Tuvieron que apresurarse.

Akane los llevó hasta el hospital donde trabajaba y los hizo esperar fuera, en uno de los callejones oscuros que desembocaban frente al hospital.

-Necesito que se queden aquí.- Dijo ella, y se colocó la bata blanca. Se ató el cabello en una cola de caballo alta y se puso su identificación.- Enseguida vuelvo.-

Entró por la entrada de Emergencias y se escabulló intentando cruzarse con la menor cantidad de gente posible. Fue hasta el pequeño cuarto dónde se guardaban los insumos descartables, y tomó dos juegos de ropa: dos uniformes con sus respectivas cofias que se anudaban por detrás, y barbijos. El problema eran los brazos...aún se veían las cicatrices de Sanemi, pero Akane pensó que la gente suele enfocarse en la cara, es lo primero que mirarían, y ellos la llevaban bastante cubierta, sólo se veían sus ojos.

- Síganme. Y no hablen con nadie.-

El hospital tenía varios accesos. El principal, que permanecía cerrado por la noche; la entrada para emergencias, que por a esa hora estaba poblada de gente y adictos; la entrada para ambulancias, donde siempre había un médico y un enfermero apostados por si llegaba alguna emergencia y la morgue, donde durante la noche había un guardia pero Akane lo conocía. Se llevaban bien y él no diría nada si la veía a esas horas, el tipo llevaba años trabajando ahí y casi nadie, excepto Akane, hablaba mucho con él. La gente temía que algún fantasma se les pegara al bajar a la morgue, pero Akane no era supersticiosa. Además, tenía muy en claro que el mal adopta peores formas que un fantasma.

Así que se decantó por la última.

- Dra. Yamauchi, no sabía que estaba de guardia hoy.- El hombre de 50 y pico de años , regordete y sonriente, saludó a Anake alegremente

- Hola, Masashi.- Sonrió ella, cuando abrió la puerta vaivén que separaba el enorme estacionamiento del interior.- Ya ves, quiero comprar un automóvil, necesito hacer unas horas extras.-

Detrás de ella, silenciosamente, ingresaron los hermanos Shinazugawa. Masashi, cuando vio a los dos hombres flanquear a Akane, borró su sonrisa amigable y los miró con cautela.

- Si...ya veo...en fin...- los pequeños ojos del hombre pasaron de uno a otro de los hermanos y Akane supo que debía distraerlo un poco, echar una cortina de humo.

-Últimamente el dinero me rinde poco, ¿has notado como aumentó el pescado?- Comento casual, mientras caminaba hacia la puerta.

- Oh, si...- dijo él, volviendo su atención a Akane.- Los mellizos empezarán pronto la escuela y eso será un gasto importante. Con los aumentos que hubo no sé qué haré. Quizá hagamos horas extras juntos, Dra. Yamauchi. Usted me agrada.-

- Quizá deberíamos, si.- sonrió Akane, y comenzó a caminar distraídamente hacia el pasillo que comunicaba la pequeña morgue con el resto del lugar. Sanemi y Genya la siguieron, sin hacer contacto visual con el guardia.- ¡Mañana traeré mochi y podemos tomar un té, Masashi! ¡Hoy tengo prisa, adiós!-

-Oh, adiós doctora.- Le sonrió entonces alegremente el hombre y volvió a internarse en su silla.-...¿Serán enfermeros nuevos?- pensó en voz alta, mientras se acomodaba y abría un paquete de galletas.

Los tres infiltrados se desplazaron por los pasillos desiertos, en silencio y lo más rápido que pudieron.

Akane los guió dos pisos arriba, abrió puertas y más puertas y cuando se dieron cuenta, estaban en otro corredor, pero más ancho, bien iluminado, largo y con varias habitaciones con pequeñas luces rojas apagadas sobre los dinteles de las puertas. Salas de internación.

-Bueno…ahora esperemos que nadie nos interrumpa.- Dijo, echó a andar y los hermanos la siguieron.

