Cuando estuve lista, me reuní con Edward en su auto.
Aunque las ventanillas estaban bien tintadas, eso no impidió que los paparazzi intentaran fotografiarnos cuando salimos por la puerta. Había tres hombres al otro lado de la calle, con enormes cámaras ocultando sus rostros. Agaché la cabeza, aunque sabía que no podrían verme. Cuando pasamos junto a ellos, Edward suspiró.
—Se van a poner peor si consiguen sacarte una buena foto—, dijo en voz baja. Lo miré.
—¿Te ha dicho Jane algo al respecto?
Edward asintió. —Está a la espera por si se filtra algo.
Me lamí los labios. No había entendido del todo lo que significaba la fama de Edward hasta hacía poco. No podía ir a ningún sitio sin que lo acosaran, lo fotografiaran y escribieran sobre él. La gente estaba obsesionada con él.
Nunca había valorado tanto el anonimato.
Llegamos al despacho de Kate y conseguimos entrar sin que nadie nos viera, por suerte. Una vez dentro, Kate salió para hacernos pasar enseguida a su despacho. Entramos y nos acomodamos en el sofá.
Kate se sentó frente a nosotros sonriendo. —Me alegro de verlos—, dijo amablemente. —¿Cómo han estado?
Edward se echó hacia atrás, cruzando las piernas y apoyando el tobillo en la rodilla. —Hemos estado bien—, dijo mirándome. —Nos comunicamos mucho más.
Kate asintió. —Bien, eso está muy bien— sonrió. —Bella, ¿cómo va el embarazo?
Respiré hondo. —Bien. Por fin puedo comer más y vomitar menos—, dije sonriendo. Kate sonrió.
—Es estupendo oír eso. ¿Cómo lo llevas emocionalmente?
Su pregunta me cogió por sorpresa y miré a Edward. —Oh, eh, estoy bien, supongo— dije asintiendo. —No he vuelto a tener crisis, si te refieres a eso—. Al menos, no delante de Edward. Kate frunció el ceño, pero asintió.
—¿Y tú, Edward?—, preguntó mirándolo. —¿Cómo están tus emociones por el embarazo?
Edward levantó la mano para rascarse la barbilla. Hacía tiempo que no lo veía tan relajado. —Las cosas van mejor—, dijo pensativo. —Todavía estoy ansioso, pero he estado leyendo mucho y eso me ha ayudado.
Me miré las manos. Edward me había dicho que estaba leyendo libros para padres y, aunque no me había pedido explícitamente que yo también los leyera, sabía que esperaba que lo hiciera. Hasta ahora, había sido incapaz de coger uno. Kate me miró, pero si se dio cuenta de la expresión de culpabilidad que había en mi cara, no me llamó la atención.
—Bien. Eso suena como un buen progreso—, dijo mirando de nuevo a Edward. —¿Han podido pasar tiempo conociéndose?
Asentí cuando me miró. —Me he ido abriendo más—, dije en voz baja. —Es difícil, pero Edward siempre es increíblemente paciente y valiente a la hora de escuchar mis locos problemas.
Kate asintió. —¿Y Edward? ¿Te has sincerado con Bella?
Edward se movió y sus ojos se clavaron en mí. —Nosotros... hablamos. La semana pasada. Te lo dije el martes—, dijo en voz baja. Kate asintió, mirándome.
—Los dos me han contado lo que pasó la semana pasada— frunció el ceño. —¿Cómo han ido las cosas desde entonces?
Edward se encogió de hombros. —Mejor. Soy capaz de comunicarle más de mis necesidades y Bella se ha mostrado muy receptiva.
Kate me miró mientras yo humedecía mis labios con la lengua. —Sí—, asentí.
—Bella, ¿le has podido comunicar tus necesidades a Edward?
Miré a Kate con el ceño fruncido. —Ahora mismo, estamos intentando trabajar para atender las necesidades de Edward—, dije despacio. Kate suspiró y Edward frunció el ceño.
—Es importante que los dos tengan el espacio y la capacidad de expresarse sus necesidades. Me alegro de que Edward haya podido abrirse, pero Bella, tú también necesitas hacerlo.
