Ella desliza sus manos de su espalda a su pecho, luego sube por su mentón hasta sus mejillas y ahí se queda sosteniendo su rostro. Saitama profundiza el beso mientras la presión de su agarre en el cuerpo de ella aumenta. La aprisiona y la acorrala, aunque él es el único que se siente atrapado ahí.
Los besos son lentos e intensos. Saitama la abraza más hacia sí y comienza a temer llegar a romper su columna, pero no puede detenerse. Cada vez es más difícil contenerse y más rápido caer en sus trampas.
Incluso si esto no se siente para nada como una trampa, o una puerta abierta o una luz verde. No cuando es él quien ejerce el movimiento y Fubuki quien lo empuja inútilmente para alejarlo.
Ella lo evita cortando el beso y agachando su cabeza, suspirando con rapidez mientras jala aire, como si no hubiera estado respirando durante el beso. Saitama también hace lo mismo y sus manos suben hasta encontrar las mejillas de Fubuki, entonces él hace que sus rostros vuelvan a encontrarse frente a frente.
—¿Qué sucede? —Pregunta él.
—Tú no quieres esto. —Responde ella en voz baja. —Prometí que no intentaría nada y eso es lo q-
Saitama vuelve a besarla. Esta es una de las ocasiones donde no quiere escucharla, tampoco quiere hablar. Sólo quiere que ella vuelva a ser tan insistente como antes, perseverante, entrometida, una invasora y creída, que pisoteé sus límites y lo arrastre a lo desconocido.
Pero Fubuki siempre es seria cuando se propone algo y esta no es la excepción.
Ella toma su rostro y lo retira, obligándolo a verla. Saitama responde tomando sus manos y obligándola a recostarse de espaldas mientras él se coloca encima de ella sujetándola de sus manos. Sus ojos se encuentran y el pecho de Fubuki sube y baja con rapidez, quizás conmocionada por el repentino cambio de posición, por verse a sí misma acorralada.
Ella tiene sus ojos muy abiertos y sus pupilas se mueven de un lado a otro sobre el rostro de Saitama, como buscando cualquier señal de duda o incertidumbre. Saitama la mira lo más serio que puede. No quiere ser rechazado, está disfrutando esto y no puede detenerse. Al menos no quiere que Fubuki lo repele y lo trate con esa indiferencia de no poder corresponderle, el rechazo sin explicación y los besos cortados sin amabilidad. Le lastima. Le hace preguntarse si ese es su karma, si Fubuki llegó a sentirse de esa forma. Él lo siente mucho y pide una oportunidad para corresponder.
Fubuki lo mira y aprieta sus labios, crea un debate dentro de sí misma.
Cuando parece haber captado el mensaje, ella vuelve a acercarse para besarlo de nuevo. Saitama la encuentra a medio camino y sus brazos la rodean, ella hace lo mismo y sus cabellos comienzan a mecerse. Los movimientos se hacen más veloces y más libres, sus corazones laten con mucha fuerza. No hay forma en la que puedan volver a dormir. El cuerpo de Saitama comienza a llenarse de algo que él interpreta como un incendio; veloz, fuerte, consumiendo todo a su paso, completamente imparable.
A Fubuki le toma un tiempo seguirle el ritmo a la misma intensidad, como si aún siguiera esperando que Saitama se retractara. Pero cuando eso no sucede, los besos se vuelven más profundos sus manos se aferran más a la piyama de Saitama.
Sus dientes chocan, Saitama comienza a sentir la lengua de Fubuki en su boca y eso lo hace estremecer. De pronto todo se vuelve muy rápido y agobiante.
Él se inclina más porque la sensación es adictiva y necesita disfrutar eso antes de que su mente se aclare y el temor regrese.
Pero también necesita mantenerse consciente de cuánta fuerza está usando. Son muchas cosas a la vez, de nuevo comienza a perder el control de todas ellas.
Pero Fubuki no lo nota. Ella intensifica la sensación subiendo sus piernas y aprisionando los muslos de Saitama con sus rodillas. Sus manos comienzan a acariciar debajo de la piyama y tocan sin pena la piel de su espalda. Esto hace que un gran escalofrío recorra la columna de Saitama, consiguiendo que la sangre corra por su cuerpo a toda velocidad. La sangre baja y algo en su cuerpo comienza a subir. Quema al tacto, de pronto la ropa comienza a estorbar.
