— No sé si recordaré como va —murmuró, nerviosa.
— Es como montar en bicicleta —murmuró Lily de vuelta, con los labios pegados a su cuello.
— ¿Disculpa?
— A veces olvido lo mágica que eres —bromeó y detuvo la exploración del pálido cuello, en el que ya se podían ver algunas marcas rojas, para separarse un poco y disfrutar de mirarla.
— Eso no suena como un halago, querida.
Lily rio, esa risa ronca y sexy que a Narcissa tanto le gustaba.
— Me refiero a que… mierda, me distraes —protestó al ver que Narcissa comenzaba a desabrocharse la blusa.
— Eso sí puedo tomármelo como un halago —comentó, deslizando la seda sobre sus hombros.
— ¿No has montado en bicicleta nunca? —preguntó, sin despegar los ojos de la piel lechosa.
— ¿Habías visto una escoba voladora antes de ir a Hogwarts? ¿Y por qué estamos hablando de esto en lugar de estar ya desnudas?
— ¿Ansiosa, Ciss? —cuestionó, alzando la mirada hacia ella con una sonrisa torcida mientras bordeaba con la punta de los dedos la piel en los límites del encaje de su sujetador.
— Solo he estado con Lucius. Es… irreal pensar en estar con otra persona, estoy nerviosa —confesó, un poco sonrojada por las sensaciones que generaban esos dedos.
La pelirroja se echó hacia atrás con el ceño tan fruncido que Narcissa tuvo el impulso de volver a tomar la blusa para taparse.
— Lucius lleva dos años en la cárcel. Yo pensaba… Sirius dijo que estabas teniendo citas, por eso me animé a proponerte salir.
Narcissa negó con la cabeza, los rubios mechones que habían escapado de su recogido brillando a la tenue luz de la lamparita sobre la mesilla.
— He salido, al teatro, a cenar, a ver una exposición. Pero esto —señaló de la una a la otra—, en mi vida había deseado a alguien solamente por oirla reir. Ni siquiera había creído que sería posible que otra mujer me hiciera sentir esto, Lily.
— Oh, Ciss — Lily se acercó un poco más y le colocó un mechón detrás de la oreja con cuidado—. Eres increíble, ya lo eras en la escuela, recuerdo haberle dicho a Severus en un par de ocasiones lo afortunado que era Lucius. Y ahora soy yo la que se siente afortunada, inmensamente.
En respuesta, Narcissa se sonrojó más y se abalanzó sobre ella para forcejear con la cremallera de su vestido.
— Quiero desnudarte —susurró Narcissa sobre sus labios, en un arranque de fiereza olvidado de nuevo el autocontrol y la timidez—, quiero saber como hacerte gritar hasta deshacerte, ¿me lo mostrarás, Lily?
— No creo que tengas que esforzarte mucho —respondió, provocadora, con las pestañas entornadas, mordiendo su labio inferior—, me tienes desde que te abriste dos botones de la blusa mientras tomabas el postre. Pero sí, te mostraré lo que me gusta tantas veces como puedas resistir.
— Eso suena a reto, leona.
— Gryffindor un día, Gryffindor para siempre, querida. Y ahora calla y bésame.
Con una carcajada satisfecha, Narcissa se apresuró a obedecer, preparada para aprender todo lo que su nueva maestra le quisiera enseñar. Incluso a montar en bicicleta, por qué no.
