Ella se fue sin haber dejado un mensaje o una nota escrita. Tampoco respondió a su celular y Saitama no pudo recordar el número de alguno de los integrantes de su grupo. Al salir de casa, se encuentra con Genos quien lo espera para acompañarlo en su cacería de descuentos.

—¿Fubuki? Ah, sí, la vi salir hoy temprano en la mañana. Fue justo después del amanecer, no creo que me haya visto. —Menciona él.

Saitama resopla con molestia y sigue su camino a comprar provisiones para el desayuno.

Genos lo mira de reojo, atento y serio. Él alza una ceja. —¿…Entonces Fubuki pasó la noche con usted?

—Es… —Saitama recuerda la noche anterior y comienza a sentir la pesadez que trae consigo la culpa de haber hecho llorar a Fubuki. —Sí, pero es complicado. No podía dejar que se fuera a casa sola en su estado, bebió mucho.

—¿Pelearon?

Saitama asiente. —Algo así…

—Si hay algo en lo que pueda ayudarle, sólo tiene que decírmelo y lo apoyaré lo mejor que pueda. —Dice de pronto Genos. Tan complaciente con su maestro como siempre.

Saitama pasea sus ojos entre los productos de la tienda, tomando algunos para su canasto y jugando con otros buscando distraerse. —En realidad, no creo que haga falta.

Es obvio, Genos nunca podría entender su dilema entre emociones y fuerza. Aunque es joven, es un cyborg y es su discípulo. Saitama no puede imaginarse pidiéndole esa clase de consejos a alguien más joven que él, mucho menos a alguien que ni siquiera tiene un cuerpo humano y por supuesto que nunca a alguien que sería capaz de ir a buscar pelea con Fubuki por cualquier mínima razón.

Ambos llegan a la caja y mientras el cajero cuenta su dinero, Saitama enfoca su vista en los paquetes de condones por detrás. Él nunca ha tenido uno y probablemente nunca tendrá que hacerlo.

Eso es bueno, ¿no? Así podrá ahorrarse ese gasto de por vida, ¿verdad?

El camino a casa es mucho más ameno. Saitama deja las cosas en su cocina y las guarda. Genos lo acompaña en el desayuno antes de despedirse para su próxima misión como clase S. Como no tiene nada que hacer y nadie más ideal para acudir, Saitama decide ir a ver a King.

—Viejo, tú… umh… —Saitama no se atreve a preguntar de forma directa, es más incómodo de lo que creyó.

King lo escucha atentamente sin despegar su vista de la pantalla y sus dedos del control.

—¿Tú…?—Saitama traga saliva e ignora el sudor que cae por su frente. —¿…sabes cómo es… acostarte con alguien?

King pone en pausa el juego de inmediato y mira a Saitama con incredulidad. —¿Qué?

Saitama deja el control junto a sus pies y limpia el sudor de sus manos, bajando la vista y tragando en seco. —Ya sabes… Mnh, ¿cómo era? ¿Estar… estar con una mujer y eso…? ¿Lo sabes o no?

Ambos se mantienen en silencio, King comienza a ponerse nervioso. —¿Me lo estás preguntando en serio?

Saitama asiente con firmeza. —Lo que pasa es que creo que Fubuki pod-

—Viejo, ¿por qué tienes que preguntarme esto a mí? —Le cortó King, volviendo a continuar la partida. —Pregúntale a alguien que esté casado, estoy seguro de que debes conocer a alguien.

—Pero tú eres joven también, quiero decir, eres mayor que yo pero… no sé, ¿cómo se supone que sepa cómo se hace?

King traga saliva y su rostro se contrae en incomodidad. Saitama maldice que ni siquiera con este nivel de distracción pueda ser capaz de vencerlo en un simple videojuego.

—No es como si te hablara por experiencia propia… Pero creo que está claro que esto es algo mayormente instintivo. Sólo deberías dejarte llevar, la primera vez siempre es terrible… —Entonces la voz de King se vuelve un susurro. —…o eso dicen.

—¿Instintivo? —Saitama reconoce la palabra pero no la comprende del todo.