Cuando llegaron al cuarto 306, Akane los frenó.

-Aqui es…-dijo y les hizo un gesto con el dedo en los labios para que hagan silencio.- Aún sigue en shock y se asusta con facilidad. Esta mujer pasó un infierno así que por favor, hablenle con calma.- Dijo esto último mirando a Sanemi, muy severamente.- Ten empatía.-

Él se cruzó de brazos y ladeó la cabeza, estuvo a punto de contestarle pero se contuvo. La imagen de su madre, maltratada y golpeada por su padre cruzó su mente. Akane defendía a su paciente… ella era el tipo de médico que le hubiera gustado encontrar muchos años atrás. Así que, el ex Pilar del Viento se tragó sus palabras camorreras, y las reemplazó por unas más calmadas.

-No te preocupes. Confía en mí.-

Genya asintió con la cabeza a Akane y disimuladamente rozó su mano. Sus dedos meñiques se entrelazaron un momento.

Akane entró en la habitación en penumbras, seguida por los dos hermanos. Todo estaba en silencio, y la mujer, en la única cama del cuarto, dormía conectada a varias máquinas. La luz del pasillo recortaba un rectángulo alargado y brillante que se recostaba a los pies de la cama de la chica convaleciente. El resto del cuarto, sumido en las sombras, parecía otro universo.

Akane tragó saliva. Sabía que estaba transgrediendo más de una regla pero…era necesario. Ya lidiaria con su crisis ética luego.

Encendió la pequeña luz sobre la cama de la mujer, y ésta abrió los ojos.

-Buenas noches, señorita.- le sonrió Akane.

- Doctora Yamauchi…-Dijo la mujer, muy suavemente.

- ¿Cómo te sientes hoy?-

La mujer no dijo nada. Sólo llevó la mano huesuda a su vientre, ahora vacío, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Respiró profundo y preguntó.

-¿Sabe algo de mis otros niños?-

-Están bajo la custodia del gobierno.-le dijo Akane, sentándose a su lado.

-No voy a recuperarlos ¿verdad? ¿Quién va a creerme?-

-Si lo harás.- Dijo Akane, con calma. La miró un momento y continuó.- Escucha…sé que estás cansada, que todo esto fue muy duro para ti, pero necesito pedirte un favor. Tengo dos amigos que quieren hablarte sobre lo que pasó.-

-No quiero que la policía se burle más de mí.- contestó tajante la mujer de los ojos negros.

-No somos policías.- Dijo Genya, con calma, acercándose a ella.

-¿Entonces que son?-

-Simplemente queremos evitar que las cosas se pongan peor. Porque lo harán.- Le dijo Genya,

-Lo lamento. No puedo.- dijo la chica, y negó con la cabeza.

-Si puede…- Dijo Sanemi, acercándose muy lentamente por el otro lado de la cama.- Yo creo en todo lo que le dijo la doctora. Y estoy aquí porque quiero evitar que lo que le pasó a usted pueda pasarle a alguien más…-

Genya se sentó a un lado de Akane, y miró a la chica. Dudó, porque la jugada que pensaba hacer quizá tenga el efecto contrario al que buscaba, "pero quién no arriesga no gana" pensó. Y se quitó el barbijo, mostrando las cicatrices que tenía. La chica no dijo nada, pero claramente se estremeció, Genya pudo casi sentir las pupilas de la mujer analizando su rostro marcado, observando.

-Esto es consecuencia de una guerra contra la misma maldad que le quitó a su bebé.- Le dijo Genya.- Por favor…ayúdenos.-

-Estará salvando la vida de muchas mujeres y sus hijos. -Agregó Sanemi.- ¿Podrá hacer ese esfuerzo?-

En la habitación reinó un silencio tan denso que podía palparse con una mano. Observó a los tres, desconfiada, a la defensiva. Era una posición razonable después de todo.