Fubuki mueve sus caderas y consigue acercar más la parte baja de Saitama, haciendo presión en su entrepierna. Esto estimula a Saitama de una forma tan magnífica y angustiante, tanto que se siente entrar en pánico y de pronto no sólo el placer es demasiado, también la alerta en su cabeza. Todo está rojo. Aún no. No puede. No debe. Fubuki no sabe en lo que se está metiendo, pero él sí. Si no se detiene ahora, nunca podrá hacerlo.
Saitama corta el beso y su cuerpo es obligado a detenerse, enseguida esconde su rostro en el cuello de Fubuki y permanece ahí por un largo tiempo. Inmóvil. Agitado. Frustrado.
Su cuerpo se alza de nuevo ante la mirada aturdida de Fubuki, quien no tiene idea de qué está pasando.
—Ah… mhn. —Saitama hace lo mejor para recomponerse. Su frente suda. Sus brazos tiemblan. El pecho de Fubuki sube y baja.
Fubuki está totalmente atónita, paralizada por el repentino cambio. Otra vez. De nuevo lo mismo.
Saitama está seguro de que esta vez ella sí lo va a matar.
El miedo ha ganado de nuevo, el nerviosismo le impide moverse o decir una palabra. Todo parece perdido.
Entonces ella baja lentamente la mirada hacia la erección naciente de Saitama y es ahí cuando a él la vergüenza lo hace arder de una forma tan agobiante que no puede pensar en una mejor forma de huir de ella que casi gritar un torpe y rápido "¡B-buenas noches!" y lanzarse del otro lado del futón.
Ojalá eso hubiera funcionado, ojalá ella hubiera sido más conformista y más paciente, ojalá Fubuki dejara de ser Fubuki.
Saitama apenas toca el futón cuando Fubuki ya lo está sosteniendo de su hombro y, con la ayuda de sus poderes, lo azota boca arriba, obligándolo a mirarla. Él intenta escabullirse pero entonces Fubuki se coloca encima de él y sus manos se aferran a la camisa de su piyama, dejando caer todo el peso de su cuerpo encima. Saitama traga en seco y no le queda de otra mas que verla.
El rostro de ella es una mezcla perfecta entre frustración, furia y tristeza. Ella parece que está a punto de llorar, de explotar o de cometer un asesinato; Saitama no duda que ella sea capaz de hacer las tres a la vez.
—¡¿Es en serio?! —Grita ella. Sus ojos muy abiertos en un rostro pasmado. Su voz escupe rabia en un tono amenazante. —¿Primero me besas de esa forma y ahora esto otra vez? ¡¿Estás jugando conmigo?!
—Lo… lo siento. —Saitama no puede verla a los ojos, su voz se hace pequeña al hablar. Ella da miedo. —No puedo…
—¡¿QUÉ?!
Las manos de Fubuki se cierran en puños que estrujan la tela de la piyama de la camisa de Saitama, en cualquier momento podría arrancarla. Él mira esto y sostiene sus manos, abriendo sus dedos con lentitud y retirándola con suavidad. Entonces vuelve a mirarla a los ojos tratando de sonar lo más sincero y cauteloso que puede, suplicando comprensión. —Fubuki, no puedo. —Repite él.
Esto no la tranquiliza, su ceño se frunce. —¿Qué sucede?
—No es nada.
Los dientes de Fubuki se aprietan, sus ojos lo perforan. —Habla. —Ordena ella.
Saitama traga en seco y siente el sudor recorrer su frente. De pronto hace calor. Él no es capaz de responder con claridad, es pésimo explicando.
Fubuki arruga su nariz y su rostro se ensombrece. —Saitama… —Dice ella apurándole.
El rostro de Saitama se desvía hacia el balcón mientras su respiración se vuelve agitada. Pero los poderes de Fubuki toman su cabeza y lo obligan a encararla de nuevo. Él no debería ser así de cobarde, no puede serlo, es obvio que Fubuki nunca ha sido alguien misericordiosa.
Fubuki lo observa en silencio, ya no esperando una respuesta, sino buscando una por cuenta propia.
Ella lo mira, ladea su cabeza y enfoca sus ojos en cada gesto, movimiento o suspiro. Sus cabellos se mecen sobre su frente y sus mejilla, pero el resto de ella permanece imperturbable encima de él, sin minimizar ni un poco la presión que pone mientras se recarga en su cuerpo.
