Disclaimer: Sthephenie Meyer is the owner of Twilight and its characters, and this wonderful story was written by the talented fanficsR4nerds. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!
Descargo de responsabilidad: Sthephenie Meyer es la dueña de Crepúsculo y sus personajes, y esta maravillosa historia fue escrita por la talentosa fanficsR4nerds. Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!
Gracias a mi querida Larosadelasrosas por sacar tiempo de donde no tiene para ayudarme a que esta traducción sea coherente y a Sullyfunes01 por ser mi prelectora. Todos los errores son míos.
Epílogo: Edward
Martes, 24 de diciembre
Oxford, Inglaterra
—Cielo, ¿sabes algo de Bella?
Miré a mamá, negando con la cabeza. —No, no desde hace unas horas—, dije mirando a Pip. Balbuceaba y se metía el osito en la boca. Sonreí a mi pequeña y la tomé en brazos. Soltó una risita, contoneándose en mis brazos hasta que pudo mirarme. Me cogió del pelo y yo me reí entre dientes, besándole las mejillas regordetas. Era jodidamente perfecta. —¿Estás lista para ver a mamá?— le pregunté, acunándola contra mi pecho. Me dedicó una sonrisa pegajosa, aunque estaba seguro de que no me entendía. Yo le devolví la sonrisa y ella soltó un gritito, enderezando las piernas mientras intentaba empujarse de un suelo que no tenía debajo. Hacía unas semanas que había aprendido a gatear y últimamente nos costaba mucho mantenerla en un mismo sitio.
Mi teléfono sonó y moví a Pip entre mis brazos, intentando sacarlo del bolsillo.
Mamá me tendió los brazos y le di a Pip. —Ven, querida Pippa—, dijo mamá abrazándola suavemente. —Vamos a ver a la tía Elizabeth—, me ofreció. Le sonreí agradecido mientras sacaba el móvil del bolsillo. Bella había estado fuera toda la semana, y aunque había tenido que hacer viajes de negocios y se había tomado tiempo para irse antes, la echaba muchísimo de menos.
Miré el teléfono, decepcionado al ver que era un correo electrónico de Jane. No entendía por qué estaba trabajando en el día de Nochebuena. Sabía que se había ido a Michigan a visitar a su familia. Aunque, por lo que había dicho de su familia, no parecía que disfrutara demasiado tiempo con ellos.
Me metí el teléfono en el bolsillo e ignoré el correo electrónico. Lo miraría más tarde.
Llevábamos unas semanas en Oxford. Habíamos llegado a Inglaterra a principios de diciembre y nos habíamos alojado con mis padres en casa de mi abuela, a las afueras de la universidad. Al principio habíamos estado todos juntos, pero Bella había tenido que ir a Londres y luego a París durante una semana por motivos de trabajo. Yo había jugado con la idea de acompañarla, pero sabía que a Bella le rejuvenecía viajar sola, sobre todo ahora que siempre llevaba a Pip de un lado para otro.
Bella se había adaptado a la maternidad exactamente como yo sabía que lo haría. Era increíble con Pip, y Pip adoraba absolutamente a su madre. Bella era muy cariñosa y paciente y ha sido absolutamente increíble con nuestra hija. Cada vez me resultaba más difícil no soltarlo y rogarle a Bella que se casara conmigo. No es que pensara que casarnos cambiaría mucho nuestra vida. Éramos una familia y nada cambiaría eso.
—¿Edward?
Miré a mi primo Liam y lo saludé con la cabeza. Me ofreció una copa y la acepté agradecido.
—Gracias—, le dije dando un sorbo a la cerveza. Asintió con la cabeza.
—La cena empieza dentro de diez minutos—, dijo, indicándome la cocina. Mi tía Elizabeth y sus dos hijos, Maggie y Liam, habían venido a casa de mis abuelos para la cena de Navidad. Mi abuelo había fallecido cuando yo era adolescente, pero mi abuela Mary seguía viviendo en la casa familiar de Oxford. Todos habíamos ido a su casa en Nochebuena.
