Disclaimer: Sthephenie Meyer is the owner of Twilight and its characters, and this wonderful story was written by the talented fanficsR4nerds. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!

Descargo de responsabilidad: Sthephenie Meyer es la dueña de Crepúsculo y sus personajes, y esta maravillosa historia fue escrita por la talentosa fanficsR4nerds. Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!

Gracias a mi querida Larosadelasrosas por sacar tiempo de donde no tiene para ayudarme a que esta traducción sea coherente y a Sullyfunes01 por ser mi prelectora. Todos los errores son míos.


Capítulo 32: Edward

Viernes, 22 de marzo

Los Ángeles, California

32 semanas

—Emmett, te juro por Dios que si se te cae esa caja...—. La amenaza de Tanya se interrumpió y la estruendosa carcajada de Emmett se oyó en todo el apartamento. Sonreí satisfecho mientras cargaba mi propia caja. Emmett y Tanya habían estado discutiendo todo el día, pero era bastante evidente para todos nosotros que sus bromas juguetonas se estaban convirtiendo rápidamente en una amistad. Rose parecía aliviada de que Emmett hubiera encontrado a alguien tan ruidoso como él con quien meterse, y Jasper parecía sentir lo mismo por Tanya.

Bajé la última caja en el salón y miré a Bella, que estaba sentada en el sofá recién instalado y desempaquetando una caja de libros. Estaba muy embarazada para hacer mucho más que abrir cajas, así que en cuanto trajeron el sofá, la obligué a sentarse y organizar. Las últimas semanas había llevado muy bien mi actitud sobreprotectora.

—Recuérdame otra vez por qué no contratamos a un equipo de mudanzas— pregunté dejando la caja junto a Bella. Ella soltó una risita.

—Tanya sólo quería verte sudar.

—Obvio que sí—, dijo Tanya, entrando en el salón. Negué con la cabeza, soltando una carcajada mientras Tanya sonreía. —Vamos. ¿Un galán de Hollywood, ganador de un Oscar, sudando en mi nuevo apartamento de Los Ángeles? ¿Qué chica no ha tenido esa fantasía?

Chelsea soltó una risita desde donde estaba desempaquetando la cocina y Bella se rio de mi culo avergonzado.

—La próxima vez, Tanya. Te voy a contratar un equipo—, le dije. Sonrió con satisfacción mientras se dejaba caer en el sofá.

—No. La próxima vez serás un DILF. Las fantasías evolucionan, ya sabes—, dijo guiñándome un ojo. Bella aulló de risa y yo negué con la cabeza, ligeramente avergonzado. Jasper y Emmett salieron del dormitorio, mirando con curiosidad a las mujeres que reían en el salón.

—¿Es demasiado tarde para revocar los privilegios de madrina?— le pregunté a Bella. Ella resopló.

—Demasiado tarde, Cullen—, dijo Tanya, acomodándose en el sofá y rodeando los hombros de Bella con un brazo. —Ya estoy instalada en Los Ángeles. No hay forma de librarse de mí.

Sonreí ante su tono burlón. Dejando a un lado las vergonzosas atenciones de Tanya, me alegraba mucho que estuviera aquí. Bella había estado tan jodidamente emocionada cuando Tanya había llamado y nos dijo que se mudaba oficialmente en marzo.

—Me muero de hambre—, gimió Emmett, acomodándose en el sofá. Tanya lo miró.

—Rose y Alice no tardarán en llegar—, dijo mirando el reloj. Mientras hablaba, se abrió la puerta principal y levantamos la vista cuando Alice y Rose entraron cargando grandes cajas de pizza.

—¡Llegamos!— gritó Alice, depositando una caja de cerveza en la encimera de la cocina. Emmett se levantó del sofá de inmediato, y Rose sacudió la cabeza mientras su enorme marido cogía una pizza para él solo.

—Te lo dije—, dijo mirando a Alice. Alice resopló mientras Emmett empezaba a comer.

