Esta historia continúa la del día 18.
Para alguien que viajaba constantemente, el hogar era a la vez un concepto idealizado y amado y algo temido. Temido porque siempre esperaba agobiarse cuando pasaba más de una semana en casa, como si su cuerpo supiera que ese no era su sitio, amado porque el hogar para Luna significaba pasar tiempo con sus personas favoritas.
Aunque el hogar como tal era la casa de su padre, donde solía reunirse con Ginny, también sentía hogar la casa de Neville y Hannah. Por muchas personas que conociera en sus viajes, los mejores abrazos siempre eran los que le recibían en esa casa.
Y así fue, en cuanto salió del flu en el pequeño piso sobre el Caldero Chorreante le recibió un gran abrazo, aún más intenso que el que había recibido en el estadio un rato antes. Inspiró hondo contra la túnica de Neville, llenándose de su olor a tierra y plantas.
— Te he echado de menos —lo escuchó susurrar contra su pelo.
— Y yo a ti —respondió en el mismo tono, apretando un momento más sus brazos alrededor de él antes de dar un paso atrás.
— ¿Has visto a Gin? no he podido escuchar apenas el partido, la reunión de profesores se ha alargado un montón —le preguntó, cogiéndola de la cintura para acompañarla hasta el sofá.
— Está en plena forma, ha hecho un gran partido.
— Mírate, quién habría dicho que serías una fanática del quidditch.
— ¡Oye, que yo comentaba los partidos en la escuela!
— Imposible olvidarse de eso, moonlight. Oye, yo quería comentar algo contigo antes de que...
Pero no llegó a terminar la frase, porque la puerta que conectaba al bar se abrió y la voz de Hannah le saludó.
— ¿Ya estás aquí? Nev estaba loco por verte... y yo también.
Dio un par de pasos fuera de la penumbra de la escalera y entonces Luna pudo verla bien. Llevaba una túnica azul, el cabello castaño claro recogido en un moño trenzado en la nuca y tenía la mano puesta sobre el vientre redondeado mientras se mordía el labio.
— Oh. —Luna se puso de pie de un salto y se acercó rápidamente a abrazarla— Esto es... fantástico —afirmó, poniendo la mano también sobre su barriga, aunque su tono sonaba un poco forzado.
Hannah y Neville se miraron, preocupados, pero al finalizar el abrazo Luna pareció haber olvidado ese momento y se lanzó a hacerles preguntas mientras cenaban. Después la conversación derivó en sus viajes y los entretuvo durante un buen rato con las anécdotas más curiosas.
— ¿Vas a dormir con nosotros? —preguntó Hannah un par de horas más tarde, mientras ellas terminaban de recoger la cocina y Neville acudía a una llamada de la escuela que le requería como jefe de casa.
— Me gustaría. ¿No será incómodo para ti? —se interesó, aludiendo a que habitualmente cuando los tres dormían juntos solían hacerlo muy pegados, con los brazos y piernas enredados.
— Sigo siendo buena en transformaciones, moonlight —le recordó su anfitriona, besándole la mejilla.
Pudo comprobar la afirmación de Hannah cuando entró al dormitorio y se encontró que la cama ocupaba medio metro más. Luna se la quedó mirando un buen rato, con los ojos fijos en la almohada que tantas veces habían compartido los tres desde que Hannah también le había dado la bienvenida en su vida de pareja.
Sintió como los brazos desnudos le abrazaban la cintura por detrás, la barriga contra su espalda y los labios en su nuca.
— Nev quería escribirte para contártelo. A mi me preocupaba que eso te hiciera decidir alejarte como con Ginny.
— Yo no... —quiso negar Luna.
— Amor, esto no cambia nada. Sigues siendo nuestra Luna, sigues siendo bienvenida en nuestras vidas siempre.
Se giró despacio para abrazarla a su vez y besar con ternura sus labios, ahora más llenos por el embarazo.
— Siento que os establecéis en vidas de adultos y yo me quedo atrás, la loca de Luna siempre corriendo por los bosques —confesó con un hilo de voz.
— Es parte de ti.
— Quizá debería parar, volver a Gran Bretaña e instalarme cerca de vosotros para ver crecer a vuestros hijos.
— No creo que estés hecha para una vida ordinaria, Luna —intervino Neville, entrando al dormitorio ya sin la túnica de maestro—. Pero no me importaría verte un poco más. —La rodeó para abrazarla por la espalda, los tres conectados en distintos grados de desnudez— Creo que serías una tía extraordinaria.
— La tía Luna... suena bien —respondió con suavidad, dejando que las hábiles manos de Neville y Hannah fueran desnudándola—. Olivia y Sophie ni siquiera me conocen.
— Cuando me dijiste que te quedarías una semana avisé a Molly. El domingo el almuerzo familiar será en tu honor, hay muchos sobrinos a los que hace tiempo que no ves.
— Pero mientras, Nev mañana tiene el día libre y yo me he asegurado que que nadie nos moleste —afirmó Hannah, entre suaves besos por sus hombros y mandíbula—. ¿Sabes que el embarazo te dispara las hormonas? Creo que Neville agradece esta visita porque ya no da a basto.
— ¿Es cierto eso, Nev? ¿Me necesitas para tener satisfecha a tu mujer? —lo picó, con falsa dulzura.
— Al final de esta semana me dices si puedes seguirle el ritmo —contestó él, ya desnudo también y duro contra su pierna.
— Veamos lo que puedo hacer —respondió, con una risita, ayudando a Hannah a tumbarse bocarriba en el centro de la cama, dispuesta a darse un festín con ella.
