Disclaimer: Sthephenie Meyer is the owner of Twilight and its characters, and this wonderful story was written by the talented fanficsR4nerds. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!
Descargo de responsabilidad: Sthephenie Meyer es la dueña de Crepúsculo y sus personajes, y esta maravillosa historia fue escrita por la talentosa fanficsR4nerds. Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!
Gracias a mi querida Larosadelasrosas por sacar tiempo de donde no tiene para ayudarme a que esta traducción sea coherente y a Sullyfunes01 por ser mi prelectora. Todos los errores son míos.
Capítulo 18: Edward
Miércoles, 24 de octubre
Malibú, California
11 semanas
—¿Segura que quieres quedarte a dormir?
Bella me lanzó una mirada molesta, negando con la cabeza. —Edward, sí. Por décima vez. A menos que quieras que me vaya a casa de Alice, quiero estar contigo esta noche.
Dejé escapar un largo suspiro, asintiendo. Bella se inclinó y me tomó de la mano. —Ey—, dijo suavemente. La miré. —Sé que acabamos de descargarnos el uno sobre el otro y que las cosas se sienten tensas y un poco confusas, pero ahora mismo, sólo quiero estar contigo.
Parecía nerviosa al admitirlo, y me sorprendió, una vez más, lo mucho más valiente que era a diferencia mía. Le levanté la mano, le besé el dorso y le sonreí.
—Yo también, cariño.
Sonrió tímidamente mientras regresábamos a mi casa. Aún estaba intentando organizar mi cabeza con todo lo que había oído, por todo lo que habíamos hablado en el consultorio de Kate.
Bella también estaba callada y me pregunté si también estaría intentando ordenar sus pensamientos.
Me sentía como si me hubieran dado una paliza y me hubieran cortado en pedazos en el proceso. Bella y Kate tenían razón y yo me había portado como un jodido pendejo últimamente. Me resultaba chocante ver que mis acciones podían contradecir mis intenciones y mis pensamientos tan completamente. Amaba a Bella, tan ferozmente que casi me dolía, y sólo quería que fuera feliz, pero por la forma en que la había estado tratando, nunca podrías saberlo.
¿Qué demonios me pasaba?
Me sentía enfermo de culpa por todo aquello.
Entramos en mi zona residencial, solté la mano de Bella y busqué el mando a distancia del auto. Reduje la velocidad y esperé a que la reja se abriera del todo. Entré en el garaje.
Miré a Bella, que no me miraba. Sus ojos estaban fijos delante de ella, como si estuviera mirando un punto en el parabrisas. —¿Lista, nena?
Parpadeó y me miró. Sus ojos marrones recorrieron nuestro entorno una vez antes de volver a mí. —Sí—, dijo relamiéndose los labios. Se agachó para recoger su bolso y yo salí del auto, rodeándolo y abriéndole la puerta. Me miró sorprendida, pero me dedicó una pequeña sonrisa mientras salía. Cerré suavemente la puerta tras ella.
La saqué del garaje y cerré la puerta al entrar en casa. —¿Tienes hambre? — pregunté. Miré hacia atrás y vi que negaba con la cabeza.
—Todavía no—, dijo en voz baja. Asentí frotándome la nuca. Bajamos las escaleras y me detuve, sin saber exactamente qué hacer a continuación. Sentía que probablemente necesitábamos hablar más, pero no quería seguir presionando. Bella dejó el bolso en el sofá y volvió su atención hacia el océano. Sus palabras de la terapia resonaron en mi cabeza y solté un largo suspiro.
—¿Quieres ir a pasear por la playa?— le pregunté. Me miró sorprendida.
—¿Sí? — asentí y ella sonrió, cruzando la habitación. Me abrazó e instintivamente mis brazos la rodearon, acercándola a mí. —Me encantaría.
Le sonreí, incapaz de resistirme a inclinarme y besarla. Había sido un hombre hambriento y sus besos habían sido el bocado más dulce que podría haber pedido.
Nos separamos antes de que el beso fuera demasiado intenso y le sonreí, separando mis brazos de ella. La tomé de la mano y la conduje hacia la terraza de la cocina. Desde el patio había un pequeño sendero que bajaba hasta el jardín, y en el extremo opuesto había una puerta que yo utilizaba para acceder a la playa. Bella y yo bajamos hacia la arena. Cuando nos acercamos a la puerta, Bella se detuvo, me soltó la mano y se inclinó para quitarse los zapatos. —Me encanta andar descalza por la arena—, me dijo. Sonreí y también me quité los míos.
Introduje el código de seguridad para abrir la puerta y salimos a la playa.
Se acercaba el atardecer y miré hacia el sol, que empezaba a teñir el cielo de naranjas claros. Me agaché y volví a tomar la mano de Bella mientras bajábamos por la playa, sin que ninguno de los dos sintiera la necesidad de apresurarse.
—¿En qué estás pensando?—, le pregunté cuando la vi mirando el océano. Me miró.
—Me encanta el mar—, dijo respirando hondo. —Siempre lo olvido, pero es tan...— suspiró, sacudiendo la cabeza. —Es tan liberador.
Asentí, comprendiéndola completamente. Yo sentía lo mismo. —No podía creerlo la primera vez que lo vi—, le dije. —Siento que nunca podría volver a vivir muy lejos de él.
Bella me miró. —Creciste en Chicago, ¿verdad?— asentí. —¿Pasaste mucho tiempo en el lago Michigan?
Asentí. —De niño pasaba los veranos en el lago. Continuamente iba con amigos. Siempre pensé que era mejor que cualquier océano, porque seguíamos teniendo olas, pero no teníamos tiburones—, me reí y sacudí la cabeza. —No podía imaginarme conocer algo más grande que el lago. Cuando vi el océano, fue como si toda mi vida hubiese dado un vuelco y me diera cuenta de lo pequeño que era yo en este mundo. Fue humillante.
Bella sonrió suavemente. —¿Extrañas Chicago?
La miré. —California es mi hogar desde hace casi diez años. Mis padres se mudaron acá cuando yo era adolescente y, aunque al principio me disgustó, enseguida me encantó. A veces echo de menos Chicago, pero suele ser como un recuerdo. La familia de papá está allá, así que vamos de vez en cuando, pero nunca es lo mismo que cuando era niño.
—¿Cómo es eso?
La miré y suspiré. —Los amigos que tenía de niño ya no son los mismos. No pueden pasar de la celebridad y ver al chico con el que solían jugar al béisbol. Incluso ir a algunos de mis sitios favoritos no es lo mismo. Mi fama se interpone y acaba siendo más trabajo que diversión.
Bella tarareó suavemente y asintió. —Supongo que nunca pensé en lo difícil que sería ser famoso—, dijo después de un momento. —Quiero decir, tienes tan poca privacidad y la gente no puede tratarte como a un ser humano normal. Debe de ser agotador.
Solté un suspiro. —Es gran parte de la razón por la que paso la mayor parte del tiempo en casa— le dije. —Me apunté a esto y no me arrepiento, pero a veces me agota. Es más fácil quedarse en casa y evitarlo.
Bella me miró y dejó de caminar. —Sé que quieres protegerme, y te lo agradezco, pero cariño, no quiero que dejes de vivir la vida para mantenerme oculta de los medios. Sé que te asusta cómo voy a manejar la mierda, pero cariño, lo que me asusta más que nada es la idea de perderme la vida mientras intentamos escondernos.
La miré fijamente, y el nudo en el pecho que se me había agarrotado cuando empezó a hablar se relajó un poco. Ella tenía razón, por supuesto, pero mierda, era difícil.
—Sé que tienes razón— le dije, acercando una mano a su mejilla. —Y una parte de mí quiere pasar el resto de mi vida, descubriendo cada puta roca de este mundo contigo—, admití. Bella me ofreció una pequeña sonrisa. —Me resulta muy difícil soltar mi control obsesivo y dejarme llevar por la corriente y aceptar lo que vaya a pasar— admití. —Bella, has elegido a un obseso del control—, susurré. Soltó una risita y apartó la mano de la mía para rodearme la cintura. Mis brazos la rodearon de inmediato.
—Cariño, me encanta que siempre estés pendiente de nosotros. Me encanta que te preocupes por mí y que quieras mantenerme a salvo. Por frustrante que pueda ser, el hecho de que te preocupes tanto significa mucho para mí—. Sus palabras me estrujaron el corazón. Me importaba mucho, mierda, y me cabreaba que hubiera gente en su vida a la que no le hubiera importado tanto.