—¿Tienes hambre, cariño?— pregunté, mirando a Bella. Ella asintió, intentando incorporarse del sofá. Negué con la cabeza, indicándole que se quedara sentada. Me dirigí a la cocina, cogí un plato de papel y una botella de agua de la nevera. Serví dos porciones de pizza y volví al sofá. Me acomodé junto a Bella. Se iluminó cuando le ofrecí el plato.

—¡Qué rico!, gracias, cariño—. Ella cogió un trozo y yo el otro, dejé el plato sobre mi regazo y le rodeé los hombros con el brazo.

Todos nos acomodamos con nuestra pizza sentados en varios lugares de la sala de estar. —Entonces—, dijo Rose, mirando a Tanya. —¿Cuándo tienes que empezar a trabajar?

Tanya tragó su bocado de pizza. —Voy a la nueva oficina el lunes. Me he traído un equipo de Seattle y se supone que vamos a empezar a trabajar, aunque pronto tendré que empezar a contratar algunos puestos.

—Bueno, no debería ser difícil encontrar gente que esté interesada—, dijo Alice alrededor de un bocado de pizza. —Quiero decir, una vez que se corra la voz de que Bella está ligada a ustedes—, señaló. Bella puso los ojos en blanco y yo sonreí satisfecho. Bella había sido la comidilla de Hollywood después de los Oscar. Todo el mundo había alabado su vestido y lo radiante que estaba en la alfombra roja. Aunque no había hablado mucho en las entrevistas, lo que había dicho había bastado para que la gente se volviera loca por ella. Había encandilado a la ciudad en una sola noche, y ahora la gente estaba desesperada por más.

—Es verdad. Ya estoy recibiendo llamadas de Seattle y de gente de aquí que quiere tener acceso a Bella—, dijo Tanya asintiendo. Bella frunció el ceño.

—Ni siquiera soy famosa. Sólo estaba allí como acompañante—, resopló. Me reí, sacudiendo la cabeza.

—Tienes que aceptarlo, nena. Eres famosa—, le dije dándole un codazo suave. Tanya asintió con la cabeza.

—Lo eres. De hecho, el señor Hollywood va a tener que empezar a ganar más premios para estar a tu altura. O será él quien se aproveche de tu estatus en la lista A de los novelistas.

Bella resopló y Emmett soltó una risita.

—No te preocupes, Ed. Aunque Bells tenga que apoyar tu carrera, yo sigo estando a favor de la dinastía Cullen-McCarty—, dijo guiñándome un ojo. Rose le dio una palmada mientras él se reía. Tanya soltó una risita, al parecer tan contenta con la idea como Emmett.

Bella gimió. —Sigue así, Emmett, y te revocaremos los privilegios de padrino —dijo, señalándolo con el dedo. Él soltó una risita.

—Seré bueno—, prometió con una sonrisa angelical. La semana pasada habíamos decidido los padrinos, y tanto Emmett como Tanya habían quedado extasiados, como esperábamos.

—¿Cómo va la habitación del bebé?— preguntó Chelsea, tragando un sorbo de su cerveza. Bella gimió y yo sonreí, negando con la cabeza. Habíamos empezado un poco tarde y, por alguna razón, Bella había insistido en hacer una buena parte de la decoración nosotros mismos. Alrededor de una semana después, estaba agotada y de mal humor, y casi se había dado por vencida, cuando por fin la convencí de que me dejara llamar a un equipo. Ella había cedido, pero por alguna razón todavía era un tema un poco doloroso para ella.

—Los chicos de Edward terminaron de pintar la semana pasada—, dijo Bella, mirando su pizza. La miré con el ceño fruncido. Habían hecho un trabajo espectacular con la pintura. La habitación era de un impresionante verde jade que habían aplicado delicadamente sobre las paredes blancas, dándole un aspecto empolvado. Era mucho mejor de lo que Bella o yo podríamos hacer por nuestra cuenta.

—¿Cómo quedó?— preguntó Rose. Saqué el móvil del bolsillo y busqué las fotos antes de enseñárselas. Emmett se inclinó para mirarlas antes de pasarse el teléfono por la habitación.