Negué con la cabeza. —Yo me abro todo el tiempo—, protesté. Yo también lo había hecho. Creo que nunca en mi vida había hablado tanto de mí misma o de mi pasado.
Kate se echó hacia atrás. —¿Qué tal si nos vamos conociendo? ¿Cómo va eso?
Me encogí de hombros y miré a Edward. —Va bien -dijo él, sin mirarme.
Kate me miró en busca de confirmación y yo me encogí de hombros. —¿En qué estás pensando, Bella?—, preguntó. Suspiré, mirando a Edward, que se había vuelto para mirarme.
—Es que...—, hice una pausa, mordiéndome el labio. —Cuando no estamos gritando o llorando, la conversación es realmente fácil—, le lancé a Edward una pequeña sonrisa que él correspondió. —Pero…—, hice una pausa, mordiéndome el labio y bajando la mirada a mis manos. —No sé, me da la impresión de que Edward pasa más tiempo escuchando cosas sobre mí que contándome nada sobre él.
Kate asintió y miró a Edward cuando se inclinó hacia delante.
—De qué estás hablando, yo te cuento cosas todo el tiempo—, gruñó. Lo miré.
—No, no me las cuentas. Tengo que husmear para sacarte información. El otro día tardé cuarenta minutos en conseguir que me dijeras cuál era tu comida favorita—, le señalé. Había sido muy frustrante y me había dado cuenta de eso hacía poco.
Edward frunció el ceño. —Sólo estábamos hablando—, dijo negando con la cabeza. Gruñí.
—A veces, cuando hablamos, es como si estuvieras constantemente desviando el tema, como si estuvieras en una entrevista. No quiero escribir una columna de chismes sobre ti, cariño, sólo quiero hablar.
Edward me miró fijamente y Kate descruzó las piernas, inclinándose hacia delante.
—Bella, creo que es una observación muy interesante. ¿Qué podría hacer Edward que te ayudara cuando te comunicas?
La miré y me hundí un poco en la silla. —No sé, es que a veces da mucho trabajo, carajo— lo miré. —A veces, bajas la guardia y la mierda es muy fácil, y luego otras veces, puedo sentir que te reprimes —. Fruncí el ceño y tragué saliva ante el repentino nudo en la garganta. —Tus dudas también me hacen contenerme.
Edward se volvió para mirarme, con el ceño fruncido. —No intento contenerme—, dijo al cabo de un minuto. Sacudió la cabeza, con el ceño cada vez más fruncido. —Mierda, Bella, creía que las cosas iban mejor.
Lo tendí la mano. —Lo están, cuando bajas la guardia. Mira, sé que todavía no confías plenamente en mí, y lo entiendo, pero necesitamos algún tipo de fe entre nosotros si alguna vez vamos a dejar atrás toda esta mierda -suspiré. Edward bajó la mirada hacia mi mano en su brazo y suspiró.
Kate asintió, mirando entre nosotros. —Es un punto excelente. Bella, ¿hay algo que quieras decirle a Edward ahora que te hayas estado guardando?
Me mordí el labio, muerta de miedo ante la idea. Edward me miró, frunciendo el ceño. —¿Qué pasa?—, preguntó.
—Sé que aún estás trabajando para confiar en mí—, dije suavemente. —Pero necesito que sepas que yo también sigo trabajando para confiar en ti—. Los ojos de Edward se abrieron de par en par.
—¿Qué carajos he hecho?—, gruñó. Sacudí la cabeza y se me saltaron las lágrimas.
—No, no es eso. Te he hablado de mi pasado, de la gente que me ha hecho daño. Me cuesta mucho confiar en la gente al nivel que estoy trabajando para confiar en ti—. Apreté su mano suavemente, tratando de hacerle entender. —Lo intento, cariño, de verdad.
Edward se desinfló un poco, su mano subió para frotarse la cara. Me aparté de él, secándome las lágrimas con la comisura de los ojos.
—¿Ha habido algún otro conflicto?—, preguntó Kate después de un largo momento.
—Bella me dio un susto hoy—, dijo Edward al cabo de un momento. Lo miré y Kate se inclinó hacia delante.
—¿En qué sentido?—, preguntó.
Edward la miró. —Empezó a hablar de irse a Australia y me llené de pánico.
