Disclaimer: Sthephenie Meyer is the owner of Twilight and its characters, and this wonderful story was written by the talented fanficsR4nerds. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!
Descargo de responsabilidad: Sthephenie Meyer es la dueña de Crepúsculo y sus personajes, y esta maravillosa historia fue escrita por la talentosa fanficsR4nerds. Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!
Gracias a mi querida Larosadelasrosas por sacar tiempo de donde no tiene para ayudarme a que esta traducción sea coherente y a Sullyfunes01 por ser mi prelectora. Todos los errores son míos.
Capítulo 25: Bella
Viernes, 23 de noviembre
Melbourne, Australia
15 semanas
Estaba tan enfadada que temblaba. Las lágrimas me quemaban los ojos y quería gritar o sollozar o simplemente, salir corriendo.
No podía creer lo que Edward dijo. Sabía que se había sentido incómodo con mis amigos, pero me había equivocado al pensar que los miraba por encima del hombro. Me había cabreado, pensando que, si mis amigos no eran lo bastante buenos para él, entonces yo tampoco debería serlo.
Intenté hablar con él para saber cómo se sentía, pero llevaba días ignorándome y ya no podía soportarlo más.
Me fui furiosa a la playa, necesitaba espacio para calmarme. No quería montar una escena y arruinar la boda de Jess. Ya me estaba arrepintiendo de haberme enfrentado a Edward en público. Debí haber esperado hasta que estuviéramos en casa.
En casa.
Mierda, incluso furiosa con él, cuando pensaba en casa, era en Edward en quien pensaba.
Lágrimas de rabia se escaparon de mis ojos y me di una palmada en las mejillas, arrancándome las sandalias de los pies para poder caminar por la playa con más facilidad. Estaba oscureciendo y, aunque no hacía frío, refrescaba un poco. La brisa marina olía distinto que en California, y respiré hondo, tratando de calmarme.
Echaba de menos California. Echaba de menos el hogar de Edward, un hogar que había empezado a considerar como propio.
Viajar con Edward había sido increíble, hasta hacía un par de días. Sentía que se alejaba de mí y no podía evitar echarme la culpa a mí misma. ¿Lo estaba agobiando? ¿Había sido demasiado viajar así? ¿Debería haber hecho algo diferente?
Mis inseguridades habían aflorado y había intentado compensarlas arrastrando a Edward a conocer a mis amigos. Si yo no podía ser lo suficientemente buena para él, tal vez la gente increíble que había conocido serviría para mantenerlo interesado en el viaje.
Sin embargo, mi plan había fracasado y en la cena de compromiso nunca había visto a Edward tan frío.
Las cosas empeoraron ayer, cuando me di cuenta de lo alterado que estaba ahora que nos seguían y nos fotografiaban. Pasamos el resto del día en el hotel y pensé que por fin habíamos vuelto a entendernos cuando...
Mierda. No podía creer que me hubiera dicho eso. No podía creer que le hubiera pegado. Me había arrepentido al instante, pero no podía retractarme, igual que él no podía retractarse de esas palabras.
Edward me había herido, profundamente. Puede que durante un tiempo fuera un maldito comodín, pero nunca había engañado a nadie. Incluso cuando me negaba a etiquetar lo que tenía con un chico, si me acostaba con él, no me acostaba con nadie más hasta que esa tristeza hubiera terminado.
Ya ni siquiera podía mirar a otro chico. No desde que Edward me había robado completa y totalmente el corazón.
¿No había sido lo suficientemente buena demostrándole cuánto lo amaba? ¿Había sido muy floja en mi afecto por él? Creía que él sabía lo mucho que significaba para mí; mierda, mis amigas podían verlo y eso que lo habían visto solamente una vez.
—¿Bella?
Levanté la vista de las olas y me sequé las mejillas, sonriendo suavemente a James. Se acercó a mí, con las manos en los bolsillos mientras miraba el agua. —Desapareciste—dijo mirándome. Suspiré y volví a mirar al agua.
—Sí, es que... necesitaba un poco de aire.
James me miró y yo lo miré de reojo. —Entonces—, dijo después de un largo momento. —Ese es Edward Cullen.
Suspiré. —Sí.
Asintió, volviendo a mirar hacia el agua. —Parece un poco tenso—, dijo despreocupadamente. Me reí débilmente.
—No, bueno, sí, más o menos. En cierto modo—, hice una pausa, sacudiendo la cabeza. —Pero es increíble, de verdad.
James me miró y yo lo miré a él. —Bella, sé que nos separamos completamente de acuerdo. Ninguno de los dos buscaba más de lo que teníamos en Fiyi—, dijo en voz baja. Asentí y me volví hacia él con curiosidad. Se levantó y se apartó el pelo largo de la cara. Era realmente guapo, y no era de extrañar por qué había pasado un mes con él antes de conocer a Edward. —Nos divertimos, ¿verdad?—, preguntó. Sonreí y asentí suavemente.
—Sí, James. Lo hicimos.
Frunció el ceño, sacudiendo la cabeza. —Dejé Fiyi y seguí adelante y me divertí mucho, pero yo...— hizo una pausa, mirándome. —No podía olvidarte, Bella. Quiero estar contigo. Quiero decir, estar contigo de verdad.
Parpadeé, sorprendida. —¿Q-qué?
