Disclaimer: Los personajes no son míos, la historia sí.
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Título: Traición.
Día 10.
Prompt: Traitor.
Sinopsis: De haberlo sabido ¿lo volvería a hacer?
Rating: T.
Propuesta tomada de la tabla "Angstruary 2022" del grupo de FB Helsa Amor Verdadero.
Elsa era de esa manera: se metía dentro de la piel de la gente, rasgaba y rasgaba hasta dar con el punto débil de las personas… y cuando decidía que no las quería más en su vida, entonces explotaba esos puntos débiles, solía presionarlos como nervios y, cuando el caos salía, ella tomaba la puerta trasera para jamás volver.
El punto débil de Hans era, por decirlo de cierto modo, Jack Frostorik.
Habían crecido juntos, como hermanos… como el hermano que sus propios hermanos no estaban interesados en jugar el papel; jugaban juntos, comían juntos, iban a la escuela juntos. Y con todo eso, se alejaron del otro. La brecha entre ambos se abría con cada día que pasaba. Jack comenzó a jugar baloncesto en el mismo equipo que Hans, bebía en las fiestas, gastaba bromas a todos en la escuela, se paseaba en la motocicleta que su padre le regaló en su cumpleaños diecisiete y se hacía llamar Jack Frost.
Hans no quería que nadie lo relacionara con el chico ruso que se metía en problemas, se reía demasiado fuerte y de vez en cuando andaba descalzo por los pasillos; le gustaba ser el serio y lacónico Hans Westergaard que solo mostraba que se la pasaba bien en compañía de sus amistades más allegadas, que tomaba ventaja de su altura para ser de los mejores jugadores del equipo, el que conducía un lujoso audi como un ciudadano respetable.
Y Elsa apareció un buen día.
Más bien, comenzó a formar parte activa de su vida. Cuando miraba al pasado, estaba ahí. En el fondo, con su propio grupo de amigos, seria, hermosa, etérea Elsa. Llegando a casa después de una tarde de práctica en la pista de patinaje, entrando por la puerta sin saludar a ninguno de los amigos de su hermano mayor, Roland, quien era la versión adecuada y noruega de Jack. Sentada en las gradas, esperando pacientemente a que el partido de baloncesto terminara y el de volleyball, donde jugaba su amigo David, pudiera comenzar.
—¿Número trece? —le preguntó un día, cansado de verla y no ser capaz de hablar con ella.
Elsa no levantó de inmediato la vista de su teléfono, terminó de escribir el mensaje en el que trabajaba y pronto se vio frente a unos hermosos ojos azul bebé que lo miraban llenos de desinterés.
—¿Cómo dices?
Hans apuntó al jersey que llevaba puesto.
—El número trece.
Elsa miró la camiseta.
—Ah, sí —se encogió de hombros—. ¿Qué con eso?
—Es mi número —respondió y, sin pensarlo mucho, le dirigió una sonrisa presuntuosa—. ¿Admiradora?
La rubia arqueó una ceja, retadora.
—¿Tuya?
—Si quieres ¿Por qué no?
Se inclinó en un movimiento calculado para tomar su bolsa de lona y al mismo tiempo estar más cerca de la muchacha; que Dios en el cielo lo detuviera, no tenía la más remota idea de qué estaba haciendo.
—Yo no me opondría.
Ahora lo veía. Debió cerrar la boca.
Elsa lo había observado con ojos calculadores durante un momento antes de cambiar su expresión a una más accesible e incluso le sonrió un poco. Una sonrisa con tanto filo como el hielo.
—Cuidado, Westergaard.
Habló con ella un poco más, sorprendido de lo fácil que era entablar conversación y algo molesto de haberse tomado el tiempo antes en los cinco años que llevaba viviendo en Oslo y de conocer a su hermano. La blonda confesó que la camiseta era en apoyo a David, y Hans, que sabía valorar a las verdaderas amistades, no pudo evitar pensar que era algo muy dulce de su parte asistir a los partidos de su amigo junto al resto de su grupo.
Comenzó a hablar con ella más seguido, la saludaba al toparse en los pasillos del instituto, en el estacionamiento e incluso cuando se cruzaban en la casa de la muchacha. Roland no decía nada al respecto y ahora deseaba que lo hubiera hecho —que le pidiera que retrocediera y la dejara en paz, no por el bien de su hermana, si no por el suyo. Elsa llegaba más temprano a sus partidos para poder hablar, y fue tan sencillo invitarla a salir.
Ninguno preguntó al otro, pero era evidente para ambos que no se trataban de "salidas amistosas", en cuestión de tiempo, se volvió un hecho que, de cierta forma, estaban en una relación.
—No me gusta el calor… lo detesto —le confesó, abanicándose con la mano en un día especialmente caluroso de verano.
Hans sonrió. Le encantaba toda mejillas sonrosadas y frente perlada de sudor.
—A mí tampoco, pero no está tan mal.
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—No me gusta el té, soy más una persona de chocolate caliente.
Hans, fiel amante del té, no pudo reprimir un gemido de indignación, pero estaba enamorado y era de esas cosas que podía pasar por alto.
Amor. No sabía qué tan peligroso podía ser.
