Lo que realmente lo despertó fue la tormenta afuera.

Un trueno y su respectivo relámpago parecieron hacer vibrar la casa entera. Podía escuchar miles de gotas pesadas caer en el techo, en las pasarelas de afuera, en los árboles del jardín.

Al darse la vuelta la vio dormir. En posición fetal de cara a él, su cabello negro se volcaba del futón al tatami, y los ojos cerrados bordados por las pestañas soñaban, ajenos al mundo. Miró más allá, y vio la redondez exquisita de la cadera y los muslos, vio los labios entreabiertos y su pecho, protegido por los brazos, se hinchaba con cada respiro.

Grabó esa imagen en su retina porque no sabía si se repetiría.

No sabía cómo está situación ahora encajaría con su vida, si ya que la había encontrado, podría conservarla.

Otro trueno cayó a lo lejos y Akane despertó.

Lo vio a su lado y sonrió. Le dio los buenos días y tomó una de sus manos.

Genya no se resistió y ella, entre juegos, comparó sus tamaños, rozando delicadamente con la yema de sus dedos la piel áspera, curtida. Akane sonrió cuando observó que la mano de él doblaba en tamaño a la de ella.

- ¿Pudiste dormir bien?- preguntó él, casi hipnotizado por el juego inocente de Akane.

- No. Roncas horriblemente.-

Genya le pellizcó la nariz con suavidad.

- La que ronca eres tú. Creo que el aire no circula bien en ese cuerpo tan enano.-

Ella rió. Y esa risa fue como un río limpio, claro y refrescante que lo cubrió por completo.

Él entendió entonces cómo había necesitado y extrañado esas situaciones. Esta complicidad. Su vida era muy diferente que esto. Su mundo era de entrenamiento, rudeza y golpes. Era tan opuesto...

Entonces ella se acercó a él. Con mucho cuidado y midiendo sus reacciones, abrió la camisa negra ahora arrugada por haber sido usada de improvisada ropa de noche. Genya tragó saliva y no supo que hacer con su cuerpo, se quedó muy quieto y miró los dedos suaves de ella recorrer cada cicatriz. La vio con atención, memorizó a fuego los ojos curiosos de Akane, como se humedeció los labios, las pupilas verdes, mientras se concentraba en el roce tan gentil de su piel.

Una sensación que jamás había experimentado. Su corazón se aceleró y explotó cuando ella alzó la vista y lo miró a los ojos. Llevó sus manos amables al rostro de él y siguió con sus dedos el trazo de las cicatrices, cómo si estuviera reconociendo sus facciones con sus manos, como si buscara al joven que miraba la luna con ella cuando tenían tiempo libre en las facciones rudas de este hombre que descansaba a su lado.

Hubo un momento en el que todo lo que rodeaba a Genya pareció desaparecer y su universo se redujo al contacto con ella y su mirada. Era una experiencia sensorial totalmente nueva, esa suavidad.

No es que el fuese virgen ni mucho menos. Las mujeres y los hombres tienen deseos que pueden saciar y responden completamente al mandato de la carne. Pero este contacto, esta dulzura era algo novedoso.

Una batalla interna feroz y descarnada se desató en Genya.

Quería besarla. Besar todo su cuerpo, desnudarla y hacerle el amor todo el día y toda la noche de ser posible, quería probar sus labios, lo quería con locura, nunca había deseado algo al punto de sentir la desesperación arrastrarse lentamente bajo su piel hasta entonces.

Pero también quería abrazarla y decirle que la extrañó. Que no quería que se separen nunca más y que ella en esas pocas horas que pasaron juntos logró que él sea más feliz que en la última década, y que no se explicaba cómo eso podía ser posible. Que para él no tenía el menor sentido, que tenía la sensación de que una enorme represa que contenía su ser se había resquebrajado.

Esa lucha en su cabeza se definió con una sola frase que ella le dijo, con una ternura que lo desarmó.

- Tus cicatrices... a mí siempre me parecieron especiales.-

Él la tomó en sus brazos y la abrazó. Akane sintió el corazón de él enloquecido en su pecho. Y se dijo a si misma que era ahora o nunca.

Porque Genya podia ser un hombre ya, pero no había perdido su esencia claramente.

Entonces tomó su cara con ambas manos y lo besó.

Lo besó, al principio con ternura. Cómo si tuvieran 16 años y este fuera un primer beso robado en una de las habitaciones de la Finca. Pero luego, cuando él le corespondió el beso, se desató un incendio en todo su cuerpo, todo fue un desorden de manos que iban y venían, un enriedo de labios, lenguas y mordidas, una sinfonía cálida de suspiros y sonrisas.

Hasta que todo escaló donde era inevitable a esa altura y Akane se sentó a horcajadas sobre él, y se quitó la camisa, mientras Genya sin perder tiempo le removió el sujetador. Se sentó, la abrazó con fuerza y volvió a besarla, bajo sus manos por la espalda tersa de ella y le agarró el culo con fuerza. Beso su cuello, lamió con ansias sus pechos y ella enredó sus dedos en el cabello de él.

Su labios volvieron a fundirse en un beso hambriento y ella lo obligó a acostarse nuevamente.

Lo notó agitado, y le encantó. Debajo de ella sentía su excitación y eso la animó a seguir. Era cómo si no pudiera controlarse, cómo si su mente estuviera en pausa y fuera el deseo lo que la movía, no la racionalidad.