—Me importas mucho. Quiero que estés a salvo y seas feliz—, dije suavemente. —Quiero darte todas las putas cosas que puedas desear de este mundo.
Bella sonrió y levantó la mano para darme un dulce beso. —Ahora sólo te deseo a ti—, susurró, separándose de mí. Suspiré y apoyé la frente en la suya.
—Te deseo siempre—, resoplé. Ella sonrió. No sé si entendía lo que quería decir. No sólo la quería ahora y en un futuro inmediato. Ella lo era todo para mí, y yo iba a hacer todo lo que estuviera en mi mano para asegurarme de que las cosas entre nosotros se resolvieran y de que ella supiera lo mucho que significaba para mí. Quería pasar el resto de mi vida demostrándole lo mucho que la amaba.
Bella se inclinó hacia mí, apoyó la barbilla en mi pecho y me miró. Tenía los ojos muy abiertos, confiados y cariñosos. Verla mirarme así hizo que se me hinchara el corazón.
—Te amo mucho—, le susurré, pasándole una mano por la mejilla. Ella sonrió y su rostro se suavizó aún más. —Lo sé—, susurré cuando vi que se esforzaba por responder. —Está bien, cariño, lo sé. Lo veo—, susurré. Sus ojos se humedecieron un poco y volvió a levantar la mano, tirando de mí hacia abajo para besarla. Besarla era como estar en el cielo. Encajábamos a la perfección y no había nada en el mundo que supiera mejor que Bella.
Sus pequeñas manos se introdujeron en mi pelo, rascándome ligeramente el cuero cabelludo, y gemí. Entrelacé mis manos en su propio pelo, inclinando su cabeza para besarla más profundamente. Bella se contoneó contra mí al sentir mi excitación. Hacía demasiado tiempo que no me enterraba en ella.
Bella se separó de mí lo suficiente como para respirar profundo. —Llévame a casa—, gruñó. Parpadeé. —Ahora, cariño—, gimoteó. Sonreí y volví a acercarla a mí, besándola salvajemente antes de separarme de ella y levantarla. Chilló sorprendida y se le escapó una dulce risita mientras se acomodaba contra mi pecho. No nos habíamos alejado mucho de mi casa y Bella era pequeña, así que llevarla en brazos fue bastante fácil. Me rodeó el cuello con sus brazos y me dio un cálido beso con la boca abierta en el cuello. Yo vacilé una vez y ella soltó una risita. La miré sonriendo.
—Me las pagarás, nena —dije riendo entre dientes. Bella me sonrió.
—¿Lo prometes?
Gemí y aceleré el paso; Bella se reía contra mi pecho mientras corría hacia casa.
No podía cruzar la puerta lo bastante rápido. Me había abrazado a Bella, que ahora estaba envuelta en mí, con las piernas agarrándome como un tornillo de banco mientras se apretaba contra mí. Me distraía tanto que no podía pensar con claridad.
Bella soltó una risita cuando maldije por segunda vez, incapaz de teclear el puto código de la puerta. ¿Cómo demonios era?
La vi separarse un poco de mí y estirar la mano para introducir el código con facilidad. La cerradura de la puerta se abrió con un chasquido y yo la empujé frenéticamente, girando sobre mí mismo para que Bella quedara pegada a la puerta en cuanto se cerrara. La risita de Bella se convirtió en un gemido cuando me apreté contra sus muslos. —Carajo, Edward. Más—. Exigió, apretando las piernas a mi alrededor. Tenía la boca caliente y las manos en todas partes.
Apenas tuve la presencia de ánimo para apartarla de la puerta y llevarla a la casa. Atravesamos la sala de ejercicios antes de tropezarme por el pasillo, riéndome cada vez que Bella se reía de mí. Finalmente conseguí llegar a mi habitación y, de alguna manera, Bella ya nos tenía a medio vestir. Mi camisa había sido descartada tan pronto como llegamos a la casa. Ni siquiera me había dado cuenta de que Bella se había quitado su blusa, pero ahí estaba, en sujetador y vaqueros mientras la bajaba a mi cama. Maldición, era tan hermosa.
—Cariño—, gimoteó, tratando de alcanzarme. Me acerqué a ella, flotando un poco sobre ella. Ella gruñó, sus dedos recorriendo cada músculo de mi torso, buscando desesperadamente.
—Bella—, empecé y ella negó con la cabeza, capturando mi boca con la suya para silenciarme.
—Te extraño—, dijo separándose de mí. —Por favor, cariño. Te necesito.
Asentí, inclinándome para besar su cuello. Bella gimió, sus dedos patinando cada vez más bajo hacia mis vaqueros. —Te extraño tanto—, gemí, besando su hombro hasta llegar al tirante de su sujetador. Dejé que mi nariz recorriera el borde de su sujetador, trazando el encaje sobre sus magníficos pechos. Sus manos se detuvieron sobre mí y su cuerpo se arqueó sobre la cama, desesperado.
—Dime qué necesitas, nena—, canturreé, besando el valle entre sus pechos. Ella gimió y levantó una pierna desesperada para engancharse a la mía. Todavía estaba demasiado lejos de ella y prácticamente podía sentir su impaciencia.
—Pon tu boca sobre mí—, gimió. Sonreí besándole el pecho derecho. Canturreó y sus manos subieron, deslizándose por debajo de ella para desabrocharle el sujetador. Vi cómo el encaje rojo se deslizaba y dejaba al descubierto el pecho de Bella. Exhalé un largo suspiro.
—He extrañado esto—, gemí. Sabía que Bella seguía sensible y que últimamente le dolían los pechos. Quería enterrarme en ellos, pero aún no podía. En lugar de eso, levanté la mano y pasé suavemente el pulgar por el lado izquierdo de su costado. Bella gimió.
—Por favor, cariño.
La miré. Estaba tan excitada que su rubor casi le llegaba al ombligo. Sonreí y le di un beso en el pecho izquierdo, justo debajo del pezón. Ella siseó, sus ojos se cerraron y sus caderas se levantaron de la cama. —Más— exigió. Sonreí y pasé suavemente la lengua por su pezón. No quería hacerle daño, pero ahora a Bella parecía no importarle en lo más mínimo. Sus manos se enredaron en mi pelo, acercándome a ella, estrechándome contra ella. Sonreí y me llevé suavemente el pezón a la boca. Lo acaricié suavemente, sin querer causarle dolor. Su pezón se frunció y se endureció bajo mi boca, y sonreí, dejando caer besos húmedos por sus pechos hasta el otro pezón, donde le presté la misma atención.
Bella se retorcía debajo de mí, con las manos rascándome desesperadamente el pelo y rodeándome los hombros. Volví a besarla entre los pechos y la miré. Sus ojos marrones estaban clavados en mí, y gemí al ver la excitación en su mirada. Le besé el vientre y mi lengua se deslizó por su ombligo antes de centrar mi atención en su vientre. Tenía un bultito diminuto. Si no hubiera tenido el vientre tan plano, aún no se le notaría. Pero yo estaba completamente obsesionado con ella. Le di un largo beso en el bulto y le acaricié el vientre con suavidad. Miré a Bella y vi que me observaba con una expresión suave en el rostro. Le sonreí antes de abrirle el botón de los vaqueros. Su mirada hambrienta volvió y se relamió. Sonreí y besé la pequeña franja de piel que quedaba al descubierto al bajar la cremallera de sus pantalones. Se estremeció contra mí, gimiendo. Mi chica era muy sensible aquí abajo.
Me incorporé y le quité los vaqueros y la ropa interior. Estaba gloriosamente desnuda, y nunca había visto nada tan hermoso en toda mi puta vida.
—Eres perfecta—, gemí, mirándola. Bella negó con la cabeza, pero antes de que pudiera decir nada, me incliné entre sus piernas, apoyando la cabeza en un muslo mientras miraba su cuerpo. Era mi vista favorita. La otra pierna de Bella se abrió más y le sonreí. Le di un beso en el muslo y ella se estremeció.
Besé su muslo, saltando el centro mientras besaba el otro muslo. Bella gruñó impaciente y yo me reí suavemente. —Paciencia, nena.
Las caderas de Bella se contonearon y se movió por la cama más cerca de mí. Sonreí y por fin centré mi atención en mi lugar favorito del mundo.
Bella estaba empapada, su excitación era tan fuerte que brillaba en sus muslos. Podía oler su aroma terroso desde aquí, y me incliné más hacia ella, inhalándola. Olía muy bien.