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Iba a buscarla a la pista cuando terminaba su entrenamiento, y cuando llegó el día en que se retrasó, lo primero que vio al aparcar fue an Elsa conversando con Jack Frost. Se reía con una soltura que no le había mostrado a él ni en sus primeras semanas de relación y el rubio la miraba como si fuera la cosa más maravillosa en la que había posado los ojos; Hans se preguntó desde cuando eran cercanos… o si lo eran. Esperó a ver si ella notaba su presencia y se bajó del audi una vez que aceptó que la presencia de Frost la distraía lo suficiente.
—¿Lista, Copito?
Elsa no pareció sobresaltada al verlo.
—Ah, ya llegaste.
—Había mucho tráfico.
—Copito ¿eh? —Hans estaba decidido a ignorar a Jack, a fingir que no estaba ahí también, pero el otro no captó el memo—. Qué pequeño es el mundo, siempre he dicho que ona snezhinka.
Hans tensó la mandíbula. "Copo de nieve".
—¿Lista?
Elsa frunció el ceño y se encogió de hombros.
—Claro.
Se quedó de pie, viéndola despedirse de Frost y quedando en volver a hablar cuanto antes para que él pudiera terminar de contarle solo Dios sabe qué.
—Do svidaniya, Vanya —dijo el albino en su dirección.
Por un momento, volvían a ser esos niños que se despedían en la puerta del otro después de una tarde de juegos, incluso Jack lo miraba con esos mismos ojos azules y Hans de verdad deseó que siguiera siendo del agrado de su familia para que volvieran a ser amigos. Pero solo fue por un segundo.
—Frostorik.
Elsa puso los ojos en blanco y Jack solo negó con la cabeza, una sonrisa del tamaño de Texas adornaba su cara.
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Una vez que la vio con Jack, no paró de hacerlo. Fue como si se necesitara una ocasión para que saliera del fondo: en los partidos de baloncesto, en el aparcamiento, en la casa de sus primas cuando iba a recogerla e incluso a fuera de la suya mientras dejaba a su vecino de ocho años al que la blonda cuidaba de vez en cuando.
—No entiendo cuál es tu problema.
—¿Mi problema?
—Con Jack.
—¿Frostorik?
Elsa puso los ojos en blanco.
—No le gusta que le digan así.
—Bueno, eso no significa que no sea su nombre…
—Hasta donde sé, a ti tampoco te gusta que te llamen Johannes y ese es tu nombre…
—¡¿Por qué lo defiendes tanto?!
Elsa le lanzó la almohada.
—¡No me levantes la voz!
Hans se frotó las sienes. Jack era un tema delicado y siempre terminaba exhausto después de tocarlo.
—No pretendía… lo lamento.
Elsa le dedicó otra mirada glacial.
—Es mi amigo, nada más.
—También fue amigo mío.
La rubia no parecía sorprendida.
—Pero ya no.
—Ya no —afirmó.
—¿Por qué no?
Hans quería una respuesta más clara de la que tenía para ofrecer.
—No es el mismo Jack que conocí.
—Yo tampoco soy la misma Elsa de cuando tenía doce años —espetó—. Seguro que tú cambiaste también, supéralo.
Hans la miró con incredulidad.
—No sabes nada sobre nosotros dos.
—Solo sé que dejaste de hablar con él de la nada. No todos pueden ser unos presumidos como tú y mi hermano.
El bermejo abrió la boca para contradecirla, para sacarla de su error y decirle que no era su culpa preocuparse por cosas tan superficiales, si no de su familia que lo crio de esa forma… pero no pudo. Jack era un nervio, su nervio y no vio que Elsa comenzaba a presionarlo.
—Solo… solo no podemos ser amigos de nuevo ¿de acuerdo? No quiero que lo seamos y él tampoco.
Jack los había superado, de eso estaba seguro.
Elsa negó con la cabeza.
—Me incomoda tu amistad con él.
—No es asunto mío, no me ha hecho nada.
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No le extrañó que no dejara de hablar con él, de ser su amiga. Elsa hacía lo que quería y cuando quería, incluso Roland le preguntó si se sentía cómodo con la situación, se disculpó por la actitud de su hermana… pero no le advirtió.
Tampoco le extrañó que Elsa terminara la relación pasados un par de meses. Sus ojos azules vacíos de culpa al decirle pequeñas mentiras piadosas sobre invitar a Jack a salir con sus amigos, Hans hacía el tonto aunque sabía perfectamente que hablaba con él, pero se mantenía callado para no molestarla y para que ella no supiera cuánto le afectaba.
Contrario a la creencia popular, Hans tenía sentido del humor. Se rio como nunca cuando ella corrió hacia Jack en el momento en que terminaron, qué gracioso le resultó recordar cuánto Elsa insistía en que solo eran amigos y al verla sentada en su regazo durante una fiesta en los fiordos en la instastory de Mérida le quedó claro que no lo eran.
Le dijo que se sentía incómodo al respecto y a ella no le importó en lo más mínimo. Quizá no lo engañó, pero se sentía como la peor de las traiciones. Y ahí estaba todo el tiempo.
Cuando se giraba, ella. Siempre ella.
Traidora.
Su único consuelo era que estaba en busca del punto débil de Frostorik y Hans no podía esperar a verla destruirlo sin remordimientos.
So this is the last one. Lamento no haberlo publicado antes. He estado muy busy subtitulando un proyecto final para mi clase y... ustedes saben cómo es la universidad. Responderé a los reviews más tarde, aquí ya es media noche, pero me parece que en México sigue siendo ayer... solo yo me entiendo.
Gracias!!! Nos leemos pronto.
Harry.
