Disclaimer: Sthephenie Meyer is the owner of Twilight and its characters, and this wonderful story was written by the talented fanficsR4nerds. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!

Descargo de responsabilidad: Sthephenie Meyer es la dueña de Crepúsculo y sus personajes, y esta maravillosa historia fue escrita por la talentosa fanficsR4nerds. Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!

Gracias a mi querida Larosadelasrosas por sacar tiempo de donde no tiene para ayudarme a que esta traducción sea coherente y a Sullyfunes01 por ser mi prelectora. Todos los errores son míos.


Capítulo 26: Edward

Viernes, 30 de noviembre

Vuelo a Los Ángeles, California

16 semanas

Bella gimió, incorporándose en el asiento con el ceño fruncido. La miré, con los ojos desorbitados. Llevábamos casi seis horas sin dormir. Una de las ventajas de viajar en primera clase en vuelos tan largos era poder dormir de verdad.

—¿Nena?— le pregunté.

Sacudió la cabeza. —Tengo que ir al baño y moverme—, refunfuñó. Asentí mientras se levantaba y se dirigía al baño. Ajusté nuestras sillas después de comprobar el estado del vuelo y ver que nos quedaba poco más de una hora. Tenía la espalda agarrotada, pero por lo demás el vuelo no me había supuesto ningún inconveniente.

Bella se había tomado la medicación contra el mareo que habíamos comprado para ella y, de momento, parecía estar haciendo efecto, pero sabía que aún no estábamos fuera de peligro. Ahora podría ponerse enferma.

Esa idea me preocupaba.

Después de nuestra estancia en Melbourne, habíamos ido a Tasmania, que en realidad había sido el descanso que necesitábamos. Parecía que ni siquiera los paparazzi podían encontrarnos allí, y durante unos días, tuvimos un poco de paz, tranquilidad y espacio para ser nosotros mismos de nuevo.

Habíamos hecho algunas excursiones y aventuras que habían sido tan divertidas como estresantes. Sabía que Bella era capaz, pero la idea de llevarla al bosque me aterrorizaba. Aun así, fuimos, conseguí que no me entrara el pánico y acabamos pasándolo muy bien.

Volamos a Sydney desde Hobart y nos quedamos un par de días más antes de tomar el vuelo de regreso a casa.

A casa.

Me hacía ilusión volver, aunque sabía que no sería por mucho tiempo. Sólo habíamos regresado un mes antes de salir de gira para promocionar una película. Bella y yo no habíamos hablado más de ese viaje, aunque yo sabía que era una conversación que debíamos tener.

Resultó que aún teníamos que hablar de muchas cosas.

Después del desastre de la boda de Jess, habíamos pasado un tiempo intentando reconectar y volver a comunicarnos. Me di cuenta de que había cosas que Bella aún no me decía y, aunque eso me inquietaba, no podía culparla por ello. Había cosas que yo tampoco le decía todavía. No es que no pensara decírselas, pero creía que sería más prudente filtrarlas primero a través de Kate.

Bella volvió a nuestros asientos, estiró el cuello y los hombros. —¿Cómo estás? — le pregunté.

Me miró. —Estoy bien. No me encuentro muy bien, pero tampoco tengo ganas de vomitar, así que supongo que la medicación ha funcionado—. Frunció el ceño, frotándose el estómago mientras se sentaba. Había subido al avión en camiseta de tirantes y pantalones cortos, pero yo sabía que quería ponerse ropa más abrigada para nuestro aterrizaje en Los Ángeles. Era finales de noviembre y, aunque en Los Ángeles los inviernos eran calurosos, el pronóstico que había consultado antes de partir prometía que el tiempo estaría fresco.

Bella se acomodó en su asiento y sentí que mis ojos bajaban hasta su vientre. Su camiseta de tirantes no era muy ajustada, pero sí lo suficiente como para que pudiera ver su barriga. Era evidente que ya lo tenía, y sólo algunas camisetas cuidadosamente seleccionadas lo taparían.

Sabía que Bella seguía preocupada por Pip. Demonios, yo estaba ansioso, y era el que había querido ser padre. Pero cuando oí a Bella arremeter contra James por querer alejarla de su familia, necesité toda mi fuerza de voluntad para no ir hacia ella y estrecharla entre mis brazos. Incluso pensarlo me aceleraba el corazón. Puede que no se diera cuenta, pero una parte de ella estaba trabajando para aceptar que Pip nos había convertido en una familia.

Se me estrujaba el corazón de pensarlo.

—Tengo tanto que hacer cuando volvamos—, gimió Bella. Sabía que estaba terminando los últimos capítulos de su libro, además de intentar ayudar a su padre a planear una boda para Navidad. Bella me contó que su padre le había propuesto matrimonio y, como era de esperar, Sue había dicho que sí. No querían una gran ceremonia, por lo que deduje, aunque no conocía muchos detalles. Ya había reservado vuelos para el padre de Bella y su nueva prometida, así como para su hijo. Bella estaba esperando saber si la hija de su futura madrastra iba a unirse a nosotros o no para la ceremonia.

—¿Puedo ayudar en algo?

La comedia que había rodado antes de irnos había salido bien, y Jane ya estaba recibiendo comentarios sobre la repercusión que estaba teniendo mi nombre. No me interesaba demasiado volver a la televisión, pero Jane había insistido en que me convertiría en un nombre más conocido. En realidad, no me importaba, pero confiaba en Jane, y el programa había sido realmente divertido como estrella invitada.

Tenía que ocuparme de un par de cosas este mes, pero nada demasiado urgente. Bella me miró y suspiró.

—No sé—, negó con la cabeza. —Creo que podría llamar a esa amiga de Esme para que me ayude a organizar una fiesta para papá. Ahora mismo no puedo.