—Luce impresionante—, dijo Emmett entre bocados de pizza. Asentí con la cabeza.

—A mí también me lo parece—. Miré a Bella, que seguía con el ceño fruncido. —Mañana vendrán unos chicos a armar los muebles—, dije volviendo a mirar a nuestros amigos.

—¿De qué color?— preguntó Alice.

—Tenemos sobre todo de color arena y blanco.

Alice asintió mientras miraba la foto. —Impresionante. Muy playero—, aprobó. Asentí.

—Eso es lo que queríamos. Pensamos que, con las puertas francesas que dan al patio, habría un flujo muy agradable entre los espacios de playa interiores y exteriores—. Volví a mirar a Bella. No sabía qué estaba pensando, pero miraba su pizza con tanta atención que parecía que le estuviera hablando.

Aparté la vista de ella y me fijé en Tanya. Tanya también miraba a Bella con el ceño fruncido. Me miró y se encogió de hombros ligeramente, sus ojos se dirigieron a Bella antes de volver a dirigirse a mí. Asentí con la cabeza. Si Bella no quería hablar conmigo, sin duda lo haría con Tanya. No quería presionar a Bella delante de nuestros amigos, así que intenté alejar la conversación de Pip.

—Jasper, ¿cómo va el año escolar?

Jasper me miró, sobresaltado, pero luego sonrió y asintió un poco. —Muy bien. Estamos esperando noticias sobre la financiación que nos permitiría construir un nuevo laboratorio de robótica. La solicitud es sólida, así que dependerá de la política—, se encogió de hombros. —Pero si conseguimos que lo aprueben, podremos disponer de un espacio para empezar a hacer pruebas más grandes con nuestros robots.

Alice sonrió y le puso una mano en la rodilla. —¡Jas está construyendo robots espaciales!—, sonrió. Emmett se inclinó hacia delante, curioso.

—¿Qué? ¿En serio? ¿Qué clase de robots espaciales?

Jasper se encogió de hombros, mirando a Alice con indulgencia antes de volverse hacia nosotros. —Uh, rovers (1) y cosas así. Estamos intentando desarrollar robots con la capacidad de andar a cuatro patas, para que atravesar lugares rocosos sea más fácil.

A Emmett se le iluminaron los ojos, y estoy seguro de que yo puse la misma cara. Aquello era la cosa más impresionante.

Seguimos presionando a Jasper para que nos diera detalles sobre los robots, y cuanto más hablaba de ellos, más relajado parecía.

En algún momento, me levanté por más pizza y le traje a Bella un segundo trozo. Se la comió a mordiscos, pero al final sólo se comió la mitad. Acabé con mi segundo trozo y con lo que le sobró de ella antes de que Tanya nos mandara a su dormitorio para empezar a montar su cómoda. Me di cuenta de que probablemente estaba intentando dejar a las chicas a solas para charlar un rato, así que Emmett, Jasper y yo nos dirigimos a empezar a montar, dejando a las chicas en el salón.

Tanya tenía muchos muebles y la mayoría necesitaban montaje. Esperaba poder convencerla de que contratara a un equipo para la mayor parte, aunque yo estaba dispuesto a ayudar con algunas piezas.

Emmett recogió las instrucciones de la cómoda y gruñó, entregándoselas a Jasper. —Muy bien profesor, este espectáculo es suyo—, dijo sacudiendo la cabeza. Jasper resopló y miró las instrucciones.

—Parece bastante sencillo—, dijo al cabo de un momento.

—Claro, cuando te ganas la vida construyendo robots espaciales, una cómoda es pan comido—, murmuró Emmett. Jasper le sonrió con satisfacción antes de dirigirnos a Emmett y a mí hacia las primeras piezas.

Los tres trabajábamos bien juntos. A pesar de lo odioso y bullicioso que podía llegar a ser Emmett, tenía una concentración fenomenal. Por eso era tan bueno en su trabajo.

