Si había algo que a Theo molestara muchísimo eran los ruidos mientras intentaba estudiar. Ya había mirado dos veces al rubio sentado frente a él, con cara de pocos amigos porque el chirrido de su talón golpeando el suelo de madera espasmódicamente le estaba volviendo loco.

— ¿Quieres parar por favor? —acabó por exigirle en un susurro.

En vez de detener la pierna, Draco se puso de pie y le hizo una seña para que le siguiera fuera. Con un suspiro de resignación, dejó con cuidado la pluma, cerró el libro y se levantó para salir detrás de él.

Lo encontró paseando con inquietud, con las manos en la espalda, de una pared a otra del estrecho pasillo, una pose que le recordó muchísimo a su profesor de pociones.

— ¿Qué pasa?

Draco se paró en seco y lo miró, con cara de angustia.

— ¿Te imperié?

— ¿Qué? —preguntó desconcertado.

— Tengo una parte de anoche borrosa y bueno, ya sabes —Se tocó el brazo izquierdo— yo podría haber…

— ¿Crees que lo de ayer fue porque bebiste y me lanzaste una maldición Imperio? —cuestionó, entre divertido y sorprendido.

— ¡Te obligué a acostarte conmigo!

— Te aseguro que no.

Draco se pasó ambas manos por el pelo, desordenándolo de un modo bastante gracioso, y volvió a sus paseos por el pasillo.

— Esto no está bien —murmuraba.

— Draco…

— Los amigos no hacen estas cosas. Y tú eres hetero, por Salazar.

— Draco…

— ¿Te confundí? Igual un Imperio no, pero un Confundus…

— ¡Draco! —gritó por fin, cogiéndolo del brazo para que detuviera el paseo, que se había vuelto frenético—. Era completamente consciente de lo que hacía, ni siquiera había bebido. Está todo bien.

— ¡No puede estar bien! Esto,…, esto se va a cargar nuestra amistad —le explicó lastimeramente, con los ojos aguados— y ya hemos perdido muchas cosas, no puedo… no puedo perderte a ti también.

Theo lo abrazó, fuerte, y dejó que se recompusiera contra su hombro, porque sabía que cuando se parara a pensarlo, Draco odiaría toda esa muestra sensible.

— No vas a perderme. Fue sexo y fue bueno. Me gustó, así que igual no soy tan hetero.

— No digas eso —exigió, aún con la cara contra su túnica—. No puede haberte gustado.

— Eres… claro que me gustó. De hecho diría que fue mejor que mi primera vez con una chica. Porque fue contigo.

Su mejor amigo se despegó y le miró confuso.

— ¿Qué?

— Lo que has oído. Te digo más —dejó salir una sonrisa torcida que hizo que a Draco le diera una voltereta el estómago—, no me importaría repetir.

— ¿En serio?

— Por supuesto. Pero ahora —se alejó dos pasos y cambió su gesto al serio habitual— hay que estudiar para ese examen. Tenemos un premio anual que ganar. Tira al baño y peínate, anda, que pareces un kneazle que acaba de escapar de una pelea.

El rubio no pudo evitar echarse las manos a la cabeza y salir corriendo al baño más cercano mientras Theo volvía a la biblioteca riendo por dentro.