Asentí, extendí la mano y le froté la espalda suavemente. —Por supuesto. Pide todos los refuerzos que necesites. Sabes que te apoyo—, le dije. Me sonrió.

—Gracias—, susurró. —Tengo que llamar a Tanya mañana. Quería que la llamara en cuanto llegáramos a casa, pero le dije que necesitaría al menos una noche.

Me estremecí cuando utilizó la palabra «casa». Era nuestra, desde hacía tiempo.

—Oye, quería hablarte de eso—, dije en voz baja. Me pregunté si era mal momento para sacar el tema. Quiero decir, básicamente habíamos estado viviendo juntos de todos modos. ¿Se opondría realmente a hacerlo oficial? Bella me miró con curiosidad y yo tragué grueso, intentando sobreponerme a mis repentinos nervios. —No quiero presionarte más, y quiero que sepas que tu respuesta no cambiará en nada lo que siento por ti—, balbuceé, y Bella puso los ojos en blanco.

—Edward, escúpelo.

Respiré hondo. —¿Qué te parecería si nos fuéramos a vivir juntos? Oficialmente.

Los ojos de Bella se abrieron de sorpresa y la observé ansioso. Se removió en el asiento y frunció un poco la boca. Pude ver los pensamientos que se agolpaban en sus ojos. Junté las manos sobre el regazo y golpeé los puños con ansiedad.

Finalmente, Bella suspiró. Sentí que se me caían los hombros antes de que hablara. —¿Puedes darme un poco de tiempo para pensar en esto?

Solté un largo suspiro. —Por supuesto, cariño.

Me ofreció una pequeña sonrisa antes de inclinarse hacia su bolso. —Voy a cambiarme—, dijo en voz baja. Asentí, viéndola ir al baño. Solté un suspiro.

Sinceramente, su respuesta podría haber sido mucho peor. Le daría tiempo para pensárselo si era lo que necesitaba.

Una azafata se acercó preguntando si necesitábamos algo antes de aterrizar en Los Ángeles. La aparté y volví mi atención a mi teléfono. Abrí mis recordatorios y escribí algunas notas para mí mismo, con la intención de releer la lista de cosas que debía hacer en cuanto llegáramos a casa. Me quedé mirando la lista sin comprender, incapaz de leerla porque mi mente estaba totalmente centrada en Bella.

¿Cómo cambiarían las cosas si decía que no? ¿Cómo cambiarían si decía que sí?

Golpeé el teléfono con el pulgar, pensativo. Si Bella decidía que íbamos demasiado deprisa y seguía necesitando su propio espacio, ¿significaba eso que volvería a vivir con Alice a tiempo completo y que sólo vendría a mi casa de vez en cuando? No creía que pudiera soportarlo, pero sabía que lo haría si eso era lo que ella necesitaba. Carajo, ¿y si decía que sí? Sabía que no cambiaría mucho nuestro día a día, pero las cosas serían completamente diferentes. Quería que Bella llamara suya a mi casa; quería compartir eso con ella y saber que siempre volvía a casa con ella.

Demonios, ¿lo había fastidiado todo por precipitarme?

Bella volvió del baño, vestida con leggings y un jersey que le cubría el bulto. Guardó el bolso y me sonrió suavemente mientras se sentaba. Intenté devolverle la sonrisa, pero de repente estaba muy nervioso.

—Espero que Carmen tenga sobras en el congelador—, dijo Bella en voz baja, frotándose la barriga. La miré.

—Seguro que sí. Es increíble que lo tenga bien surtido—, le dije. Bella asintió.

—Me pregunto si ya podré comerme sus albóndigas—, dijo con añoranza. Sonreí suavemente. Parecía que hacía años que estábamos sentados en mi cocina calentando aquella sopa. Ya entonces había sentido mucho por Bella, y en realidad apenas la conocía. Sólo llevábamos unos meses juntos, pero habíamos llegado tan lejos desde aquel momento.

—Parece que fue hace mucho tiempo, ¿verdad?— susurró Bella. La miré, sin sorprenderme de que su mente estuviera donde había estado la mía. Asentí y uní nuestros dedos. Me llevé la mano a la boca y la besé suavemente.

—Es verdad. Hemos pasado por muchas cosas en tan poco tiempo —convine. Bella sonrió suavemente.

—Supongo que eso es lo que pasa cuando juntas a dos personas increíblemente impacientes—. Me reí por lo bajo.

—Me gusta pensar que sabemos lo que queremos—, dije mirándola. —Ahora, cómo sacar nuestras cabezas de nuestros culos, eso es definitivamente donde luchamos.

Bella soltó una risita y se inclinó para besarme el dorso de la mano. Me encantaba que siempre se acercara a mí, besando cualquier parte que pudiera alcanzar. No tenía ni idea de lo cariñosa que era. Irradiaba naturalidad.

Nos sentamos y charlamos de tonterías hasta que el vuelo aterrizó en Los Ángeles. Bajamos del avión con bastante facilidad y pudimos recoger nuestras maletas y pasar la aduana en una hora, lo que para mí tenía que ser un récord. En el aeropuerto nos esperaba un chófer que, junto con el guardia de seguridad que había contratado para acompañarlo, nos recibió al pasar la aduana y nos recogió las maletas. Cogí la mano de Bella y le dediqué una pequeña sonrisa.

Doblamos la esquina e, inmediatamente, unas brillantes luces intermitentes nos cegaron. Bella se quedó paralizada y yo le apreté la mano, instándola a seguir caminando. Sus dedos se apretaron en torno a los míos y se echó el pelo por encima del hombro, acercándose a mí mientras sorteábamos el mar de paparazzi que nos esperaba.