—Esto no puede ser un shock tan grande para ti—, dijo suavemente. —Pasamos un mes viviendo juntos y fue un mes estupendo. Nos llevamos muy bien, y es que... hay algo en ti, Bella. Algo entre nosotros que me hace sentir bien. ¿No lo sentiste?
Mierda, esto no estaba pasando ahora. Lo miré fijamente, aturdida en silencio.
—James, yo...— Hice una pausa, incapaz de ordenar mis pensamientos. —Estoy embarazada.
Mierda. Eso era literalmente lo último que quería decirle. Los ojos de James bajaron hasta mi barriga, abriéndose un poco, aunque no estaba segura de si podía ver mi barriga o no. —¿Embarazada? —, susurró.
Asentí, mordiéndome el labio. —Sí —. Rodeé a Pip con las manos y respiré hondo.
James me miró entonces y sus ojos azules se abrieron un poco antes de negar con la cabeza. —Bella, ¿por qué no me lo dijiste antes? Demonios, quiero decir, carajo. No sé qué hacer con un niño, y mi carrera me lleva por todo el mundo. Mierda, la tuya también. No podemos...
Le corté, sacudiendo la cabeza. —James para, no es tuyo—. Dije rápidamente. Se detuvo y me miró, con el ceño fruncido.
—¿Cómo puedes estar segura? ¿De cuánto estás?
Fruncí el ceño. —De unos cuatro meses.
Asintió. —Entonces sí que podría ser mío. ¡A la mierda, Bella! Quiero estar contigo, pero esto, carajo, es mucho para asumir.
Sacudí la cabeza. —James, para. No es tuyo. Es de Edward.
James hizo una pausa, con los ojos entrecerrados. —¿Cómo puedes estar tan segura? ¿Esto estaba planeado? ¿Le tendiste una trampa? — Le fulminé con la mirada, con los ojos entrecerrados.
—¿Qué demonios se supone que significa eso? — gruñí. —Sé que es de Edward porque hicimos una prueba de paternidad.
—¿Es esta la razón por la que estás con él? —, negó con la cabeza. —Maldición, Bella. Si eso es todo, entonces esperaré a que tenga a su hijo. Podemos dejarlo con él y ponernos en camino. Las cosas volverán a ser como antes.
La rabia se hinchó en mí ante la sola idea. —¿Cómo demonios te atreves?—, gruñí. —¿Qué demonios te hace pensar que abandonaría a mi hijo? Resulta que amo a Edward, y aunque no estuviera embarazada, lo elegiría a él antes que a cualquier otro, siempre, maldición. Me entiende como nadie lo ha hecho o lo hará jamás y es diez veces más hombre de lo que tú serás jamás.
James dio un paso atrás, con los ojos muy abiertos antes de entrecerrarse un poco. —¿A ese pendejo? ¿En serio lo amas?
Me invadió la ira. —Sí, James. Lo amo. Lo amo más de lo que he amado a nadie. Más de lo que podría amar a nadie—. Lo fulminé con la mirada.
—¿Qué, estabas esperando a que pasara la celebridad adecuada? ¿Yo no era lo bastante famoso para ti? Quién iba a decir que eras tan superficial—, dijo con frialdad. Sentí que un gruñido se me agolpaba en el pecho.
—¡Que te jodan, imbécil! Quería que siguiéramos siendo amigos porque nos divertimos en Fiyi, pero si así es como vas a tratarme a mí y a mi familia, vete a la mierda.
A James se le desencajó la mandíbula y negó con la cabeza. —Qué demonios, Bella. No vales esta mierda.
Se dio la vuelta para irse cuando una sombra a mi derecha se acercó.
—¿Qué carajos acabas de decirle?
Me giré para ver a Edward, furioso y hermoso como un ángel vengador. James lo miró, frunciendo el ceño. —Quédate con la zorra. No necesito esta mierda en mi vida.
Edward se abalanzó sobre él, pero alargué la mano, cogiéndole por la cintura. —Cariño, para, no vale la pena. Por favor, cariño, piensa—, le insté, rodeándolo con los brazos para impedir que se moviera. Temblaba bajo mis manos y lo apreté más fuerte.
—Ella también se cansará de ti, amigo. Ten cuidado. A Bella le importa un carajo todo el mundo.
Solté a Edward y me giré hacia James. —No hay ni una sola posibilidad de que me aleje de Edward—, gruñí. —E incluso si Edward decidiera alejarse de mí, nunca vendría corriendo hacia ti.
Edward me rodeó la cintura con los brazos y me atrajo hacia él. Su tacto calmó mis nervios y James negó con la cabeza.
Abrió la boca, parecía a punto de hablar, cuando Chris y Phil aparecieron de entre las sombras, dos formas enormes que se cernían sobre él. James se quedó inmóvil, miró a los guardaespaldas y negó con la cabeza. Frunció el ceño.
—Qué mierda...—, gruñó, dándose la vuelta para bajar furioso por la playa. Yo estaba temblando y Edward me estrechó entre sus brazos.
Demonios, qué día había tenido.
—Nena, ¿estás bien? Estás temblando—. Edward tiró de mí para que le mirara. Carajo, era tan guapo y mirarlo hacía que me doliera el corazón de tanto amor que sentía por él.
Las lágrimas me quemaban los ojos y la garganta mientras lo rodeaba con los brazos. Me rodeó y me apretó tanto contra él que por un momento no pude respirar. —Nena, lo siento mucho—, susurró contra mi cuello. Negué con la cabeza, apretándole más fuerte.