Finalmente, con voz neutra y un rostro estoico, ella se atreve a preguntar. —¿No me amas?
Los ojos de Saitama se abren ante la inesperada cuestión y su cabeza comienza a negar con firmeza al instante. —No es eso.
Pero los ojos de Fubuki no se suavizan ni un poco ante esa respuesta, son como estacas filosas que apuntan directamente a él.
Ella sigue insistiendo. —¿No te sientes atraído por mí? ¿No soy tu tipo?
—Ya te dije que no es nada de eso.
El rostro de Fubuki se acerca aún más hacia él, sus dedos se deslizan y su caliente respiración toca los labios de Saitama. Ella no deja de mirarlo, el verde es claro y casi hipnotizante. Saitama debe contener su aliento y recargar más su cabeza sobre la almohada para sentir que tiene un poco de espacio que evita que su cuerpo sea tragado por ella.
Está demasiado cerca.
Fubuki aumenta la presión de su propio peso y arrastra su trasero sobre el estómago de Saitama, apegando más sus muslos. Después, de forma parsimoniosa, se alza para sentarse y mirar a Saitama desde arriba, casi con desdén y prepotencia.
Ella no sonríe, está molesta.
Fubuki vuelve a hablar y su voz es una demanda, un reclamo y una exigencia caprichosa. —Entonces, ¿qué te detiene? ¿Es simplemente que no quieres hacerlo conmigo?
Saitama se muerde los labios y ahoga un lamento lleno de enfado. No puede dejar de mirarla. La sensación es demasiado adictiva.
Quiere hacerlo. Por supuesto que quiere, maldición.
Pero la angustia se fusiona con su sentido de responsabilidad y de culpabilidad; y la mezcla de todo eso es inminente, imperdonable e insoportable. Tan real. A flor de piel. Puede ver sangre, puede imaginarse los huesos quebrarse entre sus dedos, puede ver la muerte en cada caricia, paso a paso, atenta al mínimo error.
Es miedo lo que por fin logra reconocer Saitama.
—¿A qué le tienes miedo?
Pregunta de pronto Fubuki y Saitama se siente despabilar tratando de averiguar si ella siempre ha sido capaz de leer mentes o si él está siendo demasiado obvio o si se trata de que todo este tiempo ha subestimado las habilidades deductivas de ella.
—No sé… no sé cómo hacerlo. —Confiesa él en voz baja y apresurada, con la esperanza de que Fubuki no consiga escuchar su mensaje. Hace mucho que Saitama no se sentía tan avergonzado de admitir algo.
El rostro de Fubuki se baña de sorpresa repentina nuevamente. Ella alza una ceja y se mantiene mirando.
Saitama traga saliva, de repente se siente expuesto.
—¿No sabes hacer qué? —Pregunta ella con genuina duda.
Saitama siente su rostro arder. —Tú sabes a lo que me refiero.
Fubuki entrecierra sus ojos, luego mira hacia el techo y entonces sus cejas se alzan y su boca se abre. —Oh… —Ella vuelve a mirar a Saitama con una expresión mucho más relajada. Poco a poco y de forma inevitable, sus labios se curvan en una divertida sonrisa. Saitama suspira apenado y trata de esconder su rostro entre sus manos.
Entonces una risa ahogada suena y, al voltear, Saitama encuentra a Fubuki cubriéndose su boca mientras hace un esfuerzo por no reír, sus ojos están llorosos y no hacen nada más que mirarlo con diversión y, quizás, ternura.
—¡No te burles de mí!
—¡N-no es eso! —Dice ella negando con la cabeza, pero sin dejar de sonreír. Hay malicia y altanería en esa sonrisa. Quizás ella tenga experiencia en esto y eso la hace sentir con ventaja. Es molesto pero Saitama no puede hacer nada más que aceptar que está acorralado, ella es la que está un paso adelante esta vez. Fubuki se aclara la garganta y se acomoda sus cabellos elevando su mirada hacia el techo, luego vuelve a hablar. —Es que nunca esperé que tú te sintieras tan… que yo fuera la primera en… —Ella lo mira de reojo y su sonrisa se amplía. —¿Estás hablando en serio?