—¡Bella! ¡Bella! ¡Mira aquí!— gritaban su nombre más que el mío. Parecía que seguían desesperados por conseguir una buena foto de ella.

Bella se movió a mi lado mientras avanzábamos.

—¡Bella! ¿De cuánto estás?

Sentí que se ponía rígida a mi lado y le solté la mano para rodearle la cintura con un brazo. La apreté a mi lado, impulsándola hacia delante. Mierda, sabían lo de Pip. Al menos, uno de ellos lo sabía.

Ignoramos las cámaras y las preguntas, y finalmente salimos del aeropuerto y subimos al asiento trasero del auto que nos esperaba. El conductor se alejó de la acera, esquivando a duras penas a unos cuantos paparazzi que habían saltado delante del auto, intentando sacarnos otra foto.

Cuando por fin nos pusimos en camino, Bella soltó un suspiro. —Mierda—, exhaló.

Yo suspiré. —Lo siento, amor. Debería haberte avisado. Suele ser así cuando vuelo a casa—. No sabía cómo conseguían los paparazzi los itinerarios de mis vuelos, pero casi nunca fallaban.

—¿Los oíste? —, preguntó Bella, mirándome. Asentí con la cabeza, sacando el móvil.

—Sí—. Encontré el contacto de Chelsea, llevándome el teléfono a la oreja.

—¡Edward! ¿Ya regresaron a la ciudad?—, gorjeó.

—Hola, Chels. Bella y yo acabamos de aterrizar. Los papparazzi preguntaron sobre Pip.

Chelsea guardó silencio un momento antes de maldecir. —Demonios, estoy en ello. Averiguaré si alguien sólo estaba pescando o si hay algo circulando. ¿Están bien?

Miré a Bella que fruncía el ceño, pero por lo demás parecía recuperarse. —Sí, estaremos bien—, dije al teléfono. Bella asintió con la cabeza.

—De acuerdo, te haré saber lo que encuentre, Edward. No pierdas de vista el teléfono—, dijo antes de colgar. Dejé el teléfono y miré a Bella.

—¿Estás bien? — le pregunté. Ella suspiró.

—No suelen estar tan cerca de nosotros—. Sacudió la cabeza.

—Lo sé, nena. Lamento que se abalanzaran así sobre nosotros. Ojalá pudiera decir que no volverá a ocurrir, pero seguro que sí. Ha sido una especie de milagro que no haya ocurrido antes—. Me estremecí al confesárselo. Ella me miró.

—¿No crees que James podría haber ido a la prensa con lo de Pip, verdad? —, preguntó, pálida. Fruncí el ceño.

—No lo sé, cariño. Chelsea se enterará.

Bella frunció el ceño. —No sería Jess. Ella no me haría eso—. Sacudió la cabeza.

—Es posible que alguien estuviera pescando—, sugerí. —O, tal vez alguien se dio cuenta mientras estábamos en la playa o algo así—. Bella había llevado casi siempre bikinis mientras descansábamos en las playas de Australia, y su bulto ya no era precisamente fácil de disimular.

Bella me miró y yo le tendí la mano, entrelazándola con la mía. —Háblame—, le pedí. Ella suspiró.

—Estoy intentando adaptarme a la idea de que todo el mundo sepa de Pip. Me resulta más fácil olvidarlo cuando estamos solos—, admitió. No estaba seguro de qué pensar, pero asentí.

—¿Estás cansada? — le pregunté al cabo de unos minutos. Bella me miró y suspiró.

—Sí. Antes podía dormir en cualquier sitio, a cualquier hora, y luego levantarme y correr todo el día casi sin dormir. Ahora, aunque hemos dormido casi todo el vuelo, estoy agotadísima.

Asentí con la cabeza. —Lo sé. Cuando estoy rodando, normalmente puedo hacerlo sin importar lo poco que haya dormido. Pero ahora, me siento aniquilado.

Bella apoyó la cabeza en mi hombro y soltó un suave suspiro. —Me alegro de que hayamos vuelto—, dijo en voz baja. Asentí con la cabeza, mirándola. Me pregunté cuántas veces Bella se había sentido aliviada de volver a un lugar que llamaba hogar. Por nuestras conversaciones, parecía que no había ocurrido muy a menudo.

Atravesamos Los Ángeles y llegamos a Malibú en silencio. Bella estaba dormida contra mi hombro y yo me pasé el trayecto mirando por la ventanilla, dejando que mi mente vagara.

Cuando llegamos a casa, sacudí suavemente a Bella para despertarla. Se apartó de mí, parpadeando con sueño. Le hice un gesto hacia la casa y Bella bostezó, asintiendo con la cabeza y recogiendo su bolso. Bajamos del auto mientras el conductor y el guarda de seguridad descargaban nuestras maletas justo delante de la puerta principal. Les di una propina y las gracias antes de que volvieran al auto y se marcharan. Cerré la puerta principal y eché el cerrojo, bostezando mientras me volvía hacia las escaleras. Podíamos dejar la lavada de ropa para mañana.

Bella ya estaba abajo y me dirigí al salón, mirándola con curiosidad. Estaba mirando su teléfono, con el ceño fruncido. —¿Qué pasa?

Me miró y suspiró. —Un montón de llamadas perdidas. Papá y esas cosas—, dijo sacudiendo la cabeza. —Voy a llamarlo para que sepa que hemos llegado bien.

Asentí. —Voy a ver si consigo algo de comida—, le dije. Bella asintió y se acercó el teléfono a la oreja mientras yo me escabullía hacia la cocina. Abrí el congelador y sonreí al ver la comida congelada perfectamente empaquetada. Dios bendiga a Carmen Hernández.

