Clinc. Clinc. Clinc.

Un sonidito agudo y repetitivo le despertó. Miró a su alrededor, desorientada. En la cama contigua su hermana dormía con la boca abierta, así que no venía de ahí. se incorporó sobre los codos y miró más allá.

Clinc. Clinc. Clinc.

Salió de la cama y se acercó a la ventana. Sonó otro clinc y entonces lo vio: en el jardín un chico tiraba piedritas al cristal. No pudo evitar reírse antes de abrir la ventana, era un gesto tannnn muggle para alguien como él.

— ¿Qué haces, Potter?

Él le contestó haciendo señas con la mano para que saliera. Cogió la bata, se metió la varita en el bolsillo y salió con cuidado por la ventana. Inteligente, James se había acercado por si necesitaba ayuda, pero se había limitado a estar allí, sin tenderle la mano.

En silencio, caminó cuidadosamente hasta el extremo más alejado del jardín y se dejó caer contra el muro. James se sentó junto a ella, a una respetuosa distancia.

— ¿Cómo me has encontrado? —interrogó, curiosa.

— Le pregunté a Regulus —respondió con una sonrisa—. ¿No te alegras de verme, Evans?

— ¿Qué haces aquí, Potter? es casi la una de la mañana —específicó, iluminando con la varita para ver su reloj de muñeca.

— Verte —contestó, como si fuera una obviedad.

— ¿A medianoche? hasta para ti es un poco loco.

James se encogió de hombros. La estaba mirando con una sonrisa cariñosa, nada que ver con el gesto entre prepotente y burlón que solía llevar puesto en la escuela y que odiaba a muerte.

— Cuéntame, ¿qué tal va el verano?

Lo escuchó soltar una risita por lo bajo.

— Mi casa parece un campamento. Remus está allí, y Regulus.

— Por eso apenas he visto a Severus últimamente

La cabeza morena asintió. Resultaba increíble pensar que Sirius y él habían abierto la puerta a la persona con la que habían pasado años enfrentados solamente por Regulus. Bueno, resultaba increíble saber que el Black grande tenía sentimientos para empezar.

— Mi madre está a punto de ofrecerle una habitación —le explicó divertido—. De momento ha averiguado cuales son sus platos preferidos y los cocina cada vez que viene. Juro que esa mujer podría adoptar a una docena de hijos más y sería inmensamente feliz.

— Tiene pinta de ser estupenda —rio.

— Lo es. Deberías venir. Un día, a comer —ofreció, después de una pausa en la que volvió a mirarla de esa manera tan tierna.

— ¿Estás harto de estar con dos parejas?

— Es como nadar en una piscina de miel —reconoció, con una sonrisa pilla, pero luego se volvió a poner serio para insistir—. Pero también me gustaría que mis padres te conocieran.

— ¿Y Peter? —cambió de tema, intentando sustraerse del encanto del James tierno.

— Viajando con sus padres. Últimamente… está raro.

— ¿Más?

A Potter le cambió la cara y Lily se dio cuenta de que para él era serio.

— ¿Puede ser que lo de Sirius y Remus? —preguntó, inclinándose hacia él— Los últimos meses habéis estado más… centrados. Menos vosotros.

— Puede ser. No sé, se junta con otra gente ahora, gente que le ríe las gracias y creo que le hace sentir importante —le explicó, revolviéndose el pelo con la mano.

— ¿Y tú, James?

— ¿Yo qué, Lily?

— ¿Dónde te deja eso a ti?

— Exactamente aquí, supongo, buscando tu atención como siempre.

— Bueno, has conseguido que saliera por la ventana. No está mal, teniendo en cuenta nuestro historial.

James guardó silencio, jugueteando con su varita. Lo vio fruncir el ceño y parpadear un par de veces, con la mirada fija en algún punto bajo los arbustos de tejo.

— ¿Qué es eso?

Lily se colocó a su lado y miró bajo el arbusto.

— Son luciérnagas.

— ¿En serio? —parecía fascinado.

— ¿No habías visto nunca?

—Supongo que no me había parado a mirar.

Ella se acercó más, hombro con hombro y le puso la mano en la pierna.

— Bueno, a veces hay que detenerse un rato para ver las cosas sencillas. O a apreciar lo que no está a simple vista, ¿no?

Y se quedaron un rato más allí, en silencio, viendo moverse las pequeñas luces.