Subí por ella y, finalmente, me acerqué y le di una larga lamida en la raja. Ella saltó de la cama, su cuerpo se sacudió en respuesta a mi contacto. Sonreí y llevé una mano a su vientre, posándola sobre ella mientras le daba otra larga lamida. Bella gritó y yo sonreí. Subí la otra mano y hundí un dedo en su calor.
—Edward—, gritó, y sus caderas se movieron contra mi cara mientras la acariciaba. Le hundí otro dedo, mientras mi lengua trabajaba su clítoris. Jadeaba, se retorcía, maldecía debajo de mí, con los dedos arañando la cama, aferrándose desesperadamente a las sábanas. Una de sus piernas se enganchó en mi hombro y su talón se clavó en mi espalda, instándome a seguir. Sonreí, enroscando los dedos en ella mientras zumbaba alrededor de su clítoris. Explotó debajo de mí, su cuerpo tembló y se arqueó con tanta violencia que pensé que me arrancaría los dedos. Estaba preciosa mientras se corría y yo la miraba con reverencia.
Saqué mis dedos de ella, lamiendo su excitación mientras subía por su cuerpo. Sus ojos estaban vidriosos y aturdidos, su sonrisa fácil y suave. Sonreí y me incliné para besarla suavemente. Me rodeó el cuello con los brazos y tiró de mí para profundizar el beso. Estaba tan empalmado que casi me dolía y, de repente, sólo quería enterrarme en ella. Me agaché, abrí el botón de mis vaqueros e intenté quitármelos con una mano. Bella me soltó y bajó las manos para ayudarme a quitármelos. Gruñí cuando por fin me los pude quitar y Bella soltó una risita. La miré. Estaba rebosante de felicidad y amor. Aunque no pudiera decirlo, lo llevaba escrito en su hermoso rostro.
Una de sus piernas se movió y se enganchó en mi cadera, empujándome más cerca. Mi polla chocó con su calor húmedo y ella gimió impaciente. Estaba demasiado excitado para aguantar y provocarla por mucho más tiempo, así que me incliné para besarla y penetrarla lentamente. Bella se movió hacia abajo, intentando penetrarme más rápido, pero yo me tomé mi tiempo. Se sentía tan jodidamente perfecta. Era el paraíso absoluto.
Me quedé quieto mientras la penetraba, necesitando un minuto para recuperar el aliento. Bella se movió impaciente y yo le sonreí, besándola profundamente. La saqué casi por completo y volví a penetrarla de golpe. Bella siseó y cerró los ojos. —Sí, más.
Quería tomarme mi tiempo, pero había pasado tanto tiempo y la urgencia que surgía entre nosotros era demasiado. Aceleré el ritmo y Bella correspondió a mis embestidas, con su cuerpo ondulando maravillosamente bajo mí.
Había pasado demasiado tiempo y yo no iba a durar todo lo que quería.
Bajé la mano y encontré el clítoris de Bella. —Vente para mí, nena—, susurré. Sentí que sus paredes empezaban a agitarse y pellizqué suavemente su clítoris. Ella gritó y yo gemí cuando su orgasmo se apoderó de ella, apretándome tanto que pensé que me desmayaría. Su orgasmo desencadenó el mío, y me enterré profundamente en ella mientras me corría, con el cuerpo temblando por la potencia de mi orgasmo. Sentí que me desplomaba un poco sobre ella y me moví, intentando quitarme de encima, pero sus brazos me rodearon.
—No, quédate—, jadeó.
—No quiero aplastarte—, dije negando con la cabeza.
—Quédate.
Sonreí, me incliné y me tumbé sobre ella. Me pasó las manos por la espalda, con la piel pegajosa por el sudor. Nos quedamos así, acurrucados uno alrededor del otro mientras intentábamos recuperar el aliento. Aún nos quedaban muchas cosas qué hablar, qué superar, pero, maldición, podía superar cualquier cosa con tal de abrazarla así.
~Home~
Jueves, 25 de octubre
Malibú, California
11 semanas
—¡Cariño, no puedo más!— Bella gimió. Me volteé a mirarla. Estaba doblada, con las manos en las rodillas mientras respiraba hondo. Sonreí, trotando hacia ella.
—Vamos, ya casi estamos en casa.
Bella negó con la cabeza, cayendo sobre la arena con un sollozo. —No, me rindo— gimió. Le sonreí.
—Creía que estabas en forma—, le dije, arqueando una ceja. Me fulminó con la mirada.
—Mecer tu mundo toda la noche y correr contigo a la mañana siguiente son dos cosas completamente diferentes—, dijo secamente. Me eché a reír. Al final nos habíamos levantado de la cama para cenar pasta. Por supuesto, después de comer, Bella me había abordado en la cocina, y luego habíamos pasado más de una hora en la ducha. Por fin nos quedamos dormidos, completamente agotados después de otra ronda en la cama.
Me encantó que Bella volviera a ser la luchadora que era. Me sorprendió darme cuenta de la diferencia de lo que había sido durante la última semana. Había tenido la cabeza en el culo pensando que podía ser feliz como una persona dócil y apaciguadora. Había sido un alivio tan físico volver a estar con ella que sentí desaparecer el dolor de mi pecho.
Me agaché para ofrecerle la mano y ella tiró de mí, empujándome hacia ella. No estaba preparado para ello y me enganché en la arena para no caer sobre ella. Soltó una risita.
—Justo donde te quiero—, dijo, rodeándome el cuello con los brazos. Me reí.
—Cariño, tenemos que terminar nuestro ejercicio.
Sacudió la cabeza. —Entonces, al menos, hagámoslo divertido—, ronroneó, frotando su pierna contra la mía. Enganchó su pierna alrededor de la mía y me sonrió cuando gruñí.
—Estamos en la playa—, dije en voz baja. Bella tarareó. —Cualquiera podría vernos. Esta mañana había algunas personas en la playa, aunque nadie nos había prestado demasiada atención.
—De eso se trata—, gruñó Bella, con los ojos oscurecidos. Me reí, pero fue un sonido ronco y ligeramente estrangulado. Mierda, ella era increíble.
—Ven, nena, vamos a casa a terminar esto—, dije, inclinándome para besarla. Ella sonrió.
—Bueno, está bien, pero me debes una sesión de besos en la arena—, dijo, permitiéndome levantarme y ponerla en pie. Me reí y la acerqué más a mí, quitándole la arena de la espalda. En realidad, era una excusa para tocarla. Sonrió, inclinándose más hacia mí. —Creo que la arena se ha metido en lugares muy curiosos—, susurró, acercándose para besarme el cuello con la boca abierta. Gemí.
—A casa, ya—, jadeé. Bella sonrió y se separó de mí.
—Te apuesto a que gano— gritó, echando a correr por la playa. Mi polla estaba dura y gruñí, intentando correr tras ella. Se rio, sabiendo exactamente en qué situación me había dejado.
Corrimos hacia la casa, sin detenernos hasta cruzar la puerta privada que daba a mi jardín. Bella entró en el jardín y yo la seguí.
—Te dije que estaba en forma—, dijo sonriendo. Me reí y la atraje hacia mí. Se acercó de buena gana, derritiéndose contra mí cuando sus labios se encontraron con los míos. Gimió y sus manos subieron hasta mi pelo.
—Cuéntame sobre esa arena—, dije inclinándome hacia ella. Soltó una risita.
—Creo que la tengo por todas partes—, susurró contra mis labios. Sonreí.
—Bueno, será mejor que nos ocupemos de eso—. La levanté y sus piernas se enrollaron alrededor de mi cintura. Tenía un pequeño bulto en el estómago. No se le notaba con la ropa normal, pero en cuanto se desnudó, no pude apartar las manos de ella. Estaba obsesionado.
Llevé a Bella a la casa a través de la sala de ejercicios, llevándola directamente al baño. La dejé suavemente sobre la encimera y di un paso atrás. —Desnúdate, voy a abrir el grifo— sonrió y se quitó la camiseta. Miré sus tetas con aprecio. Ya no le cabían en el sujetador deportivo y se había negado a comprar una talla más grande, así que prácticamente se le salían por arriba. Se rio y me tiró la camiseta a la cara.
—Pon el agua, pervertido— rio.
Sonreí y me volví hacia la ducha. Bella me rodeó la cintura con las manos cuando abrí el grifo y sentí sus labios en la espalda, trazando las líneas de mis músculos. Me estremecí bajo sus caricias. Sus manos me acariciaron el pecho, provocadoras.