—¿Cómo has estado? — pregunté, mirando a Liam. Hacía años que no lo veía, aunque de vez en cuando nos enviábamos mensajes en el chat familiar que mantenía Maggie. Liam asintió con la cabeza, mirándome.
—Bien. Muy bien. Siobhan y yo nos vamos a vivir juntos el mes que viene—, hizo una pausa y miró hacia la puerta de la cocina. —Pero será mejor que no se lo digas a la abuela—, dijo poniendo los ojos en blanco. Resoplé. La abuela Mary era muy conservadora. Me había puesto nervioso contarle que Bella y yo no estábamos casados, aunque teníamos a Pip, pero para mi inmenso alivio, el encanto combinado de Pip y Bella había bastado para calmar las quejas de la abuela. No había mencionado nada sobre el matrimonio delante de Bella desde nuestra primera discusión.
—Creo que Bella y yo podríamos haberte allanado el camino—, señalé. Él resopló.
—No, no es probable—, miró hacia la puerta de la cocina. —La abuela espera algo fuera de lo normal de tu parte porque eres de Hollywood. Me dijo que cuando me hiciera famoso, también podría hacer las cosas a mi aire—. Puso los ojos en blanco y yo me reí, sacudiendo la cabeza.
—Lo siento, primo.
Liam sonrió. Era un año mayor que yo, y cuando éramos niños, aunque no nos veíamos a menudo, habíamos sido muy buenos amigos. Era agradable poder pasar algo de tiempo con él de nuevo.
—Está bien. De todas formas, tengo toda la intención de pedirle a Siobhan que se case conmigo en las próximas semanas—. Se encogió de hombros y sonreí. Ojalá pudiera decir lo mismo de Bella. —Además, Pippa es tan linda que tiene a la abuela bastante distraída—. Me miró. —¿Hay alguna posibilidad de que se queden unos meses más?
Me reí y negué con la cabeza. —Estaremos por aquí, pero en febrero empiezo a rodar en Gales. Estaremos allí unos meses, pero no sé con qué frecuencia podremos venir en ese tiempo.
Suspiró dramáticamente y yo me reí entre dientes. —No pasa nada. Yo me encargo de la abuela—, dijo sacudiendo la cabeza. —¿Qué estás filmando?
Le hablé del trabajo y de la película que tenía pendiente. Estaba muy emocionado. Me iba a exigir mucho, tanto mental como emocionalmente, pero me encantaba el reto.
Tía Elizabeth asomó la cabeza por el salón donde estábamos e hizo un gesto para que pasáramos a la cocina. —La cena está lista. ¿Llegó Bella?
Negué con la cabeza, con el corazón un poco decaído por el recordatorio.
—No, todavía no.
Tía Elizabeth asintió y nos indicó que la siguiéramos hasta el comedor.
La abuela estaba sentada en la cabecera de la mesa y mi tío Collin en el otro extremo. Mamá y papá ya estaban sentados, mamá intentando colocar a Pip en su sillita. Mi hija se quejaba por tener que sentarse ahí y yo me acerqué, alzándola suavemente. —Yo me encargo—, le dije a mamá.
Pip me balbuceó unas palabras, tirándome de nuevo del pelo y sonreí, besando su mejilla pegajosa. Tomé asiento junto a Maggie mientras Liam se sentaba al otro lado de la mesa, junto a Siobhan. Había un asiento vacío en la mesa para Bella, y deseé que ya estuviera aquí. La echaba muchísimo de menos.
La abuela hizo que mi tío diera las gracias antes de que pudiéramos empezar a comer, y todos esperamos hasta que estuvo lista para servirnos.
Saqué un par de cosas del plato e inmediatamente Pip las alcanzó.
—Espera, cariño. Tengo que cortártelo—, susurré, intentando evitar que Pip arrancara el plato de la mesa. Volvió a alargar la mano y rompí la punta de una zanahoria cocida, ofreciéndosela. La cogió y se la metió en la boca con alegría. Le sonreí y le besé la parte superior de la cabeza.
Me concentré sobre todo en Pip, comiendo cuando podía mientras todos a mi alrededor hablaban. Era agradable, pero sin Bella allí, mi mente seguía distrayéndose de la mesa. Mi familia no estaba completa, todavía no.
