Disclaimer: Sthephenie Meyer is the owner of Twilight and its characters, and this wonderful story was written by the talented fanficsR4nerds. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!

Descargo de responsabilidad: Sthephenie Meyer es la dueña de Crepúsculo y sus personajes, y esta maravillosa historia fue escrita por la talentosa fanficsR4nerds. Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!

Gracias a mi querida Larosadelasrosas por sacar tiempo de donde no tiene para ayudarme a que esta traducción sea coherente y a Sullyfunes01 por ser mi prelectora. Todos los errores son míos.


Capítulo 19: Bella

Viernes, 26 de octubre

Malibú, California

11 semanas

Decirle a Edward que lo amaba había sido, con diferencia, lo más aterrador que había hecho nunca. Una vez, unos piratas me habían apuntado con una pistola y, de algún modo, no podía compararse con el estrés de ser tan vulnerable con él.

Sabía que Edward me amaba, me lo decía con tanta frecuencia que había empezado a creerle, pero había sido tan difícil convencerme de que su amor era diferente al de Jake, o incluso al de mi madre. Edward me había demostrado que yo podría cagarla y él no se alejaría de mí. Demonios, ha estado trabajando conmigo para superar esa mierda. Era algo que Renée y Jake nunca habían hecho.

Cuando nos despertamos esta mañana, Edward y yo habíamos elegido una foto para usar en su Instagram. Había pensado en poner mi propia cuenta en privado, sabiendo que él me etiquetaría, pero después de comprobar mi cuenta para asegurarme de que no había nada demasiado personal en ella -era literalmente una cuenta que utilizaba únicamente para viajar y trabajar- decidí dejarla abierta. Sabía que la gente me localizaría en algún momento; algunos ya lo habían hecho, a juzgar por los doce nuevos seguidores que había ganado esta mañana.

Elegir una foto había sido difícil, simplemente por el hecho de que no habíamos hecho muchas juntos. Había un par de fotos que le había sacado una mañana con los ojos somnolientos y otras que me había hecho inmediatamente después, pero estábamos de acuerdo en que eran demasiado íntimas para compartirlas.

Finalmente, nos decidimos por una foto que Edward me había hecho el otro día. Era una foto mía de perfil, mirando al mar. Era íntima, sin ser obvia, y los dos estábamos de acuerdo en que el hecho de que no mostrara toda mi cara era mejor. Cuantas menos fotos hubiera por ahí para que la gente me identificara, mejor.

Edward no quiso enseñarme lo que pensaba escribir hasta que lo hubiera enviado. Estaba un poco ansiosa por ver qué escribiría a sus millones de fans.

Tanya estaba de camino a Los Ángeles hoy, y yo había hablado con ella sobre la foto esta mañana antes de su vuelo. Me había sugerido que publicara mi propia foto en mi cuenta para reconocer con Edward lo que estábamos haciendo. Sabía exactamente la foto que quería publicar y me negué a enseñársela a Edward.

Esa mañana estábamos sentados en la cama, los dos concentrados en nuestros teléfonos mientras intentábamos anunciar al mundo que nos habíamos convertido en un nosotros.

—Esto es extraño—, dije al cabo de un momento, levantando la vista hacia él. Edward tarareó y me miró.

—¿Qué?—, preguntó.

Me encogí de hombros. —Publicar fotos en las redes sociales. ¿A quién le importa? ¿Por qué deberíamos ser asunto de nadie?

Edward asintió, haciendo una leve mueca. —Lo sé, cariño, es incómodo. Pero forma parte de mi mundo, y Chelsea tiene razón. Si guardamos silencio se pondrá cada vez peor y mucho más invasivo. Podemos tirarles un hueso, dejarlo estar, y luego seguir viviendo nuestras vidas en privado.

Fruncí el ceño y volví a mirar el teléfono. Estaba entusiasmada con mi post, aunque sólo fuera porque sabía que haría reír a Edward.

Edward tocó su teléfono y me miró. —Muy bien, ya está.

Inmediatamente mi teléfono sonó para decirme que me habían etiquetado en una publicación. Ignoré la notificación y publiqué mi propia foto.

Cuando la colgué, solté una risita antes de abrir mis notificaciones. Ansiosa, abrí la foto que Edward había publicado. La foto era exactamente como esperaba, respiré hondo y miré el pie de foto.

«Al principio pensé que eras una constelación. Hice un mapa de tus estrellas, y entonces tuve una revelación: eres tan hermosa como infinita, eres el universo en el que estoy indefenso».

Tragué hondo, mirando a Edward. Me observaba, parecía tranquilo. —Esto—, hice una pausa. Tragué saliva, parpadeé. Levanté la vista hacia él, dejando caer el teléfono sobre la cama y me arrastré hacia él. —Te amo—, susurré, rodeándole el cuello con los brazos. Me abrazó y me besó profundamente.

—Te amo mucho—, susurró contra mis labios, separándose ligeramente. Levanté la mano para apartar las lágrimas de mis ojos.

—Definitivamente estoy fuera de tono con mi publicación—, dije riendo débilmente. Edward frunció el ceño.

—¿Por qué? ¿Qué publicaste? — Sacó su teléfono mientras yo seguía en su regazo. Me mordí el labio. No lo encontraría enseguida porque no lo había etiquetado. Le vi abrir mi cuenta y un momento después se estaba riendo tanto que tuve que agarrarme a sus hombros para mantenerme en su regazo.

—Esto es jodidamente perfecto—, aulló. Sonreí con satisfacción y miré su teléfono. En su pantalla había una foto que le había hecho de su culo mientras hacía ejercicio. Debajo estaba mi pie de foto:

«¡Qué culo! »

Incluso había añadido un emoticono sonriente al final. Edward dejó caer el teléfono sobre la cama y se acercó para besarme profundamente. —Demonios, ¡eres perfecta! Te amo.

Sonreí contra sus labios.

—Me encanta tu culo—. murmuré. Edward se rio, besándome profundamente de nuevo. Gemí, inclinándome hacia él. Edward se separó un poco de mí y yo fruncí el ceño, haciéndole un mohín.

—Oye—, dijo en voz baja. —Vamos a la boda de tu amiga.

Me aparté de él, con los ojos muy abiertos. —¿Qué?

Edward sonrió y me acarició la cara. —Estaba siendo absolutamente irracional. Tengo tiempo y nunca he estado en Melbourne. Kate tiene razón, tengo un equipo de seguridad al que puedo llamar si es necesario, y quiero viajar contigo.

Me quedé mirándole, estupefacta. —¿Hablas en serio?

Asintió con la cabeza y me miró a la cara. —He sido un pendejo antes y lo siento. Quiero ver el mundo contigo. Quiero que me enseñes lo que ves.

Me aplasté contra él y gimió, entrelazando las manos en mi pelo para besarme más profundamente.

—Demonios—, jadeé, separándome de él y respirando con dificultad. —¿Estás seguro? — Respiraba con dificultad y vi que sus ojos bajaban un momento hacia mi pecho. Asintió y volvió a mirarme a la cara.

—Enséñame tu mundo, Bella.

Gemí, inclinándome para besarle de nuevo. —Carajo, te amo—, dije cogiéndole la cara entre las manos. Él sonrió, la alegría iluminando sus ojos.

—Yo también te amo.

—¿Tenemos tiempo antes de que todo el mundo nos caiga encima esta mañana?— gemí apretándome contra él. Edward se separó de mí lo suficiente para mirar el reloj.