Se oyó un pequeño pitido y miré las manos de Bella, confuso. Gimió y apartó las manos de mi pecho.
—Maldita sea, Tanya—, siseó, sacando el teléfono del bolsillo. Me volví para mirarla. —Está llamando—, dijo Bella sacudiendo la cabeza. Ignoró la llamada y yo le sonreí.
—Eres valiente.
Ella me miró. —Por favor, Tanya se habría enfadado más si hubiera contestado y me hubiera alejado de ti—, dijo poniendo el teléfono sobre la encimera. Me reí y la atraje hacia mí. Se oyó otro sonido y fruncí el ceño.
—¿Te está llamando alguien más?
Bella gimió, mirando su teléfono. Frunció el ceño. —No conozco el número— dijo negando con la cabeza. Fruncí el ceño y Bella suspiró. —¿Hola?—, preguntó, contestando a la llamada. Su cara se volvió de sorpresa. —¿Jane? ¿Por qué me llamas?—, me miró y yo a ella sorprendido. —Bien, sí, está aquí mismo, espera— me tendió el teléfono. —Es para ti.
Recibí el teléfono y Bella extendió la mano para cerrar la ducha. —¿Jane?
Al teléfono, Jane resopló. —¿Por qué no has contestado al teléfono? Te he estado llamando—. Exigió. Fruncí el ceño.
—Estábamos corriendo. ¿Qué pasa?
Jane soltó un suspiro. —Se ha corrido la voz. Alguien descubrió el nombre de Bella y está en todas partes. ¿Dónde están ahora?
Tragué grueso. —Estamos en casa.
—Bien, quédense ahí. Chelsea y yo vamos para allá.
—¿Qué saben?—, hice una pausa, mirando el estómago de Bella. —¿Saben lo de...?
Jane me cortó. —No lo parece, pero no estoy conteniendo la respiración. Estaré en tu casa dentro de treinta minutos— colgó y miré a Bella.
Bella me miraba ansiosa. —Jane está en camino con mi publicista, Chelsea—, dije en voz baja. —Supongo que los medios han averiguado tu nombre de alguna manera.
Bella soltó un largo suspiro y asintió. —Bueno, ¿qué hacemos?
Me pasé una mano por el pelo, pensando. —No lo sé. Jane y Chelsea tendrán un plan. Probablemente deberíamos asearnos.
Bella miró a la ducha y luego de nuevo a mí. El shock de que el nombre de Bella saliera a la luz fue suficiente para redirigir mis pensamientos por completo, pero Bella no parecía tan fácil de disuadir. Me reí, inclinándome para besarla. —Créeme, estoy contigo, pero Jane llegará pronto y quiero tomarme mi tiempo contigo.
Bella gimió contra mí, y cuando me separé de ella, hizo un mohín.
—Bien—, gimió. —Bien, de acuerdo. Yo me ducharé aquí, tú en el baño principal—, dijo, empujándome hacia la puerta. Asentí y la dejé ducharse sola. Volví a mi habitación y cogí el celular de la mesita. Tenía varias llamadas perdidas, sobre todo de Jane. Las hojeé y vi a mis padres y a Rose. Fruncí el ceño. Aún no había hablado con Rose, aunque me había llamado varias veces. No estaba enfadado, la verdad, pero tenía que pensar cómo decirle que se había pasado de la raya. Rose era una de mis confidentes más cercanas y tenía que saber que cuando confiaba en ella, no era para que volviera esa mierda contra la gente que amaba. Dejé el teléfono y me dirigí al baño, desnudándome para poder ducharme. Tenía que hablar con Rose pronto, pero por ahora, podía esperar un poco más.
Entré y salí de la ducha rápidamente y, cuando terminé, me envolví en una toalla y me dirigí al dormitorio para vestirme. Bella apareció con la toalla alrededor de la cabeza y el resto del cuerpo totalmente desnudo.
—Dios, nena—, gemí al verla. Me sonrió, y yo me debatí entre lo que tenía que hacer y mandarlo todo a la mierda e inmovilizarla contra la pared.
Con un tremendo esfuerzo, aparté la mirada de ella y me acerqué al armario con un gemido.
—¿Crees que será seguro que salgamos?— preguntó Bella, siguiéndome hasta el armario. Cogió su loción y empezó a aplicársela sobre la piel. Intenté prestarle la menor atención posible.
—No lo sé—, dije, concentrándome mucho en mis cajones. —Quiero decir, el daño ya está hecho y saben tu nombre. Jane no cree que nadie sepa todavía que estás embarazada, pero tenemos que estar preparados para eso—, la miré. Se estaba frotando loción sobre el pecho y el estómago pensativamente. Joder. Aparté la mirada, intentando concentrarme.
—¿Pero estoy en peligro o algo así?—, preguntó.
Me volví para mirarla. —No, claro que no.
Ella asintió. —Bien, entonces no puede ser tan malo.
Suspiré. Esperaba que siguiera pensando lo mismo dentro de unos días. No dejaba de preocuparme que subestimara lo abrumadores que podían ser los medios de comunicación. Aunque no los siguiera, no podía escapar de ellos.
Me puse un bóxer antes de sacar unos vaqueros. Me los puse y cogí un jersey verde oscuro. Era lo bastante ligero como para llevarlo en otoño, lo cual era bueno porque hoy todavía hacía bastante calor. Me lo puse por encima de la cabeza y me volví para mirar a Bella. Se había puesto la ropa interior y el sujetador y estaba pensando en qué ropa ponerse. —Creo que voy a tener que comprar más ropa—, dijo mirándome. Aunque no tenía toda su ropa en mi casa, en general, no tenía mucha. Todo formaba parte de su estilo de vida nómada.
Asentí con la cabeza. —Ponte una de mis camisas si lo necesitas— le ofrecí. Sus blusas aún le quedaban bien, aunque dijo que ahora se sentía un poco cohibida con algunas de ellas. Prefería la holgura de una de mis camisas para ocultar su pequeño bulto. Se puso unos vaqueros, se tiró de una de mis camisetas y se puso un cárdigan encima. Se soltó el pelo de la toalla y se lo peinó con las manos.
—¿Crees que es por eso que Tanya me estaba llamando?— se preguntó. Me encogí de hombros.
—Probablemente—, dije asintiendo. Bella suspiró. —¿Qué pasa, nena?
Me miró. —Estoy pensando en Tanya. Espero que no se esté volviendo loca— dijo frunciendo el ceño. Asentí.
—Llámala después de que hablemos con Chelsea—, sugerí. Bella asintió. —Hablando de eso, deberían llegar pronto, vamos— dije, ofreciéndole mi mano. Entrelazó sus dedos con los míos y salimos del vestidor en dirección al dormitorio y al piso de arriba. Bella se dirigió a la cocina para preparar un bocadillo mientras yo me dirigía a la habitación de control de seguridad. Al subir, oí que se abría la puerta. Observé cómo el Audi negro de Jane entraba en la calzada. Al otro lado de la calle, se oyeron decenas de flashes de cámaras. Mierda.
Jane y Chelsea esperaron a que se cerrara la verja para salir del auto. Abrí la puerta y las hice pasar. Jane iba vestida con una americana y unos pantalones negros, y llevaba el pelo recogido en su clásico moño. Sus tacones de aguja parecían hoy especialmente letales. —Hola, Jane—, la saludé. Me miró fijamente al entrar en casa. Detrás de ella, Chelsea era casi una réplica exacta, aunque el pelo de Chelsea era ligeramente más rojo. Se acercó a mí, sacudiendo la cabeza.
—Pensé que la última vez que hablamos te había dicho que no te metieras en demasiados problemas—, bromeó. Podía parecer tan estricta y estirada como Jane, pero Chelsea era más cálida, más suave y mucho más tranquila. Era feroz, sin duda, pero se pasaba el tiempo encantando a la gente.
—Lo siento, Chels—, dije negando con la cabeza. Ella sonrió y me dio una palmada en el brazo al entrar.
—Lo superaremos—, dijo simplemente. Hice un gesto a las mujeres para que bajaran.
—Bella tiene la tetera encendida—, dije mientras empezábamos a bajar.
Llegamos abajo e inmediatamente Jane y Chelsea se instalaron en mi mesa de comedor.
—¿Té?— pregunté. Jane me fulminó con la mirada.