—Te he oído decirle a la abuela que vas a trabajar en Cardiff dentro de unos meses—, dijo Maggie, dándome un codazo con el brazo. La miré y asentí. Comprobando que Pip estaba totalmente entretenida con otro pedazo de zanahoria blanda, me volví hacia mi prima.
—Así es. Estaremos allá unos dos meses—, le dije. Maggie asintió.
—Quizá pueda ir a visitarlos algún día—, miró a Pip. —Ya sabes, podría hacer de niñera, o algo así.
Fruncí un poco el ceño. Maggie tenía veintiún años y estudiaba en Dublín. También sabía que teníamos una niñera a tiempo completo. No podía imaginarme por qué querría venir a Cardiff a hacer de niñera.
—Nos encantaría verte por allá—, le dije, tratando de imaginar por qué querría venir. Asintió.
—Entonces... ¿quién más estará en esa película?
Intenté ocultar mi sonrisa, por fin lo entendía. Probablemente había un actor que le gustaba que estaba en el reparto conmigo. Me incliné hacia ella, asegurándome de que Pip estuviera en equilibrio sobre mi regazo mientras susurraba: —Mags, dime a quién quieres conocer y te lo presentaré.
Se sonrojó, pero sonrió, parecía complacida. —Eres una conexión familiar mucho mejor que Liam—, dijo al cabo de un momento. Me reí. Liam era ingeniero, y uno muy bueno. Definitivamente, no era nada de qué burlarse.
Se oyó un ruido suave y Pip empezó a rebotar en mi regazo. Bajé la mirada hacia ella, sobresaltado, pero vi que estaba mirando hacia la puerta, y me volví para ver a Bella quitándose la bufanda. —Hola, siento mucho llegar tarde—, dijo entrando en la habitación. Todo mi cuerpo se relajó al verla. Mierda, la había extrañado mucho.
—Mmm—, tarareó Pip. Bella estaba convencida de que intentaba decir mamá, aunque sabíamos que aún era demasiado pronto para que formara palabras. Bella se acercó a la mesa y saludó a todos con una sonrisa radiante. Tenía las mejillas enrojecidas por el frío cuando se sentó a mi lado. Inmediatamente Pip se acercó a ella y Bella la tomó en sus brazos.
—Hola, Pip—, canturreó Bella, acariciando sus mejillas. Pip rebotó en su regazo, claramente contenta. Bella me miró, radiante. Sonreí y le tendí la mano. Tenía las manos frías, pero no me importaba. Solo necesitaba tocarla, demonios, y como sabía que la abuela probablemente pondría límites a besarse en la mesa, esto bastaría por ahora.
—Volviste—, dije respirando mejor. Bella sonrió y me apretó los dedos.
—Retrasaron el tren por culpa de la nieve—, explicó. Pip rebotó con más fuerza en su regazo y Bella se rio, dirigiendo su atención a nuestra hija. —¿Qué estás comiendo, cariño?—, preguntó mirando a la mesa. Le pasé mi plato y Bella asintió, cogiendo otra rodajita de zanahoria y ofreciéndosela a Pip.
—¿Qué tal el viaje, cielo?— preguntó mamá. Bella la miró.
—Muy productivo. Pude reunirme con el equipo y hacer un montón de investigación—, negó con la cabeza, sonriendo. Mamá sonrió.
—Estoy impaciente por saber más.
Bella asintió, acomodando a Pip en su regazo. —Yo la cargo—, le ofrecí. Bella me miró.
—No cariño, come. Yo le daré de comer—, dijo sonriéndole a Pip. La pequeña tiró de su largo pelo.
Aunque todavía no podía estar a solas con ella, sentí como si me hubiera quitado un peso inmenso de encima. Bella había vuelto.
Me serví más comida, comiendo deprisa para poder encargarme de Pip y dejar que Bella comiera. Técnicamente podíamos poner a Pip en su sillita, pero me di cuenta de que Bella quería pasar tiempo con ella en brazos.