Saqué un par de platos diferentes, no estaba seguro de qué le apetecía a Bella. Los metí en el microondas y los puse a descongelar mientras me servía un vaso de agua.

Bella entró en la cocina cuando las comidas estaban a punto de terminarse. Olfateó el aire, frunciendo el ceño. —Calenté unas enchiladas y un strogonoff—, le dije. —No sabía qué preferirías.

Bella sonrió. —La verdad es que el strogonoff suena increíble—, dijo sentándose frente a la barra. Asentí y saqué los cuencos del microondas.

—¿Cómo está tu padre?

Puso los ojos en blanco. —Está bien. Tiene pánico por su boda sorpresa—. Sacudió la cabeza. —Le preocupa que planeemos algo que no le guste a Sue.

Fruncí el ceño. —¿Hay algún riesgo de eso?

Bella se acomodó y sacudió la cabeza. —No. Sue es maravillosamente sencilla y fácil de llevar. Creo que el gesto será suficiente para ella.

Asentí mientras dejaba la comida encima. Busqué cubiertos y servilletas antes de sentarme con Bella en la barra.

—¿Crees que tu padre podrá tomarse tiempo libre adicional?—, le pregunté. Bella y yo habíamos hablado de enviarlos a una pequeña luna de miel mientras estuvieran aquí.

Bella asintió. —Llamé a la comisaría y le despejé la agenda para más tiempo. No tiene ni idea, suponiendo que Marisa, que trabaja en recepción, pueda guardar el secreto—. Bella puso los ojos en blanco. —Así que hay un cincuenta por ciento de posibilidades de que se entere.

Resoplé, cogiendo un tenedor. Bella empezó a atacar su comida, gimiendo al primer bocado. Le sonreí.

—¿Has sabido algo de Chessy?— preguntó con las mejillas llenas de comida.

Me reí, negando con la cabeza, cuando sonó mi teléfono. Lo saqué del bolsillo y le enseñé la pantalla a Bella antes de contestar. —¿Chelsea? Estás en el altavoz con Bella y conmigo.

Chelsea suspiró. —Hola, Bella, me gustaría mucho sentarme y que me cuenten todo sobre sus vacaciones, pero, por desgracia, tenemos asuntos que revisar—, dijo sonando seria. Fruncí el ceño.

—Entonces, ¿de verdad ya lo saben?

Bella me miró, masticando lentamente. Chelsea volvió a suspirar. —Así es. Supongo que hay un fotógrafo, Nick Kline, que los vio saliendo de un consultorio médico hace un tiempo. Guardó su foto hasta que empezaron a salir fotos del vientre abultado del bebé de Bella de su viaje.

Bella me miró sorprendida. —¿Qué tipo de fotos?— preguntó.

Chelsea canturreó. —Nada escandaloso—, dijo al cabo de un momento. —Y sinceramente, algunas de estas fotos podrías pasarlas por un ángulo raro. Pero supongo que el tal Kline tiene alguna foto monetizada o algo así. No puedo conseguir una copia de lo que sea que tenga— resopló.

—¿Ha habido alguna fuente que lo confirme?— pregunté. Bella me miró con curiosidad.

—Nadie que yo sepa. Hasta ahora, es sobre todo este tipo juntando las piezas. Ha vendido las fotos y las publican esta noche. TMZ me llamó pidiendo confirmación, pero me he desviado hasta que pueda ver lo que dicen que son pruebas.

Asentí. —De acuerdo, bueno—, hice una pausa, mirando a Bella. —¿Cómo te sentirías si se confirma?

Bella frunció el ceño. —Es decir, no podríamos ocultarlo para siempre—, dijo lentamente. Fruncí el ceño. Esa no era una respuesta.

—Podemos seguir intentando quitárnoslo de encima y no hacer comentarios. Es posible que podamos mantenerlo en secreto más tiempo—, ofreció Chelsea. Sonaba un poco dudosa y Bella negó con la cabeza.

—No, quiero decir, no es algo de lo que me avergüence—, dijo frunciendo el ceño. La miré. ¿No se avergonzaba? Eso parecía un progreso. —Si esas fotos dejan claro que estoy embarazada, adelante, publica el comunicado—, dijo Bella, mirándome. Asentí con la cabeza.

—De acuerdo, me ocuparé de ello. Voy a pedir unos cuantos favores más para ver si puedo conseguir una copia antes de que salga para que no nos cojan desprevenidos—, dijo Chelsea distraídamente. Podía oír un tecleo furioso en el fondo de la llamada. —Bella, ¿has visto el correo electrónico de Tanya?

Miré a Bella, que parpadeó sorprendida. —No, ¿de qué se trata?

—Nos envió un enlace a una lista de datos que Buzzfeed publicó sobre ti. Es alucinante. Quienquiera que sea su contacto allí, realmente te ha dado una imagen positiva. Dice que ya están recibiendo comentarios positivos sobre ti.

Bella abrió los ojos. —Ah, bien. Lo miraré después de comer—, dijo sacudiendo la cabeza.

—Te lo prometo, es una pieza impresionante. Sinceramente, si no supiera que tienes una relación feliz, después de leerlo ¡yo también querría salir contigo!— Chelsea soltó una risita. Bella se rio, con cara de sorpresa.

—Lo siento, Chels. Está tomada—, dije levantándome. Chelsea se rio.

—Lo sé, y sinceramente, me alegro mucho. Son la pareja más hermosa e interesante que un publicista podría pedir—, suspiró. —Muy bien, coman y descansen. Me pondré en contacto si averiguo algo más—, prometió.

—De acuerdo, gracias Chels— dije cogiendo mi teléfono. Nos despedimos antes de colgar. Miré a Bella, que negaba con la cabeza.