—Yo lo siento mucho—, grité contra su pecho. —Te amo tanto.
Lo necesitaba con un ansia que me llegaba al alma, y me aparté lo suficiente como para atraer su boca hacia la mía. Gimió contra mí, respondiendo a mi desesperación con la suya.
—Maldición—, jadeó mientras le mordía el labio inferior. —Nena, estamos en público.
—Me importa una mierda—, gruñí mordisqueándole la boca, antes de bajar por su mandíbula hacia su oreja. Se estremeció entre mis brazos y me subí a él para rodearle la cintura con las piernas. Gruñó y sus manos se posaron bajo mi trasero mientras yo lo penetraba con fuerza. —Te amo tanto que me vuelvo loca—, gruñí contra su garganta. Edward retrocedió y me colocó de espaldas a una gran roca. Apenas había notado el paisaje cuando corrí por la playa, pero ahora lo utilicé a mi favor, arqueándome contra él para frotarme con más fuerza.
—Carajo, Bella. Demonios, cariño, tenemos que ir más despacio—, jadeó. Le tiré del pelo y mis dedos se hundieron en su cuero cabelludo mientras le echaba la cabeza hacia atrás para mordisquearle más el cuello.
—No puedo ir más despacio —gruñí entre mordiscos. Edward retrocedió contra mí y perdí el sentido.
—Cariño, tengo que pedirte perdón—. Le costaba hablar, y sonreí mientras le levantaba la camisa de un tirón y le arañaba con las uñas las líneas musculares del pecho.
—Más tarde—, le prometí. Estaba tan desesperada por él que volví a temblar. Aunque esta vez, mi cuerpo temblaba de puro deseo.
Con una fuerza de voluntad sobrenatural, Edward se apartó de mí, apoyándome contra la roca lo suficiente para que sus manos pudieran acercarse a mi cara. —Nena, te amo, pero no podemos hacer esto en la playa, en la boda de tus amigos —dijo negando con la cabeza. Su pecho se agitaba con su respiración y yo sabía que el mío también. Las lágrimas brotaron de mis ojos inesperadamente y Edward frunció el ceño, con cara de horror. —Nena, no te estoy rechazando, lo sabes, ¿verdad?—, me preguntó secándome las mejillas. Respiré entrecortadamente y asentí.
—Lo siento. No sé por qué lloro—, dije negando con la cabeza. Edward respiró hondo, apoyó la cabeza contra la mía y besó suavemente las lágrimas de mis mejillas.
—Bella, siento mucho lo que dije —dijo en voz baja. Se separó de mí lo suficiente para mirarme a los ojos. —No quise decir nada de eso, y he sido un maldito pendejo posesivo y celoso.
Fruncí el ceño y se me llenaron los ojos de lágrimas. —Sabes que te amo, ¿verdad?
—Sí, amor, claro que lo sé. Es que, carajo. La cagué.
Me acerqué a su cara, secando sus propias lágrimas de sus mejillas. —Te elijo a ti. Voy a seguir eligiéndote—. Necesitaba que lo supiera. Necesitaba desesperadamente que lo supiera.
Más lágrimas brotaron de sus ojos y soltó un suspiro tembloroso. —Bella, yo también te elijo. Carajo, siento mucho haberte dicho esa mierda, y por la forma en que he estado actuando. Soy un cabrón inseguro y posesivo que obviamente no sabe reconocer algo bueno cuando lo tiene entre sus brazos—. Sacudió la cabeza y se inclinó para besarme suavemente. —Nena, te amo mucho. Eres todo mi mundo y aún no sé cómo compartirte.
Dejé escapar un largo suspiro. Mierda, teníamos mucho que resolver. Sacudí la cabeza y le besé las palmas de las manos. Mi cabeza empezó a despejarse un poco y respiré hondo.
—Lo sé, cariño. Sé que tenemos mucho de qué hablar, pero no lo hagamos aquí, ¿de acuerdo?
Edward asintió, besándome las palmas de las manos. —Sí, tienes razón. Lo siento.
Sacudí la cabeza. —No más disculpas para nosotros ahora mismo— dije suavemente. —Vamos—, suspiré. —¿Podemos simplemente, volver a la boda por unos minutos?
Edward dejó escapar un largo suspiro. —Por supuesto, amor. Vamos—. Me dejó suavemente en el suelo y se inclinó para besarme con ternura. Suspiré contra sus labios. Aún lo deseaba, desesperadamente, pero la urgencia se había desvanecido.
Edward enrolló su mano alrededor de la mía y nos alejamos de la roca. Chris y Phil se habían ido. Me había olvidado por completo de ellos cuando me abalancé sobre Edward. —Dime que vieron—, susurré mirándolo. Todavía me dolía por él, pero había tenido toda la razón al detenernos. Edward resopló.
—Creo que los vi marcharse cuando saltaste sobre mí—. Sacudió la cabeza. —Me aseguraré de darles una propina por lo de esta noche.
Suspiré, negando con la cabeza.
Volvimos a las tiendas y vimos que algunas personas estaban comiendo y otras bailando. Yo tenía hambre, pero no estaba dispuesta a soltar a Edward. —¿Quieres bailar conmigo?— le pregunté mirándolo a la cara. Me sonrió y se inclinó para besarme la cabeza.