—Maggie me estaba diciendo que piensa ir a visitarnos a Cardiff—, le dije a Bella, dándole un buen bocado a la costilla. Carajo, qué rica estaba. Bella miró sorprendida a Maggie.
—Eso sería genial—, dijo Bella asintiendo. Maggie sonrió, mirándome un poco antes de volver a centrarse en Bella. —Me encantaría pasar más tiempo contigo—, le dijo Bella. Maggie sonrió, parecía contenta.
—A mí también—, dijo dando un sorbo a su bebida. Bella sonrió mientras Pip empezaba a subir por ella. Bella resituó a nuestra hija, mojó el dedo en el puré de patatas y se lo ofreció a Pip. Ella chupó feliz el dedo de Bella.
Seguí comiendo mientras Siobhan, mamá y Bella entablaban conversación sobre el libro de Bella. Hoy había salido a la venta en Estados Unidos y, aunque Bella no había asistido a los actos de presentación, había grabado algunos eventos promocionales con Tanya para las redes sociales. Le había preguntado a Bella si quería volver a Estados Unidos para ocuparse de la promoción, pero lo había hecho desde aquí. Me alegré. No iba a pasar las primeras Navidades de Pip sin Bella y, aunque apoyaba plenamente la carrera de Bella, me habría decepcionado tener que pasar Navidad en casa sin nuestra familia.
Terminé de comer y alcé a Pip para que Bella pudiera comer. Me di cuenta de que Pip había echado de menos a Bella porque no paraba de intentar arrastrarse fuera de mi regazo para volver con ella. —Espera, nena—, me reí entre dientes y volví a coger a Pip. —Mamá tiene que comer—, dije suavemente. Pip emitió un sonido de frustración mientras intentaba de nuevo llegar hasta Bella. Bella sonrió, masticando su bocado.
—Probablemente necesita mamar—, dijo Bella con suavidad. Asentí, comprendiendo. Bella cogió a Pip en brazos y se levantó de la mesa. En casa, ella amamantaba a Pip en cualquier lugar que fuera conveniente. Intenté insistir en que no le debería importar hacer lo mismo aquí, pero Bella sospechaba que podría ser demasiado para la abuela estar con una teta al aire en la mesa. Probablemente Bella tenía razón, pero odiaba que sintiera que tenía que levantarse y marcharse para dar de comer a nuestra hija.
Bella llevó a Pip al salón y yo suspiré. Papá soltó una risita. —Ve con ella—, dijo señalando con la cabeza hacia la puerta por la que Bella había desaparecido. Lo miré. Ya había terminado de cenar y todos los demás estaban bastante enfrascados en una conversación. Asentí, excusándome para seguir a Bella.
Estaba sentada en el salón, Pip acostada de lado, jugando con un mechón de pelo de Bella mientras la amamantaba. Sonreí. No importaba cuántas veces Bella amamantara a Pip, nunca me cansaba de verlas así. Bella y Pip tenían un vínculo mucho más profundo de lo que nadie podría imaginar. Al principio me había sentido un poco celoso al ver lo profundamente unidas que estaban, pero eso se había desvanecido rápidamente. Ahora, simplemente me quitaba el aliento verlas.
—Ey—, dije suavemente. Bella me miró, sonriendo.
—Ey, cariño.
Me acomodé en el sofá junto a ella y los pequeños pies de Pip pataleaban a mi lado. Sonreí a mi luchadora hija. —Te hemos echado de menos—, dije suavemente, rodeando con un brazo los hombros de Bella, que se apoyó en mi costado y Pip emitió un pequeño sonido de protesta cuando Bella se movió.
—Yo también te he echado de menos—, dijo en voz baja. Miró a Pip. —Sé que a veces tendré que ausentarme. Por trabajo o por lo que sea—, hizo una pausa, sacudiendo la cabeza. —Una semana me pareció demasiado tiempo—, dijo mirándome. Asentí con la cabeza, completamente comprensivo.
—Ya se nos ocurrirá algo—, le prometí. No podíamos pasar todos los momentos juntos, y creo que en realidad ninguno de los dos quería, pero ninguno de los dos podía negar que era difícil estar separados como habíamos estado esta semana.