—No. Chelsea llegará pronto, y Tanya debería estar aterrizando ahora mismo.

Suspiré, besándole la mandíbula.

—Bueno, pero retomemos esto más tarde—, dije suavemente. Edward soltó una risita.

—Por supuesto, mierda.

Solté una risita y me aparté de él.

Cogí el móvil y me di cuenta de que ya tenía un montón de notificaciones de Instagram. Las ignoré y me puse a leer mis mensajes.

Ya estoy en camino.

Suspiré ante el mensaje de Tanya y miré a Edward. —Tanya está de camino.

Él asintió. —Deberíamos vestirnos.

Resoplé, pero asentí, siguiéndole fuera de la cama. Me metí en la ducha, mientras Edward se cepillaba los dientes.

—Oye, hoy tenemos cita con la doctora Pierce—, me dijo Edward cuando terminó de asearse. Le miré a través del cristal de la ducha y asentí, frotándome el estómago inconscientemente.

—Sí, así es—. Se suponía que esta mañana nos reuniríamos con Tanya y Chelsea para discutir estrategias o no sé qué mierdas, y después nuevamente iríamos a la consulta de la doctora Pierce para oír por primera vez los latidos del corazón de Pip. Estaba ansiosa por eso, y Edward tampoco podía esperar.

Cogí la esponja, intentando ahuyentar los pensamientos de lo que me deparaba el día. En lugar de eso, mis pensamientos se dirigieron a la noche anterior. Me había follado a muchos hombres a lo largo de los años, pero nunca había hecho el amor antes de Edward. Nunca había estado con una pareja que me tratara con tanta ternura. Con todos los que había estado, el objetivo había sido la diversión, el sexo salvaje. Aunque Edward y yo habíamos tenido bastante de eso, también me había enseñado mucho sobre la intimidad.

Vi cómo Edward empezaba a afeitarse a través del cristal de la ducha y solté un pequeño suspiro.

Si la vida fuera sencilla y fácil, podríamos seguir resolviendo cosas juntos sin que el mundo metiera las narices en todo. Fruncí el ceño mientras me frotaba el pelo con champú. Supongo que eso era lo que Edward había intentado decirme. Su vida no era sencilla ni fácil, y eso formaba parte del costo de estar con él.

Realmente no me importaba lo que la gente pensara de mí; sabía que las personas que me importaban sabían la verdad sobre mí y eso era suficiente. No sabía cómo iba a cambiar la percepción que el mundo tenía de mí. Odiaba que eso importara.

Terminé de ducharme, siguiendo mi rutina automáticamente. A mitad de camino, Edward salió para vestirse y, cuando salí de la ducha, volvió a asomar la cabeza por el baño. —Creo que Chelsea acaba de llegar. Voy a dejarla entrar—, dijo señalando las escaleras. Asentí, arreglando la toalla alrededor de mi pelo.

—De acuerdo, subo en un minuto.

Edward se fue, mientras yo empezaba a vestirme. Me cepillé los dientes rápidamente antes de cruzar la habitación hacia el vestidor.

Acababa de ponerme el sujetador y la ropa interior cuando se abrió la puerta de la habitación.

—Nena, ¿estás visible?

Levanté la vista al oír la voz de Tanya. —Hola, estoy en el vestidor.

Ella apareció en la puerta, y fue increíble lo inmediato que fue mi alivio al verla.

—Hola nena—, dijo dejando caer su bolso. Corrí hacia ella y la abracé con fuerza.

—Maldita sea, T., te he echado tanto de menos—, dije, cerrando los ojos. Se separó de mí y sonrió.

—Déjame verte, mamá—, dijo dándome vueltas. Hice una pequeña mueca, pero me giré hacia ella. Tanya se iluminó. —Mira qué barriguita más linda—, me dijo, acercándose para acariciarme la barriga. Me aparté de su alcance y se rio. —Sinceramente, nena. Por la forma en que hablabas de ella, pensé que se te notaría mucho más. Apenas parece que hayas almorzado—, dijo sacudiendo la cabeza. Suspiré.

—Es suficiente—, refunfuñé. Tanya sonrió con satisfacción.

—Vístete, mamá. Tenemos que hablar con los peces gordos de arriba—. Se acomodó en un sofá otomano bajo que Edward había metido en el vestidor. Asentí, me volví hacia el armario y saqué un par de leggings.

—¿Qué tal el vuelo?

Tanya se revolvió el pelo por encima del hombro. —Bien — sacudió la cabeza. —Quiero saber cómo te va.

La miré. —Estoy...—, hice una pausa, mirando entre mis blusas. Sólo tenía un puñado de ellas en casa de Edward, y la mayoría eran ajustadas y ahora me hacían sentir cohibida. Suspiré, me acerqué a donde Edward tenía colgadas sus camisetas y me bajé una de un tirón. Me la puse por encima de la cabeza y volví a mirar a Tanya. —Estoy bien—, dije finalmente. —Un poco abrumada, un poco cohibida, pero en general bien.

Tanya frunció el ceño, arqueando una ceja. —¿Cohibida?—, preguntó. Me señalé el estómago mientras me estiraba de la camisa. Ella asintió. —Abrumada lo entiendo. Convertirse en alguien a quien la gente reconoce de la noche a la mañana no es fácil—, dijo en voz baja. Negué con la cabeza.

—No, ni siquiera es eso—. resoplé. —Anoche le dije a Edward que lo amo.

Miré a Tanya ansiosamente, pero para mi sorpresa, su cara estaba vacía de su típica sonrisa malvada. En su lugar, se había suavizado, casi hasta el punto de que no podía reconocerla. Se levantó del taburete y se acercó para abrazarme.

—Cariño, es increíble. Estoy muy orgullosa de ti—, dijo apretándome. Parpadeé, con lágrimas inesperadas en los ojos. Tanya se separó de mí, manteniéndome a distancia. —Obviamente se lo tomó bien o probablemente te habrías largado más rápido de lo que podía parpadear.

Resoplé, levantando la mano para secarme los ojos. —Sí, claro que se lo tomó bien. Parece que todo se lo toma bien.

Tanya tarareó. —Lo dudo—, dijo asintiendo sabiamente. La miré con el ceño fruncido y me hizo un gesto para que no me detuviera. —Bien, cuéntame más. ¿Qué más ha pasado desde que hablamos ayer?

Cogí los leggings y me los puse antes de hablar. —Bueno, a petición tuya y de Chelsea, nos hicimos oficiales en las redes sociales—. Puse los ojos en blanco mientras Tanya asentía. Sacó su teléfono del bolso mientras yo sacaba un par de calcetines.

Tanya suspiró ante su teléfono y yo la miré. —Ese chico te ama mucho—, dijo sacudiendo la cabeza y mirándome. Asentí en silencio. Volvió a mirar su teléfono y un momento después resopló.

—¡Qué pendeja!—, aulló. Me reí, poniéndome los calcetines.

—No sabía que se iba a poner sentimental. Sentí que probablemente no había dado en el blanco con mi publicación, pero a él le encantó.

Tanya se rio, sacudiendo la cabeza. —Claro que sí—, hizo una pausa, mirando su teléfono. —Maldita sea, ese es un tremendo culo—. Hizo una captura de pantalla del post y me reí de ella. Me sonrió guiñándome un ojo.