—Tengo que saber de esta lista ahora—, dijo deslizándose del banco de la barra. Corrió al salón y regresó un segundo después con su teléfono. Volvió a sentarse en el banco y abrió su correo electrónico.

Encontró el enlace y lo abrió. ¿Quién es Bella Swan? Conoce a la nueva y enigmática mujer en la vida de Edward Cullen. Bella frunció el ceño. —Qué título más horrible—, murmuró. Resoplé mientras ella abría el enlace. No había demasiadas fotos de ella, aparte de las que había colgado en Instagram y las que yo había publicado. También había un par de fotos de paparazzi, pero eran pocas. El artículo ofrecía mucha información sobre la vida laboral de Bella, centrándose en su impresionante currículum y su experiencia en viajes. Tenía vínculos a sus escritos y la presentaba de forma muy atractiva. Terminaba con el deseo de la escritora de conocer a Bella -convirtiéndose en su nueva mejor amiga en el proceso- y de llegar a conocerla mejor. Su nombre iba acompañado de palabras como feminista y empoderada, y sonreí. Quienquiera que hubiera escrito el artículo había dado en el clavo con esos elementos de Bella.

Por último, al final del artículo aparecía un anuncio de su nuevo libro, algo en lo que Tanya habría insistido. En general, el artículo me pareció increíblemente positivo, aunque Bella no había emitido ni un solo sonido desde que había empezado a leerlo. La miré, sintiéndome ansioso cuanto más tiempo permanecía callada.

—¿Nena?

Me miró. —¿Soy así de grandiosa?—, preguntó. Me reí.

—Sí, nena, lo eres.

Bella volvió a mirar su teléfono. —Quiero decir, sé que soy genial—, dijo mirándome con una sonrisa burlona. Me reí mientras ella volvía a mirar su teléfono. —Pero nunca...—, hizo una pausa, sacudiendo la cabeza. —Ver mis logros enumerados así me hace sentir humilde. ¿De verdad he sido capaz de hacer todo eso?

Sonreí y me incliné para besarle la cabeza. —Eso es lo que pienso cada vez que me hablas de ti—, dije en voz baja. Me miró con curiosidad. —Pienso: ¿cómo puedo ser tan afortunado de estar con alguien que ha vivido tan a fondo? Has hecho más en los últimos años que la mayoría de la gente en toda su vida—. Me acerqué a ella, frotando suavemente el dorso de su mano. —Todavía no me explico cómo has podido renunciar a todo eso para estar conmigo.

Bella dejó caer su teléfono en el mostrador, girando en su banco para quedar frente a mí. —¿Me estás tomando el pelo? A mí me ha tocado la lotería de la pareja—, dijo sacudiendo la cabeza. —Tienes tanto talento y has trabajado tan duro por todo en tu vida, y siento que no hay forma de que yo pueda estar a tu altura.

Me di la vuelta y la tomé en brazos, levantándola hasta que la tuve sentada en mi regazo. Tuve que usar bastantes músculos para equilibrarnos a los dos sobre el banco, pero no me importó. —Te amo— susurré contra su mejilla. —Soy mucho mejor hombre sólo por conocerte.

Inspiró profundamente y me besó la comisura de los labios.

—Supongo que he sido una buena influencia en tu vida—, susurró contra mi mejilla. Me reí y ella soltó una risita, besándome de nuevo. —Después de todo, soy una feminista empoderada—, me recordó, separándose un poco de mí. Yo sonreí.

—Sí, sin duda lo eres.

Bella sonrió ampliamente y me besó con dulzura antes de deslizarse fuera de mi regazo y volver a sentarse en su banco. —Me encantaría seguir besándote, pero realment me muero de hambre—, dijo sacudiendo la cabeza. Me reí y asentí, cogiendo mi propio tenedor.

—Sí, yo también—, admití. Bella se metió otro bocado en la boca y gimió. Tomé mi propio bocado, profundamente satisfecho.

—Ey—, dijo Bella tragando su bocado. La miré. —Voy a concertar una cita con Kate -dijo picoteando su comida. Asentí.

—¿Quieres que vayamos juntos?— le pregunté. Habíamos hablado bastante bien de nuestra pelea en Melbourne, pero me preguntaba si deberíamos ir juntos. Bella se encogió de hombros.

—Podemos—, aceptó. —Pero hay un par de cosas de las que quiero hablar con ella—, dijo negando con la cabeza. Fruncí el ceño, pero asentí. Me gustaría que me lo contara, pero sabía que aún no lo había hecho. Demonios, yo tampoco. Ambos necesitábamos mucha ayuda.

—De acuerdo—. Acepté.

Bella asintió. —Es que no quería ocultarte una cita—, dijo después de un momento. Asentí con la cabeza.

—Gracias por decírmelo. Probablemente debería concertar mi propia cita en algún momento—, dije frunciendo el ceño. Bella asintió. Antes de irnos a Australia, tenía la esperanza de que no volveríamos a ver a Kate en mucho tiempo. Había sido un ignorante.

—También tenemos que concertar otra cita con la doctora Pierce—, dijo Bella, hurgando de nuevo en su comida. La miré. La doctora Pierce nos había dicho que podríamos averiguar el sexo de Pip en nuestra próxima cita.

—¿Quieres saber el sexo de Pip?— le pregunté. Bella me miró y frunció el ceño.

—La verdad es que no—, dijo al cabo de un minuto. —Quiero decir, hay tan pocas sorpresas en la vida, y aunque Pip ha sido suficiente sorpresa para toda la vida, me gusta la idea de tener otra sorpresa que esperar—. Apuñaló su comida. —¿Quieres saberlo?