—En esta mañana no tomaremos té—, dijo, acercándose a mi bar. Asentí con la cabeza, mirando a Chelsea. Puso los ojos en blanco y volvió a mirarme.
—Sí, tomaré té. Verde si tienes.
Asentí.
Fui a la cocina y encontré a Bella vertiendo agua caliente en su taza. Me miró. —Jane y Chelsea están aquí—, dije señalando el salón. Bella asintió y me miró mientras me dirigía al armario. Saqué una taza y la puse sobre la encimera mientras iba a por un paquete de té verde de la despensa.
—¿Qué tal están?— preguntó Bella con ansiedad. Negué con la cabeza al volver.
—Lo solucionaremos—, le aseguré. Rápidamente preparé el té de Chelsea. Bella cogió su taza y un plato de rodajas de fruta que se había servido y me siguió hasta el comedor, donde encontramos a Jane sentada a la mesa, bebiendo un vaso de whisky.
—¿Tan mal?— pregunté, poniendo la taza delante de Chelsea. Ella me sonrió, apretándome el brazo. Le devolví la sonrisa y me senté a la mesa. Bella se sentó a mi lado. Jane suspiró.
—Sinceramente, no es bueno.
—¿Qué pasó?— preguntó Bella. Jane la miró. —¿Cómo consiguieron mi nombre?
—Antes de entrar en eso—, dijo Chelsea, poniéndose de pie. Se movió alrededor de la mesa, sonriendo alegremente a Bella. —Soy Chelsea, la publicista de Edward. Encantada de por fin conocerte—, le dijo afectuosamente. Bella le sonrió y le estrechó la mano.
—Oh, igualmente.
Chelsea sonrió. —No había tenido ocasión de hablar contigo, aunque me moría de ganas. Sólo quiero asegurarte que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para mantenerte a ti y a tu vida privada a salvo de miradas indiscretas— frunció ligeramente el ceño. —No puedo imaginarme estar embarazada y que me metan en este mundo. Mi equipo va a hacer horas extras para que todo salga lo mejor posible.
Bella parpadeó, pero asintió lentamente. —Gracias—, dijo en voz baja. Chelsea sonrió, volvió a su silla y sacó un iPad.
—Muy bien, tenemos un par de cosas a favor y en contra ahora mismo—, dijo, poniéndose manos a la obra. Jane volvió a sentarse y se llevó el vaso a la boca. Dirigí mi atención a Chelsea. —En primer lugar, las fotos que publicaron son de ensueño—, dijo mirándonos. —Quiero decir, probablemente es mucho más íntimo de lo que te gustaría que fueran, Edward, pero créeme, las mujeres de todo el mundo se están desmayando—. Giró el iPad hacia nosotros y lo deslizó por la mesa. Lo cogí mientras Bella se inclinaba para mirarlo. Había un par de fotos nuestras de ayer en la playa. Una era de Bella en mis brazos, mirándome. La siguiente era cuando nos besábamos, y la tercera era cuando la había levantado en brazos y la había llevado por la playa. El atardecer era precioso detrás de nosotros, aunque no me había dado cuenta en ese momento, y todo en las fotos parecía un montaje. Miré a Bella, que miraba las fotos sorprendida.
—Mierda, cariño, qué calientes somos—, susurró. Resoplé, negando con la cabeza. Confía en ella para hacerme reír ahora mismo. Bella me sonrió mientras dejaba el iPad sobre la mesa.
—Lo son—, asintió Chelsea. —Y, sinceramente, aunque obviamente son bastante íntimas, sin duda van a jugar a nuestro favor—, dijo con confianza. Cogió el iPad y asintió. —Esa es la buena noticia—, dijo mirándome. Me preparé para lo que tuviera que decir a continuación. —La mala noticia es bastante mala—. Frunció el ceño y volvió a tocar el iPad. —Bella, ¿conoces a Heidi Montgomery?
Miré a Bella, que frunció el ceño. —Uh, ¿Heidi? Sí, nos cruzamos en Portugal hace como cuatro años— Bella negó con la cabeza. —Espera, ¿qué tiene que ver ella con todo esto?
Chelsea suspiró. —Bueno, Heidi tiene una carrera como cantante pop que está tratando de hacer despegar. Por lo visto, lleva más de un año en Hollywood intentando empezar algo. Vio tu foto y fue directa a TMZ, con la esperanza de que le diera el impulso suficiente para iniciar su carrera.
Bella parpadeó y yo fruncí el ceño. —¿Qué dijo?
Chelsea volvió a deslizarnos el iPad. En la página web de TMZ había un enorme titular "El chico de oro de Hollywood seducido por una fiestera internacional". A mi lado, Bella resopló. —¿Una fiestera internacional? ¿Qué estupidez es esa?—, soltó una risita. Chelsea hizo una mueca. —Mira, cariño, parece que te he seducido—, volvió a reírse. La miré, porque sí, me había seducido. Y ha seguido seduciéndome. Soltó una risita y me dio un beso en la mejilla.
Chelsea suspiró. —Sé que parece una tontería, pero el artículo entra explícitamente en detalles muy poco halagadores. La reputación de Edward es estelar y los medios han estado esperando a que cometiera un error. Los chicos de oro no son tan buena imagen como la gente que mete la pata —dijo, sacudiendo la cabeza. Bella frunció el ceño.
—¿Qué ha estado diciendo Heidi?
Chelsea suspiró. —Enumera mucho de consumo de drogas, relaciona tu nombre con algunos personajes y organizaciones cuestionables a nivel internacional, así como un montón de actividades ilegales e ilícitas.
Bella se quedó boquiabierta. Estoy seguro de que mi cara coincidió con la suya. —¿Qué? — siseé.
Chelsea asintió. —Hemos empezado a negar cosas desde el principio, pero voy a tener que repasarlas contigo para verificar los hechos.
Bella asintió, luego sacudió la cabeza. —¿Cómo pudo Heidi pensar que hablar mal de mí de esta manera impulsaría su carrera?
Jane se inclinó hacia delante. —Desde esta mañana la han llamado varios agentes para representarla—, dijo sacudiendo la cabeza. —Algunos agentes quieren una diva que cause drama. Así es Hollywood.
Negué con la cabeza, asqueado. Bella gruñó.
—Pues menuda zorra—, resopló. —Pasamos exactamente dos días saliendo. La primera noche fuimos de bar en bar y nos emborrachamos, pero esa fue la única sustancia que tomé. No puedo hablar por ella, supongo. Al día siguiente, quedamos para desayunar antes de separarnos— Bella negó con la cabeza. —Heidi se emborrachó tanto que fue un milagro que recordara algo de aquella noche.
Chelsea asintió. —Bueno, recuerdos o no, ha hecho afirmaciones sobre ti que ya han tenido un efecto masivo en la imagen de Edward. Los tabloides están explotando con la historia de que la imagen perfecta de Edward es en realidad una tapadera de algo mucho más nefasto.
Fruncí el ceño y Bella entrecerró los ojos. —De acuerdo, ¿cómo nos enfrentamos a ella?
Chelsea sonrió a Bella. —Yo me encargo. Como he dicho, tengo un equipo trabajando para aclarar algunas acusaciones, y excavar un poco en el pasado de Heidi. Lo más probable es que haya hecho bastantes cosas turbias en el pasado, y si conseguimos pruebas de ello, podremos presionarla para que se retracte de sus declaraciones.
Bella asintió lentamente. —Bien, no quiero hundir su carrera ni rebajarme a su nivel hablando mal de ella. Sólo quiero dejar las cosas claras— me miró. —Siento estar perjudicando tu carrera.
Le pasé un brazo por los hombros y le besé la cabeza. —No, cariño, no lo haces. Alguien te está utilizando para eso, pero sabemos que no es verdad y lo aclararemos todo.
Chelsea asintió. —Exactamente. Bella, ¿me han dicho que tienes un agente?
Bella asintió. —Sí, Tanya Hunter. Está en Seattle.
—Genial, tal vez puedas enviarme su número. Me encantaría ponerme en contacto con ella para asegurarme de que estamos en la misma página. Estoy segura de que ella también está apurada.
Bella hizo una mueca. —Probablemente. Me llamó hace un rato, pero no la oí.
Sonreí satisfecho y Bella me fulminó con la mirada, volviendo a centrarse en Chelsea.