—También acordamos definir nuestra relación—, dije acercándome para sentarme a su lado. Me miró sorprendida. —Le dije que quería mantenerme alejada de términos como novio y novia. Me parecen muy infantiles y no son lo bastante grandes para describir lo que estamos haciendo—. Me senté de lado en la otomana a su lado y ella asintió, girándose para mirarme. —Así que somos compañeros y sí, supongo que ahora estoy comprometida.

Tanya soltó una risita. —Sé que estás tratando de ser alegre y arrogante al respecto, pero estoy muy feliz por ti—. Me tendió la mano y me la apretó. —Has dado pasos tan grandes en tan poco tiempo. ¿Cómo lo llevas?

Suspiré. —Algunos días tengo miedo, y hablar de… —, hice una pausa y moví mis manos alrededor de mi estómago. —Todavía me da un poco de náuseas, pero Edward es paciente y solo hablamos un poco cada día— me pasé una mano por el pelo. —Te dije que hemos estado viendo a su terapeuta—, dije mirándola. Ella sonrió y asintió, parecía orgullosa. —Hace un par de días tuvimos un avance. Le grité. No me contuve y por fin me oyó. Los dos estábamos haciendo cosas que hacían daño al otro y desde entonces, no sé. Es como si por fin pudiéramos escucharnos— suspiré. Tanya sonrió.

—Bella Swan, mira lo madura que te has vuelto—, soltó una risita. Me reí, sacudiendo la cabeza.

—Mejor ten cuidado, creo que es contagioso.

Tanya soltó una carcajada y se giró para rodearme con los brazos. —Cariño, en serio, me alegro mucho por ti. Te mereces ser feliz, y estoy encantada de que Edward y tú se hayan comprometido a superar juntos sus problemas— me apretó y sonreí.

—Si hace unos meses me hubieras dicho que estaría en estas, me habría reído a carcajadas de ti— dije sacudiendo la cabeza. Tanya resopló.

—Tú y yo—, dijo sonriendo. Echó un vistazo al armario y volvió a mirarme. —Lo digo en serio, Bella. Has hecho cosas realmente extraordinarias, y dediquemos un momento a apreciar que ahora mismo estamos en el armario de una de las estrellas más importantes de Hollywood—, dijo inclinándose hacia mí. Yo me reí. —Pero dejando todo eso a un lado, nada de lo que has hecho, nada de lo que has superado me ha impresionado más que lo que estás haciendo ahora mismo. Estás tomando las riendas de tu vida, y esa mierda da miedo, pero lo estás haciendo y estoy muy orgullosa de ti.

Sentí que las lágrimas me picaban en los ojos y suspiré, golpeándome las mejillas. —Perra, me vas a hacer llorar.

Se rio y me dio una palmadita en la mejilla. —Hablo en serio, nena. Me alegro mucho por ti.

Le sonreí, inclinándome hacia delante y tirando de ella en otro fuerte abrazo. —Gracias, T., no creo que hubiera llegado tan lejos sin ti en mi vida.

Tanya rio, besándome la mejilla. —Lo sé, me necesitas.

Solté una risita, separándome de ella.

—Vamos, mamá. Vayamos a buscar a ese papacito compañero tuyo.

~Home~

Ya había visto a Tanya en varias situaciones de negocios intensas. Su comportamiento juguetón y coqueto desaparecía, dejando a una mujer de negocios astuta y aguda a la que incluso los hombres de negocios más experimentados se lo pensaban dos veces antes de joder. Tenía la sensación de que, de haber estado sentada con nosotros otra persona que no fuera Chelsea, esa habría sido la Tanya que habríamos visto hoy. Pero Chelsea era tan dulce que, en cuanto Tanya y ella se dieron la mano, se pusieron a charlar y a reírse como viejas amigas. Fue un alivio saber que habíamos evitado una especie de choque de titanes esta mañana.

Nos sentamos alrededor de la mesa del comedor, Edward y yo juntos mientras Chelsea y Tanya se enfrentaban en extremos opuestos. Ambas mujeres tenían sus ordenadores portátiles y de vez en cuando escribían una nota rápida o un correo electrónico mientras hablábamos.

—Mira, entiendo lo que dices sobre satisfacer al público, pero Bella ha sido explícitamente clara conmigo sobre mantener su privacidad—, dijo Tanya inclinándose hacia delante. Chelsea frunció el ceño.

—Me preocupa que, si no nos sentamos para entrevistas de algún tipo, la prensa se vuelva invasiva.

Tanya frunció el ceño. —¿No hay leyes que protejan su intimidad? Quiero decir, por el amor de Dios, ¿cómo puede ser legal todo esto?

Chelsea suspiró. —Claro que hay leyes, pero para cuando la fiscalía termina con todo, el castigo será algo como un tirón de orejas y mientras tanto el daño ya está hecho.

Tanya frunció la boca.

—Quiero proteger la intimidad de todos en la medida de lo posible, pero si nos quedamos callados e ignoramos a la prensa, potencialmente nos estamos exponiendo a que otras personas rellenen los espacios en blanco por nosotros.

Tanya rodó los hombros, inclinándose un poco hacia atrás de la mesa. Miré a Edward, que estaba extrañamente callado.

—El público creerá lo que quiera sobre Bella, tanto si hacemos una entrevista como si no—, dijo Tanya negando con la cabeza. —Tengo contactos con algunos medios de comunicación. Yo digo que les demos la información suficiente para que publiquen un artículo positivo y ya está.

Chelsea suspiró. —No creo que sea suficiente. Sería diferente si Bella fuera una persona establecida en Hollywood, pero ha salido prácticamente de la nada y la gente quiere saber cómo.

Tanya suspiró, negando con la cabeza.

Levanté la mano y me rasqué la mejilla mientras reflexionaba sobre las opciones. Había demasiadas variables, y tanto Tanya como Chelsea tenían buenos argumentos.

—¿Qué es lo peor que puede pasar si no hacemos ninguna entrevista?—, le pregunté a Chelsea. Me miró y luego miró a Edward.

—Edward se negó a comentar públicamente sobre una novia anterior cuando su nombre salió a la luz. Los paparazzi acabaron acechándola y acosándola hasta que ya no hubo ni una sola parte de su vida que fuera privada. La sacaron corriendo del estado.

Fruncí el ceño y miré a Edward. Él hizo una mueca, frunciendo el ceño. ¿Había sido eso lo que le había pasado a Emily, su ex?

—Mira, entiendo que los medios de comunicación pueden ser una mierda, pero no sólo estamos tratando de proteger a Bella en este momento—, dijo Tanya, atrayendo mi atención hacia ella. La miré. —Tienes que proteger a su Pip. Cuanto más tiempo podamos mantener las cosas en secreto, mejor. Ustedes dos no necesitan que todo el mundo hable de ustedes y los ponga bajo un microscopio. No en este momento.

Chelsea negó con la cabeza. —Es por eso que tenemos que conseguir una ventaja de esta cosa—, argumentó. —Se van a dar cuenta de lo del bebé y las cosas empeorarán. Tenemos que hacer un control preventivo de daños.

Fruncí el ceño y me recosté en la silla. No había ninguna solución que sonara perfecta. Miré a Edward. Tenía las manos fruncidas.

—¿Ha habido algún comentario sobre nuestras publicaciones en Instagram?— pregunté mirando a Chelsea. Ella asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa.