—Por supuesto, amor—. Tiró de mí hacia la pista de baile justo cuando cambió la melodía. Le sonreí cuando empezó la canción. Era más lenta y, aunque no la reconocí, enseguida conecté con ella.
—¿Qué canción es? — le pregunté mientras me hundía en sus brazos. Me apretó más contra su pecho, frunciendo el ceño.
—Creo que es Taylor Swift—, dijo lentamente. —No estoy seguro de qué canción es, pero me parece apropiada.
Asentí, escuchando el estribillo. You're my, my, my, lover.
Sonreí y apoyé la cabeza en su pecho. Me rodeó con los brazos y nos movimos suavemente al ritmo de la canción. Había tantas cosas que tenían que decirse entre nosotros, pero ahora, con la canción sonando, todo estaba bien. Podíamos simplemente ser.
Permanecimos acurrucados el uno alrededor del otro hasta que la canción terminó, pasando a otra un poco más rápida. Edward me miró y yo me separé de él lo suficiente como para mirarlo.
—¿Tienes hambre?
Asentí con la cabeza. —Sí, vamos a comer y luego a casa—, dije en voz baja. Normalmente me encantaban las fiestas, pero ahora mismo lo único que quería era estar con Edward. Él asintió, guiándome suavemente fuera de la pista de baile. Cogimos los platos y nos servimos en el bufé, buscando una mesa en la que acomodarnos y comer. Ambos debíamos de sentir la necesidad de estar más juntos, porque Edward acercó su silla a la mía cuando nos sentamos, de modo que prácticamente estábamos sentados uno encima del otro. Me rodeó con el brazo y yo me apoyé en su costado mientras comíamos. La comida estaba deliciosa y me di cuenta con cierta sorpresa de que estaba hambrienta.
A mitad de la comida, Jess se acercó a nuestra mesa y le sonreí, dejando el tenedor en el plato. —No dejes de comer—, dijo dejándose caer en la silla de al lado. —Sólo quería saludarte y darte las gracias otra vez por venir—. Ella negó con la cabeza, con una sonrisa imposiblemente amplia.
—Jess, por supuesto. Nos alegramos mucho de haber podido venir—, dije mirando a Edward. Asintió. —Les hemos traído algo a Ty y a ti—, dije dándole un codazo. Edward se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y sacó el sobre. Me volví hacia Jess y se lo entregué. Ella lo miró sorprendida e inmediatamente lo abrió. —Hemos investigado la historia genealógica básica de Ty y la tuya. Son diferentes viajes que los antepasados de ambos hicieron por el mundo. Edward y yo queremos pagarles uno de esos viajes—, le expliqué. Jess me miró, atónita. Sabía que uno de sus últimos proyectos fotográficos había sido una serie de fotos genealógicas que documentaban la migración de familias de todo el mundo. Sabía que significaba mucho para ella poder hacer su propio viaje.
—Bella, esto es en serio...— sacudió la cabeza, boquiabierta. —No tengo palabras. Esto es... increíble. En serio, ¡muy increíble!—, dijo mirándome. Le sonreí y me abrazó con fuerza. Me reí y le devolví el apretón.
—Jess, has sido una amiga increíble. Creo que es lo menos que podemos hacer—, dije negando con la cabeza. Jess me apretó más fuerte antes de soltarme. Se secó los ojos, resoplando un poco.
—Genial, ahora estoy llorando—, dijo poniendo los ojos en blanco. Yo solté una risita. —Bella, esto significa mucho para mí. Quiero decir—, hizo una pausa mirándome. —Bueno, ya sabes cuánto he deseado esto—, dijo en voz baja. Asentí con la cabeza. —Muchas gracias. Muchísimas gracias. A los dos—, dijo mirando a Edward. Él le ofreció una cálida sonrisa.
—Estoy más que feliz de ayudarte a vivir ese sueño—, dijo negando con la cabeza. —Está claro lo mucho que significas para Bella. Y eso significa mucho para mí.
Le sonreí, extendiendo la mano para frotarle la rodilla. Jess suspiró un poco, sacudiendo la cabeza y lanzándole una especie de mirada soñadora. Edward sonrió y me miró. —Nena, voy por algo de postre. ¿Quieres algo?
Asentí y él sonrió, besándome el costado de la cabeza mientras se ponía de pie. Lo vimos irse y Jess suspiró.
—Maldita sea, Bella—, dijo sacudiendo la cabeza. Le devolví la mirada. —Ese hombre está locamente enamorado de ti.
Sonreí suavemente. —El sentimiento es totalmente mutuo.
Las cejas de Jess se alzaron. —Quiero decir, me lo imaginaba por la forma en que lo miras, pero no puedo decir que no estoy sorprendida.
Asentí. —Lo sé. Ocurrió tan de repente, pero él...—. Sacudí la cabeza. —Es una persona tan increíble y a veces, cuando hablamos, literalmente no puedo recuperar el aliento mirándolo. Es tan hermoso, por dentro y por fuera.
Jess estaba radiante. —Bella, esto es increíble—, dijo acercándose a mí. Su mano se posó sobre la mía, apretándola suavemente. —En serio, te mereces a alguien que te dé el mundo, y está claro que Edward es ese chico.
Negué con la cabeza. —Ya no necesito el mundo, Jess. Sólo lo necesito a él.
