Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es anhanninen, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to anhanninen. I'm only translating with her permission. Thank you, Ashley, for letting me share another one of your stories! :3


Capítulo 8

Solo momentos después de entrar a la oficina médica y registrarnos, mi nombre es llamado antes que Emmett y yo siquiera podamos tomar asiento. Una bonita rubia con uniforme quirúrgico color rosa mantiene la puerta abierta para nosotros, presentándose como Tanya. Ella sonríe radiantemente, haciendo que la sigamos por el pasillo y hacia un pequeño cubículo para pesarme y medir mi altura.

—Cuarenta y cuatro kilos, novecientos gramos —dice mientras Emmett arquea una ceja en mi dirección. Él no lo ha dicho aún, pero sé que sigue molesto conmigo por esperar tanto tiempo para contarle que no me estaba sintiendo bien. Siempre he sido pequeña, pero después de perder siete kilos, sé que luzco enferma—. ¿Caminas hacia la pared por mí?

Hago lo que ella pide, esperándola para decir metro cincuenta y siete antes de seguirla de vuelta a la sala de exámenes. En vez de la sala usual estéril, estoy sorprendida de encontrar lo bonito que es este lugar. Cálida y reconfortante, se siente más como un spa que una oficina de doctor. Incluso la mesa de exámenes es elegante, acolchada y más baja.

Tomando una bata verde azulada de la mesa, Tanya me la tiende y me indica que me desvista de la cintura para arriba y que la ate al frente.

—Esperaré afuera, Bells —dice Emmett mientras noto que su mirada ronda en el pecho de Tanya. Abriendo la puerta, él la sostiene abierta para ella con una sonrisa—. Las damas primero.

Oh, santo cielo. Pongo los ojos en blanco mientras se van, cerrando la puerta detrás de ellos antes de quitarme la sudadera y la camiseta. Doblando mis prendas en una pila prolija, meto mi sostén en las profundidades de mi cartera antes de sacar la bata gigante sobre mis hombros y atarla firmemente. Aunque la mesa es elegante, sigue estando maldita con el papel que cruje fuertemente con cada ligero movimiento.

Llamando a Emmett, espero encontrarlo a él y a Tanya entrando a la sala, pero en cambio el Dr. Leñador lo acompaña, luciendo increíblemente apuesto con una camisa azul y la bata blanca usual.

Santa mierda. De acuerdo, a él también le asienta el estilo refinado. Pasándose una mano por el cabello desordenado, su preciosa sonrisa ilumina el cuarto mientras cierra la puerta detrás de él.

—Buenas tardes, Bella —dice, ofreciéndome su mano. Ya saben, como si este fuera nuestro primer encuentro y yo no hubiera aferrado su mano como si se me fuera la vida en ello—. ¿Cómo te sientes?

Su mano envuelve la mía y siento mi corazón saltarse un latido, y sé que estoy sonrojándome. Y no un sonrojo adorable. No, cuando me pasa a mí, se esparce por mi cuello y mi pecho, enrojeciendo mi piel como un tomate y a menudo formando manchas.

—Bien —digo, carraspeando.

—Solo voy a tomarte los signos vitales, ¿de acuerdo? —pregunta, acercando un carrito y agarra un brazalete para la presión arterial—. Sostén la perilla para mí.

—Creía que las enfermeras hacían esto —digo, arqueando una ceja mientras él se ríe.

—A menudo, pero tendrás el tratamiento estelar del Dr. Masen hoy.

Él guiña un ojo, y no puedo respirar cuando nuestras miradas se cruzan, y caigo en su hermosa mirada. Todo lo que puedo sentir es su mano en la mía mientras él siente mi pulso, y este se siente como un cable con corriente, las chispas volando entre nosotros. Cierto, mis manos usualmente están entumecidas y cosquillean, pero esto es diferente—cálido y suave.

Él envuelve el brazalete para la presión arterial alrededor de mi brazo y sujeta algo en mi dedo de mi mano derecha. Él observa la pequeña pantalla de cerca, y no me gusta su expresión.

—¿Por cuánto tiempo te has estado sintiendo sin aire? —pregunta, presionando la punta de sus dedos contra mi muñeca—. Tu ritmo cardíaco se encuentra en los ciento veinte y el nivel de oxígeno está en noventa y cuatro. —La máquina tintinea, y él levanta la mirada, sacudiendo la cabeza—. Ciento cincuenta sobre noventa. ¿Me dices cómo te sientes, cariño? —pregunta con preocupación evidente en el rostro.