—Solo han pasado unas horas, pero ha habido una oleada de respuestas. Mi equipo me envía actualizaciones cada quince minutos, pero en general la gente siente curiosidad. Estamos recibiendo comentarios positivos de tu mensaje, Edward, muchos se desmayan por eso y Ryan O'Neal de Sleeping At Last (1) se puso en contacto para responder positivamente sobre el uso de sus letras— ella sonrió y Edward sonrió suavemente. —En general, la gente está desesperada por saber más de ti—, dijo mirándome. En ese momento sonó su teléfono y lo miró. —Bella, tus cuentas han subido varios miles de seguidores en la última hora.

Parpadeé, atónita. Miré a Tanya, que asentía. —No tengo el equipo que tiene Chelsea, pero lo creo—, dijo mirándome. Suspiré y miré a Edward. ¿Por qué no decía nada?

—De acuerdo, necesitamos unos minutos para hablar— dije poniéndome de pie y tirando de su brazo. Me miró sorprendido. Tiré de él hasta que se puso de pie, y miré entre Chelsea y Tanya. —Pórtense bien. Volveremos en cinco minutos.

Tiré de Edward a través de la cocina hasta la terraza. Cuando estuvimos fuera, me volví hacia él. —Háblame.

Edward soltó un largo suspiro. —No sé qué pensar—, dijo, frotándose la nuca. —Quiero decir, mierda. No sé.

Fruncí el ceño, cruzando los brazos sobre el pecho. —Si pudieras hacer cualquier cosa en esta situación, sin importar las consecuencias, ¿qué harías?

Edward me miró. —Nena, quiero decirle a cada puta persona de este mundo lo increíble que eres y lo mucho que significas para mí. Pero también quiero que todos mantengan sus narices fuera de nuestros asuntos y mantenerte toda para mí.

Crucé los brazos sobre el pecho y tamborileé con los dedos en el antebrazo, pensativa. —Bien, entonces no hagamos una entrevista todavía. Si la mierda se pone realmente mal, haremos una, pero por ahora, vamos a prometerles a Chelsea y Tanya permanecer un poco más activos en las redes sociales y esperar que sea suficiente para saciar al público.

Edward dejó escapar un largo suspiro. —Por mi parte está bien, pero la gente querrá saber más y más sobre ti. Estarán desesperados por saber más de ti.

Me mordí el labio. —Entonces voy a mejorar mis publicaciones en las redes sociales. Me daré más presencia en Internet. Chelsea y Tanya pueden ayudarme con eso. Podemos darles lo que quieren sin darles tanto.

Edward dejó escapar un largo suspiro. —Siento que te estoy pidiendo demasiado— sacudió la cabeza miserablemente. Resoplé.

—Ya te lo he dicho, estoy en esto y estoy dispuesta a hacer lo que haga falta. Pero cariño, no puedes dejarme sola, ¿de acuerdo? Te necesito conmigo en esto.

Me miró, con los hombros un poco caídos. —Demonios, tienes razón. Lo siento.

Me acerqué a él y lo abracé con fuerza por la cintura. —Todo va a salir bien, cariño. Lo superaremos juntos—, le dije en el pecho. Soltó un fuerte suspiro y me dio un beso en la cabeza.

—Te amo, nena—. Sonreí y le besé el pecho.

—Yo también te amo. Volvamos dentro.

Edward asintió, dejándome ir. Volvimos a entrar en la casa y Chelsea y Tanya seguían sentadas, aunque ahora ambas estaban con sus teléfonos.

—Muy bien, hemos tomado una decisión—, dije mirándolas. Ambas nos miraron.

—Vamos a declinar las entrevistas por ahora—, dijo Edward, mirando a Chelsea. Ella frunció el ceño en señal de protesta, pero él negó con la cabeza y siguió hablando. —Vamos a lanzar más en las redes sociales, y Bella se ha ofrecido a construir más de una presencia allí para ayudar, pero a menos que la mierda se ponga realmente mal, vamos a mantener nuestra vida privada lo más privada posible.

Tanya asintió y Chelsea suspiró. —De acuerdo, si eso es realmente lo que quieres hacer, lo intentaremos de esta manera—, dijo suavemente. —Espero que estés preparada para aguantar cualquier contragolpe—, dijo mirando a Tanya.

Tanya rodó los hombros. —No pueden lanzarme nada que no pueda manejar— dijo con confianza. Chelsea sonrió.

—De acuerdo, seguiré respondiendo preguntas. Bella, necesito saber cuánta información pueda dar sobre ti.

Miré a Tanya. —Tanya conoce mis límites. Pregúntale todo lo que necesites. Confío en ella.

Tanya me sonrió y, de reojo, vi que Chelsea asentía.

—De acuerdo.

Miré entre ellas, mordiéndome el labio. —Sé que esto no es fácil, y no puedo creer que una relación pueda necesitar tanta gestión, pero quiero que las dos sepan que estoy...— hice una pausa, mirando a Edward. —Estamos muy agradecidos. Gracias por pasar por toda esta mierda para protegernos.

Chelsea se puso de pie, dejando escapar un suspiro apretado antes de sonreír. —Por favor, Edward no ha sido más que una persona muy cómoda con quién trabajar, muy fácil de llevar desde casi el principio. Odio decir que estoy un poco aliviada de que por fin me haya lanzado un reto—, dijo guiñando un ojo. Edward bufó, sacudiendo la cabeza y Chelsea se rio. —Voy a hacer todo lo posible para asegurarme de que todos salgamos de esta. Tengo un equipo fuerte, Jane está trabajando sin descanso en el otro extremo de las cosas, y con la ayuda de Tanya, creo que vamos a ser capaces de realmente superar esto.

Se giró y sonrió a Tanya, que le devolvió la sonrisa. —Estoy de acuerdo—, dijo Tanya poniéndose de pie. —No confiaría la reputación de Bella a nadie más—, dijo simplemente. Chelsea sonrió.

—Voy a volver a la oficina—, hizo una pausa, mirando a Tanya. —Puedes venir conmigo. Allá podrás conocer a mi equipo y asegurarte de que les dejas claras tus expectativas.

Tanya sonrió, poniéndose en pie. —Me parece estupendo. Me encantaría acompañarte.

Chelsea sonrió y recogió su bolso mientras Tanya recogía sus propias cosas. Me miró y se acercó a la mesa para abrazarme. —Cuídate, mamá. Llámame luego para contarme cómo está Pip—, dijo apretándome. Asentí, separándome de ella.

—Lo haré.

Tanya miró a Chelsea. —Te acompaño.

Nos despedimos de las dos y, cuando se fueron, Edward y yo soltamos un fuerte suspiro.

—Maldita sea—, dijo sacudiendo la cabeza.

Asentí con la cabeza. —Vamos, cariño, almorcemos algo antes de ir al consultorio de la doctora Pierce.

~Home~

—Bella, estoy muy satisfecha con los progresos que estás haciendo—, dijo la doctora Pierce, revisando mis constantes vitales. —¿Has dicho que estás haciendo ejercicio?—, preguntó. Resoplé.

—Lo estoy intentando. El señor Hollywood pone el listón muy alto en ese campo.

Edward sonrió satisfecho y la doctora Pierce se rio. —Espero que no estés intentando seguirle el ritmo—, me preguntó, enarcando una ceja. Negué con la cabeza.

—No. De vez en cuando trotamos juntos, pero sobre todo estoy centrada en el yoga y en mucha tonificación.

La doctora Pierce asintió. —Bien, eso está muy bien. Bueno, tienes un aspecto muy saludable, así que sea lo que sea lo que has estado haciendo, sigue así—. Se levantó, sonriendo. —Haré pasar a Alicia—. Se fue y miré a Edward.