Bella volvió a suspirar y me acurrucó la cabeza en el cuello.
—Te amo—, susurró. Sonreí y le besé la frente.
—Yo también te amo, nena.
Podía sentir que Bella empezaba a adormecerse, y en su pecho, los ojos de Pip también se volvieron pesados. Sonreí a mis chicas. En casa, se quedaban dormidas dándole pecho todo el tiempo. Normalmente, podía dejarlas descansar, pero sabía que la familia no tardaría en salir al salón, así que me incorporé y aparté con cuidado a Pip del pecho de Bella. Pip protestó un poco, pero suspiró y cerró los ojos. Bella parpadeó y se cerró el sujetador antes de volver a abrocharse la camisa. Llevé a Pip al dormitorio donde habíamos estado durmiendo y la acomodé en la pequeña cuna que le habíamos comprado en Inglaterra. La dejé en su sitio y me aseguré de que el monitor estuviera encendido antes de volver al salón. Bella se apartaba el pelo de los ojos, parpadeando somnolienta. Sonreí y me senté a su lado en el sofá. Me miró, sonriente, mientras se giraba y se metía en mi regazo. Si no hubiéramos estado en el sofá de mi abuela, probablemente se habría sentado a horcajadas sobre mí, como le encantaba hacer. En lugar de eso, se inclinó hacia mí, me rodeó el cuello con los brazos y me besó profundamente. Mierda, sí que la he extrañado.
—Dios, te he echado de menos—, suspiró Bella, mientras sus labios se deslizaban por mi boca y mi barbilla hasta llegar a mi garganta. Gemí y la abracé con fuerza.
—Yo también te he echado de menos—murmuré, besándole la oreja. Se estremeció entre mis brazos y suspiré besándola bajo la mandíbula antes de aflojar los brazos. Se hundió un poco contra mí, se separó y apoyó la cabeza en mi hombro.
—¿Cómo han estado?—, preguntó, subiendo la mano y rascándome ligeramente el pecho. La miré.
—Estuvimos bien—, dije después de un momento. —Pip te echaba de menos, sobre todo a la hora de dormir—, dije frotándole suavemente la espalda. Ella suspiró. —No sé si Pip entiende lo de las videollamadas todavía—, dije sintiéndome ligeramente divertido. Bella soltó una risita.
—Dale tiempo. Los niños comprenden rápido—, suspiró. Asentí y le di un beso en la cabeza.
—¿Tienes hambre, nena? — pregunté al cabo de un minuto. Bella suspiró.
—Sí, debería terminar de comer mientras pueda—, dijo separándose de mí. Asentí y nos levantamos, dirigiéndonos al comedor. Todos seguían sentados alrededor de la mesa, aunque ya habían recogido la mayoría de los platos. El plato de Bella seguía allí, y parecía que alguien lo había cargado con más comida. Nos sentamos y coloqué el monitor a mi lado mientras Bella empezaba a comer.
—¿Se durmió Pippa?— preguntó mamá. La miré y asentí.
—Sí. Creo que volver a ver a Bella la agotó un poco—, dije sonriendo suavemente. Bella sonrió mientras se metía otro bocado en la boca. Mamá sonrió.
—Seguro que se emocionó mucho volver a verte.
Bella tragó su bocado y suspiró. —Yo también. Me alegro de volver a estar con mi familia—, dijo alargando la mano y rascándome suavemente el muslo. Mamá le sonrió. Nos sentamos alrededor de la mesa a charlar hasta que Bella terminó de cenar y, cuando terminamos, la abuela nos hizo pasar a todos a la sala de estar. Me senté en un sillón reclinable y Bella se subió a mi regazo, acurrucándose contra mi pecho mientras mis brazos la rodeaban. La abuela nos miró mientras nos acomodábamos, pero por suerte no parecía disgustada.