-Lamento ponerte en esta posición. Pero eres mí última esperanza.- Akane tomó la mano de la chica, delgada y fría, entre las suyas y apretó muy suavemente.

La chica respiró profundo. Su mente, aún rota y nebulosa, abrió la puerta de lo que intentaba olvidar. Se dijo a si misma que sería la última vez y luego cerraría esa puerta con llave y la perdería. Suspiró largamente, y comenzó su relato.

-Regresaba a casa luego de hacer un pequeño trabajo. Un hombre, con un automóvil muy nuevo, se acercó a mí y me ofreció mucho dinero por una noche conmigo.-dijo, avergonzada.- Acepté. Era la primera vez que lo hacía, estaba pasando una mala racha y mis niños tenían hambre. - Se detuvo, y observó las reacciones. Que ninguno la haya juzgado mal, le dio empuje para hablar.

Akane pudo ver cómo luchaba para seguir adelante. Sostuvo su mano con más firmeza, y la miró a los ojos. Acarició su hombro delgado con suavidad. Quería que supiera que no estaba sola, que podía confiar.

Genya y Sanemi estaban expectantes. El mayor sentía una urgencia típica de él de acelerar las cosas…pero esa mujer, tan menuda y pequeña estaba haciendo un enorme esfuerzo para no quebrarse frente a ellos. Y tuvo que domar su ansiedad.

- Condujo largo rato y me llevó a un antiguo templo en las afueras. Cuando le pregunté qué hacíamos allí, me dijo que cerrara la boca, que ya había aceptado ir. Nos detuvimos en un torii* que era bastante grande y viejo. Me hizo caminar por el camino de acceso en total silencio, y empecé a tener miedo, todo estaba absolutamente oscuro. Recuerdo haber visto a los komainus destruidos a los lados del camino. Luego me llevó a una habitación muy pequeña, con solo dos tatamis, me ató las manos y los pies y me ordenó que no gritara, porque me mataría. Y allí me quedé sola, por días. No vi a nadie más, supuse que porque era de noche, pero cuando fueron pasando los días, me di cuenta que no había más que 3 o 4 personas. No recuerdo mucho, solo sé que me daban a beber un agua asquerosa y luego de eso los colores de todo mí alrededor parecían brillar, quemarse, veía figuras horrendas, oía risas aterradoras, había una voz que me susurraba las cosas más horribles que escuché. Durante el día me tenían en esa habitación. Por la noche, cuando caía el sol, una mujer muy bajita venía a darme esa agua horrenda para beber, y otra me traía una porción de arroz. Si no comía y bebía todo, me golpeaban con una rama de bambú.-

La mujer estrujó la sábana con su mano libre y sus pupilas iban y venían de un lado a otro, en la evidente agitación provocada por el esfuerzo de recordar.

-No puedo distinguir qué era real y qué no…-

-¿Recuerda algún rostro?- preguntó Sanemi.

-No.-

-Y algo que haya oído?-

-No…es que no lo sé con seguridad. La mayoría de las veces había un silencio total. Luego por las noches, antes de buscarme, oficiaban una ceremonia, podía escucharla pero no entendí nunca lo que decían. Excepto una frase "Sus Ojos Divinos son la entrada al paraíso eterno. La sangre inocente, el precio justo a pagar por su poder." Lo recuerdo porque lo repetían muchas veces. Lamento no ser más útil…sigo sin diferenciar qué fue real y qué no.-

Pero los tres infiltrados sabían que no era así. Era más real de lo que querían admitir. Hubo un breve silencio, un intercambio de miradas entre ellos y la voz de la mujer de la camilla volvió a oírse.

-Me hacían beber esa agua, y luego cuando todo parecía derretirse a mí alrededor, me arrastraban a un lugar enorme, poblado de velas. Sobre una mesa de madera me recostaban boca arriba, atada como una estrella y ese hombre dibujaba algo en mí vientre con un líquido caliente y viscoso. Todo apestaba a azufre, a podrido y…-

Se detuvo. Alzó la vista y los miró a los tres. Los ojos se le llenaron de lágrimas, y su cuerpo comenzó a temblar.