Fruncí el ceño. —Edward, te dije que mi amiga se casa en Australia y te pedí que me acompañaras—, dije molesta. Edward me miró.
—Fue desencadenante—, dijo sacudiendo la cabeza. —Y ya te he dicho que no puedo ir.
Lo fulminé con la mirada, incorporándome. —Y yo te lo dije—, siseé. —No voy a ir si tú no estás de acuerdo.
Kate se inclinó hacia delante y levantó la mano. —Espera—, dijo, deteniéndonos. —Edward, ¿por qué no querrías ir con Bella? Está claro que te está tendiendo la mano, que intenta incluirte en su vida.
Edward la fulminó con la mirada. Descruzó las piernas y se inclinó hacia delante, apoyando los codos en las rodillas. —Kate, me reconocen en todas partes. No puedo irme a una boda de alguien a quien ni siquiera conozco—, siseó.
Kate frunció el ceño. —Edward, es cierto que te ven por todas partes, pero tienes seguridad y a Jane para ayudarte a controlar eso.
Edward negó con la cabeza. —¡No vamos a ir!—, gritó. Kate se echó hacia atrás y lo miró con dureza. Edward pareció arrepentido de inmediato, y alargó la mano para agarrarse el pelo.
—Bella, ¿te gustaría contarle a Edward cómo te sientes ahora mismo?—, Kate me preguntó mirándome. Respiré hondo.
—Yo—, hice una pausa. ¿De verdad iba a hacerlo? Suspiré, templando los nervios. —Estoy un poco cabreada—, dije mirándola. Ella asintió para animarme a seguir hablando. —Siento que estoy haciendo mucho trabajo para intentar salvar esta distancia entre nosotros y Edward se limita a esperarme al otro lado, sin hacer nada.
Edward me miró, enfadado. —Porque la cagaste cuando huiste—, dijo fríamente.
—¿Y cuánto tiempo vas a seguir castigándola?—, Kate le preguntó.
—¿De qué demonios estás hablando?— gruñó Edward.
—Edward, Bella tiene razón. Está dando pasos para llegar a un acuerdo contigo. Al no poner de tu parte, sigues descargando tu ira y tu resentimiento contra ella.
Edward se tiró del pelo, frustrado. —¿Qué más podría estar haciendo?—, gritó. —¿Qué quieres de mí?
Le tendí la mano, pero se apartó de mí. Lo fulminé con la mirada. —Enfréntate a mí—, gruñí. Edward resopló y giró la cabeza para mirarme. —¿Quieres que terminemos?— le pregunté. La cara de Edward palideció, pero siguió mirándome.
—¿Por qué demonios me preguntas eso?— gruñó.
—¡Porque es tu forma de actuar, hijo de puta!— grité. Kate alargó la mano como si quisiera retomar la conversación, pero hablé por encima de ella. —Carajo, Edward. Me estoy esforzando mucho. ¿No te das cuenta de lo mucho que ha cambiado mi vida? Hago todo esto por ti— grité. —Si esto no es lo bastante bueno, si no soy lo bastante buena, dímelo ahora mismo.
Edward me miró fijamente; su cara era imposible de leer. —¿Cómo demonios puedes pensar eso? ¿Crees que aguantaría toda esta mierda si no creyera que vales la pena?—, espetó. Lo fulminé con la mirada.
—Tuve que gritarte para que finalmente me dijeras lo que querías—, señalé sombríamente. —Kate tiene razón, no puedo confiar en que realmente me digas lo que piensas, porque si no hubiera sido por Rose, no habríamos hablado la semana pasada.
Edward me fulminó con la mirada. —Te he dicho lo que necesitaba, maldición. He sido sincero sobre esa mierda desde la semana pasada.
Me puse de pie, alejándome de él. —Y yo te he dado todo lo que me has pedido—, gruñí, volviéndome hacia él. —Apenas hemos pasado un momento separados desde que me dijiste que me necesitabas más cerca. Llevo toda la semana desnudándote mi puta alma y ni una sola vez me has preguntado qué necesito, qué quiero—. Lo fulminé con la mirada, con la ira burbujeando en mi interior. —¡Me estoy esforzando tanto por complacerte que me estoy volviendo loca!