Me encogí de hombros. —No me importaría saberlo, pero tampoco me importa esperar. Me gusta la idea de una sorpresa—, admití. —Es que no sabía si querías que te revelara el sexo o algo así.

Bella frunció el ceño. —Odio las fiestas de revelación de sexo. Hablando de ideas anticuadas. ¿Por qué demonios necesitamos colores arbitrarios que nos digan cómo celebrar nuestro Pip? Es nuestro Pip. ¿Por qué no podemos celebrar la vida que será y dejar que decida después con qué género se identifica?

Parpadeé y Bella se echó hacia atrás, resoplando. —Vaya, bueno, así que paso de esa fiesta—, dije al cabo de un momento, con una sonrisa en los labios. Bella me miró y sonrió cuando me reí. —Estoy totalmente de acuerdo contigo, por cierto. No creo que sea necesario hacer ese tipo de fiesta para Pip, pero me encanta la idea de celebrar la vida de Pip. ¿Supongo que eso sería con un baby shower?— pregunté. Bella se quedó un poco pálida ante la idea y yo me encogí de hombros. —Ya nos ocuparemos de eso cuando llegue el momento—, dije rápidamente. —Por ahora, ¿parece que estamos de acuerdo en lo de Pip y en no averiguar el sexo cuando veamos a la doctora Pierce?

Bella asintió. —Por lo que a mí respecta, podemos seguir llamándolo Pip el resto de su vida. No me importa el género con el que nazca o con el que se identifique más adelante. Es nuestro Pip.

Cada vez que decía nuestro Pip se me salía el corazón del pecho. Se estaba convenciendo de Pip y yo no podía estar más feliz.

Extendí la mano y le besé el costado de la cabeza con alegría. Me miró y sonrió suavemente antes de meterse un buen bocado en la boca.

Terminamos de comer antes de irnos a gestionar nuestras citas. Yo llamé a la consulta de la doctora Pierce y Bella a la de Kate. Una vez concertadas las citas, Bella y yo fuimos al salón a acomodarnos en el sofá. Era demasiado pronto para dormir, pero los dos estábamos demasiado agotados para hacer otra cosa. Me acosté de lado y Bella se acostó contra mi pecho mientras encendíamos la televisión. Bella puso Parks and Rec y nos quedamos acostados, contentos de relajarnos con el divertidísimo programa.

Un par de horas más tarde, mi teléfono zumbó y me moví alrededor de Bella para mirarlo. El mensaje era de Chelsea.

TMZ publicará la foto en cinco minutos.

Todavía no sé de qué se trata.

Frunciendo el ceño, asentí con la cabeza y se lo mostré a Bella. Ella frunció el ceño y cambió de canal, encontrando TMZ. Casi nunca veía el programa, pero ahora sentía curiosidad por la foto.

La mayoría de las conversaciones eran absurdas y mezquinas, y me sentía cada vez más agitado cuanto más tiempo permanecía sentado escuchándolas. Bella entrelazó sus dedos con los míos, apoyando nuestras manos sobre su estómago. Me ayudó a tranquilizarme.

Por fin hablaban de mí y de la misteriosa nueva mujer de mi vida. Un idiota estaba hablando de lo buena que estaba Bella, lo cual era cierto, pero me cabreaba lo barato que lo hacía sonar. Bella me apretó suavemente la mano y respiré hondo. Finalmente, estaban bailando alrededor del tema del embarazo. Uno de los pendejos lanzó la teoría y la sala soltó un grito de asombro. Luego había una foto de Bella y yo saliendo de la consulta del médico unos meses atrás. No estaba muy claro dónde estábamos; lo único que se podía distinguir era que estábamos en un estacionamiento. El tipo habló de la foto y de que, al parecer, se había tomado delante de una clínica de fertilidad. Luego pasaron a otra foto de Bella y yo, claramente en Australia. Mierda.

Ahí estábamos, descansando en una playa en Australia. Bella llevaba un bikini y estaba recostada contra mi pecho. Nuestras manos rodeaban su notable barriguita. No había forma de disimularlo. Mi cara me delataba.

Miré a Bella en la foto y me sorprendió ver que tenía una expresión similar. Amaba a Pip, aunque todavía no pudiera admitirlo.

—Rayos—, susurró Bella. Asentí con la cabeza, mirándola. —Quiero decir, mierda, está claro. No podemos negarlo ahora—, dijo sacudiendo la cabeza. —¡Míranos! ¡Mira qué cara de emocionados tenemos!— dijo señalando a la televisión. Le di un beso en la cabeza y sonreí un poco. Me miró y suspiré.

—Es una foto preciosa—, dije en voz baja. Los ojos de Bella se ablandaron y volvió a mirar la televisión. Había puesto el televisor en pausa en cuanto apareció nuestra foto.

—Sí—, dijo al cabo de un minuto. —Lo es, ¿cierto?

Sonreí y la abracé con más fuerza. —Parecemos enamorados—, dije mirando al televisor. Bella asintió con la cabeza apoyada en mi hombro.

—No parezco aterrorizada—, dijo en voz baja. La miré. —Eso fue en Sydney, ¿no?—, preguntó, mirándome. Asentí. Habíamos pasado unos días en diferentes playas de Sydney. —Estábamos hablando de Pip y…—, hizo una pausa y volvió a mirar la foto. —¿Esa es mi cara cuando hablo de Pip?—, se preguntó.

Sonreí y volví a besarle la cabeza. —A veces—, admití. —Últimamente cada vez más.

Bella respiró hondo y me pregunté qué estaría sintiendo. Podía preguntarle, por supuesto, pero sentía que necesitaba tiempo para procesar sus pensamientos y no quería apresurarla.