-Oh, sangre. Bebí sangre…- lloró.- Bebí sangre de un cuenco de oro, y vi en una canasta pequeña el cuerpo de un niño, ¡oh era tan pequeño! ¡No tenía ojos! ¡Y ese hombre! ¡Ese hombre que oraba! Oraba un idioma que no entendí y bebía la sangre también! Y quemaba los ojos del niño en ese fuego azul!.-

-Tranquila…-Sanemi se acercó un poco, con las palmas expuestas.

-¡Eran sus pequeños ojos! -La mujer pareció aullar, los miraba a los tres con los ojos muy abiertos.- ¡Esperaban a qué los bebés nazcan para…! ¡Oh por Dios, por Dios, que atrocidad!

-Esto no es bueno…- Le dijo Sanemi a Akane.

-Quedense aquí- dijo ella, pero cuando se quiso poner de pie, la mujer se aferró con una fuerza terrible a su brazo.- Oh no…-

-¡MATARON A MI NIÑO! ¡MI NIÑO! ¡OH NO MATARON A MI NIÑO!- gritó la chica, las lágrimas le corrían desenfrenadas por el rostro y sus ojos derramaban dolor y terror.

- ¡Sanemi…!-Akane lo buscó con la mirada.- Necesito que me traigas una inyección con sedante. Busca en el primer cajón de aquel mueble. Genya, necesito que vigiles la puerta. Con suerte, nadie la escuchó gritar aún…-

- Eso será un verdadero milagro.- Masculló Sanemi en lo que abrió el cajón que Akane le había indicado, y le leyó los nombres de los pequeños viales que habían. Cuando encontró el indicado, le llevó la inyección lista a Akane.

-¡HAZ QUE SE DETENGA, QUE SE DETENGA! ¡ESOS NIÑOS INOCENTES! ESOS PEQUEÑOS! ¡HAZ QUE SE DETENGA!-

Akane no meditó mucho la decisión, y administró el sedante sin mucha ceremonia en la vena del brazo. Era una dosis levemente más elevada que la de costumbre, pero ella estaba absolutamente alterada.

-Espero me perdones por hacerte revivir esto…-le dijo a la chica. Sintió como los ojos se le llenaron de lágrimas también.

-Doctora…doctora…-la voz de la joven se iba apagando.

-Lo siento, lo siento mucho.- Akane le depositó un beso en la mano delgada. Se sentía muy mal, se sentía una abusadora, por empujar a alguien con una psiquis tan dañada a revivir todo lo que pasó.

-Ese hombre…es un demonio…- dijo la mujer, más en un susurro que en otra cosa, y cerró los ojos..-Mi…be…bé.-

Silencio. Akane quiso desaparecer, sintió su corazón estallar en mil pedazos.

-Tenemos compañía.- Susurró Genya, cuando vio una de las enfermeras aparecer a lo lejos en el pasillo.- No creo que vaya a por té.-

-Bien, nos vamos.- Sanemi crujió los dedos de las manos y miró a su alrededor.

-¿Cómo?- preguntó ella.

-Se llama Plan B. Siempre hay que tenerlo a mano.- Sonrió Sanemi, y abrió la ventana.

-¿Por ahí?- Akane abrió grandes los ojos.

-¿Tienes miedo, Kakushi?- Sonrió, subiéndose de un salto al alfeizar de la ventana, quedando de cuclillas.-

-¿Estás loco? Es un segundo piso, yo…-

-¿Ves alguna otra salida? Saltamos a ese árbol, y luego al piso. Es de noche, y es tarde, nadie nos verá.-

-¿A los árboles? ¿En serio?-

-Pff, gallina.-Sonrió él, miró a su hermano y le hizo un gesto con la cabeza.- Genya, vamos.-

-¡Si íbamos a escapar por una ventana no hubiese hecho que se disfracen!- protestó Akane al tiempo que Genya pasaba a su lado.