—¿Cómo van las cosas entre Alice y tú?—, le pregunté a Jasper mientras trabajaba atornillando un cajón. Jasper me miró. Hoy no llevaba gafas y se llevó la mano a la cara, como si quisiera subírselas. Parecía un hábito nervioso. En lugar de eso, se rascó la nariz y sonrió.

—Alice es increíble—, dijo sacudiendo la cabeza. —Quiero decir, han pasado unos seis meses, pero...— se detuvo, sonriendo. —Me imagino pasando el resto de mi vida con ella.

Sonreí. Alice, según Bella, se había sentido así después de un mes con Jasper. Me sentí aliviado de que el sentimiento fuera mutuo.

—Eso es increíble, hombre—, dije con seriedad. Jasper sonrió, parecía un poco ansioso.

—Quiero pedirle que se venga a vivir conmigo, pero no estoy seguro de cómo funcionará. Ella está tan cerca de su trabajo en el centro, y yo necesito estar cerca del campus porque trabajo horas locas—, negó con la cabeza. —Creo que una parte de ella estará dispuesta a aceptar la idea, pero sé lo mucho que su trabajo significa para ella, y no quiero que piense que va a poner en peligro su carrera por mudarse más lejos.

Emmett negó con la cabeza. —Por favor, Alice es formidable. Aunque le pidieras que se mudara fuera del estado, lo haría y encontraría la manera de patear traseros en Hollywood. Así es ella.

Jasper lo miró. —Me parece, no sé, egoísta pedirle que se mude a mi casa.

Me encogí de hombros. —Si tanto te preocupa, quizá puedan encontrar un sitio juntos, en algún lugar intermedio, aunque estoy de acuerdo con Emmett. Creo que ella estaría más que feliz de mudarse a tu casa. No importa dónde viva, ella hará que funcione.

Jasper sonrió un poco ansioso. —Tal vez—, dijo, sacudiendo la cabeza. —Ya veremos.

Asentí, comprendiendo. Esto era más de lo que nunca habíamos hablado con Jasper y, aunque me alegraba que estuviera dispuesto a abrirse a nosotros, era una sorpresa. Sin embargo, me alegraba que sintiera que podía hablarnos de esto. Estaba claro que iba a estar en mi vida para siempre. Incluso si él y Alice rompían, seguiría conectado a nosotros a través de Tanya.

—Oye, ¿cuál es la queja de Bella sobre la habitación de Pip?— preguntó Emmett, bajando el tono de su voz retumbante. Lo miré y suspiré.

—Sinceramente, no tengo ni idea. Quería que decoráramos la habitación de Pip, pero está demasiado embarazada y le resultaba muy pesado hacer ese trabajo. Al final la convencí para que viniera un equipo a pintar y decorar y esas mierdas, pero ahora es un tema delicado para ella—. Me encogí de hombros, impotente.

—Quizá se trate sobre anidar—, añadió Jasper. Lo miré, confundido. —Quiero decir, ¿no se llama así? Las mujeres crean este espacio para su descendencia, y les ayuda a prepararse mental y emocionalmente. Todo forma parte del proceso.

Fruncí el ceño. —Pero ahora es físicamente incapaz de hacerlo. Ella ha tenido el control total del equipo, y todo lo que se ha hecho ahí ha sido siguiendo sus instrucciones.

Jasper negó con la cabeza. —No. Se trata de que lo haga ella misma. Probablemente tenga esas hormonas que la están guiando a anidar, a prepararse para el bebé, y probablemente sea frustrante no poder seguir sus instintos.

Fruncí el ceño. ¿Era cierto? ¿Era eso lo que estaba pasando? Ni siquiera me había planteado que esto pudiera estar motivado por las hormonas. ¿Qué demonios se suponía que tenía que hacer si era así?

Miré a Jasper y a Emmett, pero ambos se encogieron de hombros, sin saber qué hacer. Mierda. Tenía que hablar con Bella.