—¿Estás lista?—, preguntó. Me mordí el labio con ansiedad.

—¿Tal vez? No lo sé—. Negué con la cabeza y él se agachó para cogerme la mano.

—Estoy aquí, cariño—, dijo suavemente. Solté un largo suspiro.

La puerta se abrió y entró la enfermera Alicia. Sonrió a Edward y esta vez no pude evitar fruncir el ceño.

—Hola a los dos. ¿Están listos para intentarlo de nuevo?—, preguntó preparando la máquina. Los dos asentimos. —Bella, ¿quieres subirte la camiseta?

Asentí y me la subí. Me pregunté si tendría que bajarme los leggings, pero como la enfermera no dijo nada, los dejé así. Se volvió hacia mí y me aplicó el gel con suavidad. Me sorprendió darme cuenta de que esta vez no tenía que ponérmelo tan bajo en el estómago. Acercó la varita y nos miró. —¿Listos? — Los dos asentimos y me colocó la varita en el estómago. Tardó unos minutos y yo empezaba a ponerme nerviosa cuando ocurrió. Un rápido latido de colibrí salió de la máquina. Jadeé, completamente sorprendida por el sonido. Realmente había algo dentro de mí. Pip tenía latido.

—Mierda—, susurré, mirándome el estómago. Miré a Edward, que tenía lágrimas en los ojos. Le tendí la mano y él me la cogió, besándola suavemente. —Es nuestro Pip—, dije asombrada. Edward se rio, secándose las lágrimas.

—Sí, cariño. Ese es nuestro Pip.

La enfermera nos sonrió y retiró la varita al cabo de un momento. —Todo parece ir bien—, dijo entregándome una toalla. Edward la recibió y me limpió suavemente el estómago. Sus pulgares recorrieron el bulto donde vivía el pequeño Pip y su corazón palpitante.

—Ha sido increíble—, exclamó. Alicia sonrió mientras recogía su equipo. —Le avisaré a la doctora—, dijo saliendo de la habitación. Edward me miró.

—Sabía que estabas embarazada, pero...—, se interrumpió, volviendo a posar los ojos en mi estómago. Asentí.

—Lo sé. Hay un Pip de verdad ahí dentro. No está solo en nuestras cabezas—, dije con voz débil. Edward terminó de limpiarme y me bajó la camiseta con cuidado.

Parecía que quería preguntarme algo, pero entonces se estaba abriendo la puerta y la doctora Pierce volvía a entrar. —Alicia dijo que todo sonaba perfecto—, dijo sonriendo. Edward asintió, volviendo a mi lado.

—Todavía estoy en shock—, dijo sacudiendo la cabeza. La doctora Pierce sonrió.

—Me lo imagino. Siempre es un poco abrumador para los padres primerizos oír el corazón del bebé por primera vez—. Ella sonrió y Edward asintió, con cara de aturdido. —Muy bien, así que todo está progresando muy bien. Bella, vas por buen camino tanto en lo que se refiere al aumento de peso como a la alimentación. Sigue así. ¿Tienes alguna pregunta?

Edward me miró, aturdido. Me incorporé. —En realidad, Edward y yo estamos pensando en viajar a Australia dentro de unas semanas. ¿Hay algo que tenga que hacer?

La doctora Pierce frunció el ceño. —Bueno, tu sistema inmunológico no estará tan fuerte ahora. Te recomendaría que te vacunaras contra la influenza para estar segura. ¿Estarán fuera mucho tiempo?

Miré a Edward mientras negaba con la cabeza. —No lo sé. Vamos a la boda de una amiga.

La doctora Pierce asintió. —Bueno, asegúrate de mantener tus vitaminas y regímenes de salud mientras estás fuera, y deberías estar bien. Pronto entrarás en el segundo trimestre, lo que significa que probablemente tendrás un poco más de energía y empezarás a sentirte como antes. Eso no significa que debas olvidar que estás embarazada. Sigues estando vulnerable, así que asegúrate de cuidarte.

Asentí. —De acuerdo, puedo hacerlo.

La doctora Pierce asintió.

—Bien. Sigue trabajando así de bien. Me gustaría verte en unas cuatro semanas—, dijo poniéndose de pie. Asentí y me bajé de la camilla.

—Gracias, doctora—, dijo Edward tirando de mí hacia su lado. Nos sonrió.

—Cuídense y diviértanse en Australia—, dijo saliendo de la habitación. Edward y yo salimos por detrás, como la última vez.

Cuando entramos al auto, Edward soltó un largo suspiro. —Eso fue…—, negó con la cabeza, sin palabras. Me miró. —¿Cómo estás?

Tragué saliva. —Estoy un poco aturdida. Sé que estoy embarazada, pero…—, hice una pausa y me miré la barriga. —Ahí dentro hay un Pip de verdad con un latido de verdad— lo miré y negué con la cabeza. —No sé cómo sentirme.

Asintió y me cogió de la mano.

—¿Vamos a casa?—, preguntó. Me mordí el labio.

—Sí, pero primero, paremos en casa de Alice. Quiero recoger más ropa.

Edward asintió, abrochándose el cinturón. Salimos de la consulta y nos dirigimos al centro.

Llegamos a casa de Alice unos minutos después y Edward me sorprendió bajando del auto conmigo. Le pidió al parqueador que nos guardara el auto y se acercó para cogerme de la mano. Jared estaba allí, sujetándonos la puerta, con una amplia sonrisa en la cara. —Buenas noches, señorita Bella. Me alegro de volver a verla—dijo inclinando la cabeza hacia mí. Le sonreí.

—También me alegro de verte, Jared. ¿Cómo has estado?

Jared asintió, cerrando la puerta cuando entramos en el vestíbulo. —Muy bien, señorita Bella.

Asentí mientras Edward llamaba al ascensor. —¿Qué tal Maggie?— pregunté. Jared sonrió.

—Mi Maggie está bien, gracias por preguntar.

Llegó el ascensor, me volví y me despedí con la mano antes de entrar en la cabina. Las puertas se cerraron y Edward canturreó a mi lado.

—Ni siquiera me he parado a conocer a nadie aquí—, dijo sacudiendo la cabeza. Lo miré.

—Es la costumbre—, dije encogiéndome de hombros. Me miró. —Cuando he viajado sola, me aseguro de que la gente a la que iba a ver con regularidad conociera mi cara y mi nombre. Siempre era más seguro hacer amistad con el personal de donde estuviera— le expliqué. Edward asintió.

El ascensor se detuvo en el piso de Alice y nos dirigimos al vestíbulo.

Saqué las llaves y abrí la puerta principal.

Había luces encendidas en la cocina, y me sorprendí cuando nos topamos con Jasper. Llevaba un delantal y había una mancha de salsa de tomate en sus gafas.

—Hola, Jasper —dije sonriendo. Miró entre Edward y yo.

—Oh, eh, hola Bella—, tragó saliva. —Edward.

Edward le sonrió y le dio una palmada en el hombro. —Me alegro de volver a verte.

Jasper hizo un ruidito que sonó como si se supusiera que era una risa. Sonreí.

—Sólo estamos de paso—, dije pasando junto a él. —No tardaremos ni dos minutos.

—¿Bella?— Levanté la vista y sonreí a Alice. Ella corrió desde la puerta de su habitación, lanzando sus brazos alrededor de mí. —¡Oh, estás aquí! Te he echado de menos!—, gritó. Sonreí, rodeándola con mis brazos.