¿Qué involucra el instinto? ¿Está relacionado con la percepción y los sentidos? Si es así, Saitama ha perdido muchos de ellos. Desde su sentido de la orientación, hasta el del peligro e incluso, algunas veces, el de la lógica misma. Hay muchas cosas que ya no le importan, hay otras que le importan más de lo que deberían. ¿Cómo saber la diferencia? ¿Cómo evitar confundir la fuerza de un ligero golpe con la de una fuerte caricia?

—Mira, si tantas dudas tienes, ve videos o algo. Incluso hay revistas o comics sobre eso… algo debería serte útil.

Pero Saitama no está seguro de qué tan confiable sea recabar información de ahí. La vida muy rara vez es como en la televisión o en los mangas, mucho menos como en los videojuegos. King y Saitama son la prueba de eso.

Por otro lado, Fubuki no le había llamado ni respondido sus mensajes en todo el día. Saitama no había insistido más tampoco, está seguro de que ella debe encontrarse aún demasiado molesta para dirigirle la palabra.

Al final, Saitama regresa de casa de King con la misma intranquilidad del día anterior.

Aún no es tan tarde, pero parece que ya es de noche. El cielo luce mucho más oscuro de lo normal, como si una fuerte tormenta se avecinara. Es gris y negro, es lúgubre.

El aire es frío, por eso no se ve sorprendido de ver a Fubuki con su grueso abrigo blanco y su largo vestido oscuro. Pero hallarla esperando frente a su puerta es algo que no se imaginó encontrar apenas llegar.

Saitama se detiene frente a ella y Fubuki se mantiene quieta, distante, abrazándose a sí misma con su abrigo. Ella lo mira antes de bajar su vista a sus pies, no dice nada. Saitama la mira también y de pronto el silencio lo ahoga. Así que se apresura a buscar sus llaves para entrar dejando la puerta abierta tras de sí. Él sabe que Fubuki lo sigue por detrás cuando escucha la puerta cerrarse con lentitud y sus botas de tacón ser dejadas en la entrada junto a sus botas rojas de héroe. Él ya sabe que Fubuki no necesita permiso para entrar a su espacio, ella lo hará de todas formas porque quiere y porque puede.

El rostro de Fubuki es sereno, sombrío como el cielo. Sus labios brillan, pero ya no lo buscan. Podría estar molesta, pero no furiosa; podría parecer estar triste, pero al menos no está llorando.

—Qu… —Saitama se aclara su garganta, rascando su nuca con incomodidad y mirando de reojo, con cautela, los movimientos lentos de Fubuki quien no le dirige la mirada. —¿Quieres algo de té? —Pregunta él en voz baja.

Fubuki se limita a encararlo por un instante sólo para asentir en voz baja, luego se dirige a la pequeña mesa y espera sentada mientras Saitama pone a calentar el agua.

Saitama estaba seguro de que lo primero que escucharía de Fubuki sería una reprimenda, un fuerte regaño y muchos gritos; pero todo lo que obtiene es un silencio pesado y un conjunto de pausas que sólo sirve para incrementar esa constante incertidumbre sobre el futuro de su relación, la culpabilidad inmensa y el miedo a lo desconocido; lo cual es muchísimo peor.

Las pequeñas manos de Fubuki toman el té y sus labios se pegan al vaso para beber, Saitama la ve y traga en seco, verla tan callada le es demasiado extraño, casi terrorífico. Seguro que cuando hable será para terminarlo, seguro esto es lo que todos llaman "la calma antes de la tormenta", ella es una ventisca, es Fubuki, es histérica hasta cierto punto y podría buscar atacarlo sin previo aviso incluso si eso no serviría de nada en Saitama, pero podría ser suficiente para apagar un poco la enorme furia que guarda dentro de ella.

Es obvio, ¿no? Tan sólo la noche anterior ella estaba llorando y gritando, aunque no estaba del todo cuerda, hoy que sí lo está debería ser peor, ¿no? Hasta podría ser que ella haya deci-

—Lo siento. —Suelta de pronto Fubuki consiguiendo frenar en seco el tren de pensamientos pesimistas de Saitama.