~Home~

Me desplomé sobre la cama, gimiendo con fuerza. Demonios, estaba agotado. Tanya nos había puesto a trabajar en todos los muebles que había podido. Habíamos armado casi todo lo que había en aquel apartamento antes de dejarlo.

Bella se rio de mí mientras se arrodillaba en la cama, con la cara sobre la mía. —¿Todo bien?—, preguntó, con sus ojos marrones cálidos y divertidos. Solté una carcajada.

—No me importa lo que cueste, la próxima vez pagaré a otro para que lo haga—, me quejé. Bella soltó una risita y se inclinó para besarme la barbilla antes de incorporarse. La observé. No parecía haber estado llorando cuando salimos del dormitorio, así que supuse que Tanya no había podido acorralarla como había planeado.

—Bella, ¿puedo preguntarte algo?— Hice una pausa, mordiéndome el labio. ¿Realmente quería abrir la caja de Pandora? Carajo, tenía que hacerlo. —¿Qué te parece la habitación de Pip?

La cálida sonrisa en el rostro de Bella se esfumó, y al instante me odié por sacar el tema.

—No es nada—, dijo sacudiendo la cabeza. Me incorporé, gimiendo por el cansancio de mis músculos, y estiré la mano hacia ella.

—Nena, háblame.

Me miró y sus ojos se llenaron de lágrimas. Maldición.

—Es estúpido—, dijo débilmente.

Me moví para que mis piernas estuvieran a ambos lados de ella. No estaba en mi regazo, pero eso estaba bien, siempre y cuando estuviera lo suficientemente cerca como para abrazarla.

—Háblame, amor.

Ella resopló y miró al techo. Tenía lágrimas en las pestañas inferiores y sacudió la cabeza. —No puedo evitar sentir que estoy fallando.

Fruncí el ceño. —¿En qué sentido?

Bella me miró, con los ojos llenos de lágrimas. —Renée decoró mi cuarto infantil.

Parpadeé, sorprendido. —¿Lo hizo? — Nunca lo había mencionado. Bella asintió y respiró hondo.

—Fue casi lo único que hizo por mí, pero papá se aseguró de que supiera que lo había hecho por mí—. Se mordió el labio, con las lágrimas derramándose por sus mejillas. —Y sé que es una locura, y estoy loca ahora mismo, pero siento que si Renée pudo arreglárselas para decorar mi cuarto infantil, entonces yo debería ser capaz de hacer lo mismo por Pip, porque si ni siquiera puedo hacer lo mínimo de lo que hizo Renée, entonces ¿para qué voy a servir siendo madre?

Estaba casi hiperventilando y las lágrimas le corrían por las mejillas. Le tendí la mano y la acerqué a mí.

—Nena, para, respira—, le dije. Respiró entrecortadamente mientras se apoyaba en mi pecho. Me moví para que estuviera en una posición más cómoda, acunada contra mí. —Nena—, empecé, y luego me detuve. Mierda, ¿cómo iba a empezar a decir todo lo que estaba pensando? —Que no puedas pintar la habitación de Pip no te hace menos que Renée. Ella hizo lo que pudo, pero cariño, eso era todo lo que podía hacer. Tú no estás limitada a sus limitaciones—, le dije suavemente. —Ya me has demostrado a mí y a todos nuestros amigos y familiares que vas a ser una madre increíble. Nena, mira lo lejos que has llegado en sólo ocho meses. Toda tu vida ha cambiado, y has hecho un trabajo increíble para asegurarte de que todo esté listo para Pip—. Le froté la espalda, sacudiendo la cabeza. —Diablos, amor, me has enseñado sobre la paternidad, y Pip ni siquiera está aquí todavía.

Bella hipó contra mi pecho y suspiré. —Sé que es duro, cariño, pero Renée no debería ser tu estándar. Sólo porque no puedas coger un pincel o una brocha y pintar durante horas, no significa que nada de tu amor o trabajo duro haya ido a parar a esa habitación.