Jess se derritió un poco bajo mis palabras, sacudiendo la cabeza. —Chica, me estás dejando pasmada y haciéndome desmayar a la vez—, bromeó. Yo solté una risita. —Quién te iba a decir que encontrarías a alguien que te frenara—, dijo suavemente. Fruncí el ceño.
—No sé si me ha frenado o si me ha enseñado otra forma de vivir—. Sonreí suavemente. —Me ha abierto el mundo de formas que... no sabía que se podía abrir.
Jess se ablandó un poco. —Vaya—, dijo. Asentí en silencio. —Guau, quiero decir—, ella sacudió la cabeza. —¿Quién lo hubiera pensado?
Asentí. —Lo sé.
Jess tarareó y me tendió la mano. —Bueno, por favor dime que sigues siendo al menos sigue ahí tu yo fiestero porque puedes apostar tu dulce culo a que vamos a tomar chupitos más tarde—, soltó una risita. Mis ojos se abrieron de par en par.
—En realidad, Jess. Yo no...— Hice una pausa. —Sí, me sigue encantando la fiesta, pero ahora mismo no puedo.
Jess frunció el ceño, ladeando la cabeza, antes de que yo viera la comprensión en sus ojos. Su mirada bajó hasta mi barriga y se inclinó tanto hacia mí que pensé que iba a subirse a mi regazo. —Dios mío, ¿estás embarazada?—, siseó con los ojos muy abiertos. Asentí y ella chilló, sorprendiéndome. Me sobresalté cuando me abrazó. —¡Bella! Esta es la noche más loca de mi vida y casarme con Tyler ha sido literalmente la última de las razones—, dijo riendo. Me reí entre dientes cuando se separó de mí. —Es de Edward, por supuesto, ¿verdad?
Asentí con la cabeza. —Sí. Todavía no se lo hemos dicho a mucha gente, pero...
Jess asintió, haciendo la mímica de cerrar los labios. —No diré ni una palabra. Bueno, se lo diré a Ty, pero él no se lo dirá a nadie, lo prometo—, dijo sonriendo. Le sonreí. —Bella, esto es una locura. ¿Cómo estás?
Sacudí la cabeza. —No lo sé. Quiero decir, todavía me estoy haciendo a la idea, pero... bueno... quiero decir, si tuviera que pasar, no me gustaría que hubiera pasado con nadie más—, admití. Jess sonrió.
—¡Son la familia más linda! No puedo soportarlo. Un hijo de ustedes dos va a ser jodidamente guapo—, suspiró, sacudiendo la cabeza. —Bueno, avísame cuando vaya a nacer, ¡porque puedes apostar tu culo a que volaré a Los Ángeles en cuanto nazca! Tengo que mimar muchísimo a mi futuro sobrino o sobrina.
Me reí, sin oponerme. Si Pip tenía suerte, conocería a Jess como tía. Yo me encargaría de eso.
—Te avisaré cuando estemos cerca—, le prometí. Sonrió, negando con la cabeza.
—Bella, en serio, no puedo creer lo feliz que estoy por ti. Quiero decir, estuviste muy bien durante el verano, y fuiste totalmente una malvada, pero ahora tienes una vida de adulta—. Frunció el ceño. —Maldita sea, estoy casada así que supongo que yo también. ¡Míranos!—, animó. Me reí.
—Dios, te he echado de menos—, dije acercándome a ella. Ella me sonrió.
—No importa la distancia, chica. Tú y yo somos almas gemelas.
Me acerqué a ella y la abracé de nuevo mientras sentía que Edward volvía a acomodarse a mi lado. Jess se separó de mí y soltó un pequeño suspiro. —De acuerdo, los dejaré comer. Supongo que debería ir a buscar a mi marido de todos modos, no lo he besado en al menos diez minutos—. Me guiñó un ojo y me reí. —Cuida de Bella—, dijo Jess, señalando a Edward. Él pareció sorprendido, pero asintió. Jess sonrió. —Dios mío, estoy tan emocionada. Envíame tu dirección en Los Ángeles para que pueda empezar a enviarte cosas. Me encanta la ropa de bebé—, chilló. Edward enarcó las cejas y Jess se levantó, acercándose a mí para besarme las mejillas. Le sonreí.
—Lo haré, Jess.
Me apretó el hombro y se inclinó delante de Edward. —Lo digo en serio—, siseó junto a su oreja. —Cuida de mi chica y de tu sin duda preciosa descendencia o me los traeré a vivir una vida fabulosa aquí— le dijo mirándole fijamente. Él asintió y ella sonrió, besándole las dos mejillas. —De acuerdo, me voy a buscar a mi marido y a ver lo rápido que consigo que se asuste cuando empiece a hablar de bebés—, dijo enderezándose. Me reí y la despedí con la mano mientras se iba de la mesa. Edward se volvió hacia mí y yo lo miré.
—Entonces, ¿supongo que Jess lo sabe?—, preguntó. Solté una risita.
—Sí, lo siento. Tenía que decírselo.
Edward negó con la cabeza, sonriendo. —Está bien, por supuesto. Aunque probablemente podría haber prescindido de las amenazas—, dijo secamente. Solté una risita, me acerqué a él y le besé la comisura de la mandíbula.
—Las amenazas son injustificadas. Me cuidas mejor que nadie, y creo que ella lo sabe.