—Yo también te he echado de menos—, le dije. —Sólo estamos recogiendo algunas de mis cosas. No tardaremos mucho—, dije, mirando a Jasper. Estaba de pie junto a Edward, nervioso. Alice asintió.

—Bien, pues vamos a ponernos al día mientras haces las maletas. Jazz, entretén a Edward—, me llamó, arrastrándome por el pasillo. Jasper parecía estupefacto y Edward intentaba ocultar su sonrisa. Sonreí satisfecha y seguí a Alice a su habitación de invitados. —Bueno, ¿cómo has estado? Hace días que no te veo—, dijo sentándose en mi cama.

—Sí, Edward y yo estamos tratando de resolver algunos asuntos y estamos como, no sé. No sé si estamos viviendo juntos o qué—, dije negando con la cabeza. Alice se rio.

—Creo que pasar semanas en casa de un chico significa que estás viviendo con él— dijo riendo.

—No han sido semanas—, protesté. Alice se rio.

—Vi tu foto en TMZ—, dijo, estirándose en la cama y apoyándose en un brazo. Asentí y me volví hacia el armario. —Parecía como si ustedes estuvieran posando para la portada de una novela romántica o algo así.

Solté una carcajada. —Fue un golpe de suerte—, dije sacudiendo la cabeza. Alice sonrió.

—¿Cómo consiguieron tu nombre?

—Supongo que una chica que conocí en Portugal me vendió—, dije rebuscando en el armario. —Aunque, la mierda que ha estado diciendo ha sido en su mayoría falsa.

—Si necesitas que la desmienta, no tienes más que decírmelo—, dijo sinceramente. Le lancé una sonrisa.

—En realidad, ahora que lo dices, puede que necesitemos que mientas sobre algo—, dije saliendo del armario. Alice frunció el ceño con curiosidad. —Jane pensó que sería mejor que mintiéramos sobre el tiempo que hace que nos conocemos. Así que, si alguien pregunta, tú nos presentaste cuando estábamos todos en Italia. Supongo que Edward y tú estuvieron trabajando en una de sus películas en Roma. Yo estaba más al norte, pero podemos ser vagos al respecto.

Alice asintió, comprendiendo. —Entendido, me aseguraré de que esa sea la historia a la que nos atengamos.

Le sonreí.

—Te he extrañado mucho, Alice.

Ella sonrió. —Yo también. Deberíamos hacer una noche de chicas pronto. Podemos invitar a Rose y pasar el rato.

Me mordí el labio. Edward no había hablado con Rose desde la terrible experiencia de la semana pasada. Sabía que planeaba hablar con ella pronto, pero en cierto modo estaba esperando a que aclarara las cosas con ella hasta que yo volviera a verla. Sabía que para Edward era importante que al menos intentara llevarme bien con ella después de que se reconciliaran, pero mierda, no estaba segura de poder soportar más drama de su parte.

Alice debió leer la duda en mi cara, porque se incorporó, frunciendo el ceño. —Mira, sé que ha pasado algo entre ustedes dos—, dijo en voz baja. La miré sorprendida. —No conozco los detalles, pero Rose mencionó algo cuando hablamos hace unos días. Sé que, fuera lo que fuera, se siente mal por eso.

Dejé escapar un largo suspiro. —Necesito hablar con ella—, dije lentamente. —Sólo estaba, tratando de concentrarme en Edward antes que nada.

Alice asintió.

—Bueno, tal vez una noche de chicas les dé a ti y a Rose la oportunidad de tender un puente entre ustedes dos.

Asentí, mordiéndome el labio. —Probablemente tengas razón—, la miré y suspiré. —Supongo que, si intentamos hacerlo este fin de semana, podemos invitar a Tanya también. Ahora mismo está en la ciudad.

Para mi sorpresa, Alice se iluminó. —¡Sí! ¡Tráela! Me encantaría conocerla mejor—. Alice se mordió el labio, con aire tímido. Fruncí el ceño y ella soltó una risita. —Estoy segura de que Tanya y yo seremos familia algún día.

La miré boquiabiera, sentándome en el borde de la cama.

—¿Eso quiere decir que las cosas siguen yendo muy bien?— pregunté. Alice asintió.

—Bella, cada vez va mejor. Pasamos todo el tiempo libre que podemos juntos, y a veces no me parece suficiente. Quiero estar con él todo el tiempo—, negó con la cabeza, riendo en voz baja para sí misma. —Es tan extraño, quiero decir, nunca he dependido de nadie, pero con Jazz me siento, no sé, como si hubiera encontrado a mi mejor amigo y a mi alma gemela, todo en uno.

Dejo escapar un suspiro. —Guau.

Alice sonrió. —¿Cómo van las cosas entre Edward y tú? ¿Han seguido yendo a terapia?

Parpadeé y asentí, apartando la mirada de ella. —Sí, nosotros eh, de hecho, estuvimos hace unos días—. Hice una pausa sacudiendo la cabeza. —A veces, nos gritamos el uno al otro y me da tanto miedo porque sé que nadie en el mundo puede destrozarme como él, si quiere. Hemos tenido algunos momentos dudosos, y lo perdimos en terapia, pero acabó siendo el empujón que necesitábamos— tragué saliva, lamiéndome los labios. —Por fin nos dijimos toda mierda que ha habido entre nosotros, y fue como si por fin pudiéramos apartarnos de nuestras locas emociones y simplemente respirar—. Dejé escapar un suspiro. —Desde entonces, es como si por fin pudiéramos volver a hablar. Hemos bajado la guardia y por fin hemos podido empezar a conocernos de verdad.— Miré a Alice, que tenía los ojos muy abiertos. —Le dije a Edward que lo amaba.

Alice jadeó. —¿Qué? ¿Cuándo?

Le sonreí. —Anoche. Fue aterrador, quiero decir, más aterrador que ese momento en ese yate cuando pensamos que nos íbamos a hundir—, dije lanzándole una mirada. Ella soltó una risita, negando con la cabeza. Aquella había sido una noche de locos. —Pero fue lo justo. Estoy jodidamente aterrorizada de todo lo relacionado con nuestra relación, pero sé que no había forma de que hubiera podido quedarme tanto tiempo si no le amara, y eso era algo que él merecía saber.

Alice sonrió, sentándose en la cama. —Bella, eso es increíble. Me alegro mucho por ti.

Le sonreí. —En fin, supongo que el resumen es que mi vida sigue siendo tan jodidamente loca como siempre—, dije resoplando y riendo. Alice se rio entre dientes.

—No esperaba menos.

Sonreímos mientras terminaba de hacer la maleta. Tendría que traer una maleta más grande de casa de Edward si quería traer más ropa en algún momento.

—Muy bien, ya saldremos de dudas, parece que tienen una cita esta noche.

Alice sonrió. —Así es, es fin de semana, así que no hay clases mañana. Puedo tenerlo despierto hasta tan tarde como quiera—, se burló Alice. Me reí, abriendo la puerta.

Al final del pasillo, Edward y Jasper estaban en el mismo sitio en el que los habíamos dejado. Jasper parecía un poco nervioso, pero Edward sonreía.

—Vamos, cariño—, dije tendiéndole la mano a Edward. —Dejemos solos a estos dos—. Volví a mirar a Alice, que estaba rodeando la cintura de Jasper con los brazos. —Avísame sobre la noche de chicas. Yo le paso el dato a Tanya—, le dije. Alice sonrió.