Bella se quedó callada durante un largo rato y yo le di un beso en la cabeza, frotándole suavemente la espalda. Al cabo de unos minutos, suspiró, se movió un poco entre mis brazos y me dio un beso en el pecho.

—Estoy loca—, dijo en voz baja. Negué con la cabeza.

—No, nena. No estás loca.

Se separó de mí, se incorporó y se secó los ojos. —Me siento culpable todo el puto tiempo. Como si no estuviera haciendo lo suficiente por Pip, o que empecé a hacer esta mierda demasiado tarde.

Sacudí la cabeza. —Cariño, estás haciendo todo esto exactamente en el momento adecuado. Necesitabas tiempo para procesar y llegar a estas conclusiones. Si hubieras intentado hacer algo de esto antes de estar preparada, no habría estado bien—. Extendí la mano y enjugué las lágrimas de sus mejillas. —No te das suficiente crédito—, susurré.

Exhaló un suave suspiro. —El otro día compré lana—, admitió. Fruncí el ceño, sorprendido.

—¿Qué?

Bella gimió y se bajó de la cama, dirigiéndose al armario. Volvió un minuto después con una caja de amazon y la dejó sobre la cama. Miré dentro. Había un montón de lana en distintos tonos de azul, verde y gris. Eran todos los colores de la habitación de Pip. Miré a Bella.

—¿Para qué es esto?

Bella miró la caja. —Quería hacerle a Pip una manta. Pensé que al menos podría aportar algo para la habitación del bebé.

Fruncí el ceño y volví a mirar la caja. —No sabía que supieras tejer.

Bella resopló. —No sé. No he trabajado con lana en toda mi puta vida.

La miré sorprendido y ella me miró a mí, un poco avergonzada. Sonreí.

—Entonces, ¿pensaste en empezar por hacerle una manta a Pip?

Bella resopló. —Te lo dije, estoy jodidamente loca.

Me reí y sacudí la cabeza. —Nena, me parece increíble que quieras intentar hacer esto por Pip—, dije sacudiendo la cabeza. —Aunque la manta no se termine, el amor que estás intentando verter en la vida de Pip ya es increíble. Pip va a ser el bebé más afortunado del mundo—, le dije. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

—Estoy tan cansada de no ser lo suficientemente buena en estas cosas de madre—, suspiró. Sacudí la cabeza y miré la caja.

—Bueno, si esta manta significa tanto para ti, ¿por qué no intentamos hacerla juntos?

Bella levantó la cabeza y me miró boquiabierta. —¿Sabes tejer?

Me reí y negué con la cabeza. —Mi abuela lo hace, y solía verla cuando iba a visitarla, pero no, nunca he tejido en mi vida—. Me encogí de hombros. —Pero bueno, ahora podemos aprender algo juntos.

Bella tiró la caja a un lado, chocando contra mí. Me reí mientras caíamos de espaldas contra la cama. —Te amo muchísimo—, susurró, dándome un beso caliente en la boca. Los instintos se apoderaron de mí y la rodeé con mis brazos. Amaba a Pip, pero echaba de menos cuando era más pequeño y no suponía una barrera entre nosotros.

—Yo también te amo, nena.

Se apartó y me acarició la nariz con la suya. Le sonreí y mis manos se colaron bajo su camiseta. —¿Deberíamos empezar a ver tutoriales de tejido?— le pregunté, mientras le acariciaba los costados. Casi rodó los ojos cuando rocé la parte exterior de sus pechos.

—A la mierda el tejido—, gruñó. Sonreí, la acerqué a mí y la besé con todas mis fuerzas. Sabía que, a medida que Bella avanzara en su embarazo, probablemente dejaríamos de tener relaciones sexuales, pero, por el momento, iba a aprovechar todas las oportunidades que me brindara.

~Home~

Jueves, 25 de abril

Malibú, California

37 semanas

—¡Santo cielo, Cullen!

Levanté la vista, sobresaltado al ver a Tanya sentada en el sofá. —Tanya, ¿qué estás haciendo aquí?