—De acuerdo. Me pondré en contacto con ella para que podamos empezar a hablar de estrategia—. Chelsea volvió a mirar a Bella. —Sé que esto es mucho para asimilar ahora mismo, pero cuando estés lista, necesito repasar tu historia contigo. Exnovios o exnovias, amigos que podrían salir de la nada para tratar de reclamar conocerte. Te sorprendería saber cuánta gente quiere sus quince minutos de fama.
Bella hizo una mueca. —Bueno, ¿necesitas esos nombres ahora?—, preguntó, mirándome. Chelsea asintió.
—Si te parece bien compartirlo delante de todos.
Bella me miró y yo negué con la cabeza. Si ella quería compartirlo, yo no protestaría. Ella asintió, lamiéndose los labios. —Bien, el último chico con el que estuve antes de Edward se llama James Larson—, dijo sonando un poco ansiosa.
Chelsea frunció el ceño. —Conozco ese nombre, ¿es famoso?
Bella se encogió de hombros. —La verdad es que no. Es surfista.
Chelsea asintió y siguió tecleando notas en su iPad. —Continúa, por favor.
—Bueno, antes de James, salí con una amiga, Jess Stanley. No creo que me traicionara ni nada por el estilo. Y antes de ella salí con un chico durante unas semanas en Shanghai el año pasado. Es un periodista llamado Riley Biers—. Bella hizo una pausa, frunciendo el ceño. —¿También necesitas saber de aventuras de una noche?
Chelsea suspiró. —Deberíamos tener todo cubierto.
Bella frunció el ceño. —Yo, bien, bueno. Creo que voy a tener que revisar algunas notas y diarios. ¿Te importa si, no sé, te mando una lista por correo electrónico?
Chelsea la miró y asintió. —Está bien—, dijo al cabo de un momento. Bella soltó un suspiro, aliviada. —Cuando puedas, Bella, lee también este artículo. Envíame un correo electrónico si algo de ello es cierto, de lo contrario, empezaré a negar las acusaciones— dijo Chelsea, golpeando su iPad. Bella hizo una mueca, pero asintió.
—Bien, puedo hacer eso.
Chelsea tarareó. —Hasta que hable con la agente de Bella, quiero ser prudente a la hora de lanzar una estrategia para manejar esto. Creo que, por ahora, lo mejor sería empezar por abordar su relación en redes sociales.— Hice una mueca y Chelsea suspiró. —Sé, Edward, que no eres muy partidario de compartir detalles de tu vida personal, pero tenemos que intentar suavizar el golpe que les han dado a los dos. Estoy recibiendo llamadas a diestro y siniestro para entrevistas, y antes de que digas nada Edward, sí, tenemos que considerarlas— me miró con dureza y fruncí el ceño.
—Lanzaré algo en Instagram o algo así—, dije, mirando a Bella. Ella se encogió de hombros. Tengo una cuenta de Instagram, por sugerencia de Chelsea, pero casi nunca estaba activo en ella. Prefería mantener mi vida privada en privado.
—Bella, ¿tienes alguna cuenta en las redes sociales? — Chelsea le preguntó.
—Tengo un blog, y un Instagram que he usado alguna vez. También creo que podría tener una cuenta de Twitter de la que he perdido la contraseña— Bella frunció el ceño. —No me conecto mucho. Paso la mayor parte del tiempo haciendo, no grabando.
Chelsea asintió. —Haré que un asistente pesque en las redes sociales ahora para asegurarme de que nadie te está etiquetando haciendo algo ilícito—. Chelsea sacó su teléfono del bolso y envió un mensaje.
Terminó de escribir y me miró. —Sé que no te gusta hablar de tu vida privada, pero cuanto más se mantenga en secreto sobre Bella, más indagará el público. Si nos adelantamos a este asunto y hablamos de ella un poco más abiertamente, creo que saciaremos la curiosidad.
Suspiré pesadamente.
—¿Y qué pasa…?—, Bella hizo una pausa, llevándose la mano al estómago.
—Todavía no se sabe nada, pero creo que no podemos contener la respiración. Es sólo cuestión de tiempo que la gente una los puntos. De momento nos mantendremos callados, pero como no eres famosa, la gente estará desesperada por saber más de ti. Es sólo cuestión de tiempo que alguien te señale—. Chelsea hizo una pausa, golpeando una uña sobre la mesa.
—Creo que por ahora será mejor si estiramos la verdad—, dijo Jane, atrayendo nuestra atención hacia ella. —Digamos que Bella y tú se conocieron hace mucho tiempo, quizá vuestros caminos se cruzaron en algún momento y Alice los presentó en ese entonces. Pueden decir que perdieron el contacto hasta hace poco y empezaron a salir. Cuando ya no podamos ocultarlo más, revelaremos lo del embarazo.
Bella se mordió el labio, mirándome. No me gustaba mentir sobre nuestra historia, sobre todo porque realmente no tenía ningún problema con ella, pero entendía por dónde iba Jane. Miré a Bella. —¿Qué opinas?
Se encogió de hombros. —Si te ayuda en tu carrera, estoy de acuerdo. Quizá podamos cruzar referencias de viajes en el pasado para ver si estuvimos cerca de las mismas ciudades en algún momento—, dijo sonriendo. Sonreí y cogí su mano entre las mías.
—Sé que es difícil—, dijo Chelsea en voz baja. —Pero quiero que sepas que tengo un equipo trabajando día y noche para hacer esto bien, por los dos—. Hizo una pausa y sacudió la cabeza. —Las cosas van a ser difíciles durante un tiempo—, dijo mirándonos. —La prensa busca desesperadamente trapos sucios y creo que más gente de la esperada saldrá de la nada para reclamar algún vínculo contigo—, dijo señalando a Bella con la cabeza. Bella suspiró.
—Confío en ustedes—, dijo Bella con suavidad. Extendió la mano y me la apretó. —No me importa lo que le parezca a la gente, mientras no perjudique la carrera de Edward.
Le sonreí. —La tuya también, nena. Ahora mismo estás escribiendo un libro. No quiero que se hunda por culpa de la mala publicidad.
Bella frunció el ceño, considerando mis palabras.
—Me pondré en contacto con Tanya—, dijo Chelsea, guardando su iPad en el bolso. —Por ahora, quédate en casa, aléjate de los focos. Escribe algo tierno y dulce que suavice un poco el golpe que le han dado a Bella. Voy a buscar peticiones y elegir un par de entrevistas que sean las más estratégicas —dijo recogiendo sus cosas. Jane asintió.
—Seguiré investigando por mi parte. Tengo que decir, Edward, que la posibilidad de que seas un chico malo te ha conseguido un montón de ofertas de la noche a la mañana.
Fruncí el ceño. —Seguro que no es nada que me interese hacer—, dije negando con la cabeza. Jane se encogió de hombros.
—No podemos descartarlo todo. Te enviaré algunas de las mejores ofertas cuando vuelva a la oficina—. Jane se levantó y yo asentí, poniéndome también en pie. Bella lo hizo.
—Gracias a las dos.
Chelsea se acercó a la mesa y me abrazó con fuerza antes de volverse hacia Bella y darle un abrazo igual de fuerte.
—Estoy aquí para ustedes dos, y a pesar de la cantidad de trabajo que acaba de caer en mi regazo, no hay nadie más a quien prefiera estarle trabajando— dijo alegremente. Le sonreí y me volví hacia Jane. Vi a Chelsea hablar con Bella por el rabillo del ojo y sonreí para mis adentros. Hacía tiempo que quería que Bella y Chelsea se conocieran. Sabía que Chelsea le caería bien a Bella de inmediato.
—¿Qué tan enojada estás?— le pregunté a Jane. Ella resopló, terminando su whisky.
—Sinceramente, nunca has sido un problema para mí. Puede que me esté quejando, pero eres el cliente más fácil de manejar. Como dijo Chelsea, será difícil durante un tiempo, pero las cosas se equilibrarán. Yo misma iré por Heidi si hace falta. Se retractará y volverás a ser el chico de oro en un santiamén.
Puse los ojos en blanco. No me importaba ese maldito título y ella lo sabía. Jane sonrió y me acarició el hombro. —No te metas en líos. Estaremos en contacto.
Asentí y la abracé. Ella se puso rígida por la sorpresa, antes de devolverme el abrazo. —Gracias por cubrirme la espalda, Jane—, dije en voz baja. Ella suspiró.
—Eres un grano en el culo, Edward. Pero te quiero como si fueras de la familia. Siempre voy a estar aquí para ti—, dijo con fiereza. Sonreí mientras ella se alisaba la chaqueta. —Bien, vamos Chelsea, tenemos bastante trabajo por hacer.