Al cabo de un minuto, gimió. Parpadeé, sorprendido. —Somos tan calientes juntos—, dijo sacudiendo la cabeza. Solté una carcajada y ella se movió en el sofá para mirarme. —¿No te parece?—, preguntó. Sonreí.

—Por supuesto que sí—, dije mirando la televisión. Vernos juntos me dejó sin aliento. —Creo que estamos increíbles juntos—, le dije. Me sonrió.

—¿Sabes?—, dijo llevándome una mano al pecho. —No bromeaba con lo de hacer nuestra propia película—, me dijo bromeando. Me quedé boquiabierto e intentaba encontrar una respuesta coherente cuando mi teléfono zumbó entre nosotros. Ella soltó una risita y lo sacó, al ver que llamaba Chelsea. Contestó alegremente. —Hola, Chels, soy Bella—. Hizo una pausa y una mirada pícara apareció en su rostro. —Lo siento, creo que me asuste y lo excité al mismo tiempo, dale un minuto—, soltó una risita. Gruñí y cogí el teléfono. Puse el altavoz justo a tiempo para oír a Chelsea aullando de risa.

—Bueno, estaba preocupada por cómo se lo estaban tomando, pero parece que todo sigue como siempre—, se rio. Bella la imitó y yo gemí, dejando caer la cabeza para enterrarla en su pelo.

—Estamos bien—, dijo Bella por mí, ya que aún estaba intentando recomponerme después de que Bella me hubiera lanzado la idea del vídeo sexual. ¿Por qué demonios la idea me atraía tanto?

—¿Viste las fotos?— preguntó Chelsea. Respiré hondo y me aparté del pelo de Bella. Olía increíble y me distraía mucho.

—Las vimos. La primera la podría haber tomado en cualquier estacionamiento, pero bueno, esa de Australia es difícil de rebatir—, dije sacudiendo la cabeza. Chelsea suspiró.

—A mí también me lo pareció. Puedo intentarlo, pero...

—No, no te molestes—, le dije. —Es una foto preciosa y no quiero menospreciarla intentando negarlo—. Miré a Bella que asintió.

—De acuerdo, perfecto—, dijo Chelsea, sonando aliviada. —Estaba pensando lo mismo. Quiero decir, lo negaría si ustedes quisieran, pero honestamente, esta foto es impresionante y en este momento, siento que sólo puede contribuir a la publicidad positiva que ustedes dos tienen en este momento.

Miré a Bella. Tenía el ceño fruncido y me pregunté en qué estaría pensando.

—De acuerdo, bien, con la luz verde de ustedes dos, seguiré adelante y confirmaré la historia. Me aseguraré de que se publiquen los detalles que queremos—, continuó Chelsea.

—Eso suena muy bien, Chels. Gracias.

Canturreó antes de colgar. Bella me miró. —¿A qué se refería con los detalles que queremos que salgan?

Suspiré. —Queremos asegurarnos de que tu fecha de parto sea imprecisa. Lo último que necesitamos es tener a la prensa encima mientras das a luz.

Bella asintió. —Eso está muy bien, la verdad—, dijo despacio. —Me gusta la idea de poder reservarnos a Pip el mayor tiempo posible.

Le sonreí y la besé suavemente. —A mí también me gusta, amor.

Bella sonrió y me rascó la incipiente barba. Sus uñas rozaron ligeramente mi mejilla y suspiré, satisfecho.

—¿Quieres seguir viendo algo o podemos irnos a dormir de una vez?—, susurró. Sonreí y miré el móvil. Era lo suficientemente tarde como para que, si nos íbamos a la cama, pudiéramos dormir toda la noche.

—Vamos a la cama—, acepté. Bella asintió y apagó el televisor mientras nos incorporábamos. Recogimos nuestros teléfonos y bajamos las escaleras, cambiándonos a nuestra ropa de dormir antes de meternos en la cama. Apreté a Bella contra mi pecho y mis manos encontraron su bulto en la oscuridad.

—Buenas noches, mi amor—, susurré, inclinándome para besarle el costado. Su mano me acarició el cabello.

—Buenas noches, cariño.

~Home~

Sábado, 1 de diciembre

Malibú, California

17 semanas

Mis dedos se movían suavemente sobre el piano mientras intentaba tocar la melodía que Rose me había enviado. Esta semana iba a ir al estudio a trabajar con ella en su música y necesitaba practicar antes de entrar a grabar. La música no era difícil, y Rose me había enviado sólo algunas notas base y claves, preguntándome si sería capaz de aportar algo de mi propio toque.

Toqué unos compases y me detuve para anotar en mi cuaderno lo que había tocado. Hacía tanto tiempo que no componía música que me sentía un poco oxidado.

—¿Cariño?

Levanté la vista del piano al oír abrirse la puerta principal. —Estoy aquí abajo.

Oí a Bella moverse en el piso de arriba y volví a centrar mi atención en el piano. Bella bajó las escaleras y la miré mientras se dirigía al salón. —¿Cómo te fue?— le pregunté. Había tenido una cita con Kate esta mañana y, aunque quería estar disponible para hablar con ella, también quería asegurarme de no presionarla. Era una línea difícil.

Bella se dejó caer en el borde del sofá y asintió. —Bien—, dijo al cabo de un momento. —Es muy buena dejando de lado toda esa mierda de nuestras vidas y llegando a la raíz de los problemas, ¿verdad?

Asentí, dejando las teclas y levantándome para ir al sofá. Bella no parecía haber estado llorando, lo cual era bueno. Me senté a su lado y ella se acercó a mí, acurrucándose contra mi pecho. La abracé con alegría.

—Kate siempre ha sabido ver a través de mis muros, mis defensas y mis excusas —asentí. Bella asintió contra mi pecho.