-No tenemos tiempo para jugar a los enfermeros ahora, Niña. ¿Prefieres que la enfermera nos encuentre y reconozca que estamos muy lejos de ser enfermeros reales?- dijo él mayor, y de un salto con las piernas fuertes cómo tenía, llegó a la rama más fuerte del enorme árbol que se alzaba a unos cuantos metros

-Akane, vamos…-Genya se alzó en cuclillas como Sanemi.

-Pero…-

-¡Vamos!- La instó él, mirándo hacía la puerta.- No hay mucho tiempo, vamos.-

Akane se guardó la jeringa vacía en el bolsillo, y subió un pie a la ventana, junto a Genya. Sanemi, de pie en una de las ramas de los árboles lejanos, los llamaba con la mano.

Pero ella tenía miedo. Terror. Hace años no hacía esto y ya no tenía 16. Ya no era una niñita ligera e impulsiva. Si se caía de esa altura, sabía que se rompería todos los huesos. O al menos varios, muy importantes.

Entonces unas manos fuertes la tomaron de la cintura cómo quien carga un futon enrollado en la cadera, y pronto solamente vio su sombra reflejada en el suelo lejano, y la de Genya, que la llevaba aferrada. Alejándose, vio la ventana de la habitación de la chica, con las cortinas blancas ondeando como fantasmas en la noche, y antes de detenerse, pudo ver la figura de la enfermera entrar a la habitación.

Ya en el suelo los tres, alejados del edificio, Akane miró hacia arriba, hacía el cuarto dónde habían estado. La enfermera se asomó por la ventana, miró distraídamente hacia abajo, y cerró.

-Estuvo cerca.- susurró ella.

-Vaya que eres lenta, niña.- Protestó Sanemi.

-No estoy acostumbrada a saltar por las ventanas, disculpa.-

-Necesitas algo más de emoción en tu vida.-Dijo el ex Pilar, echando a andar.- vamos a tu casa otra vez, intentemos desenmarañar todo este jodido lío.-

Akane se quitó la bata, y cuando hubieron caminando unos metros, arrojó la jeringa vacia al suelo, a un costado del camino. No era la mejor forma de manejar residuos patogénicos.

"Lo sumaré a la lista de récord de reglas transgredidas en una noche. Haré un apartado especial para remarcar el hecho de que le jodí la mente a una paciente vulnerable. Creo que me llevaré el premio al médico del año" pensó, con amargura. Adelantó un poco el paso y caminó junto con Genya, en silencio.

-Lamento haber dudado…casi nos meto en un lío.- le dijo, muy apenada. Tenía un nudo en la garganta.- Supongo que si soy una gallina.-

- Arriesgaste tu trabajo para ayudarnos. La que hubiera estado en problemas realmente hubieras sido tú.- Le dijo él.- Para mi fuiste sumamente valiente.

-Es una noche difícil para mí, lo siento.- Akane intentó justificarse, y Genya percibió la pesadez en sus palabras.

- Lamento haberte involucrado en esto, Akane.- le dijo él, y le rodeó los hombros con un brazo.

-No te disculpes.- le sonrió ella, luego de un momento.- A fin de cuentas, la que quería ayudar a toda costa era yo…¿verdad?-

Genya le sonrió y en una rápida mirada a su hermano que iba delante, puso su mano en la nuca de Akane, la atrajo hacia él y le robó un beso.

-Escuché eso.- Dijo Sanemi, más adelante, totalmente al tanto de lo que pasaba a sus espaldas, y sonrió.


Pequeño Glosario:

Torii: Es la puerta de entrada al lugar sagrado en cuyo centro se encuentra el santuario, y está situada en el acceso principal del santuario. Cuando vemos un torii significa que más allá hay un espacio sagrado.