Chelsea asintió. —Ha sido un placer conocerte, Bella. Pronto estaré en contacto contigo.
Bella asintió. Le rodeé la cintura con un brazo mientras las veíamos subir las escaleras. Cuando oímos cerrarse la puerta principal, los dos soltamos un largo suspiro.
—Mierda.
Resoplé. —Sí, no me digas—. La miré con el ceño fruncido. —¿Te parece bien todo esto?
Bella se encogió de hombros. —Tenía que pasar tarde o temprano.
La miré fijamente. —Bella, sé que la última vez que hablamos de eso no estabas preparada para definirnos, pero creo que quizá tengamos que retomar la conversación.
Bella frunció un poco el ceño, pensativa. —Supongo que sí—, dijo lentamente. Me miró. —¿Podemos evitar los términos novio o novia? Me suenan muy infantiles y, sinceramente, no me parece que esto lo sea.
Asentí lentamente. —Bien, estoy de acuerdo. ¿Cómo nos llamarías?
Bella frunció el ceño. —Creo que estamos trabajando para ser compañeros/pareja, ¿no? Quiero decir, idealmente hablando.
Asentí. —Me gustan eso de ser compañeros/pareja.
Bella me miró fijamente; sus grandes ojos eran difíciles de leer. —Edward chico dorado Cullen, ¿serías mi compañero/pareja?
Me reí, sorprendido por su fingida seriedad. Ella me sonrió antes de volver a escrutar su rostro. —Isabella chica fiestera Swan—, dije. Soltó una risita. —Me encantaría ser tu compañero/pareja.
Se rio y se acercó para besarme. Cuando se apartó, le sonreí. —Anthony Masen.
Ella frunció el ceño. —¿Quién es ese?
Me reí. —Son mis otros nombres. Anthony Masen.
Bella se apartó de mí, con cara de sorpresa. —¿Edward Anthony Masen Cullen?—, preguntó. Asentí. —Un elegante niño rico que tiene dos segundos nombres—, dijo sonriéndome. Me reí y ella sonrió. —Pero me gusta. Suena bien—. Me pasó los dedos por el pelo, intentando acercarme de nuevo. Me quedé quieto.
—¿Y bien? —le pregunté, enarcando una ceja. Bella frunció el ceño y luego puso los ojos en blanco al darse cuenta de lo que yo esperaba.
—Marie—. Isabella Marie Swan. Era un nombre precioso. Nos sonreímos, atrayéndome hacia ella de nuevo. Bella sabía dulce, a té y a la fruta que había estado mordisqueando. La acerqué más a mí y suspiró contra mis labios.
Me separé un poco de ella y respiré hondo para concentrarme. —Probablemente deberíamos hablar de cómo queremos anunciar nuestra nueva relación—, dije en voz baja. Bella canturreó.
—Bueno, creo que esta conversación sería mejor si estuviéramos los dos sentados. Quizá incluso tumbados, ya sabes, para una estabilidad más óptima.
Me reí y ella me sonrió con descaro.
—Tienes un pensamiento único—, dije sacudiendo la cabeza. Bella me miró con aprecio.
—Puedes apostar tu dulce culo a que sí—, dijo sonriendo. Sonreí satisfecho.
—Deja que me asegure de que la seguridad está activa. Lo último que necesitamos es que un paparazi se cuele en la propiedad y saque una foto de algo que no debería— dije alejándome de ella. Bella sonrió.
—Bien. Estaré abajo.
Corrí escaleras arriba hasta la sala de seguridad, asegurándome de que todo funcionaba correctamente. Cuando vi que lo estaba y que no veía en las cámaras a nadie merodeando por los límites de la propiedad, volví a bajar. El abrigo de Bella estaba en el suelo y sus vaqueros tirados en las escaleras de la planta baja. Sonreí y bajé corriendo a reunirme con ella.
Su rastro de ropa llegaba hasta el dormitorio, donde había dejado su ropa interior colgando del pomo de la puerta.
Sonreí y recogí la ropa interior mientras empujaba la puerta para abrirla.
Bella estaba tumbada en medio de la cama, apoyada en los codos, mientras me miraba entrar en la habitación.
Sonrió cuando entré, abriendo las piernas. Carajo.
La primera noche que nos conocimos, el sexo entre nosotros había sido salvaje, indomable. Bella desató algo primitivo y salvaje en mí y, a su vez, eso también lo había hecho yo en ella.
De algún modo, sólo se había intensificado con el paso del tiempo. Rara vez lo que hacíamos podía llamarse tierno.
Quería ir hacia ella, enterrarme en ella con toda la ferocidad que me exigía, pero otra parte de mí quería ir más despacio, tomarme mi tiempo con ella. Nos habíamos follado hasta el olvido, pero nunca habíamos hecho el amor.
Así que, en lugar de correr por la habitación, me tomé mi tiempo, caminando lentamente hacia ella, con los ojos fijos sólo en ella. Bella gimió, impaciente, y yo le sonreí. —Edward—, gimoteó, con las piernas rozándose. Sonreí satisfecho.
—Sólo me tomo mi tiempo para disfrutar de la vista—, dije acercándome al extremo de la cama. Bella movió una de sus manos, deslizándola por su cuerpo.
—Por favor, cariño—, gimió. Observé su mano mientras se deslizaba entre sus piernas y se me secó la boca. Me arrodillé en la cama y los ojos oscuros de Bella se agudizaron, abriendo más las piernas.
Extendí una mano y tracé líneas en sus pies hasta los tobillos. Ella resopló y movió las caderas hacia mí, impaciente. Le sonreí.
—Paciencia, nena—, canturreé. Bella echó la cabeza hacia atrás cuando mis dedos subieron hasta su rodilla.
—Me estás matando—, gimoteó. Sonreí y me incliné para besarle el interior de la rodilla. Su pierna se sacudió. —Demonios, Edward, quítate la ropa— gruñó levantando la mano para tirarme de la camisa. Me reí y me la quité por encima del hombro. Los ojos de Bella se oscurecieron y se incorporó. —Tómate tu tiempo después—, jadeó, empujándome de nuevo a la cama. Se sentó a horcajadas sobre mis piernas y me desabrochó el botón de los vaqueros. —No puedo esperar—, gimió. Me reí suavemente mientras me bajaba los pantalones, llevándose mi bóxer.
—Bella, quiero hacerte el amor—, le dije en voz baja. Me miró, con los ojos desorbitados y el pecho agitado por la respiración agitada.
—Bien, más tarde—, aceptó. Se agachó, me cogió entre sus manos y me apretó suavemente. Gemí. —Ahora voy a montarte hasta que uno de los dos se corra—, dijo subiendo por mis caderas. Se acomodó sobre mí, deslizándose con un gemido estremecedor.
—Mierda—, gruñí, agarrándome a sus caderas. Ella suspiró, moviendo las caderas una vez.
—Estaba leyendo un blog que decía que muchas mujeres tienen poco apetito sexual a estas alturas del embarazo—, dijo Bella, acercándose a mí. Volvió a mover las caderas y yo intenté concentrarme en lo que decía. —Pero entonces, ellos no se están mirando todo el día—. Se levantó y volvió a rodar hacia abajo. Los ojos se me pusieron en blanco. Joder, ¿qué estaba diciendo?
—Bella, yo...— Me quedé sin palabras y Bella sonrió, inclinándose sobre mí. Levanté las manos y las coloqué sobre su pecho, acariciándola por debajo de los senos. Ella gimió.
—A la mierda con estas cosas—, gritó, levantando las manos para subirlas más. No sabría decir si era una maldición o una petición. Mis pulgares patinaron bajo sus pechos y subieron por sus pezones. Se estremeció y me apretó con más fuerza. Yo jadeé.
—Demonios, nena—, gemí. Me incorporé mientras ella seguía cabalgándome. Sentí una opresión y un hormigueo en los huevos y supe que estaba cerca. —Vamos, nena, vente para mí—, le dije pasando un pulgar por debajo de su pecho mientras con el otro buscaba el lugar resbaladizo donde me estaba metiendo dentro de ella. Ella gimió y sus caderas se movieron más rápido.
—Más—, me pidió. Mi dedo encontró su clítoris y me incliné suavemente hacia delante, besando la turgencia de uno de sus pechos y llevándome el pezón a la boca. Echó la cabeza hacia atrás, gritando mientras se corría a mi alrededor. Moví las caderas, hundiéndome en ella desesperadamente antes de llegar, corriéndome con ella. Gemí cuando la luz estalló detrás de mis párpados.
