Hola:

Dejo el capítulo veintiocho, el cual está basado en los Extras donde aparecen Yato y Yuzuriha, conviviendo después de la guerra santa. A decir verdad, esta es otra de las parejas de SS TLC que me gusta mucho y quizás algún día escriba algo de ellos.


Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. La historia es de mi autoría personal, la cual solamente escribí por diversión.


Día 28: Te regalaré unas flores

[Yato x Yuzuriha]

Post canon, amistad, regalo, sentimientos.

Ya había pasado más de medio año desde que vencieron al dios Hades y el mundo estaba en paz, recuperándose de los estragos de la guerra. Yato por fin se había adaptado a vivir en Jamir con Yuzuriha y Atla, puesto que ya no podían volver al Santuario por órdenes de Athena. Y aunque en un principio se le hizo difícil, con el tiempo entendió que fue lo mejor.

La vida en aquellas tierras era tranquila, aunque un poco limitada en algunas cosas, como, por ejemplo, un lugar donde comprar un regalo. La aldea de Yuzuriha era pequeña, amigable y pacífica, pero cuando se requería de algo más específico, era necesario bajar la montaña para conseguirlo en el siguiente pueblo.

Ese día, Yato quería preguntarle algo a Yuzuriha, pero no sabía cómo hacerlo sin ser tan obvio. Ya era abril y el cumpleaños de la joven estaba cerca.

—¡Concéntrate Yato! — pidió ella, lanzando una fuerte patada que apenas logró esquivar el otro.

—¡Oye, sólo es un entrenamiento, no tienes que ser tan ruda! — el muchacho retrocedió de un salto.

—Dime qué estás pensando, desde la mañana te veo algo distraído— pidió Yuzuriha, relajando su postura.

Ambos exguerreros continuaban entrenando por mera costumbre y aunque ya no podían usar su cosmos, seguían siendo fuertes y hábiles. Vivir en la cordillera del Himalaya exigía tener buena condición física.

—Nada, absolutamente nada, continuemos— Yato desvió la mirada, renuente a contestar.

Pero cuando ella se acercó a él, con las manos en la cintura y una mirada inquisitiva, supo que no podría evadirla.

—Te conozco Yato, tus gestos indican que algo te preocupa— dijo la antigua amazona de Grulla, acercando demasiado su rostro al de él.

El muchacho se sonrojó por su proximidad y sus palabras. Eso era algo muy peculiar que le sucedía exclusivamente con ella desde que la conoció. Y es que la guapa mujer no tenía reparo alguno en hacer esas pequeñas "bromas" con él. Mirarlo de una forma particular, regañarlo por pensar en querer irse de Jamir, invadir su espacio personal a cada rato y dar muestras de un sutil coqueteo disfrazado de amistad.

No es que el exsanto de Unicornio no se diera cuenta.

Lo había notado desde que unieron fuerzas en la guerra santa. Yuzuriha era una imponente guerrera de plata, muy hábil, seria y comprometida con su misión. Pero también era una mujer, con un lado sensible y amable, que agradecía los gestos caballerosos que Yato tenía con ella. Aunque lo hacía de manera disimulada y con una justificación ligeramente distraída, como cuando se quitaba la máscara de su armadura frente a él.

Pero el muchacho no sabía cómo corresponder a esos coqueteos, pues no tenía experiencia en relaciones con chicas. Así que, por el momento, lo único que podía hacer, era ofrecerle otro gesto caballeroso. Se aproximaba su cumpleaños, por lo tanto, le daría un regalo.

—No me preocupa nada, sólo… — desvió los ojos hacia otro lado y se rascó la cabeza. —Quisiera saber si hay algo que te guste mucho y que no puedas conseguir aquí. —

Yuzuriha parpadeó extrañada y después sonrió, apartándose del joven.

—¿Por qué quieres saber eso? —

—Por nada, sólo curiosidad— se alzó de hombros, restándole importancia, pero sin dejar de prestar atención.

La joven se llevó una mano a la barbilla, haciendo un gesto meditabundo. Ella intuía perfectamente que Yato tenía algo en mente y no pensaba hacerse la distraída, porque en verdad le agradaba el comportamiento amable del muchacho.

—Flores— habló finalmente.

—¿Flores? — el exsanto de Unicornio lo pensó un par de segundos y luego miró a su alrededor.

En aquel lugar no crecían las flores. Era una zona bastante agreste para la flora y la poca que existía, eran pastizales o hierbas comunes. Para poder tener una flor, era necesario cuidarla en una maceta, en un ambiente controlado, porque a la intemperie, no sobreviviría.

—¿Ahora me dirás qué planeas? — insistió Yuzuriha con media sonrisa.

—¡Claro que no, deja de ser tan curiosa! — Yato se dio la media vuelta e hizo un gesto de despedida. —¡Regreso en un rato, no me esperen para comer! —

La exguerrera lo vio correr hacia la salida del pueblo, justo por el camino que bajaba la montaña. Soltó un suspiro por lo bajo y se encaminó a su hogar, quedándose con la duda de saber por qué Yato le preguntó aquello.

El muchacho descendía ágilmente por el sendero, con una amplia sonrisa en los labios.

Te regalaré unas flores Yuzuriha— se dijo a sí mismo. —Las flores más bonitas que existan… aunque espero poder encontrar unas que estén sembradas, así podrás cuidarlas y admirarlas.

Llegar a la siguiente villa le tomaría un par de horas, pero bien valía la pena. La sonrisa de Yuzuriha era suficiente incentivo para conseguir dicho regalo.


Continuará...

Gracias por leer.