Saitama frunce su ceño. —Fubuki…
—¡Lo sé, lo sé, está bien! —Dice ella con mejor humor. Su cuerpo se remueve hacia atrás para abrir un espacio entre ella y él, luego toma las manos de Saitama y lo jala para hacerlo levantarse. Una vez que ambos están sentados frente a frente, Fubuki continúa. —Entonces, ¿no tienes idea de dónde comenzar?
Saitama la observa con la cabeza gacha y la espalda encorvada, traga saliva, aprieta sus dedos enredados con los de Fubuki. Sus manos son cálidas y suaves. Él finalmente niega con la cabeza.
—Sólo déjate guiar por el instinto, no te contengas.
—Instinto… —Repite Saitama en voz baja.
Saitama podría destruir el universo si se dejara guiar por el puro instinto, sin control o fronteras. Justo como los animales o los monstruos. Si Saitama se guiará por el puro instinto e hiciese lo que quisiera, ¿cuál sería la diferencia entre él y un monstruo?
Pero Fubuki le sonríe enternecida, con ojos dispuestos y voz segura. Ella está lista.
Las manos de ella sueltan las otras y se colocan en las mejillas de Saitama, sosteniendo su rostro entre ambas, acariciando con dulzura. Saitama contiene la respiración cuando sus ojos se encuentran. —Deja fluir tus emociones y escucha con atención, así sabrás qué hacer. —Dice ella en un susurro. —Sólo confía.
Pero Saitama no quiere confiar en esas emociones desconocidas y desbordantes, son demasiadas y muy intensas. Él no puede subestimarse a sí mismo de esa forma.
Es por eso que, por primera vez, Saitama prefiere que sea Fubuki quien le dé órdenes. Eso es mucho mejor que improvisar o seguir ciegamente instintos inciertos y peligrosos.
Fubuki rompe el ensimismamiento de Saitama cuando acerca su rostro y con parsimonia, ladeando su cabeza y cerrando sus ojos, ella deposita un tierno beso en su mejilla. Luego se retira un poco y lo mira a los ojos. Saitama siente su cuerpo tensarse con rapidez, su aliento es más caliente y de pronto respirar o pasar saliva se vuelve una acción muy ruidosa.
Ella sonríe sin rastro de prepotencia, sino con anhelo y cariño, lo ama, lo toca, lo acaricia con sus largos dedos y vuelve a besarlo en su mejilla, creando un rastro de besos que la llevan hasta su mentón.
Saitama cierra sus ojos al sentirlos e intenta dejarse envolver por la sensación de calor y hormigueo, pese a que parezca imposible poder relajarse.
Justo antes de llegar a su cuello, Fubuki vuelve a subir para besar el puente de su nariz y sus labios esta vez no se despegan, sino que lentamente, cercanamente, baja poco a poco hasta rozar sus labios.
Los tienta manteniendo una prudente distancia mientras sus manos siguen sujetando tiernamente el rostro de él. Saitama traga saliva y se permite alzar un poco su cabeza, sólo lo suficiente para que sus labios toquen los de Fubuki. La distancia se corta, la piel se une y sus bocas se abren.
Es acogedor, dulce, muy caliente y magnífico, lo electrocuta y lo hace sentir vivo y, al mismo tiempo, lo envuelve de forma suave y adormece sus sentidos.
El beso es lento, más de lo normal, como saboreando con calma, con todo el tiempo del mundo a sus pies.
Saitama trata de pegar más su rostro al de ella y entonces siente algo húmedo y caliente tocar sus dientes: es la lengua de Fubuki. Ella profundiza más y abre su boca, apartando los labios de Saitama quien abre los ojos de golpe y se detiene por el repentino aumento de tono, de calor, de emoción, de todo lo que ella está dispuesta a entregarle; nada desconocido para el mundo pero todo un nuevo universo para él.
Saitama definitivamente no quiere destruir ese universo, a ella, ni siquiera puede imaginarse a sí mismo lastimándola. Al menos no de forma literal y física.
Y Fubuki debe saberlo de alguna forma, debería intuirlo, ¿no siente el peligro? ¿Acaso no tiene instintos de supervivencia?
Las manos de Saitama se sienten rígidas y no sabe si es por alguna clase de fuerza que no esta siendo liberada como se debe. Sea como sea, él las retira de Fubuki. Incluso si quiere ir más allá, no lo hace. Él bien podría terminar por romper y exprimir en lugar de tocar y apretar.