Edward frunció el ceño y supe que estaba pensando en nuestra pelea de antes. Extendí la mano hacia el trozo de tarta de chocolate que había cogido y la probé, llevándome un bocado a los labios. Intentaba distraerlo, y creo que se dio cuenta, porque sonrió suavemente y aceptó el bocado. Gimió un poco y yo me retorcí en la silla, intrigada por el sonido. Sonrió con satisfacción, lamiéndose el chocolate de los labios. Mis ojos se concentraron en el movimiento mientras mi respiración se volvía superficial. Edward me quitó el tenedor, tomó otro bocado y me lo ofreció. Mis labios rodearon el tenedor y los complejos sabores a chocolate se extendieron por mi lengua. Estaba tan bueno que gemí, con los ojos en blanco.
—Carajo—, gimió Edward. Estaba de pie, levantándome del asiento antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando.
—¿Qué está pasando? — pregunté sin aliento. Edward me miró, entrelazando su mano con la mía.
—Nos vamos a casa, ahora—. gruñó. Me estremecí ante el tono de su voz y asentí, pasándome la lengua por los labios con hambre.
Miré hacia atrás cuando nos levantamos de la mesa y me fijé en Jess. La saludé con la mano y ella sonrió, devolviéndome el saludo. Solté una risita cuando Edward me tiró de la mano con impaciencia, cogiéndome finalmente en brazos y llevándome de vuelta al coche. Me reí de su impaciencia.
—No llevo zapatos—, dije, dándome cuenta de que seguía descalza. ¿Dónde se habían metido mis zapatos?
—No me importa—, gruñó Edward. Solté una risita mientras me llevaba al coche. Phil nos abrió la puerta y Edward me colocó en el asiento trasero, arrastrándose tras de mí. Era un todoterreno normal, así que no podíamos besarnos en el asiento trasero sin que Phil y Chris se enteraran de lo que estábamos haciendo. Era casi doloroso mantener las manos quietas, así que no lo hice. En cuanto el coche se puso en marcha, acerqué una mano a Edward, arrastrándola por su muslo. Tenía los puños apretados y notaba cómo le temblaba la mandíbula mientras intentaba respirar a través de las largas caricias que le daba en la pierna.
Era imposible que el viaje hasta aquí hubiera durado tanto.
Cuando Chris llegó al hotel, Edward estaba casi enloquecido. Saltó del coche, me cogió en brazos y me llevó dentro. Había gente en el vestíbulo mirándonos boquiabierta, pero Edward pasó de largo y nos llevó directamente a los ascensores. Solté una risita contra su pecho mientras observaba a la gente a nuestro paso, que nos miraba un poco atónita.
El ascensor llegó y Edward entró, pulsando inmediatamente el botón de cierre de la puerta.
Me estreché entre sus brazos en cuanto las puertas empezaron a cerrarse y, para cuando se cerraron y subimos, tenía las piernas enroscadas en su cintura y yo estaba pegada a la pared, con nuestras bocas en una furiosa lucha por el dominio mientras nos devorábamos mutuamente.
Edward chocó contra mí, presionándome contra la pared del ascensor, y yo me moví, su cremallera golpeándome justo en el punto exacto. Grité y me arqueé contra él, apretándome con más fuerza.
—Vamos, nena—. Gruñó, su mano se desplazó desde mi culo. Sus dedos se deslizaron bajo mis bragas y me metió dos dedos.
—¡Mierda!— Jadeé, frotándome contra su mano. Estaba jodidamente cerca, y él lo sabía. Me penetró profundamente con sus dedos, implacable mientras yo me frotaba contra él. Sus dedos se enroscaron en mí mientras me mordía el cuello, destrozándome a su alrededor. Edward tiró de mí contra su pecho, alejándome de la pared del ascensor mientras mi orgasmo seguía sacudiéndome.
De algún modo, consiguió que llegáramos a nuestra habitación, aunque por mi vida que no sabría decir cómo.
En cuanto cruzamos la puerta, se giró, me inmovilizó contra la puerta y me arrancó las bragas. Gemí y me apreté contra él, ansiosa.
—Eres jodidamente hermosa—, gimió, besándome en el cuello. Sus labios recorrieron los bordes de mi vestido y me besaron los senos mientras yo intentaba desabrocharle los pantalones. Finalmente lo logré y se los bajé por las caderas. Se movió para que cayeran junto con su bóxer y, un segundo después, me penetró tan profundamente que todo mi cuerpo se convulsionó.
—¡Mierda!— Grité.
Edward me folló con fuerza y rapidez contra la puerta, nuestros cuerpos uniéndose con febril desesperación. Estaba tan cerca que sabía que no tardaría mucho, así que apreté a Edward, girando las caderas y frotándome sobre él. Soltó una retahíla de maldiciones y su cabeza cayó sobre mi hombro cuando volví a hacerlo. Su polla se inclinó hacia arriba, golpeándome en ese punto dulce y grité, con la cabeza volando hacia atrás contra la puerta. Edward me penetró dos veces más, exprimiendo mi orgasmo antes de correrse él también.
Estábamos pegados a la puerta, los dos temblando por las réplicas de nuestros orgasmos, demasiado sensibles para movernos todavía.
—Guau—, respiré cuando por fin recuperé el aliento. Edward soltó una carcajada ronca, se separó de mí y me puso los pies en el suelo con cuidado. Yo seguía temblando y él me tendió la mano para estabilizarme.