Sacudió la cabeza, con los ojos clavados en mi pecho. —La mejor pregunta es, ¿es así como andas siempre?

Miré hacia abajo. No llevaba camiseta, me la había quitado a mitad del entrenamiento, y el pantalón corto me colgaba de las caderas. Me sentí un poco cohibido y volví a mirar a Tanya. Seguía mirándome con aprecio.

—Estaba haciendo ejercicio—, dije señalando torpemente las escaleras. Tanya soltó una risita, moviéndose en el sofá.

—Sí, no me digas.

Sacudí la cabeza, soltando una carcajada. —¿Dónde está Bella?

Tanya se encogió de hombros. —Acabo de irrumpir y entrar—, dijo, recostándose en el sofá. Fruncí el ceño, pero justo entonces, Bella subió las escaleras, gruñendo.

—Mierda, odio estas escaleras—, gimió. Inmediatamente me acerqué, queriendo ofrecerle algún tipo de ayuda. Ella me apartó con una sonrisa cansada. Miró a Tanya y sonrió un poco. —Y sí, se pasea así. Todo el puto tiempo—, siseó, lanzándome una mirada. Fruncí el ceño. Tenía la impresión de que le gustaba que anduviera así. Eso era, por supuesto, cuando le resultaba más fácil moverse y su apetito sexual estaba en alza. Hacía tiempo que no teníamos sexo y, aunque echaba de menos a Bella, sabía que no debía mencionar nada, maldición. Las bolas azules no eran nada comparadas con las últimas semanas de embarazo.

Tanya sacudió la cabeza mientras Bella se acomodaba en el sofá. —Más vale que te cuides, B. Como siga así, vas a volver a quedarte preñada en un santiamén.

Bella le dio una palmada en el brazo y Tanya aulló de risa. —No me vengas con esas—, gruñó Bella. Sacudí la cabeza.

—¿Alguien quiere algo de la cocina?— pregunté, señalando mi destino original con el pulgar. Bella me miró.

—¿Té? — Asentí con la cabeza. Tanya pidió agua y yo me deslicé hasta la cocina. Bella dará a luz dentro de unos días. Estaba muy emocionado y a la vez absolutamente aterrorizado. Estaba listo para conocer a Pip, aunque sentía que no estaba ni cerca de estar preparado para ser padre.

Trabajé en la cocina, preparando una taza de té para Bella mientras me servía un vaso de agua. No me oponía a la idea de tener un par de hijos. Yo había sido hijo único y, aunque me había ido bien, sentía que me había perdido muchas cosas por no tener un hermano. Sin embargo, no me había atrevido a decírselo a Bella. Esa era una conversación que aún nos quedaba por delante, si es que alguna vez me atrevía a sacarla.

Por ahora, estaba más que feliz de centrar toda mi atención en Pip.

Junté el té y el agua para Bella y Tanya y se las llevé. Las dejé sobre la mesita y me incliné hacia Bella. —Voy a ducharme, luego vuelvo—, le dije besándola suavemente. Ella asintió.

—Tómate tu tiempo, tenemos que ponernos al día con los libros—, dijo mirando a Tanya. Tanya asintió. Sonreí y bajé las escaleras para meterme en la ducha. A pesar de la sugerencia de Bella, me duché rápidamente, no quería demorarme cuando sabía que las chicas me estaban esperando. Me vestí con unos vaqueros y una camiseta y volví a subir. Cuando llegué al salón, Tanya me miró.

—Qué oportuno—, dijo poniéndose de pie. Asentí y me senté en el sofá junto a Bella. Tanya cogió la gran cesta de lana que teníamos cerca del sofá y la dejó sobre la mesita. —Anoche vi un vídeo sobre un nuevo tipo de tejido—, dijo dándonos agujas a Bella y a mí. —Es avanzado, pero oye, aprendo rápido.