Edward se puso en pie, furioso. —¡Siento ser una puta tortura!—, gruñó. —¡Si soy una puta carga para ti, entonces vete!
Me eché hacia atrás, con los ojos llenos de lágrimas como si me hubiera abofeteado. Inmediatamente, la cara de Edward se desencajó y estiró la mano para tirarse del pelo.
—De acuerdo, creo que tenemos que tomarnos un minuto—, Kate dijo en voz baja. La ignoré.
—¿Me estás terminando?— Me temblaba la voz. Me temblaba todo el cuerpo. Sentía que iba a vomitar. Edward me miró, con dolor en los ojos.
—No—, dijo sacudiendo la cabeza. —Mierda, no. No era mi intención—. Sus hombros se hundieron mientras negaba con la cabeza. —Mierda, Bella, lo siento mucho. Yo... —sacudió la cabeza, llevándose de nuevo las manos al pelo. Me costaba respirar, maldición.
—¿Por qué no se sientan?—, dijo Kate en voz baja. La miré. Su rostro era neutro, aparte de un leve ceño fruncido entre las cejas. Miré a Edward, que se había hundido en el sofá con la cabeza entre las manos. Me senté, dejando un enorme hueco entre nosotros en el sofá. Junté las manos sobre mi regazo y me las enrosqué alrededor del estómago, intentando concentrarme en respirar.
—No quiero que te vayas —dijo Edward. Lo miré con ojos borrosos. —Creía que estabas contenta con cómo iban las cosas—, sonaba perdido y confundido.
Dejo escapar un largo suspiro, las lágrimas resbalan por mis mejillas. —Edward, lo estoy intentando. Es muy difícil para mí estar así de quieta, intentar averiguar cómo hacer las cosas a un ritmo normal. Lo intento, por ti, pero necesito recuperar algo de mi vida. Necesito recuperar mi espacio—. Levanté la mano para frotarme los ojos. Hasta ahora no me había dado cuenta de lo mucho que me había sometido a la vida y los deseos de Edward. ¿Cuándo había dejado ir mi independencia?
Edward me miró, dolido. —¿Quieres irte?—, preguntó con aire hueco. Me pellizqué el puente de la nariz.
—Que quiera pasar una tarde sola no significa que quiera irme—, siseé. Edward me miró.
—Pero quieres irte de aquí—, señaló.
Gruñí. —Maldita sea, no paro de decírtelo—, gruñí, arrancándome más lágrimas con rabia. —Si me voy de aquí, te quiero conmigo. Hemos estado viviendo tu vida, ¿por qué no podemos vivir juntos algo de mi vida?
Edward guardó silencio un largo momento y Kate carraspeó. Los dos la miramos. —Creo que es un punto excelente, Bella—, dijo en voz baja. —Edward, ¿estarías dispuesto a hacer actividades que le gusten a Bella?
Edward se encogió de hombros. —¿Como qué?
Kate me hizo un gesto para que hablara y yo suspiré. —No sé. Vayamos de excursión, o en kayak. Vamos a pasear por la puta playa—. Dije negando con la cabeza. —No tenemos que irnos de Los Ángeles, sé que estás a gusto aquí—, dije mirándole. —Pero hagamos algo juntos. Necesito explorar el mundo que me rodea, necesito ver y probar cosas nuevas, y quiero hacerlo contigo.
Edward tragó grueso, sentándose.
—Edward, ¿por qué dudas tanto de que te vean con Bella?—, preguntó Kate. La miré. ¿Se trataba de eso? ¿Se avergonzaba de mí?
Lo devolví la mirada, con un nudo en la garganta. —¿Te avergüenzas de mí?— le pregunté. Me miró.
—¿Qué? No, claro que no.
Negué con la cabeza. —¿Crees que voy a perjudicar tu carrera? ¿Porque no soy famosa o algo así?
Edward resopló. —Maldita sea, no. No me avergüenzo de que me vean contigo—, siseó. —Tengo miedo de que cuando te des cuenta de lo mucho que mi vida está bajo el microscopio sea demasiado para ti y salgas corriendo.
Lo miré fijamente. Él no podía devolverme la mirada. —¿Por qué sigues suponiendo cómo voy a manejar las cosas?— le pregunté, con la ira creciendo en mí de nuevo. —Ya te lo he dicho, soy una jodida adulta. Tienes que dejarme decidir lo que puedo y lo que no puedo manejar.