—¿Estás bien?—, me preguntó.
Asentí con la cabeza. —Lo estaré. En cuanto mi cuerpo se recupere del orgasmo—, dije negando con la cabeza. Resopló.
—Vamos, amor. Creo que te vendría bien un baño—, dijo suavemente. Le sonreí y asentí. Un baño sonaba perfecto.
Me guio por la suite hasta el baño y encendió las luces. El cuarto de baño era precioso, aunque no tanto como el del dormitorio principal de su casa. Aun así, la bañera era grande y bonita, y cabíamos los dos sin problemas.
Extendí la mano y abrí el grifo mientras Edward se quitaba la camisa. Alargué la mano para bajarme la cremallera del vestido, pero Edward me detuvo y volvió a mirarme el pecho.
—¿Llevas sujetador?—, me preguntó. Le sonreí con satisfacción.
—¿Por qué no lo averiguas?
Sus ojos estaban oscuros y, con cuidado, alargó la mano para desabrocharme el vestido del cuello.
El vestido cayó por mi cuerpo y él sacudió la cabeza, dejando escapar un suspiro apretado. No me había puesto sujetador, no necesitaba otra cosa que me levantara las tetas.
Edward me miró el pecho, hipnotizado, y yo solté una risita, atrayendo su atención hacia mi cara. Sonrió con descaro y me besó suavemente. Le sonreí antes de que se apartara y entrara en la bañera. Se acomodó y me ofreció la mano. Me puse delante de él y me apoyé en su pecho. El agua tibia me sentó de maravilla y solté un largo suspiro de satisfacción.
Nos acurrucamos en el agua, dejando que la bañera se llenara unos minutos más antes de cerrar el grifo. Volví a recostarme contra el pecho de Edward y mis manos recorrieron perezosamente sus piernas.
—Bella, tengo que disculparme otra vez por mi comportamiento —Edward dijo en voz baja. Respiré profundo. No quería hablar de todo esto ahora, pero sabía que teníamos que hacerlo. Sus manos rodearon mi estómago y entrelacé mis dedos con los suyos, apretando sus manos suavemente.
—¿Puedes decirme qué es lo que te ha estado molestando?— le pregunté suavemente. Lo sentí respirar profundamente en mi espalda.
—Sinceramente, no sé por dónde empezar—, dijo en voz baja. Fruncí el ceño, pero antes de que pudiera mirarlo para preguntarle, continuó. —Estás tan viva aquí, con tus amigos, y yo sólo...—, hizo una pausa y volvió a respirar hondo. —Me siento culpable, como si estuvieras renunciando a esta parte esencial de lo que eres para estar conmigo y vivir en mi mundo. Me asusta saber que tienes que renunciar a eso sólo por estar conmigo.
Fruncí el ceño. Entendía lo que decía, aunque nunca lo había pensado de ese modo. Mis uñas recorrieron el dorso de su mano mientras intentaba asimilar mis pensamientos. —Sé que las cosas no pueden ser como antes—, dije en voz baja. —Una parte de mí desearía que pudieran serlo, pero eso es porque me encantaba cómo era mi vida. Me divertí y pude hacer muchas cosas—, hice una pausa, sintiendo cómo se tensaba debajo de mí. —Pero también me emociona lo que está por venir. No me malinterpretes, estoy locamente asustada, pero sé que no hay nadie en el mundo con quien preferiría afrontarlo—. Le apreté la mano y me moví para poder mirarlo por encima del hombro. —Habrá espacio en mi vida para la aventura y la exploración. Sé que lo habrá, tiene que haberlo—. Fruncí ligeramente el ceño. —Eso volverá y, mientras tanto, buscaremos nuevas formas de aventurarnos y explorar—, dije en voz baja.
Edward soltó un largo suspiro. —Estás renunciando a demasiadas cosas. Yo siento que no tengo que renunciar a nada en comparación.
Fruncí el ceño. —No sé si eso es cierto. Sé que has tenido que hacer muchas concesiones desde que llegué a tu vida. Ya nada en tu mundo parece ser igual—, señalé. Él sonrió con tristeza y yo sonreí. —Quizá tú estabas más cerca de ser un adulto humano funcional que yo, así que tu transición no será tan accidentada como la mía—, señalé. Edward negó con la cabeza.
—No lo sé—, dijo en voz baja. Suspiré y apoyé la cabeza en su pecho. —Creo que tenía miedo—, dijo al cabo de un minuto. —Tienes una vida y un mundo en el que la gente te adora y tienes tanta confianza y capacidad, y ese no es mi mundo. No quiero que te arrepientas de nada.
Fruncí el ceño, pensando en sus palabras. Era capaz y segura de mí misma cuando viajaba, pero sólo porque me había tomado tiempo para ser así. Esta nueva etapa de la vida en la que estaba entrando era totalmente nueva para mí, pero ya había abordado una etapa con suficiente eficacia, ¿qué tan difícil podía ser esta nueva etapa?
—Empeoró cuando vi a James—. La voz de Edward me sacó de mis pensamientos. Levanté la vista hacia él, curiosa. —Estaba celoso porque parecías muy feliz de verlo, y él era tan físico contigo y tú lo correspondías tan fácilmente—. Sacudió la cabeza y volvió a hablar antes de que yo pudiera decir nada. —Sé que eres una persona física, y me gusta mucho eso de ti, pero me dio mucha envidia ver la complicidad que había entre ustedes.