Lo besó, y fue bajando de sus labios a su mentón, a su garganta y siguió su camino cuesta abajo.

Genya estaba a su merced y esa situación lo estimuló. Agradeció al Dios que haya estado de guardia en ese momento que esté pasando esto, que ella haya facilitado las cosas porque lo cierto es que si este encuentro hubiera dependido de él, quizá no se estaría dando.

La intimidad puede ser difícil.

Cuando sintió los besos de Akane en la cicatriz cerca del ombligo, se alzó sobre sus codos para verla, entre sorprendido y curioso.

Ella le sonrió desde el borde de su pantalón, y sin borrar la sonrisa se recogió el cabello en un bollo desprolijo. Sus ojos se cruzaron un instante, cuando ella comenzó a quitar todo lo que la separaba de su objetivo. Él respiró profundamente y no pudo evitar dejar escapar un gemido gutural cuando ella pasó su lengua caliente por la punta de su miembro, suave y lentamente, una y otra vez mientras lo estimulaba. Cerró los ojos y apretó los puños, porque cuando entró en su boca fue como estar en el paraíso. El ritmo y la profundidad que ella marcaba era deliciosamente placentero.

La vista, por otro lado, era excepcional. Acarició con una mano la cabeza de ella, y Akane lo miró, con toda su hombría atrapada entre sus labios.

Ella hizo su trabajo con apasionada dedicación, por bastante tiempo y de vez en vez sumando sus manos. Genya se contuvo para no explotar, y tuvo que sacarla de ahí porque no sabía cuánto tiempo más podría contenerse. Era el trabajo más difícil que había tendido. En su vida. Definitivamente.

La acostó en el piso y la desnudó completamente. Se recostó a su lado, sosteniendose por el codo, y besó su cuello. Con los dedos de la mano libre buscó estimularla, localizó el botón de su placer y lo frotó con una tortuosa precisión. El cuerpo de Akane se contorsionó de placer y arañó el tatami cuando él coordinó sus dedos con la lengua en sus pezones. Y complementó al roce de sus dedos con suaves y profundas entradas a su humedad desbordadante.

Akane se sintió morir. La golpeó un orgasmo maravilloso y vio colores fantásticos en su mente, mordiéndose los labios para no gritar. Cuándo él noto la explosión mojada y las contracciones de su interior, se sintió orgulloso. Volvió a besarla, ahora con ternura, pero ella enredó sus piernas en él, se aferró a su espalda y le pidió más.

-Si empiezo, no podré detenerme- Le susurró él en advertencia, y le besó el cuello.

- Es exactamente lo que quiero.- le dijo ella, y con un movimiento lo forzó a subirse sobre ella. Abrió las piernas como quien abre un maravilloso presente y con sus propias manos lo puso en el borde de su cuerpo.

Genya tomó aire, y ella enredó las piernas en su cadera. Se empujó contra él haciendo que la punta de su miembro de abriera paso sin problemas, y dejó salir un delicioso suspiro.

Genya se mordió los labios y empujó hasta meterse entero.

Si sentir su boca al principio le pareció el paraíso, esto era algo superior si es que lo había. Controló su ritmo lo más que pudo pero el deseo entre ellos resultó ser bestial, así que mientras la penetraba rítmica y profundamente, ella lo aprisionó con las piernas y sus uñas arañaron la espalda y los brazos de Genya, que cuando notó que el interior de Akane se contrajo, le tapo la boca para que no grite.

Y se vació dentro de ella, interminablemente al parecer. Ella no lo soltó, y agradeció que su mano apagó sus gemidos.

Porque fue un orgasmo impresionante, enorme, apabullante.

Les costó recuperar el aire. Él se recostó a su lado y ella apoyó la cabeza en su pecho.

-Bueno, esto no estaba en mis planes a decir verdad.- dijo finalmente ella, acariciando las marcas en el pecho de él.- Lo juro.

- En los mios tampoco. Al menos sabemos que no fue el alcohol.- sonrió él, y acomodó un brazo bajo su cabeza a modo de almohada.- Y aunque lo hubiera estado, hubiera quedado en eso, un plan inconcluso. Aun no me desenvuelvo bien con estos...temas...-

- Pues...a mi me pareció lo contrario- sonrió ella, acariciando con suavidad su pecho. Genya notó la nota especiada, juguetona en el tono de voz y pudo sentir como su rostro se encendió. Tragó saliva y sólo pudo contestar con una risita vergonzosa.

Pero el comentario lo hizo sentir muy bien. Las veces que estuvo con otras mujeres en el pasado, fue completamente diferente a esto. Todo fue a oscuras, sin miradas, sin más besos que los justos y necesarios y ni por cerca eran tan especiales ni ricos cómo los que Akane le dio hoy. Luego intentó siempre evitar un nuevo encuentro, y llegó a huir de alguna que otra que cruzó casualmente por la calle.

Lo que sucedió con Akane fue la apertura a un nuevo mundo de sensaciones, un festín para los sentidos del que, alarmantemente, entendió que querría repetir.

- ¿Tienes que irte ya?- Preguntó Genya, acariciando el brazo de Akane.

- No. Mi turno empieza en unas horas.- Contestó ella, cerrando los ojos.

- Perfecto.-

Él la sostuvo un rato más asi, sobre su pecho, escuchando la lluvia afuera, incesante, persistente.

Había que volver a la vida normal eventualmente.

Pero por ahora, no pensaban hacerlo.