Resoplé. Bella y yo nos habíamos sentado a aprender a tejer y había sido un puto desastre. Había estado dispuesto a traer a mi abuela de 82 años para que nos enseñara, pero Bella había hablado con Alice, y Alice había podido dirigirnos a una amiga suya. Unas cuantas lecciones con ella, y habíamos averiguado lo suficiente de lo básico para hacer cuadrados.

Alice, siendo Alice, se lo había contado a todo nuestro grupo de amigos, y de repente, nuestros amigos se habían volcado en aprender a tejer. Nuestra manta de bebé se había convertido en un acontecimiento en el que todo el mundo participaba. Por suerte, sólo teníamos que hacer cuadrados y la amiga de Alice nos había prometido que nos ayudaría a unirlos.

Tanya cogió lana y nos lo dio a cada uno. A mí se me estaba dando mejor tejer, aunque algunas de mis hileras aún parecían un poco desiguales. Bella lo hacía mejor que yo, pero su capacidad de atención era escasa, lo que significaba que a menudo olvidaba en qué clase de puntada se suponía que estaba trabajando. Había tenido que deshacer varias filas por cada cuadrado que habíamos hecho.

—¿La tele?— pregunté. Bella y Tanya asintieron y cogí el mando a distancia de la mesita. Puse una repetición de Planeta Tierra que le encantaba a Bella y me volví a acomodar, dispuesto a tejer.

Si el año pasado me hubieran dicho que mi vida iba a consistir en tejer y ver documentales sobre la naturaleza en el sofá, no me lo habría creído ni por el infierno. Ahora, no podría ser de otra manera.

La habitación de Pip estaba terminada, sólo faltaba la manta de bebé que colgaría sobre la cuna. Habíamos comprado un moisés para nuestra habitación, y allí es donde Pip estaría los primeros meses, así que técnicamente teníamos más tiempo para terminar la habitación, pero el equipo había hecho un trabajo excepcional para tenerlo todo listo.

Si la manta del bebé hubiera dependido de Bella y de mí, apenas habría llegado a ninguna parte, pero la ayuda de nuestros amigos significaba que ya estaba terminada en casi dos tercios.

Nos sentamos, tejimos y vimos el programa en relativa paz. Tanya siempre estaba cuando estábamos en un grupo grande, y me había sorprendido la primera vez que la vi a solas con Bella. Era sorprendentemente paciente y tenía los pies en la tierra, y aunque seguía haciendo comentarios descarados y sexuales hacia mí, normalmente los minimizaba. Era fácil entender por qué Bella la quería tanto.

También me encantaba pasar tiempo con Jasper y Emmett. Habían venido la semana pasada a ver béisbol y a tejer. Jasper había aprendido rápido y lo había resuelto con bastante facilidad, pero había sido Emmett el más sorprendente. Se le daba muy bien tejer y había hecho el doble de cuadrados que Jasper y yo. Sabía que Emmett era bastante diestro y bueno con las manos -tenía que serlo para trabajar en lo que hacía-, pero había resultado que, de pequeño, solía tejer con su madre y sus hermanas.

Nuestros amigos estaban llenos de habilidades y talentos inesperados.

Además de la ayuda de nuestros amigos, mis padres habían contribuido con cuadrados. Mamá sabía tejer, porque la abuela le había enseñado, pero no había tejido desde que era niña. Ella y papá habían venido a casa y les habíamos enseñado a tejer, y ambos habían sido capaces de hacer un cuadrado para la manta. Bella había recibido ayer un paquete de Sue que incluía cuadrados tejidos por Sue y Charlie, así como cuadrados de Seth, Leah y Sam. Bella había estado llorando todo el día. Todos nuestros seres queridos se habían reunido para hacernos este increíble regalo y significaba muchísimo para los dos.

Sabía que, pasara lo que pasara, Pip iba a crecer en un mundo de amor incondicional y estaba muy agradecido por ello.

~Home~

(1) Los Rovers son vehículos de exploración espacial diseñados para moverse a través de la superficie de un planeta u otro objeto astronómico. Unos han sido utilizados para llevar tripulantes, y otros con autonomía absoluta o parcial.