La nueva sucursal de "Sortilegios Weasley" en Hogsmeade estaba enfrente de "Honeydukes", algo que no había hecho feliz en principio a la tienda de caramelos. Con el tiempo se había visto que no se pisaban ventas entre ellos, incluso al contrario, la mayoría de la gente que visitaba uno de los dos negocios luego visitaba el otro.
Neville hizo eso mismo una mañana de primavera. Salió de Honeydukes en una de sus raras mañanas libres con una buena provisión de ranas de chocolate y varitas de regaliz en los bolsillos y caminó derecho hacia la tienda de los gemelos.
Era una mañana tranquila de ventas, Fred estaba tras el mostrador con un libro entre las manos, pero levantó la vista enseguida para saludarle con una sonrisa.
— Profesor... qué inigualable placer. —Se dobló en una exagerada reverencia— ¿Vienes a hablar de la compra masiva el último día de pastillas vomitivas?
— De eso ya vendrá a quejarse Draco, los de segundo han caído misteriosamente enfermos el día de su examen. Te aviso que está cabreado nivel "Voy a cortarle las manos a los Weasley y a metérselas por la garganta".
— Apuesto que no se refirió a las manos en realidad —respondió Fred divertido, de sobra conocedor del genio que se gastaba el profesor de pociones y su falta de paciencia para las gamberradas.
— No, no lo hizo. Por suerte Theo tiene una técnica estupenda para calmarlo.
— Ya, las compras vía lechuza lo atestiguan. —Señaló con la barbilla la cortina que daba acceso a la sección para adultos— ¿Qué puedo hacer por ti entonces?
— En realidad es al revés. Vengo a traer los ingredientes que me pedisteis.
— Genial. George está abajo, si quieres bajar.
Se despidió con un gesto de la mano. Siempre le causaba una cierta inquietud tratar con ellos por separado, algo que nunca se había parado a analizar. Le caían bien, de hecho cuando se olvidaba de eso podía pasar horas con ellos, de conversación o de cervezas, incluso en eventos Weasley o saliendo a bailar con el resto de sus amigos.
— Buenos días, Nev. ¿Te estás saltando las clases para venir a ver nuestras increíbles caras? —saludó George, que estaba manipulando a la vez tres calderos con pociones.
— Me encantaría dejar de trabajar dándole esa excusa a McGonagall —replicó, sacando de su túnica la bolsa de ingredientes—, pero sería sentar un mal precedente me temo.
— Disfrutar de nuestra compañía nunca puede ser considerado un mal precedente, profesor.
Sonrió, meneando la cabeza, porque seguían teniendo respuesta para todo. Y una forma de sonreírle que hacía que sintiera la necesidad de mirar a otra parte.
— Te he traído todo menos la ortiga belga—indicó por fin, dando un paso hacia la mesa sobre la que se extendían diferentes ingredientes de pociones y dejando con cuidado la bolsa de papel.
— Bueno, no importa demasiado ahora mismo. No creo que vendamos muchos surtidos saltaclases en unos días.
— Me sorprende que McGonagall no haya aparecido por aquí a daros un discurso ya.
— ¿Quien dice que no lo ha hecho? —George sonrió de lado a la par que destapaba el caldero más cercano.
Neville fue a contestar, pero el olor de ese caldero lo despistó. Lo miró con más atención, con los ojos muy abiertos. Tenía un color inolvidable, aunque solamente la había visto una vez en la escuela.
— ¿Qué diablos hacéis con esto, George? —interrogó muy serio, señalando el caldero.
— Tranquilo, profesor. No es para venderla. Estamos investigando sobre variaciones para filtros que la hagan menos peligrosa.
Parpadeó, nervioso. El olor a café y tarta de calabaza inundaba todo. Había un matiz de fondo que le recordó al olor a pólvora para fuegos artificiales y otro a césped y sol que para él evocaba el jardín de la Madriguera.
— ¿Estás bien? —le preguntó George, que de repente estaba muy cerca de él.
— Sí, sí. Yo... tengo que irme.
Giró tan rápido para salir del sótano que estuvo a punto de tropezar con su propia capa.
— Neville, espera —escuchó que le llamaba la voz de George mientras subía las escaleras.
Pero no se detuvo hasta que estaba a las afueras de Hogsmeade. Apoyado en un árbol al lado del camino, se tapó la cara con las dos manos. ¿Cómo podía ser tan lento? todas esas horas con ellos, hacerse su amigo había sido tan fácil, ellos le habían ayudado a centrarse tras la guerra, muchas veces sentados en su pequeño apartamento con una taza de café y un trozo de tarta de calabaza de Molly.
"¿Cómo voy a lidiar con eso ahora?", se preguntó mientras caminaba lentamente hacia el castillo. ¿Cómo iba a mirarles a la cara sabiendo que había retorcido su desinteresada amistad hasta un inconveniente deseo de estar con ambos? Porque eso era lo que quería, ¿no? Sintió que se sonrojaba fuerte al pensar en estar entre ellos dos.
— ¿Neville? —le llamó una voz mientras se dirigía, cabizbajo, hacia su despacho.
Levantó la mirada y se encontró con su compañero de Transformaciones. Nott tenía esa tranquila sonrisa que hacía maravillas para calmar a su quisquilloso compañero de Pociones, que caminaba en paralelo sin tocarle, con las manos en los bolsillos de la túnica.
— Es la tercera vez que te llamo, ¿va todo bien?
— ¿Se puede manipular una Amortentia para que la persona que la huele crea que le gusta alguien que en realidad no le gusta? —preguntó, girándose hacia el rubio.
Draco negó con firmeza.
— El olor de la Amortentia es lo único real que genera esa poción.
Masculló un "mierda" entre dientes, pasándose la mano por el pelo.
— ¿Podemos ayudarte con algo? —se ofreció Theo, amable como siempre.
— Creo que necesito un té ahora mismo.
— De eso tenemos de sobra —respondió el rubio, con aparente sequedad, tomando su codo para guiarlo hacia las mazmorras, a las habitaciones del jefe de casa de Slytherin.
Se sentó frente a ellos, los tres alrededor de la pequeña mesa cerca del fuego, siempre sorprendido por lo hogareño que era el espacio de la discreta pareja de Sly.
— Me he dado cuenta de que me gustan dos personas.
— ¿Oliendo una Amortentia? no hay mucha gente por aquí capaz de hacer esa poción —se aventuró a adivinar Theo.
— Los gemelos Weasley —afirmó Draco sin dudar—. Son los únicos con la habilidad necesaria en todo el condado. Aparte de mí, claro, pero no es una poción que quiera hacer dentro de una escuela llena de adolescentes irresponsables.
— Bueno, pasas mucho tiempo con ellos, ¿no? —prosiguió Theo con suavidad—, me refiero a que no es una cosa rarísima.
— ¡Son hermanos! —protestó Neville.
— ¿Y?
— ¿No es... extraño?
— Lo único extraño sería que ellos no te correspondan.
Tanto Theo como Neville miraron a Draco, sorprendidos por el tono casi amable.
— ¿Qué?—preguntó Neville, sin entender.
— Te miran como si quisieran hacerte un sandwich —respondió Draco con un brillo malicioso en los ojos grises.
Neville se atragantó con su propia saliva y empezó a toser mientras Theo escondía una sonrisa detrás de la taza.
— Aquí la única pregunta es sí puedes lidiar con ellos, Longbottom —prosiguió Draco sin inmutarse por sus reacciones—. No solo son dos, son dos Weasley. ¿Quieres que te prepare una poción reconstituyente?