Nos sentamos a charlar un rato más antes de que la abuela decidiera irse a dormir. Poco después, tía Elizabeth y tío Collin también decidieron irse a casa. Viven a unos veinte minutos y se marcharon, prometiendo pasar por la mañana por los regalos de Navidad. Mamá y papá se despidieron cuando mis tíos se marcharon, dejándonos a Bella, Maggie, Liam, Siobhan y a mí sentados hablando. Cerca de las once, Liam, Siobhan y Maggie finalmente se marcharon, dejándonos a Bella y a mí sentados en la sala de estar. Empecé a moverme, pensando que Bella querría acostarse, pero se giró sobre mi regazo, sorprendiéndome. Se sentó a horcajadas sobre mis caderas, tomando mi cara entre sus manos y yo sonreí, acomodando mis manos alrededor de sus caderas.
—Ey—, susurré, sonriéndole suavemente. Ella me devolvió la sonrisa y me rozó los pómulos con los pulgares.
—Ey—, me susurró. La observé en silencio. Me di cuenta de que tenía algo en mente, pero parecía que iba a necesitar unos minutos para expresarlo. Sus ojos recorrieron cada centímetro de mi cara, el amor que sentía por mí brillaba en su mirada. Sentí que el corazón se me hinchaba al mirarla.
Finalmente, los ojos de Bella se encontraron con los míos, y el amor y la adoración que vi en sus hermosos ojos marrones me dejaron sin aliento. —Tengo algo que quiero enseñarte—, dijo con suavidad. Fruncí el ceño cuando se levantó de mi regazo y salió de la habitación. Volvió un minuto después, con un libro en las manos. Me senté con impaciencia.
Bella había ocultado la mayoría de los detalles de su libro, incluso a mí. Había leído algo y me moría de ganas por leer más, pero, por alguna razón, no había querido compartirlo hasta que se publicara. Al principio me había molestado; me había preocupado pensando que no quería compartir parte de sí misma conmigo, o que tal vez pensaba que yo no lo entendería de alguna manera. Habíamos hablado mucho de ello durante el último año y Bella por fin había conseguido que me diera cuenta de que no se trataba de mí. Se trataba de ella. Quería que el libro fuera una sorpresa, y no podía culparla por ello.
Volvió a acercarse a mí y se apoyó en mi hombro mientras se acomodaba en mi regazo. Mis manos volvieron a rodear sus caderas y la acomodaron en su sitio. Sonrió y me entregó el libro.
Era precioso. No sabía quién había hecho la portada, pero era una preciosa imagen de la silueta de Bella en un paisaje que parecía Escocia. Había un marcapáginas blando justo dentro de la cubierta y Bella alargó la mano para tocarlo. La miré con curiosidad mientras abría el libro.
Era la página de la dedicatoria y me quedé un momento mirando las palabras.
Para Edward,
Amarte ha sido la mayor aventura de todas.
La miré, con lágrimas en los ojos. Ella sonrió, me besó en la mejilla, me salpicó la nariz y finalmente me besó en los labios. —Te amo mucho—, susurró contra mi piel. Gemí y la besé más profundamente, echándola de menos de repente con un profundo dolor en el alma.
Bella se apartó, contoneándose un poco sobre mi polla repentinamente dura. Soltó una risita, me cogió la cara y me besó castamente.
—Cariño, ni siquiera puedo decirte lo que esto significa para mí — dije en voz baja, sosteniendo su libro. Ella sonrió.
—Bien. Tal vez sientas una fracción de lo que significas para mí.
Solté una carcajada y sacudí ligeramente la cabeza. Me moría de ganas por leer su libro, de conocer el mundo desde su perspectiva un poco mejor, pero ahora mismo, mi deseo por ella pesaba más que todo lo demás.
—¿Alguna posibilidad de llevar a Pip a la habitación de mis padres?— pregunté en voz baja. Bella sonrió y me besó suavemente el labio inferior.
—Esme se la llevó cuando Carlisle y ella se fueron a la cama—, explicó. Gracias a Dios. Amaba a Pip más que a la vida misma, pero me habría sentido enormemente frustrado si se hubiera interpuesto en el tiempo que necesitaba pasar envuelto en Bella y a su alrededor.
Moví a Bella, dispuesto a levantarla del sofá y llevarla a nuestra habitación, cuando me detuvo.
—Espera, cariño. Hay algo más—, dijo suavemente. Fruncí el ceño. ¿Qué más podía haber? Seguía retorciéndose en mi regazo y sabía que me necesitaba tanto como yo a ella.
