Algo que todo tipo que se la va a meter a otro tipo debería saber es que usar jabón como lubricante no es una buena idea. El lubricante se inventó por algo y si eres un mago y tienes la capacidad de hacer un hechizo con un giro de muñeca…
El origen de esta reflexión fue un partido de quidditch, en concreto el clásico Slytherin-Gryffindor cargado de mala sangre en el que se iba a decidir quién ganaba la copa. Daba igual que fuera el año tras la guerra, daba igual que el ambiente en la escuela fuera muchísimo más amigable que en épocas pasadas, sobre las escobas no había relaciones entre casas, era a muerte. Y eso hacía que la adrenalina se disparara.
Un efecto secundario de semejante subidón, y más siendo un adolescente, era que te ponía cachondísimo. A 100, como una moto, tan duro que dolía estar sobre la escoba, tanto que cuando entrabas en el vestuario ignorarías la celebración de tus compañeros y lo único que atinarías a hacer sería arrancarte la ropa y meterte debajo de la ducha.
Ron fue consciente de que llevaba mucho rato en la ducha cuando de repente se dio cuenta de que el vestuario estaba silencioso y el agua empezaba a salir fría. Y cuando iba a acabar de enjabonarse para salir e ir a unirse a la fiesta, unos brazos le rodearon la cintura, unos labios le besaron la nuca y algo muy duro y caliente se apoyó entre sus glúteos.
— Enhorabuena, guardián Weasley. Un gran partido —murmuró en su oído una voz suave como la seda.
— Ya veo que estás entusiasmado con el resultado —bromeó, echando el culo hacia atrás—. Qué buen perdedor.
— No te equivoques, soy una serpiente vengativa y en este momento lo único en lo que pienso es en destrozarte —continuó, sin un atisbo de humor, entre mordisco y mordisco en el pálido cuello.
Y acompañó sus últimas palabras dándole un apretón en el trasero con toda la mano por si le cabía duda acerca de lo que le estaba pidiendo, a lo que Ron respondió con un largo gemido y abandonándose contra él.
Los dedos en su interior fueron bruscos y al grano. Y puede que le gustara esa brusquedad, bastante de hecho, igual que el par de sonoras palmadas que se llevó por revolverse. Pero cuando sintió los primeros centímetros entrando en él con fuerza, su pensamiento pasó de rojo pasión a rojo alarma.
El instinto le hizo apartarse, pero el cuerpo detrás de él le siguió, así que echó el brazo hacia atrás para sujetarle de la cadera.
— ¿Qué ocurre, cariño? —preguntó la voz en oído, aún pensando que era parte de la dinámica.
— Duele.
Inmediatamente, lo sintió ponerse rígido a su espalda y escuchó una palabrota por lo bajo cuando salió de él, con más suavidad de la que había entrado pero aún así esparciendo dolorosos pinchazos.
— Mierda, mierda, mierda. Lo siento. Oh, joder, estás sangrando. Lo siento, yo.. de verdad que no..
Ron se giró con cuidado y se encontró a su serpiente con los ojos muy abiertos y el labio temblando.
— Blaise, ya está. Lo curamos y punto. Tampoco yo he pensado que era una mala idea.
Blaise apoyó la cabeza en su hombro.
— Soy imbécil, venía con tantas ganas que he dejado la varita en la taquilla en mi vestuario.
Lo abrazó con fuerza, acariciando con una mano la nuca rapada.
— Yo también tenía ganas, ya me estaba arrugando de tanto rato en la ducha.
— ¿Tan previsible soy?
— Bueno, un hombre puede soñar con que su novio le folle en las duchas después de vapulearle en el campo. Lo sorprendente es que aún no lo hubiéramos hecho aquí.
Lo sintió reír contra su hombro, una vibración que le calentó por dentro, como casi todos los gestos de Blaise.
— Se nos acaba el curso con muchos sitios sin explorar, me temo —bromeó, apartándose de él, pero dejando las manos en sus caderas— ¿Tienes tu varita en la taquilla?
— Sí. Vamos. —Le cogió la mano para guiarle hasta el único armario cerrado, esquivando uniformes y toallas sucios que los elfos recogerían en cuanto ellos salieran del vestuario— Toma.
El Slytherin cogió la varita con una sonrisa y le hizo un gesto para que se diera la vuelta.
— Es la primera vez que me dejas tu varita —comentó mientras susurraba hechizos curativos—. Me funciona sorprendentemente bien.
— Bueno, es nueva del verano pasado. Se ha acoplado a mí a la par que me enamoraba de ti, seguro que Ollivander tendría una teoría sobre eso.
Sintió un beso en el hombro y el confort de la magia cerrando las pequeñas heridas.
— ¿Te das cuenta de que me acabas de decir que me amas mientras te curo el recto?
Ron se echó a reír. comenzó a sacar ropa de la taquilla y a vestirse con Blaise aún sentado desnudo frente a él, jugueteando con su varita.
— Es bueno ver que eso es lo que más te llama la atención de esta conversación.
— Sabes que me distraigo fácil con tu culo.
Se inclinó hacia delante, cubriendo con facilidad por su altura la corta distancia entre bancos, lo cogió de la nuca y le dio un beso.
— Es porque es un culo imponente —comentó, sus frentes aún pegadas.
— Eso es porque todo tú eres imponente, Ronald. Mi rojo favorito —respondió, con tono sorprendentemente tierno.
— Ve a vestirte, anda —le dijo Ron al cabo de un minuto de mirarse a los ojos, sin necesidad de decir nada más—. Te va a tocar acompañarme a la fiesta de la victoria, perdedor.
Blaise respondió con una carcajada, guiñándole un ojo antes de salir del vestuario.