Bella se inclinó sobre mí, tumbándose sobre mi pecho, con la respiración agitada. —Mierda—, susurró, dándome un beso en el pecho. Yo seguía dentro de ella y me estremecí un poco, rodeándola con los brazos.
Estuvimos así unos minutos hasta que por fin recuperé el aliento y pude hablar. —¿Dijiste que estabas leyendo un blog sobre el embarazo?— le pregunté. Bella canturreó contra mi pecho, inmóvil.
—Tanya me lo envió—, dijo en voz baja. —La mayor parte era aburrido, pero había algunas cosas buenas, supongo—, movió la barbilla, por lo que estaba descansando en mi pecho. —Al parecer mis tetas pronto dejarán de estar tan sensibles.
Sonreí suavemente. —No te he lastimado, ¿verdad? — pregunté acercándome a ella y frotándole la espalda. Bufó.
—¿Bromeas? No sé cómo sabes tocarme siempre de la forma adecuada—, negó con la cabeza. —Nunca he estado con nadie que sepa leerme como tú.
Le sonreí suavemente.
—Yo tampoco, nena—, levanté la mano y le froté la espalda con movimientos más largos. —¿Te sentías incómoda hablando de tu pasado frente a mí?
Bella tarareó. —En realidad no, quiero decir, hemos hablado un poco de ello. No quería que te sintieras incómodo, porque la lista es un poco, errática—, dijo sonriendo con satisfacción. Asentí con la cabeza.
—Bella, lo que hiciste antes de conocerme es asunto tuyo y no tengo por qué juzgarlo— dije suavemente. Bella suspiró.
—Lo sé. Me alegro de que pienses así. No me avergüenzo de lo que he hecho, por lo general no. Me he divertido mucho en la vida —hizo una pausa, mirándome de arriba abajo. —Pero sé que a veces soy demasiado para la gente y no quieren oír hablar de mi pasado.
Le acaricié la espalda. —Estaré encantado de escuchar cualquier parte que quieras compartir conmigo—, le aseguré. Ella asintió.
—Lo mismo te digo—, dijo en voz baja. La miré. —Sé que me has dicho que no has salido mucho desde que te hiciste famoso, pero quiero que sepas que puedes hablar de parejas pasadas, si quieres.
Suspiré y le aparté el pelo de la cara. —Gracias—dije suavemente. No es que intentara ocultarle nada, pero había tenido algunos problemas en el pasado que me preocupaba que Bella tuviera que afrontar, y una parte de mí quería aplazar esa conversación todo lo posible. —Supongo que, ahora que la gente sabe tu nombre y las cosas están a punto de cambiar, debería hablarte de mis últimas novias—, dije en voz baja. Bella se movió y yo salí de ella. Se bajó de mí y se sentó a mi lado en la cama. Me senté a su lado, apoyándome en el cabecero. —Hace unos años salí con una chica llamada Emily. Era camarera en uno de los restaurantes a los que solíamos ir Em y yo. Me gustaba mucho y empezamos a salir en secreto. Cuando se supo, la atención de los medios fue demasiado para ella y rompió— dije en voz baja. Bella se acercó a mí y me puso la mano en el brazo. La miré y sonreí. —La siguiente chica con la que salí era exactamente lo contrario. Era amiga de Em y Rose en el instituto y apenas habíamos empezado a salir cuando su nombre salió a la luz. Ella misma había ido a la prensa, intentando llamar la atención utilizando mi fama. Rompimos enseguida, pero fue un lío durante mucho tiempo—. Sacudí la cabeza. —Intenté tener citas en Hollywood, pero me parecía más trabajo. Teníamos que estar en los sitios adecuados en el momento adecuado, que nos viera la gente adecuada. Era agotador. Al final, decidí que no merecía la pena salir con nadie y me centré en mi carrera—. Miré a Bella. —Entonces entraste en mi vida con ese vestidito negro y destrozaste todos mis objetivos y planes con esa sonrisa malvada que tienes.
Bella me sonrió y apoyó la cabeza en mi hombro. —Me preocupaba contarte lo de Emily y María, sobre todo porque temía que empezara a darte pistas sobre lo duro que puede ser estar bajo el microscopio—, suspiré. Bella se incorporó, se enganchó en mi regazo y me tomó la cara entre las manos.
—Sé que te preocupa—, dijo con dulzura. —A veces yo también me preocupo. Pero hay algo más importante que esas cámaras intentando sacarnos una foto. Se trata de ti y de mí y de descubrir cómo trabajar para construir una vida juntos.
Me acerqué a ella y le cogí la cara con las manos. —Nunca sentí por ninguna de las chicas de mi pasado ni una fracción de lo que siento por ti—, le dije suavemente. —Sé que sigues asustada por lo que está por venir, y sé que te preocupa que de alguna manera hayas estropeado mi vida cuando entraste en ella, pero nena, nada puede estar más lejos de la verdad—. Pasé los pulgares por sus facciones y respiré entrecortadamente. —He pasado por casi todas las emociones desde que te conocí, y sí, a veces es abrumador y aterrador y frustrante, pero ahora me doy cuenta de que creo que nunca empecé a vivir hasta que te conocí.
Bella tenía lágrimas en los ojos y se inclinó para besarme con ternura. —Todavía tengo miedo—, admitió, separándose. —Tengo miedo de no saber cómo ser compañera y madre, tengo miedo de no saber mantener mi identidad y equilibrar mi necesidad de experimentar la vida con responsabilidades que había decidido que nunca asumiría—. Levantó la mano y me secó una lágrima de la mejilla. —Pero tú me haces sentir valiente. Me has enseñado que la vida no es de una manera o de otra, y que podemos tomar nuestras propias decisiones, construir nuestro propio camino— hizo una pausa, lamiéndose los labios. —Me has enseñado que el amor no siempre acaba en dolor y que a veces merece la pena arriesgarse—. Se inclinó hacia delante, apretando su frente contra la mía. —Todo esto ha sucedido muy deprisa y me da mucho miedo, pero luego pienso en nosotros, pienso en cómo me haces sentir y sé que cualquier angustia o dolor que suframos ahora merecerá la pena—. Se apartó y me miró con dulzura. Su amor brillaba claramente en sus ojos, y yo la miré fijamente, con el corazón hinchado. —Cariño, yo...—, se detuvo, mordiéndose el labio inferior con los dientes. Negué con la cabeza y estiré la mano para arrancarle suavemente el labio de la boca.
—No pasa nada, cariño. Lo sé.
Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas y sacudió la cabeza. Sus ojos se entrecerraron un poco, y detrás de sus lágrimas, vi resolución instalarse en sus ojos. —Edward, te amo — me quedé mirándola, atónito. Tragó saliva con ansiedad. —Es demasiado rápido, demonios, y todavía nos queda mucha mierda por resolver, pero no importa. Te amo. No creo que hubiéramos podido llegar tan lejos si no te amara.
La estreché contra mí y sus labios encontraron los míos, calientes y necesitados. —Mierda—, gemí, separándome de ella. —Carajo, Bella. Te amo tanto.
Sonrió, se inclinó hacia mí y me besó profundamente. Sabía a lágrimas y a Bella pura. Mi corazón estaba tan lleno que apenas podía respirar.
Quizá íbamos demasiado deprisa. Quizá era irracional que sintiéramos algo tan fuerte tan rápido, pero ahora mismo, con Bella en mis brazos y su amor resonando en mis oídos, me daba igual. No había un calendario fijo para el amor y, aunque lo hubiera, Bella no lo cumpliría. Esta mujer bailaba al ritmo de su propio tambor y yo la amaba profundamente por eso.
Suavemente, atraje a Bella hacia mí, girándonos para que quedara debajo de mí. Enganchó una pierna alrededor de mis caderas, acercando nuestros centros.
—Te amo—, le dije entre besos. Ella se acercó más a mí y me introdujo suavemente en su interior. Gimió y se levantó para besarme. Nos movimos despacio, con ternura, dedicándonos tiempo el uno al otro con besos y palabras de amor. Cuando nos corrimos, sus ojos se llenaron de lágrimas y me estrechó contra ella, mientras su corazón latía al mismo ritmo que el mío. Cuando entró en mi vida hace tantas semanas, nunca habría imaginado que ahora estaríamos aquí. La abracé con más fuerza. No podía dejarla marchar. Nunca volvería a hacerlo.