Saitama vuelve a tomar una distancia, el abismo de antes, la prudente seguridad, y entonces se aleja. —N-no puedo… yo-
Fubuki no lo deja terminar, ella lo empuja y trata de hacerse a un lado, limpiándose los labios y soltando un suspiro molesto por debajo. —No, está bien, no voy a obligarte a...
—Fubuk-
—Si no te gusto, si no te sientes atraído por mí de esa forma, está bien. Lo entiendo. Sé que no quieres hacerlo y no puedo obligart-
—No, ey, dije qu-
—No sólo es porque no tienes experiencia, en realidad tú no quieres hacer esto. —Fubuki lo mira con una sonrisa tensa, tratando inútilmente de mantener la calma y ocultar el hecho de que no puede evitar sentirse despreciada. —No quieres pero no sabes cómo decirlo de frente, ¿no es así?
Saitama niega con la cabeza con insistencia y su voz comienza a alzarse. —¡Eso no es lo que-!
—Pero no tienes por qué hacerlo. —Dice más fuerte Fubuki. —Quiero que entiendas que esto no es una condición o un requisito, en verdad ahora lo entiendo, si vamos a hacer esto debe ser exclusivamente porque ambos queramos y no por-
—¡Sí quiero! ¡Claro que quiero hacerlo! —Establece Saitama con voz firme y fuerte. Él la sujeta de los hombros con ambos manos sin prestar mucha atención a lo que está diciendo, su único objetivo es dejar en claro su punto de una vez por todas, no puede seguir huyendo, él es un héroe. —¡Te lo dije antes! Quiero hacerlo… contigo…
Esta afirmación deja pasmada a Fubuki y luego de ese momento de coraje todo lo que queda en Saitama es una creciente vergüenza y un diferente tipo de calor en su cuerpo. Saitama siente la necesidad de seguir explicando. Debe aprovechar la oportunidad, rara vez Fubuki se quedaba sin palabras.
—Cada vez que… todo el tiempo, en verdad, en verdad no tienes idea de cuánto me he estado conteniendo.
El rostro de Fubuki baja con lentitud, su rostro comienza a enrojecer y, al mirarla a los ojos, él puede saber al instante que están llenos de duda.
—Entonces, ¿por qué? —Pregunta ella en voz baja, un lamento susurrado. —¿Por qué me aceptas y luego me rechazas?
—"¿Por qué?" —Repite Saitama. Sus labios se aprietan y su mirada se pierde en la oscuridad de la noche.
Un rayo vuelve a caer. Un ruidoso estruendo rompe por un momento el silencio en el que se encuentran sumergidos.
Saitama simple y sencillamente no es capaz de encontrar las palabras correctas.
Las manos aflojan su agarre hasta que por fin liberan los hombros de Fubuki. Ella encorva su espalda y se abraza a sí misma.
—Aun así, —comienza ella, —no tienes que decir que quieres hacerlo sólo porque yo insistí en esto todo este tiempo.
"Todo este tiempo…" Había dicho ella.
Saitama se pregunta cuánto tiempo ella ha pensado en la idea de hacer esto con él.
Fubuki enseria su mirada y de nuevo luce tan segura, tan estable e intrépida. Tan dispuesta a dar y recibir.
—Espera, entonces tú… —Saitama abre sus ojos con sorpresa y la señala de forma acusatoria. —Todo este tiempo… ¡¿estabas tratando de seducirme?!
—¡No lo digas así, no te estaba seduciendo! —El calor le gana y ella comienza a sudar, sus pupilas oscilan buscando evitar el contacto directo, ella cubre sus ojos con una de sus manos y agacha la cabeza. —Ú-últimamente yo… te veo y… quiero tocarte más. Tú nunca te acercas demasiado a mí y cuando lo haces… cuando finalmente siento que llevamos un buen ritmo, huyes. Pero si tú también querías… —Un suspiro, luego sus ojos verdes y brillantes regresan a él. —E-entonces, ¿por qué me evitabas? ¿Era sólo porque tenías miedo de que me diera cuenta que no sabes cómo hacerlo o… es algo más?
Saitama intenta hablar y su voz se atora. Ella es buena deduciendo, ojalá también pudiera leer mentes.
Fubuki debe saberlo, necesita saberlo.