Edward me miró. —No sabes lo que dices. Bella, pueden ser brutales.
Me encogí de hombros. —¿A quién mierda le importa? Mira, mientras no me agredan físicamente, me da igual lo que la gente diga de mí. Carajo, Edward, ni siquiera sabía quién eras hasta que nos conocimos. ¿De verdad crees que paso el tiempo consultando la prensa rosa?
Edward negó con la cabeza. —No es sólo eso. Pueden ser implacables, y quería evitar hacerte pasar por eso el mayor tiempo posible—, dijo sacudiendo la cabeza.
Lo miré fijamente desde el otro lado del sofá. Me dolía el corazón de mirarlo.
Miré a Kate, que me observaba en silencio. Su presencia tranquila y firme me infundía valor, y era casi como si pudiera sentir cómo me armaba de valor. Me volví hacia Edward y me desplacé por el sofá para acercarme a él. Esta vez no se inmutó y me permitió cogerle la mano.
—No me iré a ninguna parte, a menos que me digas que hemos terminado—, le dije en voz baja. Edward me miró con recelo. —La única forma de que me creas es que me dejes demostrártelo—. Le apreté suavemente la mano. —Una vez me dijiste que querías ver cómo veía el mundo— le recordé. —¿Por qué no dejas que te lo muestre?
La mano de Edward temblaba en la mía y dejó escapar un suspiro pesado.
—Porque no se me da bien ceder el control. Desde que te conocí me he sentido completamente fuera de control. La semana pasada por fin empecé a sentirme mejor —dijo en voz baja. Sacudí la cabeza.
—Es porque he estado renunciando a mi independencia para hacerte feliz—, dije en voz baja. —Creía que era lo correcto, pero ahora veo que no me ayudaba en absoluto—. Miré a Kate, que asintió pensativa. —Tenemos que encontrar algo intermedio, algo en lo que los dos podamos funcionar.
Edward soltó un suspiro tembloroso.
—Edward, ¿hay algo que quieras decirle a Bella?— Kate preguntó con suavidad. Edward me miró.
—Lo siento—, susurró. —Tienes razón. Las dos la tienen —miró a Kate. —He sido un imbécil y he estado culpando inconscientemente a Bella de todo— me miró, apretándome la mano. —Lo siento.
Si hubiéramos estado solos, me habría arrastrado hasta su regazo y lo habría abrazado. Tal como estaba, apreté su mano para hacerle saber que lo entendía.
—Creo que es importante que los dos recuerden que, debido a las circunstancias de su relación, las emociones y las presiones están a flor de piel en este momento—, dice Kate atrayendo de nuevo nuestra atención hacia ella. —Es importante que practiquen la escucha activa y que se paren a pensar en lo que oyen en lugar de reaccionar instintivamente. Ayudará a frenar y superar muchas discusiones si ambos practicáis la escucha activa y la paciencia.
Solté un largo suspiro. Edward y yo seguíamos siendo tan reactivos el uno con el otro, y sabía que Kate tenía razón. Si hubiéramos sido una pareja normal en circunstancias normales, quizá nos habríamos escuchado mejor el uno al otro en lugar de ponernos nerviosos cada dos por tres.
Los dedos de Edward se enroscaron un poco más alrededor de los míos y el contacto fue como un soplo de aire fresco. Me incliné a su lado, mi otra mano llegó a nuestros regazos para sostener su mano entre las dos mías.
—¿Han seguido teniendo su cita nocturna como les recomendé?—. Los dos miramos a Kate y asentimos. No teníamos noches específicas de la semana propiamente dichas, pero siempre que me quedaba con Edward intentábamos pasar la cena hablando. —Qué bien. Creo que hablar de organizar citas que dirija Bella y citas que dirija Edward sería beneficioso. Dejar que cada uno guíe las actividades del día y mantener la mente abierta—. Nos miró. Miré a Edward y vi que tenía el ceño fruncido. Kate soltó un suspiro. —Bueno, creo que este es un buen punto para terminar el día—. Los dos la miramos. —Ha sido un progreso tremendo —dijo con suavidad. —Me gustaría que mantuvieran esta conversación cuando se vayan de aquí. Mantengan la conversación e intenten encontrar una actividad que puedan hacer juntos y que haga felices a los dos.