Fruncí el ceño. Yo era una persona de contacto físico. Normalmente era así como expresaba mi afecto. Ni siquiera me había dado cuenta de que había pasado con James. Ahora no culpaba tanto a Edward por reaccionar como lo hizo. —No me había dado cuenta de que había sido tan física con él—, dije al cabo de un momento. —Supongo que siempre hemos sido así, y me pareció natural ser así con él—. Fruncí el ceño. —Siento haberte hecho sentir incómodo. Trabajaré para ser más consciente de cómo toco a la gente—, dije mirándolo. Soltó un suspiro.
—No fue sólo por cómo se tocaron—, dijo al cabo de un momento. —Me sentí amenazado por su presencia. Él es la versión desinhibida y sin compromiso de tu vida que podría haber ganado fácilmente. Él puede ofrecerte muchas cosas que yo no puedo, y me asustó muchísimo encontrarme cara a cara con esa realidad.
Me moví y lo miré con más detenimiento. —James no puede ofrecerme nada—, dije en voz baja. —Hubo un tiempo en que sí podía, y lo acepté. Pero no hay nada de lo que tuve con él que me haga quedarme por más—. Fruncí el ceño y le rasqué ligeramente la rodilla. —Cariño, incluso antes de saber lo de Pip, ya se me ocurrían excusas para quedarme por ti.
Edward pareció sorprendido. —¿Querías esperarme?
Asentí. —Una parte de mí no quería, porque me daba demasiado miedo pensar en querer esperar a un chico, pero sí. Si no hubiera estado embarazada, es muy probable que hubiera estado en Los Ángeles cuando volvieras. No había terminado contigo, y ahora, nunca lo haré.
Edward me estrechó entre sus brazos y se inclinó para besarme el hombro. —Siento ser tan inseguro sobre nuestra relación—, murmuró contra mi piel. Suspiré.
—¿Acaso no te demuestro o te digo con suficiente frecuencia lo mucho que significas para mí?—. Odiaba la idea de que Edward no supiera lo mucho que lo amaba. Tenía que saber que se había convertido en todo mi mundo.
—No, Bella. Me lo demuestras todos los días. Es que...—, dejó escapar un suspiro. —Estoy asustado. Esto ha pasado muy rápido y significas todo para mí. Nunca he tenido a nadie en mi vida a quien me preocupara perder así.
Maldición. ¿Volvía nuevamente el tema de mi desaparición? Si hubiera sabido entonces que mis acciones tendrían este tipo de consecuencias, nunca me habría ido. —Ya no soy esa persona—, susurré. No sabía si se lo estaba diciendo a él o a mí misma. —No voy a irme otra vez. No puedo.
Edward se estremeció debajo de mí, apretándome más fuerte entre sus brazos. Volví a pensar en su pregunta sobre el matrimonio. Sí, me había pillado desprevenida, pero quería que supiera que, si alguna vez me casaba, sólo podía pensar en casarme con él. Quiero decir, el pensamiento me paralizaba, pero, aun así. Tenía que saber que era para mí.
Volví a rascarle el dorso de las manos, respirando hondo. —Desde Jake, la idea de sentar cabeza, casarme y tener hijos me ha aterrorizado—, dije en voz baja. Sentí que seguía esperando a ver a dónde iba a llevar esto. —Todavía me aterroriza, y ahora mismo sólo tengo que enfrentarme a esas dos cosas—. Levanté la vista hacia él. Me miraba fijamente, con una pregunta en sus hermosos ojos. —No sé nada del matrimonio—, dije con sinceridad. —Literalmente me da pánico pensar en ello y sé que probablemente eso te hace sentir como una mierda, pero tengo que ser sincera contigo—, dije suavemente. Sus brazos me rodearon.
—No debí haber sacado el tema—, dijo negando. —No es algo para lo que esté preparado, y sabía que probablemente tú tampoco estarías preparada para hablar de ello—, dijo suavemente. —Yo sólo... Bella, tienes que saber que lo eres para mí, y voy a tomarte como sea. Si algún día estás dispuesta, me casaría contigo encantado. Si necesitas que nos quedemos así, entonces lo aceptaré. No me importa cómo nos llamemos, mientras estés en mi vida—dijo con dulzura. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Edward era de los que se casan. Lo sabía, y deseaba poder asegurarle que eso era algo que yo podría darle algún día. Pero la verdad era que no sabía si podría.
—Tú también lo eres para mí—, le dije en voz baja. —No sé lo que eso significa en el futuro, pero tú eres todo lo que quiero. Todo lo que siempre querré.
Respiró hondo y me abrazó con más fuerza. —Te amo, Bella.
Me incliné hacia él y le besé suavemente el pecho. —Yo también te amo, Edward.
~Home~
Nota de la autora: El lenguaje del amor de Bella es sin duda el contacto físico, al igual que el mío. Es algo que me ha traído problemas en el pasado, porque para las personas cuyo lenguaje del amor no es el tacto físico, a veces es difícil percibir lo que se está comunicando a través de una palmada en el hombro o un apretón de manos. Edward y Bella aún están aprendiendo mucho el uno del otro y a ser compañeros funcionales y respetuosos.
La canción que ellos bailaron era "Lover" de Taylor Swift.