Sobre la sangre de monstruo, los huesos rotos, las muertes de un solo golpe; que él es humano y los humanos cometen errores y eso es más común cuando hay emociones fuertes de por medio, sobre todo cuando éstas son completamente nuevas para alguien; así que es peligroso porque él no sólo es un humano muy fuerte, sino que también es un completo novato.
El tiempo pasa y Fubuki suspira frustrada, está cansada. Ella mira hacia las cortinas, luego coloca una mano sobre el puente de su nariz y resopla, como juntando cada trozo de tranquilidad que pueda encontrar.
—Saitama, por favor, por favor, sé honesto conmigo. —Dice ella de forma molesta, exigente, más suplicante que nada. —Yo ya sé que hay algo más, pero quiero escucharlo viniendo de ti. —Su rostro ahora lucha por mantenerse estoico, está siendo directa y sincera como nunca antes. —Así que, por favor, dime cómo te sientes.
Escuchar eso evoca de alguna forma tranquilidad en el corazón de Saitama.
Él de pronto siente la necesidad de contemplarla en silencio y admitir, para sus adentros, de que Fubuki es alguien que en verdad se preocupa por aquellos que le importan, escucha, reúne coraje, ella es bastante valiente y comprensiva.
Quizás esta es una de las razones por las que el Grupo Fubuki la apreciaba tanto. También, una de las razones por las que él se había enamorado de ella.
Las corrientes de viento se mueven y mecen el cabello negro de Fubuki, seguramente sus poderes sean los causantes de eso.
Sus ojos brillan en verde, luz azul y gris. Su mirada, sus poderes y la luna tras la tormenta.
Es hermosa. Está tan cerca. Ella es hermosa. Sus manos son tan suaves. Demasiado. Sus labios son tan rojos. Y Fubuki es hermosa.
—¿Cómo debería actuar cuando yo soy tan fuerte y tú eres tan bonita?
Fubuki lo escucha y no lo cree. Lo piensa mientras lo mira estupefacta. De inmediato su rostro se enciende, está ardiendo. —¿E-eh?
Pero Saitama mantiene su mirada en la de ella y continúa. Una vez que él deja de huir, es imparable. —Todos dicen que sólo debería dejarme llevar, incluso tú, pero yo no puedo hacer eso, Fubuki. Tú sabes que soy demasiado fuerte y aun así tú… ¿eres tonta o algo? —El ceño de Fubuki se vuelve a fruncir, ella está a punto de gritarle algo pero Saitama la detiene y sigue hablando. —¿No has pensado en lo que pudiera pasar si me distraigo un poco y pongo más presión en ti o en alguna parte de tu… tu cuerpo?
—¡Eso ya lo sé! —Le reprende Fubuki. —Desde que comencé a salir contigo siempre lo he tenido en mente. Ahora, si te preocupa lastimarme por cómo reaccionará el Grupo Fubuki o mi herm-
—No es por ellos. —Le corta Saitama. —No es por nadie más, es por ti. No puedo evitar sentirme mal, ¿qué haré si resultas lastimada por mi culpa? No eres un monstruo, eres mi novia y eso lo hace peor, no quiero que termines en el hospital o algo por un error mío, ¿lo entiendes?
Fubuki no dice nada ante esto. Su rostro es una mezcla de estupor y estima.
Saitama espera que esto haya sido suficiente para que ella se aleje, entienda, se rinda y huya.
Pero ella no lo hace y a él no le sorprende en lo absoluto. Ella es demasiado terca a costa de su propio bien. Fubuki siempre será Fubuki.
Ella se acerca con ojos amables y una sonrisa enternecida, ella se aproxima para acariciar su rostro, ella corta la distancia y besa su frente. Ella de pronto está ahí, en él, sin espacios ni temor.
—Lo sé. —Susurra Fubuki, cerrando sus ojos y sosteniendo su sonrisa. —Sé que ni tú mismo sabes qué tan fuerte eres y que no quieres lastimar a nadie inocente, sé que no quieres correr el riesgo de cometer un error. —Fubuki abre sus ojos y lo ve, frente a frente. —Pero ahora también sé que quieres intentarlo. Y aun sabiendo todo eso de lo que eres capaz, yo siempre he confiado en ti. —Los ojos de Fubuki brillan más que nada, más que nunca, son estrellas lo que tiene en frente y Saitama no puede despegar su vista. Ella amplía su sonrisa amable. —Y me gustaría que, al menos por esta vez, seas tú quien confíe en mí.