—¡Sí! ¡Buenas noches a los dos!— gritó mientras salíamos del apartamento. Les dimos las buenas noches mientras la puerta se cerraba.

—¿Lista para ir a casa?— preguntó Edward. Sonreí, tomando su mano entre las mías.

—Por supuesto.

~Home~

Sábado, 27 de octubre

Los Ángeles, California

12 semanas

—¿De verdad no puedo ir?

Sonreí burlonamente, y a mi lado en el asiento del conductor, Tanya soltó una risita. —No, noche de chicas— dije negando con la cabeza. Edward suspiró, pero me di cuenta de que estaba bromeando. —No sé qué voy a hacer, yo solo, toda la noche—. La voz de Edward era ronca. Tanya se rio, y yo la miré sonriendo. —Nena, ¿estoy en el altavoz?

Resoplé. —No, Tanya tiene un oído de locos. Espera— me quité el teléfono de la cara y bajé el volumen antes de regresármelo a la oreja.

—¡Búúú!— gritó Tanya, haciéndome reír.

—Así estará mejor— le dije a Edward.

Él tarareó. —¿Vas a pasar la noche allá?—, preguntó.

—No sé. Es probable. Llama a Emmett o a Alec o algo así.

Edward se rio. —¿Quieres que salga con Alec?

Me encogí de hombros. —¿No son amigos?

—Somos amigos. No estoy del todo convencido de gustarle mucho. Creo que sólo soy un cheque para él.

Fruncí el ceño. Edward sólo había hablado maravillas de Alec. No tenía ni idea de que no fueran cercanos. —Bien, pues invítalo y hazte su amigo. Creo en ti.

Edward resopló ligeramente y yo sonreí.

—De acuerdo nena, ya veremos. Pásalo bien esta noche. Te amo.

Sonreí. —Yo también te amo, cariño. Buenas noches.

Colgamos y solté un suave suspiro, apagando el teléfono. Tanya me miró.

—Mira lo blanda que eres con él—, dijo sonriendo. Puse los ojos en blanco.

—Blando mi culo—, refunfuñé. Tanya soltó una risita y no pude evitar sonreír. —Me alegro de que estés en la ciudad para venir a la noche de chicas—, dije mirándola. Me sonrió.

—Yo también—, se sacudió el pelo. —En realidad he estado queriendo hablar contigo sobre eso—, me miró y yo fruncí el ceño. —¿Cuánto tiempo crees que estarás en Los Ángeles?

Parpadeé. Aún no había pensado a largo plazo. Todavía estaba intentando asimilar lo de Pip. —No lo sé. Quiero decir, supongo que será mucho tiempo. A menos que Edward y yo rompamos o algo así—. Me encogí de hombros, frunciendo el ceño. Incluso si rompíamos, no creía ser capaz de sacar a Pip de la vida de Edward de forma significativa.

Tanya me miró y puso los ojos en blanco.

—¿Por qué, qué pasa?— pregunté ignorando su insinuación. Aún no estaba preparada para pensar a largo plazo en Edward y en mí. Estábamos empezando a ser un nosotros.

—Estuve hablando con el redactor en jefe la semana pasada, lo recuerdas de nuestra reunión, ¿verdad? ¿Aro Lido?

Asentí. Era un hombre pequeño y enérgico que me había sorprendido por su capacidad para tomar el mando de la sala. En última instancia, había sido él quien había dado el visto bueno a que me dedicara a escribir un libro.

—Sí, me acuerdo de él.

Tanya asintió. —En fin, tenía todas estas ideas y se las estábamos pasando al director financiero, y parece que podría surgir la oportunidad de una rama completamente nueva para la publicación—. Me miró. —Aro me pidió que encabezara el proyecto.

Me quedé boquiabierta. —Tanya, ¡es increíble! ¡Felicitaciones!

Me sonrió. —Y la cosa se pone mejor, porque Aro quiere que nos introduzcamos en el mercado de Los Ángeles. Quería saber si estaría dispuesta a trasladarme.

Me senté y la cogí del brazo. —¿Te mudas a Los Ángeles?

Tanya se encogió de hombros. —Todavía no es oficial, y si se hace oficial no sería hasta dentro de un tiempo, pero sí, parece que podría convertirse en una posibilidad.

El corazón me estalló en el pecho mientras le sonreía. —Tanya, ¡eso sería jodidamente increíble!— dije sacudiendo la cabeza. —Demonios, te extraño tanto todo el tiempo. Sería increíble verte siempre que quisiéramos.

Tanya me sonrió. —¿Verdad? Podría estar mucho más cerca para vigilar tu culo alborotador—, se rio entre dientes. Yo me reí.

—Demonios, eso sería increíble. Me muero de ganas.

Tanya me sonrió al llegar al apartamento de Alice.

—De alguna manera, sabía que estarías de acuerdo.

Suspiré, negando con la cabeza. —Ahora que no soy una nómada, no sé cómo carajos hemos estado tanto tiempo sin vernos.

Tanya me miró mientras bajábamos de su auto. —Estabas afuera, viviendo tu propia vida. Tenías menos tiempo para echarme de menos.

Fruncí el ceño mientras le entregaba las llaves al parqueador. Miré a Jared mientras nos acercábamos a las puertas y le sonreí.

—Dos días seguidos—, dijo contento.

—Me alegro de verte, Jared. Esta es mi mejor amiga, Tanya.

Jared se quitó el sombrero ante ella y ella le dedicó una amplia y coqueta sonrisa. —Un placer conocerla, señorita Tanya.

—Igualmente, Jared.

Tanya y yo entramos y subimos al ascensor. La miré. —Bueno, ¿qué?—, preguntó frunciendo el ceño. Me encogí de hombros.

—Me estoy dando cuenta de que probablemente he sido una amiga muy difícil de tener estos últimos años—, sacudí la cabeza. —Lamento mucho que nuestra amistad haya sido desigual.

Tanya se volvió hacia mí y frunció el ceño. —Bella, tú eres tú. Siempre lo he sabido, y no espero otra cosa de ti. La amistad que me has brindado ha sido exactamente lo que quería de ti. Claro que no eres como otros amigos, pero esa es la maldita cuestión. Tú eres tú.

Se me humedecieron los ojos al mirarla y sonrió, dándome un rápido abrazo. —Seguro que es este Pip tuyo lo que te tiene llorona.

Me reí, golpeándome las mejillas. —Demonios, lo sé. Es como un grano en el culo.

Tanya se rio mientras el ascensor llegaba al piso de Alice. Salimos y nos dirigimos al pasillo.

La puerta de Alice estaba desbloqueada y entramos sin llamar. —¡Ali, estamos aquí!— grité.

—¡Adelante!— Alice llamó desde el salón. Entramos en el apartamento, dirigiéndonos hacia el salón. Dentro, Rose y Alice estaban sentadas en el sofá con sus margaritas en la mano.

Alice se levantó de un salto. —¡Justo en el momento perfecto! Pasen, sírvanse una copa y siéntese.

Tanya cogió una margarita mientras yo elegí agua con gas. Miré con recelo a Rose desde el otro lado de la habitación y la vi levantarse, con cara de ansiedad. Hizo un gesto hacia el balcón y me mordí el labio, asintiendo con la cabeza mientras la seguía fuera. Edward la había llamado anoche y habían pasado varias horas hablando. Yo había subido al despacho a trabajar un poco para darles intimidad y, cuando terminaron, no le había pedido a Edward ningún detalle.