Saitama abre sus ojos y su boca, se mantiene expectante.

—Lo… lo siento, por lo de ayer. —Repite Fubuki con su mirada gacha y una mueca triste. Su respiración es lenta y profunda. —No debí ser tan terca, no fue tu culpa, fue la mía. Estoy llevando esto demasiado rápido y… lo siento, no sé en qué estaba pensando. Lamento mucho haberte incomodado de esa forma.

—Ah… —Saitama trata de recomponerse y lucir tranquilo, es extraño ver a Fubuki ser tan silenciosa, pero es todavía más extraño verla disculpándose. Pero no importa ahora, tal parece que todo ha quedado resuelto, ¿no? —Eso… de acuerdo, no pasa nada.

—No volverá a ocurrir. —Dice Fubuki mirándolo por fin a los ojos. Verdes. Sin cabida para la duda. —Lo prometo.

El cuerpo de Saitama se paraliza, sus hombros caen al escuchar eso y su corazón se estruja un poco.

No es como si a él le hubiera molestado eso. Es sólo que…

—Está bien. —Responde Saitama tratando de sonar lo más casual posible, como si la sensación de ligera decepción no supiera amarga en su garganta.

Esto está bien, ¿no?

Fubuki y él nunca podrían…

Ella de alguna forma intenta sonreírle y Saitama de alguna manera intenta relajar su rostro. Ambos están bien con esto. Ambos están de acuerdo. No pasa nada. Todo ha quedado resuelto.

Ambos eligen una película y Fubuki pasa otro par de horas junto a Saitama para verla juntos. El sonido de la televisión compite con el de la lluvia que cae fuera de la ventana y se hace cada vez más intenso, propio de una fuerte tormenta que podría apagar cualquier clase de fuego en la ciudad. Saitama decide cerrar el balcón y las cortinas cuando los truenos se vuelven más ruidosos y el viento más violento. El frío aviva las ganas de tomar algo caliente y Saitama pone a calentar el té sobrante.

—Parece que lloverá toda la noche. —Dice Fubuki asomándose entre las cortinas por el cristal de la puerta del balcón, la película ha terminado y las calles se inundan. Ella podría irse a casa incluso sin paraguas, pero no puede tomar el riesgo de que un rayo le caiga encima. —Me pregunto si Pestañas podrá conducir hasta aquí con esta oscuridad. El tráfico debe estar horrible.

—No hace falta que lo llames, podrías simplemente pasar la noche aquí. —Sugiere Saitama, captando la atención de Fubuki.

Ella lo mira. —Tengo trabajo pendiente por hacer.

—Podrás hacerlo mañana en la mañana, ahora es tarde.

—¿En verdad no tienes problemas con que pase aquí la noche?

—No es como si fuera la primera vez que lo haces.

El semblante de Fubuki se enseria y sus ojos regresan a la lluvia. Ella exhala y su cálido aliento mancha el cristal, compitiendo con el frío del viento que se impregna. Después de considerarlo por un rato, ella acepta.

.

El futón es pequeño, ambos lo saben, pero es el único que hay.

Saitama se pone su piyama en cuanto sale del baño y tiene que prestarle un cambio de ropa y una toalla a Fubuki, la camisa le queda justa y el pantalón deportivo le queda un poco suelto, pero es lo que hay.

Saitama apaga las luces y se recuesta junto a ella, dejando un estrecho espacio entre ambos, lo más que puede, lo único que se permite en el futón individual. Fubuki, por su parte, le da la espalda y respeta su distancia prudente removiendo su cuerpo lo más cercano posible a la orilla, casi dejando sus brazos caer sobre el helado suelo.

Saitama traga saliva y mantiene su respiración, se siente incómodo, pero no de forma física, es el ambiente tenso de que no importa cuan bien haya sido el resultado de su discusión, ninguno parece estar feliz con eso.

Él trata de no moverse, de que el soltar el aire de su nariz no sea demasiado ruidoso, está tenso, rígido, teme romper algo con tan sólo mirar.