—Hablé con ella sobre lo que me preguntaste ayer —susurró. Me quedé helado. Ayer le había preguntado muchas cosas, pero sabía exactamente de qué estaba hablando. No había vuelto a mencionar sobre vivir juntos desde que se lo pregunté en el avión. Me estaba volviendo casi loco no volver a sacar el tema desde entonces.

—¿Sí?— pregunté, esforzándome por no quebrarme la voz. Bella asintió con la cabeza y sus dedos se acercaron a mi pecho y lo recorrieron en círculos.

—Sí, fue una buena charla—.Siguió trazando el dibujo y, como no dijo nada más en casi un minuto, me aclaré la garganta.

—Entonces, ¿te ayudó a pensar las cosas?— pregunté, sintiéndome ansioso. Mi voz estaba tensa y estaba seguro de que Bella podía yo pondría notarlo. Se encogió de hombros. ¿Qué significaba eso?

Bella se quedó callada un minuto más antes de mirarme. Sus hermosos ojos parpadearon con picardía mientras sonreía, gateando sobre mí y sentándose a horcajadas sobre mi regazo. —Puedo sentir tus pensamientos en espiral —dijo, acariciándome suavemente la cara. Dejé escapar un suspiro.

—Intento no presionarte para que hables de nada—, le dije con sinceridad. Sonrió, se inclinó hacia mí y me besó con dulzura. Sabía a menta y a esa dulzura pura que era Bella.

—Lo sé, y te amo por eso—, susurró, con las manos peinándome el pelo. —Sé que no es racional tener miedo de irnos a vivir juntos cuando prácticamente ya vivimos juntos—, dijo suavemente. La miré fijamente, aliviado y ansioso de que estuviera dispuesta a hablar de esto. —En realidad, no me imagino que fuera muy diferente a como son las cosas ahora—, susurró. —Pero cuando lo sugeriste ayer, me asusté muchísimo—. Volvió a pasarme los dedos por el pelo y fruncí el ceño. —La única dirección que he tenido ha sido la de mi padre en Washington. Ha sido mi único hogar y, sinceramente, tal y como había ido mi vida, parecía que iba a ser mi único hogar—. Frunció el ceño y sus dedos me acariciaron el pelo mientras pensaba. —No se trata de vivir juntos. Creo que hemos conseguido cohabitar bien y, de verdad, me encanta estar aquí contigo—, susurró. Sonreí, asintiendo ligeramente. —Es la permanencia y la finalidad de tener un lugar al que llamar hogar. Un lugar que no puedo recoger y llevarme a cualquier parte. Es mucha responsabilidad.

Asentí. Lo comprendía. —Entré en pánico durante dos meses antes y después de comprar esta casa—, le dije. Bella pareció sorprendida. —Comprar una propiedad me parecía tan definitivo y me aterrorizaba. Es mucho para asumir—, le dije con dulzura. Le rodeé la espalda con las manos y le hice pequeños círculos en la piel con los pulgares. Bella asintió.

—No quiero que te arrepientas de haberme traído a tu casa de una forma tan permanente—, dijo al cabo de un momento. —Sé que crees que no lo harás, pero este es tu hogar, tu refugio. Sé lo mucho que significa para ti, y no quiero que te sientas apretado o menos cómodo aquí porque me hayas traído a mí.

Fruncí el ceño, con las manos quietas en su espalda. —¿No te gusta estar aquí? Porque podemos buscar otra casa—, dije negando con la cabeza. Bella negó rápidamente con la cabeza.

—No, ¿bromeas? Me encanta esta casa.

Fruncí el ceño. —Nena, quiero compartir este lugar contigo. Quiero que ambos encontremos refugio en este lugar, juntos. No hay ni una sola cosa que pueda hacer que me arrepienta de haberte traído a mi casa. Quiero que este sea nuestro hogar—. Volví a frotar su espalda, lamiéndome los labios con ansiedad. —Quiero que Pip crezca aquí, cuando no estemos todos afuera, en alguna gran aventura—, añadí, haciendo que Bella sonriera suavemente. —Este es un hogar, nuestro hogar, y quiero hacerlo oficial. Quiero que aquí te sientas segura, querida y feliz.

Bella sonrió un poco más, con los ojos llenos de lágrimas. Sus manos se acercaron a mi cara de nuevo. —Ya me siento así—, susurró. —Bien, Edward, me mudaré contigo.

Parpadeé. —¿De verdad?

Bella asintió, inclinándose hacia delante para besarme suavemente. —De verdad. No tenía ni idea de que pudiera amar una casa tanto como amo a esta, pero tienes razón. Este lugar es mi hogar, y no hay ningún otro sitio en el que quisiera instalarme.

La estreché contra mi pecho y la besé profundamente. Ella soltó una risita contra mí y sus dedos se enredaron en mi pelo mientras tiraba ligeramente de él. Gemí mientras ella se contoneaba sobre mí.

—Carajo, Bella. Te amo tanto—, jadeé, separándome de ella para respirar. Ella sonrió suavemente y me dio un suave beso en la frente, luego en la nariz, antes de besarme suavemente los labios.

—Yo también te amo. Gracias por darme un hogar.

~Home~

Nota de la autora: ¡Dios mío, estos dos! Sinceramente, es tan difícil no precipitarse y darles un final feliz. Es todo lo que quiero para ellos, ¡y han tenido que trabajar tan duro para conseguirlo!

Ya se sabe lo de Pip (¡no es una filtración de James como muchos sospechaban!), y estos dos han decidido no averiguar el sexo de Pip en su próxima cita. El próximo capítulo saltará un poco en el tiempo, ¡y por fin veremos a Charlie y Edward interactuar!