No me culpes por caer

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R. Martin.

Esta historia participa en el "[Multifandom] Casa de Blanco y Negro 4.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".

Condición: Rating T.


2

Jacaerys

El segundo en caer fue Jacaerys.

A ver, que Aemond tampoco esperaba terminar acostándose con este sobrino también ―y menos después de que él y Luke habían repetido casi todos los fines de semana; Gigi decía que estaba sublimando su rencor de forma sexual, fuera lo que fuera, nunca se la había pasado tan bien en la cama―, pero Jacaerys Strong apareció ese sábado en el Luxury, en lugar de su hermano menor, y le preguntó si podía invitarle una copa.

―No creo que sea buena idea, Strong.

Jacaerys era muy parecido a Luke, solo que un poco más alto. La única diferencia radicaba en su forma de vestir: en vez de revelar, insinuaba de una forma muy sutil. Olía a colonia, fresca y varonil.

―Vamos, sé que te gusta el daiquiri de frutilla. Déjame invitarte uno, por lo menos.

―Puedo pagar mi propia bebida, Strong. ―En realidad, Aegon no le cobraba el alcohol. Se lo debía después de las tres veces que había pagado su fianza―. ¿Qué es lo que quieres, en realidad?

―Quierovereltatuaje.

―Disculpa, ¿qué?

―Quiero ver el tatuaje ―dijo más pausado.

Aemond chasqueó la lengua.

Entonces, era eso lo que su sobrino quería.

―Así que Lucerys te contó lo del tatuaje ―contestó divertido―. ¿Y qué más te dijo?

―Él, literalmente, babea cada vez que habla de ti y de lo que le hiciste en el baño. Y en el hotel. Y en el auto. Y debo admitir que eso ha suscitado una envidia sana e inquieta curiosidad en mí ―confesó. Le resultaba gracioso que su sobrino enumerara sus razones como si estuviera exponiendo en uno de sus congresos sobre negocios. Supuso que era difícil para él relajarse―. Por eso he venido.

Una parte de Aemond se preguntó si era correcto aceptar la propuesta que le estaba haciendo. Es decir, Lucerys y él no hablaron de ser exclusivos, ni mucho menos, pero ¿qué opinaría de que se acostara con su hermano? Una cosa era presumir de sus encuentros sexuales ―lo cual hinchaba de orgullo a Aemond, para qué mentir― y otra cosa era compartir el ligue. Y no, no es que Aemond se pensara a sí mismo como el ligue de Lucerys Strong. Jamás.

Entonces, un mensaje en su teléfono disipó cualquier duda: «no me molesta compartir, tío. Ven por mí luego de que termines con Jace», seguido de un emoji haciendo guiñada.

―¿Vamos? ―apremió Jacaerys.

Aemond le acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja, sintiendo cómo el chico se estremecía por su contacto, luego murmuró:

―No me gusta que me manden, sobrino. Si quieres que te enseñe por qué babea Lucerys cuando habla de mí, tendrás que aprender a seguir órdenes. ¿Comprendes? ―Él asintió―. Buen chico. Camina.

A su debilidad por los chicos de pelo castaño y ojos de cervatillo, añadió: «que desciendan de Harwin Strong». Sin duda, su enamoramiento platónico de la adolescencia lo había marcado. Y vaya que lo había hecho.

Y así fue como Aemond Targaryen terminó una vez más en el tercer cubículo del baño para chicos.