—¿Qué pasa, nena?
Bella me miró, y sus ojos volvieron a ser suaves, cálidos y tiernos. Sentí que mi cuerpo se relajaba un poco, que la urgencia desaparecía al volver a sumergirme en su mirada. Se lamió los labios y una pequeña sonrisa ansiosa apareció en su rostro. —¿Quieres casarte conmigo?
Mi mundo se detuvo, mi respiración se volvió superficial mientras la miraba fijamente, completamente aturdido. —¿Qué? balbuceé.
Bella se movió sobre mi regazo, metiendo la mano en el bolsillo de sus vaqueros. Sacó un fino anillo de oro que me dejó boquiabierto. Lo levantó y pude ver tres piedras, una morada, una verde y una azul, engarzadas en la banda. Eran nuestras piedras de nacimiento, la de Bella, la de Pip y la mía. Volví a mirarla, con los ojos empañados por las lágrimas. —Te amo mucho, Edward —dijo en voz baja. —El último año y medio ha sido el más loco y maravilloso de mi vida. Cada momento contigo ha sido mucho más de lo que jamás me hubiera atrevido a esperar. Quiero que seamos una familia en todos los sentidos posibles—, respiró un poco y volvió a levantar el anillo. —¿Quieres casarte conmigo?
Las lágrimas me quemaban los ojos mientras le tendía la mano. —Sí, Bella, claro que me casaré contigo—, susurré, dándole un beso en los labios. Me rodeó el cuello con los brazos y apretó su cuerpo contra el mío. Me aparté un poco y le acaricié la cara. —¿Estás segura? Nena, soy feliz contigo en mi vida, de cualquier manera.
Bella asintió, besándome dulcemente. —Quiero ser tu esposa, Edward. Quiero estar para siempre contigo, en todos los sentidos—. Sus dedos se hundieron en mi pelo y suspiró. —Quiero que nuestra hija sepa que el amor verdadero existe, y que el matrimonio y el compromiso no son cosas que haya que temer o evitar—. Bella sonrió un poco y me besó la comisura de los labios. —Quiero que sepa que nos amamos, pase lo que pase. Incondicionalmente.
Sonreí, tragando más allá del nudo en la garganta. —Te amo mucho, Bella.
Sonrió y volvió a besarme en la comisura de los labios, apartándose para ofrecerme el anillo. Lo miré, sonriendo. Era sencillo, y las gemas brillaban maravillosamente a la tenue luz de las velas de la habitación.
—Sé que no es tradicional que una mujer se declare, pero da igual—, resopló. —¿Te lo pondrás?
Sonreí, moviendo las manos para que pudiera colocar el anillo en mi mano izquierda. —Sí, cariño. Por supuesto que lo haré. No me importa lo que sea tradicional, Bella. Esto es lo correcto para nosotros, y te amo mucho.
Sonrió y me colocó el anillo en el dedo de modo que las gemas quedaran en posición vertical. Las miré fijamente. Había colocado mi piedra de nacimiento púrpura entre su zafiro y la esmeralda de Pip. Estaba rodeada de ellas, como en la vida, y no me gustaría que fuera de otro modo. Volví a mirar a Bella. Su rostro resplandecía de calidez y sonreí, acercándola más a mí.
Dieciséis meses atrás, esta mujer salvaje, hermosa e imposible había entrado en mi vida y la había puesto patas arriba por completo. Bella había cambiado muchas cosas en mí y en mi forma de ver el mundo, y juntos habíamos trabajado duro para construir una familia y una vida juntos. Nunca supe lo que me estaba perdiendo hasta que encontré mi hogar en Bella. Ella era todo, mi todo, y ahora sería mi esposa.
Sabía que nuestras vidas no podían ser perfectas, que tendríamos más pruebas y dificultades que superar, pero una cosa que sabía con certeza es que las afrontaríamos de frente, juntos.
¿Preparados para decirle adiós a esta pareja y su hermosa familia? Nos leemos mañana en un outtake para darle un vistazo al futuro de estos dos.
