Hola:

Dejo el capítulo veintidós. Aquí describo la llegada de Yato al Santuario y cómo es que conoció a Regulus.


Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. La historia es de mi autoría personal, la cual solamente escribí por diversión.


Día 22: Casa del árbol

Yato, Regulus.

Pre Canon, amistad, confianza, compañeros.

Yato caminó con paso lento hasta el área de las cabañas. Después de ser presentado por el santo de Escorpio ante el patriarca como un nuevo aprendiz, fue llevado a donde viviría de ahora en adelante.

—Escucha niño, te traje al Santuario por dos cosas— Kardia miró al chiquillo con una expresión ligeramente seria, agachándose para quedar a su altura. —En primera, porque tú quisiste acompañarme por voluntad propia después de que tu hermana se recuperara. En segunda, porque la constelación de Escorpio brilla sobre ti también, lo que significa que te convertirás en un guerrero. —

—Señor Kardia, yo quiero ser como usted— afirmó Yato con valentía.

El santo dorado hizo una leve sonrisa.

—Nadie puede ser como yo, porque soy único en mi tipo, niño— dijo con leve arrogancia. —Pero me aseguraré de que te conviertas en un santo de Athena— colocó la mano sobre la pequeña cabeza, agitando un poco su cabello. —Ahora, ve a la cabaña para que conozcas a tu compañero de entrenamiento y a tu nuevo maestro. —

—¿No será usted? —

—Por el momento no, eres demasiado joven para soportar mis entrenamientos— Kardia se puso de pie. —Pero cuando estés listo, vendré por ti, para darte las clases de segundo nivel— sonrió divertido.

El santo se marchó, dejando al niño con algo de incertidumbre.

Llegó a la choza indicada y tocó un par de veces la puerta. Unos segundos después, un hombre alto y rubio se asomó.

—¿En qué puedo ayudarte? —

—Soy… ¡Soy Yato, el nuevo recluta que llegó con el señor Kardia! — se presentó, poniéndose firme como un soldado.

—¿Kardia trajo un aprendiz al Santuario? — se preguntó Sísifo con evidente sorpresa. —Ese loco irresponsable ahora anda secuestrando niños— rumió, frotándose el puente de la nariz.

—No señor, yo vine por mi voluntad con el señor Kardia, él me salvó de unos espectros y ayudó a mi hermana— explicó el niño. —Y yo quiero convertirme en un héroe, en un santo de Athena. —

Sagitario sonrió levemente, aquel chiquillo tenía muchos ánimos y no parecía haber sido traído a la fuerza o ser un huérfano abandonado. Ya hablaría más tarde con Kardia, necesitaba una explicación. Y ahora comprendía el mensaje que le envió hace poco el patriarca Sage, acerca de que tendría un nuevo discípulo.

—¿Cómo te llamas? —

—Yato, señor— reveló el niño.

—¿Quién es, tío Sísifo? — se oyó otra voz detrás del santo dorado.

Un chiquillo de la misma edad de Yato se asomó con expresión curiosa. Era rubio, de ojos color turquesa y gran sonrisa en el rostro.

—Al parecer, es un nuevo aprendiz de santo, su nombre es Yato— dijo Sísifo, mirando luego al recién llegado. —Él es Regulus, mi sobrino y a partir de ahora, ambos serán compañeros de entrenamiento. —

—¡Hola! — saludó Regulus. —¡Yo también quiero ser un santo de Athena! —

—H-Hola… — contestó Yato, impresionado por la efusividad del otro chico. —Gusto en conocerte… —

Sagitario sonrió un poco, era bueno ver que su sobrino ya no estaría solo.

—Regulus, que te parece si lo llevas a recorrer los alrededores, para que vaya conociendo el lugar, en lo que preparo la cama que va a ocupar. —

—¡Claro que sí! — confirmó el chiquillo de ojos turquesa. —¡Ven conmigo Yato! —

Rato después, el recién llegado estaba sorprendido con todo lo que había en el Santuario y lo que le platicaba Regulus, quien no paraba de hablar y expresar lo emocionado que estaba por convertirse en un santo.

—Y, por último, te mostraré mi escondite secreto— dijo el sobrino de Sísifo. —Pero debes prometer que no se lo dirás a nadie, ni siquiera a mi tío. —

Yato parpadeó sorprendido, pero confirmó con un movimiento de cabeza. Ambos llegaron a los límites posteriores del Santuario, donde comenzaba el bosque.

—Creo que no es buena idea alejarnos tanto. —

—No te preocupes, ya llegamos— Regulus señaló la copa de un frondoso Roble. —Ahí está, ¿Puedes verla? —

—¿Qué cosa? — Yato trató de vislumbrar algo entre el follaje.

—Mi casa del árbol— saltó ágilmente a una de las ramas bajas. —Sígueme. —

—Pero… yo no puedo escalar… —

—Sí puedes, tienes que hacerlo, es parte del entrenamiento, así que inténtalo— pidió Regulus.

Yato exhaló por lo bajo, sí sabía trepar árboles, pero a veces sufría de vértigo. No le quedó más remedio que hacerlo, dado que también le ganaba la curiosidad.

Ambos chiquillos subieron más allá de la mitad del árbol, el cual era bastante alto. Finalmente, llegaron a la pequeña estructura de madera, que no tendría más de cuatro metros cuadrados. Aunque estaba fabricada de manera rústica, la casita era firme y segura.

—Bienvenido a mi lugar secreto— dijo el joven rubio.

—Vaya, es asombrosa— reconoció Yato. —¿La construiste tú solo? —

El otro asintió.

—Sí, he aprendido a trabajar la madera observando a los carpinteros del pueblo— presumió.

—¿Tus padres saben que vienes aquí?, ¿No te regañan? —

—Mi madre murió cuando yo era pequeño y mi padre fue asesinado por un espectro… un día lo vengaré— dijo Regulus en tono serio y triste. —Por eso ahora vivo con mi tío Sísifo en el Santuario, para entrenar y hacerme más fuerte. —

Yato no dijo nada, tratando de empatizar con el dolor de su nuevo compañero. A pesar de los ataques de los espectros a su aldea de origen, su familia estuvo a salvo. Quizás no podía entender por completo a Regulus, pero sí lo apoyaría. Entonces, extendió su mano hacia él.

—Entrenemos juntos, convirtámonos en héroes, en santos de Athena— sonrió con determinación.

Regulus asintió y estrechó su mano con la misma emoción reflejada en los ojos. A partir de ahora, tenía un compañero de entrenamiento y quizás, un futuro amigo.


Continuará...

Gracias por leer.