Ya ha roto el corazón de Fubuki, no sería justo hacer lo mismo con su cuerpo.

—Fubuki… —Le llama Saitama, su voz es un susurro tembloroso. Él espera que sea el frío el verdadero causante de eso.

Ella lo escucha y se remueve, girando su cuerpo y moviendo su cabeza. Sus cabellos se deslizan con lentitud sobre su mejilla y caen sobre la almohada. Sus ojos brillan bajo la luz de la luna, su boca está entreabierta. Ella permanece expectante en ese prolongado silencio, más paciente que nunca, como si tampoco tuviera sueño, como si en verdad fuera capaz de esperar toda la eternidad por él.

Los ojos de Saitama la enfrentan, cafés a verdes. —Perdón. —Dice él y Fubuki parece confundida.

Ella se gira por completo y de pronto su cuerpo es un espejo con el de Saitama. —¿Umh? ¿Por qué?

Saitama traga saliva y encorva su espalda, su rostro serio se suaviza. —Por… ¿todo?

Por no poder controlarse. Por ser demasiado fuerte. Porque su falta de experiencia lo hace sentir avergonzado ante una mujer como Fubuki. Porque no tiene idea de cómo actuar o reaccionar cuando las emociones se vuelven demasiado para digerir y el tiempo vuela y los sonidos desaparecen y todo lo que aspira y exhala es el perfume de ella. Porque seguir sus propios instintos carnales es algo tan peligroso y frágil que él simplemente no puede permitírselo.

—¿A qué te refieres con "todo"? —Pregunta Fubuki con voz suave, baja y sincera. Ella se mantiene serena aún bajo la duda, ella sí puede ser libre de sentir y puede mantener el control de sus emociones y de sus palabras. Ella siempre sabe lo que quiere.

—A... mgh… —Saitama busca algo en su mirada y Fubuki se deja observar, ella sigue esperando. —Por todo, incluido lo de ayer.

Fubuki parece avergonzarse al recordar pero se recompone al instante. Ella le sonríe y una de sus manos acaricia la mejilla de Saitama, aquella que es contorneada por los hilos de luz de los relámpagos que se cuelan entre las cortinas. Su mano es cálida.

—No pasa nada, está bien. Ya no me importa. —Dice ella.

Y a Saitama le gustaría que a ella sí le importara, sí se mantuviera insistente y voraz. Es de las pocas cosas que le queda para sentirse un poco vivo.

Entonces Saitama acerca su cuerpo y la toma por los hombros y la jala abrazándola, escondiendo la cabeza de ella en su cuello y forzándose a cerrar los ojos ante la enorme calidez que desprenden ambos cuerpos juntos. De pronto la distancia prudente que los separaba desaparece y deja una sensación como si eso hubiera sido del tamaño de un enorme abismo.

Ahora Saitama ha llenado ese hueco y ha encontrado sus corazones.

El cuerpo de Fubuki se tensa ante el repentino acto, pero cede y se relaja, correspondiendo su abrazo y juntando sus pies.

Saitama puede sentir la respiración de Fubuki sobre su cuello, sus dedos moviéndose tímidamente en su espalda y sus piernas juntarse. Él hace lo mejor que puede para mitigar el ardor que siente en su pecho, el fuerte palpite que está seguro que ella puede escuchar.

Hace frío, sus manos tiemblan.

Sin abrir sus ojos, el rostro de Saitama se desplaza desde la frente de Fubuki y comienza a bajar a su nivel. Fubuki percibe sus intenciones y ella también alza su rostro con lentitud, tentando, rozando sus frentes, chocando sus narices y mezclando sus respiraciones.

Saitama entonces toma la iniciativa y la besa. Primero sólo sus labios y después abre su boca, una mano la toma de la cintura y la otra por la espalda, extendiendo sus dedos para ampliar el toque.

Fubuki se paraliza ante la conmoción, pero consigue seguirle el ritmo con rapidez.

Está muy oscuro, hace frío y afuera la lluvia no se detiene.

Pero el corazón de Saitama está ardiendo.