Inmediatamente pensé en sexo, aunque estaba segura de que no se refería a eso. Atrapé los ojos de Edward, que sonrió satisfecho. Volví la cabeza hacia su brazo para ocultar mi risita. —Sigan trabajando juntos. Esto es un buen progreso —dijo Kate, atrayendo de nuevo mi atención hacia ella. Asentimos y Edward se puso en pie, tirando de mí.
—Gracias, Kate —dijo en voz baja. Le sonreí y ella también.
—Los veré pronto—, dijo mientras salíamos de su despacho. Asentí mientras Edward nos llevaba a la sala de espera. Salimos y, en cuanto se cerró la puerta, Edward se rio entre dientes. Lo miré y sonreí.
—Definitivamente una actividad con la que nunca hemos tenido problemas—, dije sonriendo burlonamente. Se rio y dejó de caminar, tirando de mí delante de él.
—Lo siento—, dijo en voz baja. —Lo digo en serio. No ha sido mi intención desquitarme contigo, y no puedo creer lo imbécil que he sido—. Sacudió la cabeza. —No puedo creer lo que te dije.
Suspiré y apoyé mi mano libre en su pecho. —Te perdono— dije suavemente. —Yo también perdí de vista la mierda. Creo que ambos estábamos tan abrumados que era fácil estancarse en malos patrones.
Edward levantó la mano y me la soltó para acariciarme la cara. —Te perdono por huir—, dijo suavemente. Las lágrimas brotaron de mis ojos —Pero aún estoy trabajando para volver a confiar en ti. Lo estoy intentando, cariño, sólo necesito tiempo—. Asentí en silencio y Edward sonrió con tristeza. —Quizá podamos aprender a confiar el uno en el otro—, dijo suavemente. —Siento mucho cómo te he estado tratando—. Se inclinó y apretó la frente contra la mía. Cerré los ojos, intentando no sollozar.
—Te daré todo el tiempo del mundo—, dije suavemente. —Pero yo también necesito tiempo, cariño.
Asintió, abriendo los ojos mientras me miraba. —Qué jodida pareja hacemos—, gruñó, acercando una mano a mi cara. Me apoyé en su palma.
—No pasaría por nada de esto con nadie más, cariño. Sólo contigo.
Sus ojos se ensombrecieron y sentí que se me estrujaba el corazón.
—Mierda, te amo, Bella Swan.
El corazón me dio un vuelco y le sonreí, acercándome a él para secarme las lágrimas. —Yo también— dije en voz baja. Aún no era capaz de pronunciar las palabras, pero Edward negó con la cabeza, obviamente sin darle importancia.
Se inclinó hacia mí y me besó con ternura. Lo rodeé el cuello con los brazos para acercarlo más a mí. Me abrazó tan fuerte que sentí como si nuestros corazones empezaran a sincronizarse. Hacía tanto tiempo que no nos besábamos así.
Sus brazos bajaron serpenteando hasta rodearme la cintura y, cuando nos separamos para respirar, me mantuvo cerca, abrazada a su pecho. Saboreé la sensación de volver a estar así entre sus brazos.
—Vamos, nena. Vamos a casa— dijo al cabo de un momento. Lo miré y sonreí. Casa siempre había sido algo asociado a mi infancia y a responsabilidades que quería evitar. De alguna manera, Edward lo había convertido en algo que me encantaba.
—A casa—, repetí suavemente, con una sonrisa en la cara. Edward me besó una vez más. Sin duda podría acostumbrarme a estar en casa.
Nota de la autora: Este es un punto de inflexión importante en su relación. Sé que a muchos les gustaría insistir en Bella y en los errores que comete, y con razón, pero es importante reconocer que no es la única que mete la pata. Ambos han hecho y dicho cosas para herir al otro. Aún están intentando arreglarlas, y no serán perfectos, pero por fin las cosas empiezan a aclararse para ellos.
Este ha sido uno de los capítulos que más me ha gustado escribir hasta ahora. Fue duro, emocionalmente, ¡pero fue catártico!
