— ¿Mamá? —se escuchó la voz de Lily en alguna parte de la casa.

— En la cocina, cariño.

Lily entró a toda velocidad en la habitación, aún con la túnica de entrenamiento puesta, y se encontró a su madre sentada a la mesa con una taza de té y un cuaderno.

— ¿Qué tal? ¿Cómo fue la cita? quiero detallessss —exigió, dejándose caer en la silla frente a la suya.

Su madre sonrió, cerró el cuaderno y lo apartó un poco. Después dio un sorbo a su té.

— Pues empezó bien. Muy bien, me había preparado una cena con velas en el jardín.

— Oh, sabía que Luna era la mejor opción para ti —se recreó Lily, dando palmadas y saltitos en su silla como cuando era niña y Papa Noel le traía lo que había pedido.

— He dicho que empezó bien, Lils —le corrigió su madre, con una sonrisa ladeada.

La muchacha se puso seria y se inclinó hacia delante.

— ¿Qué pasó?

— La cena estuvo estupenda, el vino riquísimo. Creo que a tu hermanos y a los gemelos también les gustó.

— Espera… ¿qué? —preguntó Lily, alzando mucho las cejas.

Ginny se puso de pie para servirle otra taza de té y poner unas galletas en un plato.

— En el primer plato, apareció James con Lorcan. Literalmente, se aparecieron en el jardín y para cuando se dieron cuenta de que estábamos allí, ya habíamos visto más de lo que una madre debería ver.

Su hija soltó una carcajada al imaginar la escena. Su hermano y el ahijado de su madre habían elegido el peor momento y lugar para resolver lo que llevaba meses cociéndose entre ellos.

— ¿Qué dijo Luna? —preguntó, secándose los ojos.

— Que se fueran a solucionar toda esa energía sexual acumulada. Creo que estaban ellos más avergonzados que nosotras. Y nos dio tema de conversación para el segundo plato. Hasta que apareció Lysander.

— Déjame que adivine: buscando a su hermano para matar al mío.

— Obviamente. Y como Luna no quería que entrara en la casa en ese momento, acabó cenando con nosotras.

Lily se tapó la cara con las manos, ahogando una risa, lo de su madre y las citas era una cosa terrible.

— ¿Pero qué pasa con este tío?

— Eso daría para escribir un libro, cariño —respondió Ginny, empujando hacia ella el plato de las galletas—. Cuando se le pasó el subidón de querer golpear a James por acercarse a Lorcan, pasó al que, según Luna, es su tema preferido.

— ¿cuál?

— Tú, obviamente. Potters volviendo locos a los Scamander.

— Bueno, mamá. Podría ser Weasley volviendo locos a los Lovegood, ¿no? —cuestionó con una sonrisa pícara.

Ginny le respondió con una sonrisa similar y un sonrojo.

— Algo así dijo Luna cuando por fin Lysander accedió a marcharse.

— ¿Al menos os tomasteis el postre solas? —inquirió Lily, mordisqueando una galleta entre dos grandes tragos de té.

— Pues como somos optimistas, pero prevenidas, decidimos venir aquí a tomarlo con calma, por si Lysander volvía y aquello se convertía en drama.

— Oh, espera, has dicho que mis hermanos… dime que no llegasteis a casa y encontrasteis a Albus y Scorpius…

Ginny negó con la cabeza y apuró su té.

— Con ver a un hijo teniendo sexo en un día, suficiente gracias. Tu hermano y Scorpius estaban buscando fotos en los álbumes para algo de la boda de tu padre, así que tomamos el postre de nuestra primera cita con un festival de recuerdos de cuando estaba casada con otro hombre.

Esta vez Lily no escondió la carcajada, contagiada del buen humor de su madre.

— Y yo que pensaba que tus otras citas para buscar pareja para la boda habían sido terribles.

— Está claro que lo de las citas no es lo mío —respondió Ginny, encogiéndose de hombros con fingida resignación—. Pero bueno, esta vez ha habido algo diferente.

— ¿Un montón de interrupciones?

— No, un beso de despedida —respondió Ginny con una gran sonrisa—. Y planes para una segunda cita.

Lily dio un agudo grito de alegría y se levantó de un salto de la silla para abrazar a su madre.