Nos sentamos en la mesita que Alice tenía allí, sin que ninguna de las dos hablara durante un momento.

Finalmente, Rose suspiró.

—Bella, te debo una disculpa—. La miré fijamente, sin hablar, y ella me miró antes de volver a bajar la vista hacia su bebida. —Me pasé de la raya cuando te hablé aquella noche. Yo…—, hizo una pausa, sacudiendo la cabeza. —Edward es mi familia, y yo protejo ferozmente a mi familia—, dijo en voz baja, sin mirarme a los ojos. —Cuando me dijo lo mucho que le había dolido que desaparecieras—, volvió a hacer una pausa, apretando un poco las manos alrededor de la copa. —Me puse furiosa—. Finalmente me miró. —No me importaba cuál era tu versión de la historia, no me importaba si tenías una razón legítima. Lo único que me importaba era que Edward estaba sufriendo—. Se detuvo y extendió una mano para juguetear con su alianza. —Edward se guarda las cosas en el pecho. Lleva tanto tiempo siendo famoso que ha aprendido a no hablar de más, ni siquiera de cosas personales. Ahora es automático para él, y yo sabía que no había forma de que te contara hasta qué punto había sufrido aquella semana—. Rose me miró de nuevo. —No estuvo bien. Pensé que ibas a tratar de pasar por alto las cosas sin afrontarlas, y mi ira se apoderó de todo pensamiento racional.

Se quedó callada un largo rato y yo tragué grueso, tratando de encontrar las palabras adecuadas. —Te agradezco que te preocuparas por Edward—, dije al cabo de un momento. Me miró. —Lo digo en serio. Significa mucho para mí que tenga gente que lo cuide así—. Bajé la mirada hacia mi botella de agua con gas. —También te agradezco que me hayas ayudado a ver esa faceta de Edward. No me había dado cuenta de lo mucho que me había estado ocultando hasta entonces—. Fruncí el ceño mirándome las manos. —Por muy mal que me sintiera oír lo que tenías que decir, al final fue la información que necesitaba para que Edward hablara por fin conmigo—. Suspiré, mirándola. —Ojalá hubieras tenido intenciones un poco menos maliciosas, pero no puedo culparte por lo que hiciste.

Rose se hundió un poco. —Fingí que mis intenciones eran nobles—, dijo en voz baja. —Pero tienes razón. Quería hacerte daño, y lo siento.

La miré fijamente, sintiendo ardor en los ojos. —¿Edward te ha contado que estamos yendo a terapia?

Rose negó con la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas.

—No hasta que te dije esas cosas—, resopló, apartándose el pelo de la cara. —La única vez que el bastardo me oculta algo—, gruñó. Sonreí con tristeza. —Bella—, hizo una pausa, frunciendo el ceño. —Mierda, esto no es fácil de admitir para mí y si se lo dices a Edward te mato—, dijo lanzándome una mirada que me hizo saber que probablemente estaba bromeando. —Él es como mi hermano, y somos lo suficientemente parecidos como para que siempre nos hayamos entendido de formas que otras personas no pueden entendernos—. Soltó las manos de su larga melena, colocándolas sobre la mesa. —Cuando me di cuenta de que tenía a alguien en su vida con quien estaba tratando de construir algo, alguien más allá de la mierda superficial que habían sido sus últimas relaciones, lo admito, me puse celosa. Estoy acostumbrada a que confíe en mí, porque entiendo cómo piensa. Yo confío en él todo el tiempo por la misma razón. Amo a Emmett con toda mi alma, pero hay cosas que él no entiende, y para mí es un alivio hablar con alguien que sí las entiende— Rose me miró. —Siendo realista, sabía que mi relación con Edward no podría ser siempre la misma, pero siempre me imaginé que, incluso cuando se enamorara y se casara o formara una familia o lo que fuera, seguiríamos teniendo ese vínculo. Pero últimamente ha estado confiando menos en nosotros, y eso me hacía sentir insegura y temerosa de estar perdiendo a uno de mis mejores amigos.

Me quedé mirando a Rose, anonadada por su confesión. Luché durante un minuto, tratando de encontrar mi voz y ordenar mis pensamientos. Finalmente, tragué saliva y asentí. —Gracias—, dije en voz baja. Ella me miró. —Por contarme todo esto. Quiero que sepas que no intento quitarte a Edward. En todo caso, quiero que ahora confíe más que nunca en sus amigos. Lo que él y yo estamos pasando no es fácil, y sé que estoy confiando en todos los que puedo ahora mismo para superarlo—, me reí suavemente y Rose me ofreció una sonrisa. —Edward te quiere. Es evidente cada vez que sales en una conversación. Nunca querría interponerme entre el vínculo que comparten— le dije suavemente. Dejó escapar un largo suspiro.

—Es apropiado que se dirija a ti primero—, dijo al cabo de un minuto. —Es que no me van muy bien los cambios.

Sonreí con tristeza. Tentativamente, me acerqué a ella, mi mano cubriendo la suya ligeramente. —Rose, quiero que seamos amigas. No sólo por el bien de Edward. Veo cuánto quieres a la gente que te rodea, y eso es algo que respeto mucho. Creo que, si pudiéramos superar esta mierda, podríamos llevarnos muy bien—, le dije suavemente. Me miró y suspiró.

—Me gustaría, Bella.

Le sonreí. Ninguna mierda era mágicamente perfecta, pero me sentía mucho mejor ahora que Rose y yo habíamos hablado. Me había dado mucho en qué pensar, y las ideas que me había dado sobre su relación con Edward me ayudaron a entender mejor sus intenciones.

Nos sentamos en el balcón a hablar un rato más hasta que la puerta se abrió y Alice asomó la cabeza, anunciando que la pizza había llegado. Las dos entramos, y aunque no nos abrazamos ni nada parecido después de nuestra charla, Rose me ofreció una sonrisa genuina que yo correspondí.

Dentro, Tanya y Alice estaban sentadas en el sofá, riéndose juntas mientras Tanya le contaba a Alice todos los momentos más embarazosos de Jasper en el instituto.

Sonreí al verlas y cogí un trozo de mi pizza. Rose cogió su propio trozo, sentándose con Alice y Tanya, y pronto se rio con ellas mientras Tanya les contaba la historia de su primer beso. Me invadió un sentimiento al ver a estas increíbles mujeres sentadas juntas y riendo. Nunca me había considerado bendecida con una abundancia de seres queridos en mi vida. Tenía a mi padre y, más tarde, a Sue, Seth y Tanya, pero mis seres queridos siempre habían estado muy dispersos. No tenía ni idea de lo bien que se siente uno cuando tiene en su vida a personas a las que amas y que te aman incondicionalmente. Aunque no siempre pudiéramos estar juntos, ahora estábamos todos aquí, y mi corazón se hinchó de calidez. Me sentía mucho más afortunada de lo que pensaba.

~Home~

(1) La frase que publicó Edward en su cuenta de IG forma parte de una canción que se llama "Venus", escrita e interpretada por Ryan O'Neal de la agrupación Sleeping At Last. En el grupo estaré compartiendo el video con la letra traducida al español.

Nota de la autora: Sé que a la gente le gustaría hacerle pasar un mal rato a Rose, pero espero que este capítulo les haya abierto los ojos sobre lo que estaba pensando cuando arremetió contra Bella.